La primera vez es un momento que obedece a estar dentro de ese tiempo que llamamos encararse de frente con la vida; después, ya empezando a escribir el libro de nuestros buenos y sanos deseos, vamos experimentando lo que de verdad nos hace estar liberados de cualquier axioma. Es cuando empezamos a fijar nuestros rumbos. Llevamos, entonces, las primeras experiencias de vida en un tiempo que va acumulando en nuestros equipajes de caminantes el alcance de nuestras metas voluntarias. Sobre la voluntad, el novelista francés Víctor Hugo (1802-1885) dijo: "A nadie le faltan las fuerzas; lo que a muchísimos les falta es voluntad".
 
La inercia nos va otorgando vida suficiente como resultante de nuestra decisión que, a algunos, les produce el vértigo de lo inexplicable. Pero no podemos reducir nuestros sueños a los procesos involutivos de quienes no desean comprendernos. Ese es el verdadero problema de quienes no conciben que nuestra intensidad es condición "sine qua non" para seguir fijando rumbos que, por esas causas determinantes de las decisiones humanas, sólo unos pocos estamos dispuestos a seguir. Acortar el radio de acción de nuestras esperanzas, plegándonos a los caprichos de quienes no desean vernos como vencedores, sería sucumbir ante ellos. Y eso no nos lo podemos permitir cuando nuestros sueños son ya incontenibles. El lado débil de la humanidad es no tener más ideales que quedarse en el vacío de un silencio pasivo para llegar a un punto final que no les llena para nada debido a sus ambiciones. Nosotros no. Mientras ellos sucumben por las ambiciones nosotros las superamos. Es por eso por lo que el dramaturgo y novelista irlandés Oscar Wilde (1854-1900) escribió la siguiente frase lapidaria: "La ambición es el último refugio del fracaso". 
 
Nada de victimismos infundados. Ni somos víctimas ni somos victimarios de nadie; pero no merece la pena quedarse atrapados en las redes de quienes intentan acabar con nuestra manera de ser y de estar en la lucha diaria y terrenal. El victimismo no concuerda nunca jamás con nuestro caminar. El mensaje no consiste en abandonar sino en seguir avanzando, lanzando siempre el reto a nuestros propios desafíos. Y llega el momento crucial de cruzar el límite de los inmovilistas que tropiezan siempre con su desilusión cayendo siempre en el mismo error. Ese error se llama conformismo. No. Nosotros no somos conformistas y tampoco nos gusta perder el tiempo con vanas discusiones ajenas a nuestros propios propósitos. El escritor candiense Robin Sharma, nacido en 1965, hizo el siguiente y acertadísimo juego de palabras: "El propósito de la vida es una vida de propósito".
 
Si estás feliz con tus sueños, fija los rumbos que te lleven a cumplirlos. Es mejor que sucumbir ante las incomprensiones ajenas a ellos. Que tus sueños no te encuentren nunca durmiendo. Vívelos y habrás encontrado el porqué de tu existencia.