Con divisa blanca y verde (Teatro) -Escena II-
Publicado en Apr 22, 2015
Personajes:
Arturo Carpanta Escenario: Jardín del Palacio de Congresos Casa Colón de Huelva. Sentados en el bordillo de La Fuente de los Tritones se encuentran Arturo y Carpanta. Arturo.- ¿Quién crees tú que es mi mayor enemigo, querido Carpanta? Carpanta.- Cualquier perro hambriento, rey de los lujos y del placer. Cualquier perro hambriento que para comer un hueso tiene que buscar y rebuscar entre las basuras por no ser como ustedes. Arturo.- ¿No te parece eso una insolencia? Carpanta.- Digamos mejor que es una gran verdad; pero en estos días está ya muy visto que las grandes verdades son llamadas insolencias por los grandes vividores. Yo me pregunto muchas veces, cuando mis tripas están vacías, si es insolencia hablar o si es insolencia guardar silencio. ¿Usted qué cree, gran rey? Arturo.- ¿Por qué tengo que constestar a un plebeyo? Carpanta.- ¿Por qué un plebeyo tiene que callarse ciertas preguntas? Arturo.- ¡Sácame de dudas! ¿Quién cuida de ti? Carpanta.- Gracias a Dios sigo vivo. Arturo.- No entiendo tal sarcasmo. Carpanta.- Porque no dais demasiada importancia a las ironías del pueblo. Arturo.- ¿No tienes hijos? Carpanta.- No recuerdo haber tenido ninguno pero si existe debe ser cosa nunca vista a no ser que alguien me haya convertido en su héroe. Arturo.- ¿Un héroe mendigo? ¡Jajajá! ¡No me hagas reír, Carpanta, que me duelen las tripas! Carpanta.- Debe ser de haber comido tantas pitanzas pantagruélicas. Arturo.- ¿De verdad crees que alguien como tú puede ser un héroe? Carpanta.- ¿No conoce usted, que se las da de tan ilustrado que se rodea de los mejores y mayores caballeros alrededor de su Mesa Redonda, la leyenda del rey mendigo? Arturo.- ¿Santo cielo? ¿Cómo conoces tal cosa? Carpanta.- Cuando se ha sido ratón de bibliotecas se consigue con facilidad. Arturo.- ¿Cómo has dicho? ¿Qué clase de ratón es esa? Carpanta.- Cosa de Mark Twain, alteza, solamente son cosas de Mark Twain que se leen cuando se tiene demasiada hambre. ¿Sabía usted que de lecturas también se alimentan los seres humanos cuando no hay un pollo que manducar para los adentros? Arturo.- ¡En verdad que me dejáis acongojado! Carpanta.- Yo mejor diría que os habéis quedado acongojonado. Arturo.- ¿De dónde has sacado esa palabra que no existe? Carpanta.- Del mismo lugar de donde se sacan los discursos que no valen. Arturo.- ¿De qué estás hablando? Carpanta.- Que se dedique mucho menos a comer y lanzar discursos interminables y se preocupe más por su Ginebra... porque lo que es yo... desde luego que no me fiaría ni un pelo de Lanzarote... Arturo.- ¿Es cierto lo que dicen? Carpanta.- Cuando el río suena es que piedras lleva... pero no voy a tirar yo la primera piedra... porque también tengo mis aventurillas... aunque sólo sean para poder llenar el estómago de algo más que viento... y ya debería usted saber, monarca de los monarcas, eso de lo que el viento se llevó... Arturo.- ¡Callad, Carpanta! ¡Me están asaltando los celos! Se hace, por un momento, el silencio... hasta que, de pronto, resuenan las tripas de Carpanta... Arturo.- ¡Rugen tus tripas, Carpanta! Carpanta.- Observo que todavía no estáis sordo del todo, alteza. Arturo.- ¿Quieres que te dé un capón, Carpanta? Carpanta.- ¿Quiere usted que yo le dé una torta, alteza? Arturo.- ¡Yo estoy hablando de comida, Carpanta! Carpanta.- ¡Yo también estoy hablando de comida, alteza! Arturo.- ¡Has de saber, Carpanta, que en mi reino el capón es un pollo de corral con una carne más fina y de mayor peso que los pollos camperos normales, conseguido mediante la castración a la edad de cuatro meses aproximadamente, antes de comenzar el proceso de engorde. Carpanta.