Domingo amarillo
Publicado en Mar 05, 2009
Perezosamente se estiró en la cama. Era domingo. Normalmente no tenía apuro, pero hoy vendrían todos. Les había prometido la tradicional parrillada. Anoche preparó el carbón en el patio y dispuso las reposeras para comodidad de los mayores. Hasta había colgado la hamaca en la rama del nogal. Tenía ahora que levantarse y seguir disponiendo.
El estruendo le cortó el bostezo y la enderezó casi de un salto. Tronaba rabiosamente y gruesas gotas golpeaban su ventana. Llovía. ¿Qué haría? ¿Qué quedaba del proyectado día en el jardín? Grises nubarrones oscurecían el amanecer. Una ventisca furiosa jugaba con las persianas y con las copas de los árboles. Aún aturdida sintió el tintinear del teléfono. Leo fue el primero en cancelar su visita. Sentada en su habitación casi en penumbra, apenas avivada rítmicamente por el resplandor de los relámpagos, solo esperaba la sucesión de las llamadas. Uno tras otro encontraba excusa en el mal tiempo. Para colmo de males se cortó la electricidad y el ya gris domingo continuó más gris que antes. En su soledad de siempre el tiempo reflejaba sus sentimientos. Aún así se levantó, bajó a su cocina y en la rutina puso su cafetera en marcha y preparó unas tostadas. Por el amplio ventanal veía los cipreses sacudidos como enormes penachos y la espesa cortina de agua que encerraba todo. Si hubiera cerrado un quincho alrededor de la parrilla quizás... No había ningún quizás, que valía la pena sopesar. Era un domingo de lluvia y todos preferían pasarlo secos en sus respectivas casas. Ella no importaba... ya no importaba. Leo, Alicia y Armando tenían cada uno sus respectivas familias y otros problemas. Ella no debía de ninguna manera serlo. Empezó a hojear distraídamente el diario del domingo. Seguía recibiéndolo por inercia. Sus páginas acusaban algo de la humedad que, pese a la bolsita de nylon que lo protegía, se había podido filtrar. La sección de espectáculos estaba intacta. Entre los clásicos comentarios y chismes del ambiente le llamó la atención una función de un musical que se desarrollaría esa tarde. Eso sería un proyecto para llenar su domingo. Terminó de desayunar, se arregló lo mejor que pudo y llamó a la remisería del barrio. La reserva la hizo ya para el mediodía, almorzaría en algún local de Recoleta y luego iría al espectáculo. La lluvia no la acobardaba y el sólo pensar en salir, llenó de adrenalina su ser. Fue fiel a su proyecto y almorzó liviano en el "Victoria" de allí fue hasta el teatro... Después de asegurarse su localidad se regaló todavía un cafecito en el bar de la esquina... Disfrutó de programa como una adolescente, ya no era un domingo gris... y menos gris se puso cuando a la salida del teatro lo vio a Joaquín. Un reencuentro después de... no quería contar los años. El color de su domingo había cambiado. La lluvia continuaba, pero su actuar decidido lo había modificado todo. Los relámpagos y los truenos le habían devuelto parte de sus sueños... Ella aún vivía. *
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