La mujer que era vagabunda (Novela) -5-
Publicado en Apr 02, 2015
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Amgá, 20 de noviembre de 1962. 
 
Desterrada al poblado de Amgá, en la Siberia asiática, al ser condenada por la falsa acusación de traidora a la patria en lugar de ser ejecutada para evitar que el mundo la convirtiese en mártir de la resistencia antisoviética había sido abandonada allí por decisión del terrible e inmisericorde Valdimir Semicastradof, Director General de la temible KGB, que había dado la orden de que nunca jamás saliera de aquel lugar hasta que muriera. Era la vesania del sistema totalitario del Partido Comunista de la Unión Soviética, el PCUS, en toda su crudeza. Era una traidora a La Causa y, por ello, rechazada completamente por todos los ignorantes y casi analfabetos pueblerinos de Amgá, su vida ya sólo consistía en vagabundear por las calles, comer gracias a la misericordia de "Alma Ata" y de las basuras que rebuscaba entre los cubos callejeros (desechos de alimentos podridos que a ella le parecían verdaderos manjares) y durmiendo en un establo perteneciente a su única amiga, la citada "Alma Ata". Así estaba sobreviviendo, en aquel crudo invierno, mancillada por todos y por todas.
 
Los hombrecillos embrutecidos por el consumo excesivo de las bebidas alcohólicas, para suplir con ello el olvido de sus existencias y la ignorancia que los idiotizaba, intentaban siempre que se les presentaba la ocasión aprovecharse sexualmente de ella pero "La Marieta", que había perdido ya su condición humana por Decreto del Politburó soviético, no permitía sin embqargo que ninguno de ellos tuviese relaciones de ese tipo con ella y a cambio de unos miserables rublos o un puñado de comida. Ella solamente vagabundeaba por las calles de Amgá, mendigando la caridad de algunos hombres y mujeres que se apiadaban de vez en cuando, para obtener unos porquisimos rublos con los que poder ir a las tascas para beber y olvidar. Beber y olvidar era ya su única Causa para lograr sobrevivir. Ya casi no recordaba nada de su pasado y, en su memoria, sólo existñia la imagen continua de José y su promesa de volver a encontrarla. 
 
Despolitizada por completo, "La Marieta" sólo se agarraba a la vida recordando el poema que el joven español le había recitado el 25 de octubre de ese año 1962 después de Jesucristo, pero cada vez se hundía más y más en el submundo de lo inhumano. Sin embargo, al recordar a José, aumentaban sus fuerzas para no pensar en el suicidio y seguir soñando sus propias e íntimas fantasías. A veces encendía colillas de cigarrillos que encontraba por los suelos de las calles de Amgá y alguno que otro que le regalaba "Alma Ata". Un muro impenetrable se había levantado entre su realidad y su ficción. Alejada del mundo de la cultura lo único que le ayudaba a seguir estando viva era la resistencia a caer del todo en el abismo del ave sin retorno. Prefería seguir manteniendo, en su memoria, al joven poeta español aunque estaba totalmente segura de que nunca jamás volvería a verle. Sabía que todos los hombres que había conocido no mantenian jamás su palabra y José era, al fin y al cabo, un hombre distinto a todos los demás pero un hombre. Milagrosamente, ante la estupefacción de todos los demás, su belleza no había desaparecido sino que iba aumentando, día tras día, un poco más. A pesar de su desgracia personal estaba más bella que nunca.
 
- ¿Por qué no aprovechas toda tu explosiva belleza, Marieta, y te conviertes en la amante del alcalde Iván Besóvich? 
 
- ¿La amante de ese gordo flatulento que no hace otra cosa nada más que tirarse pedos a cada instante? ¡Jamás!
 
- No seas tonta, Marieta. Podrías vivir mejor que una reina con toda clase de lujos que se pueden soñar en este peblucho. No sería como en Moscú pero dejarías, por fin, de vivir como una escoria humana. Además, Iván Besóvich, dejando de lado que se tira tantos pedos como puede, sabe besar bastante bien. No es que bese como Laurence Harvey en "Romeo y Julieta" pero al menos sabe besar algo. Como un verdadero cerdo pero menos da una piedra. Y te lo digo, reconociéndolo con mucha vergüenza, por mi propia experiencia.
 