- ¡Ha de saber, alteza de las altezas, que en mi tierra la torta es una clase de bizcocho! Arturo.- ¡Eres duro como adversario a pesar de ser solamente un mendigo! Carpanta.- No hay que ser demasiado idiota para superar a los idiotas... y no me estoy refiriendo a usted, alteza de las altezas... Arturo.- ¿Te refieres a alguien en concreto? Carpanta.- Supongamos que sí; que me refiero a algunos en concreto y que son muchos más de los que usted imagina. Arturo.- ¡La imaginación es un poder, Carpanta! Carpanta.- En ese caso yo soy más poderoso que usted mismo; porque usted come sin imaginar nada más que está comiendo; mientras que yo imagino que estoy comiendo pero sin probar bocado alguno. ¡Buena paradoja! ¿No es cierto, alteza de las altezas? Arturo.- ¡Decís verdades como templos! Carpanta.- ¡No! ¡De los templos prefiero no decir verdades! Arturo.- ¿No te aburres nunca de pasar hambre? Carpanta.- ¿No se aburre usted nunca de ver cómo comen los demás a costilla suya? Arturo.- ¿A qué costilla te estás refiriendo, Carpanta? Carpanta.- Si Eva fue la costilla de Adán... Arturo.- ¡Cielo santo! ¿Estás diciendo lo que yo estoy imaginando? Carpanta.- Pues va a ser que sí. Por regla de tres simple me estoy refiriendo a su Ginebra... Arturo.- ¿Cuántos? ¡Solamente dime cuántos, Carpanta! Carpanta.- Teniendo en cuenta que los caballero de su mesa redonda fueron un total de 143, usted ya puede imaginárselo... Arturo.- ¿143? ¿Han sido 143 los que han abusado de mí abusando de mi Ginebra? Carpanta.-Yo no digo nada más que lo que dicen los labriegos. Arturo.- ¿Y qué dicen los labriegos? Carpanta.- Si quieres que tu esposa te ame aparta de ella al que la lame. Arturo.- No me lo puedo creer. Yo sólo recompenso los servicios que me prestan. Carpanta.- Pero olvidaís un refrán que por mis tierras circula... Arturo.- ¡Habladme con toda franqueza, Carpanta! Carpanta.- ¡No prestes jamás a un cura ni tu mujer ni tu burra! Arturo.- ¿Pero es verdad todo lo que estoy escuchando? Carpanta.- Tan de verdad como lo que yo estoy deseando. Arturo.- ¿También tú quieres dármela con Ginebra? Carpanta.- Pues va a ser que no... porque la única Ginebra que yo conozco, en la realidad, es suiza y a mí las suizas pues... no... la verdad es que no... Arturo.- ¿Entonces? Carpanta.- Prefiero a la lozana andaluza... aunque no rechazo una buena merluza... Arturo.- ¡Me estoy mosqueando contigo, Carpanta! Carpanta.- ¡Yo nunca bebo para olvidar a ninguna, alteza! ¡Sólo me refiero al pescado! Arturo.- ¿Me estás bacilando o hablas en serio? Carpanta.- Yo no tengo la culpa. Echadle la culpa, si queréis buscar a un culpable, a un clérigo muy delicado. Arturo.- ¡Santo cielo! ¿Qué me estás diciendo? Carpanta.- Le llamaban el cura Paco y armó un buen cisco en Roma. Arturo.- ¿Con las romanas? Carpanta.- Supongo que sí. Supongo que hacía trampas con las romanas. Arturo.- No puedo entenderlo del todo... Carpanta.- Que las desnivelaba según su antojo para hacer mayor el negocio. Arturo.- ¿Con las romanas? Carpanta.- Es usted muy lento pensando, majestad de majestades. Supongo que era con las romanas y supongo muy bien. Arturo.- ¿El cura Paco liado con asuntos de romanas? Carpanta.- Pues va a ser que sí, majestad de majestades, pues va a ser que sí. Arturo.- ¡Vaya con el curita! Carpanta.- Paco le llamaban y delicado sí que lo era. Arturo.- A mí me habían dicho que era un albañil... Carpanta.- ¿El cura Paco un albañil? ¡Le han engañado, majestad! Arturo.- ¿Entonces no era rojo? Carpanta.- Lo que era era cojo... Arturo.- ¡Se me hace un nudo en la garganta! Carpanta.- De cojo a cojonudo hay mucho más que un nudo. Arturo.- ¿Dónde aprendiste tanto? Carpanta.- De leer hasta en esperanto. Arturo.- ¡No he visto jamás en mi vida un caso igual al tuyo, Carpanta! Carpanta.