Tejedores de ese afán de estar, continuos,
en el colorido paisaje de este ser
como corazones ahítos a las esperanzas...
somos existencia pura,
diálogo entre el alma y la razón
para encontrar sueños de vivencias
que nos congregan en las horas del vivir.
Siempre existir.
Siempre encontrarnos de nuevo, en cada aurora,
latiendo costumbres que nos agrandan
este corazón llamado hacia el viaje.
 
Palpitantes desbordados por la esencia
del ser seres más allá de lo impreciso;
algo así como conciertos de intimidades
asumidas para forjarnos la esperanza.
Palpitantes cual sonora encrucijada
entre los diapasones de lo comprendido
y lo que debemos siempre comprender.
 
Somos, por siglos de experiencia acumulada,
esos seres que no tenemos nombres
ajenos a nuestras causas de ideas;
palpitantes ideas que nos abrigan
con sus sueños de utopías alcanzadas.
Alzadas
las miradas hacia el cielo infinito
para seguir ascendiendo en la existencia
de personas forjadas, cada minuto,
en ese tiempo que siempre nos define:
palpitantes seres de las albas
con camino siempre por andar.
 
Soñar.
Inicio de andadura por la vida
hasta llegar a imaginarnos tal cual somos
mucho más allá de las miradas
ajenas a nuestro nuevo despertar.
 
Palpitantes corazones embarcados
en el arder continuo de silencios
y, luego, ser palabras encendidas
para sentir todo lo profundo.
Somos seres que olvidamos ya la muerte
para, siglo tras siglo y segundo tras segundo,
formar parte de la laboriosa marcha
con la que llegamos al punto culminante
donde hemos alcanzado la existencia.
 
Palpitantes.
Hombres y mujeres caminantes
y presencia.