- ¿Y qué sería entonces de mi condición de mujer liberada si me convierto en la amante de ese marrano, Alma Ata?
 
- ¡Tonterñías! ¡Eso solamene son tonterías, Marieta! ¡La única condición de las mujeres que somos verdaderamente bellas es poder sacar todo lo que podamos de provecho a través de nuestra belleza! Los hombres sólo buscan los cuerpos en las mujeres que somos como nosotras.
 
- Estás equivocada, Alma Ata.
 
- Sé que todos me concoen como "Alma Ata" y es verdad que tengo mi alma atada al pecado más viejo del mundo pero... por favor... Marieta... llámame Atanasia para poder sentirme, aunque sea sólo por una vez, como aquella niña que un día fui.
 
- Gracias por tus consejos, Atanasia, pero yo jamás volveré a ser un objeto carnal de ningún hombre. He renunciado a seguir siendo el oscuro objeto del deseo desde que conocí a un poeta español llamado José. ¡Esta es mi lucha!
 
- ¡No! ¡No estás entendiendo nada! ¿De verdad estás creyendo que vendrá algún día un Principe Azul a este desconocido pueblucho siberiano para salvarte de la miseria en que vives? 
 
- Posiblemente sea ya en lo único que creo.
 
- ¿De verdad me estás diciendo que crees en los cuentos de hadas?
 
- Dijiste que te llamara Atanasia para volver a sentir que un día fuiste una niña. Eso mismo es lo que estoy haciendo yo conmigo.
 
- ¡Ni tú eres La Cenicienta ni hay posibilidad alguna de que alguna vez llegue un Príncipe Azul a este lugar. No hay posibilidad alguna de escapar de Amgá. Si existiera algún Príncipe Azul jamás podría saber de nuestra existencia si es que a lo nuestro se le puede llamar una existencia.
 
- Si no podemos soñar, Atanasia... ¿qué nos queda a quienes tenemos la gran suerte de ser bellas de verdad?...
 
- ¡Explotar nuestra belleza para vivir mejor que las demás! ¿Quién te dice a ti que siendo la amante del alcalde Besóvich no llegues algún día a volver a Moscú o incluso llegar algún día a reinar en los mejores Salones de París? ¡Es la única oportunidad que tienes! ¡Si yo estuviese en tu lugar ya lo habría intentando! ¿Te falta valor para hacerlo, Marieta?
 
- Me sobra valor para hacerlo pero me falta hipocresía para intentarlo. ¡No, Alma Ata! Yo puedo también tener el alma atada al pecado más viejo del mundo pero jamás volveré a tropezar en la misma piedra. Ya tuve bastante con Micola Pokony para tener que volver a soportarlo.
 
- ¿Pero puedes imaginarte brillando como una reina en los mejores Salones de París?
 
- Me lo puedo imaginar, pero cuando me mirase en los espejos me entrarían ganas de vomitar.  
 
- ¡No digas absurdos, Marieta! ¿Te imaginas o no te imaginas siendo la gran novedad de París mientras todos los caballeros, nobles cortesanos, luchan por tenerte entre sus brazos batiéndose los unos contra los otros como verdaderos mosqueteros?
 
- No me veo siendo personaje de las damiselas del francés Alejandro Dumas. Soy más bien personaje de los endemoniados de nuestro viejo ruso Fiódor Dostoievski.
 
- ¿Entonces por qué permites ser personaje del crimen y castigo de nuestro de nuestro viejo ruso Fiódor Dostoievski como muy bien lo llamas? ¿Qué crímen has cometido tú y qué clase de crímen ha podido ser para recibir este brutal castigo?
 
- El crimen de haber defendido mis derechos de mujer en un mundo donde el hombre tiene el látigo siemrpe en sus manos. ¿Comprendes ahora por qué sólo me queda únicamente soñar? 
 
- Vivimos en la realidad, Marieta; y la realidad nunca es un sueño.
 