- Si os acercáis por Calaña, quizás alguno encontreis, más difícil es la hazaña aunque probarlo podreis. Arturo.- Dadme una referencia, Carpanta, sólo dadme una referencia nada más... Carpanta.- Anotad en vuestra memoria la siguiente: Karpa para lo que veáis y Tortajada para lo que leáis. Pero no vayais diciendo por ahí que os lo he dicho yo porque soy tan pobre que nadie se lo creería. Arturo.- ¿Quién digo que me lo ha dicho? Carpanta.- ¡Merlín! ¡Vuestro amigo el mago Merlín para que todos se lo puedan creer! Arturo.- Pero si el mago Merlín es una pura mentira viviente... Carpanta.- Pero hoy en día todos creen mucho más a una sola mentira que a un millón de verdades. Y no os llaméis a engaño porque ha sido producto de la famosa evolución humana de Darwin y sus fanáticos seguidores que dicen que tanto usted como yo y yo como usted hemos sido antes dos monos titiriteros. ¿Qué le parece esta paradoja? Arturo.- ¡Una verdadera idiotez! ¡Pardiez! Carpante.- Pardiez, parveinte o parcincuenta asi está hoy la cuenta. Arturo.- ¿Y ese tal Darwin no estaría loco? Carpanta.- ¿Me preguntáis si estaba mal de la cabeza? Arturo.- ¿Es que no es lo mismo? Carpanta.- Pues no. No es lo mismo. Un loco puede decir locuras pero sólo uno que está mal de la cabeza dice estupideces. Hay un abismo entre los dos. Arturo.- ¿Cuál es ese abismo? Carpanta.- El que está loco nos entretiene pero el que está mal de la cabeza nos aburre. Arturo.- ¡En verdad que hay un abismo entre ambas cuestiones! El entretenimiento siempre produce felicidad mientras que el aburrimiento produce hastío. Carpanta.- ¡Vale, tío! Arturo.- Es la primera vez que me llaman algo tan emotivo. ¡Qué alegría me da que alguien me reconozca como un tío! Carpanta.- Es que, bien mirado, hasta nos parecemos bastante. Arturo.- ¡Eso es ya demasiado imaginar, Carpanta! Carpanta.- ¿No estamos hablando los dos? Arturo.- Pues sí. Eso es verdad. Carpanta.- Pues si estamos hablando los dos es que hay un gran parecido entre nosotros. Arturo.- ¿Algún parentesco tal vez? Carpanta.- Menos lo de los monos cualquier otro que usted pueda pensar... Arturo.- ¡Ya está! ¡Los dos somos de la misma familia! Carpanta.- ¡Menos mal que ya se ha dado cuenta! Arturo.- Nuestro más antiguo tatarabuelo fue Adán y nuestra más antigua tatarabuela fue Eva. ¡Ven a mis brazos, sobrino! Carpanta.- ¡Voy a sus brazos, tío! Arturo y Carpanta se levantan del borde de la fuente y se funden en un fuerte abrazo. Arturo.- Y ahora, antes de que me ponga en marcha hacia Calaña... ¡te invito a una merluza!... Carpanta.- Pero que sea de pescado, por favor... Arturo.- ¿Es que hay alguna merluza que no sea un pescado? Carpanta.- Pues va a ser que sí pero que no... Arturo.- ¿Qué quiere decir eso? Carpanta.- Que hay una merluza que se coge pero no es pescado porque sólo sirve para intentar vanamente olvidar a una mujer; pero que no, que yo no bebo nunca jamás nada de alcohol para olvidar a ninguna... ni tan siquiera a Florita que me gustaba tanto... Arturo.- ¿Hay una Florita en tu pasado? Carpanta.- Sí, pero era de Miguelito y yo de Miguelito no quiero nada. Arturo.- ¿Por qué no quieres nada de Miguelito? Carpanta.- Porque se las va dando de ángel aunque de ángel tiene menos que yo de heredero de Onassis. ¿Me comprende ya, majetad? El rey Arturo le da un golpe en la espalda a Carpanta. Arturo.- ¡Por supuesto que te comprendo! ¡Vamos para adentro que te invito a la merluza y no se hable más! Carpanta.- Pues no se hable más y que cualquiera piense lo que le dé la gana... hoy o si quiere mañana... o durante toda la semana... pues no es lo mismo sapo que rana... SE BAJA EL TELÓN. FIN DE LA ESCENA II
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|