Indiferencia
Publicado en Mar 05, 2009
Una tarde como todas. El profesor pasó lista y cuando llegó a Ignacio registró como los días anteriores un ausente. Ya llevábamos tres semanas en este curso y si mi memoria no falla, Ignacio sólo concurrió tres veces. Está faltando mucho y ni el docente ni los compañeros parecieran haberlo notado. Cuando comenté mi inquietud un elevar de hombros fue la única respuesta. Me propuse hoy llamarle por teléfono con el pretexto de alcanzarle los últimos apuntes, quizás pueda darle una mano... yo no debía ser indiferente... Ensimismado en mis pensamientos regresé a casa y hasta me pareció ver a lo lejos la silueta de mi compañero faltador. En mis rutinas olvidé mi preocupación,
Al día siguiente volvió a faltar y en mi inquietud se afianzo el propósito de contactarme con él. Así ni bien llegué a casa llamé por teléfono. Nadie contestó. A la nochecita lo intenté de nuevo con el mismo resultado. Pasó otra semana y continuaba ausente. Ya no era que simplemente faltaba. Ya ni venía... y parecía que nadie más que yo se extrañaba. Ese día cuando el profesor paso lista y volvió a consignar "ausente" sin comentarios, yo estallé: _ Somos todos unos indiferentes. ¿Qué nos pasa? ¿No nos preocupa para nada la ausencia repetida de un compañero? Me miraron con extrañeza. Mi reacción los había impactado... creía yo... _ Mi hijo,- dijo el profesor - Ignacio está recuperándose de una peritonitis en la clínica del pueblo, ya fuimos a verlo. Todos lo sabíamos, Usted ¿No?
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