- Hablemos entonces de la realidad, Alma Ata. Un escritor y poeta italiano, llamado Arturo Graf, dijo un día que la violencia no es sino una expresón del miedo. ¡Nos tienen miendo, Alma Ata, nos tienen miedo! Esa clase de hombres embrutecidos solamente nos tienen miedo. Y por eso creo que en algún momento de nuestras vidas tendremos que derrotarles definitivamente. Yo ya he empezado a hacerlo al decidir no ser nunca más un objeto de oro entre sus manos. Quizás nadie sepa jamás que yo he existido y que he vencido al miedo, pero estoy segura de que habrá valido la pena luchar hasta conseguir irme de la Tierra sabiendo que pude derrotarles a todos ellos con mi indiferencia. Quizás, cuando muera, pueda pedir que mi epitafio sea "Vencí a los cobardes luego soy valiosa". A lo mejor alguien lo puede leer y le sirve para tomar conciencia. Y estoy segura de que si José lo viera también estaría de acuerdo conmigo.
 
- Pero... ¿se puede saber por qué te has dejado lavar el cerebro por ese tal José hasta el extremo de renunciar del todo a la única alternativa posible?. 
 
- No me ha lavado el cerebro. Me ha liberado el alma. Y eso es algo que los del Politburó jamás podrían conseguirlo por muy poderosos que sean. El poder de las palabras de José tiene muchísima más fuerza que las acciones de esos salvajes. Por eso derribarles es tan fácil cuando se aprende a sentir antes de hablar. José siente antes de hablar y eso es lo que he aprendido de él con sólo unas horas de charla. ¿Comprendes ahora por qué es tan importante para mí que pudiese venir a verme? 
 
- ¿Por qué lo esperas?
 
- Por amor. Pero no por amor de "La Marieta" sino por amor de María Simonova Pavlova. Me parece que has comprendido bien esta diferencia porque no lo puedo explicar mejor.
 
- ¡Baja a la tierra, Marieta! ¡Tengo que contarte una noticia muy mala!
 
- Ya no me dan miedo las noticias muy malas... ni tan siquiera me dan miedo las pésimas noticias...
 
- Pero esta te puede costar la vida.
 
- ¿Vienen a por mí? No importa. Si me matan me harán un gran favor.
 
- Son imbéciles pero no tan tontos como para matarte y convertirte en una heroína a los ojos del mundo entero. La noticia que tengo que darte es peor.
 
- Suéltala, Alma Ata.
 
- El alcalde Iván Besóvich está tan cabreado por tus continuos rechazos que me ha obligado a que no te regale ya nunca más las sobras de sus comidas.
 
- No importa. La basuras de las calles también alimentan.
 
- Pero es que hay algo peor. ¡Ya nunca podrás dormir en el establo al calor de las caballerías!
 
- No importa.
 
- ¿Cómo que no importa? Eso quiere decir que tendrás que dormir en las calles a aprtir de esta misma noche.
 
- Está bien. Acepto dormir en las calles a partir de esta misma noche. Buscaré unos cuantos cartones para tapar mui cuerpo.
 
- ¿Estás loca? Los pronósticos dicen que esta noche aquí, en Amgá vamos a estar a cuarenta grados centígrados bajo cero o incluso más. A las pocas horas de dormir en las calles morirás congelada.
 
- Eso es para mí una bendición porque si muero esta noche no será nunca por haberme suicidado. Será mi victoria final. Sólo te pido que mañana, cuando salga de nuevo el sol, recojas mi cuerpo y lo entierres al borde de la carretera. No quiero que llames a ningún pope. No deseo que ningún pope rece por mí cuando me hayan enterrado. Pero no te olvide jamás de poner en la lápìda de mi tumba el epitafio. Recuerda. "Vencí a los cobardes luego soy valiosa". 
 
- Te comprendo. Yo tampoco quiero que ningún pope venga a rezar por mí cuando me muera. Te prometo que así lo voy a hacer. Grabaré ese epitafio sobre la piedra y, entre paréntesis, pondré tu nombre: "María Simonova Pavlova".
 
- Te prohíbo que pongas ese nombre en mi tumba. Graba el epitafio sobre la roca y pon, entre paréntesis, solamente "La Marieta".
 
- ¡Pero nadie que la vea podrá saber quién eres!
 
- Me basta y me sobra con que lo sepamos solamente Dios y yo. 
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Novela.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Relatos Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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