Mataros pero no pegaros (Diario)
Publicado en Apr 13, 2015
Es un recuerdo infantil; pero nunca pasaba nada porque nunca llegaba la sangre al río. El caso era estar siempre de bronca, regañar por un quitame a mí esas razones pero tú no tienes ni idea de lo que dices. Y entonces empezaba el jaleo, la trifulca, el follón, el empujarse levemente, el mirarse de arriba a abajo por encima del hombro y el discutir como verdaderos basiliscos; pero siempre había algún gracioso (o que se las daba de gracioso sin serlo) diciendo la famosa frase: mataros pero no pegaros.
Eran días de infancia y había que irse pertrechando de conocimientos del lenguaje castizo y popular de Madrid capital para poder forjarte una personalidad de acorde con las circunstancias sociales. El grito. La apasionante bronca dialéctica que nunca llegaba a ninguna parte. El ser más espabilado que tu rival. Era la salsa de todos los días y había que saber observar bien, en primera línea de fuego en los combates (pero sabiendo nadar y guardar la ropa) demostrando una pasmosa serenidad a la hora de ver en qué desembocaban aquellos embrollos de bravucones. La frase corría de boca en boca y se transmitía a través de las historias (más inventadas que reales) que narraban los más avezados en aquellas peroratas del hablar mucho pero de no hacer nada. Mataros pero no pegaros era el santo y seña de la cotidianidad diaria. Remontada la victoria, llegaba siempre el derbi del punto en boca cerrada; como un héroe de vuelta que había que ser modelo en medio de la rebeldía general. El caso era lanzar un ¡oh! melodramático y seguir pintando la vida con los verdes tonos de la chispa castiza y verbenera. Mataros pero no pegaros y, después, ver que no sucedía nada mientras los que sabíamos observar bien inventábamos historias más o menos imaginadas para contar lo que había sucedido aunque, de antemano, sabíamos que no había sucedido nada. El caso era asumir siempre ese estar en el hueco por donde entrar en la historia del barrio; aunque fuese solamente por el hecho de haber estado presente. Y entonces alguien cantaba una tonadilla cualquiera que servía de telón de fondo para la farsa.
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