El Molino de Calabria (Novela) -Captulo 5-
Publicado en May 17, 2015
Cuando llegamos los dos a la Redacción de "Il Giornale di Calabria", todos estaban ya ocupados en dar los últimos ajustes al diario de la mañana que ya se aproximaba; así que decidí dejar la fotografía y la pequeña noticia, escrita de mi propio puño y letra, en la mesa de la secretaria de la Recepción e invité a Rosalinda Este a dar un pequeño paseo por la ribera del Corace, en los barrios más meridionales de Cosenza.
- Qué noche más agradable, Giuseppe. - El fresco nos viene bien para despejar dudas, Rosalinda. - Hablando de dudas... ¿crees que hemos hecho bien?... Saqué el paquete de cigarrilllos, le ofrecí uno que ella amablemente rechazó, y encendí el mio antes de contestar a su pregunta. - Es lo mejor que podríamos haber hecho, Rosalinda. Por nada de este mundo ni del mundo venidero quiero que alguien te involucre en este feo asunto. Eres demasiado valiosa como para ser sacrificada en nombre de la libertad de expresión. - No me arrepiento, para nada, haber aceptado que tú seas mi instructor en estos mis primeros días como periodista; pero por mi culpa el que va a ser involucrado en este feo asunto vas a ser tú. - Escucha, preciosa. No creo en la libertad de expresión. - A veces me desconciertas, Giuseppe. Primero me hablas de no ser sacrificada en nombre de la libertad de expresión y ahora me sales con que no crees en dicha libertad. - Así es. - Lo primero que me enseñaste es que la libertad de expresión que tenemos los periodistas es lo primero que debemos defender y, sin embargo, ahora me dices que no crees en ella. ¿Puedo saber qué es lo que de verdad crees tú? - Noam Chomsky llegó a decir que si no creemos en la libertad de expresión para la gente que despreciamos, no creemos en ella para nada. - Pero que yo sepa, por todo lo que me han contado acerca de ti y por todo lo que observo según actúas, tú no desprecias a nadie. - Posiblemente sea cierto pero no deja de ser nada más que una leyenda. - Me dejas fuera de lugar... - En otras palabras, Rosalinda, lo que yo creo acerca de la verdad depende de lo que tú entiendas lo que es la verdad. - Supongo que es lo que pensamos con total honestidad. - Eso es. Eso quería que llegases a deducir. Verdad es a personalidad como sinceridad es a honestidad. Y eso no tiene nada que ver con ninguna clase de derecho sino que es una obligación que debemos cumplir. Si alcanzamos el éxito no es porque hayamos ejercido un derecho de libertad de expresión sino porque hemos cumplido con una obligación relacionada con ella. Todo el mundo entero reclama sus derechos pero... ¿cuántos seres humanos entienden que no existen esas cuestiones sino que es nuestra obligación el creerlas o no creerlas? - ¿Así que eres un utópico? - Eso parece. - Yo siempre tenía unas ideas raras acerca de los periodistas. - ¿Qué clase de ideas? - Que eran hombres que intimidaban a la sociedad bajo el disfraz de sus opiniones. - No hay que generalizar, Rosalinda. Algunos no disfrazamos nada sino que opinamos creencias que son más vitales que la simple libertad de expresión porque están enraizadas en nosotros mismos incluso antes de haber nacido. - Tu vida debe ser muy interesante. - No me he parado nunca a pensarlo. - ¿No lo has hecho nunca? - ¿Hacer qué? - Déjalo. No tiene importancia. - ¿Y si te digo que no? - No te creería. - ¿Por qué no me creerías si te digo que no? - Porque conociéndote tan bien como te estoy conociendo me parece imposible. - Creo que las mujeres no os detenéis demasiado a la hora de analizar la clase de vida que llevamos algunos hombres. ¿Cómo crees que uso yo mi tiempo libre? - Tienes un cuerpo demasiado bien formado como para dudarlo. ¡Te encanta correr! - ¿Y qué crees que pienso cuando estoy corriendo? - Supongo que en el mundo que te rodea. - No, Rosalinda. Cuando estoy corriendo sólo pienso en la soledad. - Me parece del todo increíble. - Y sin embargo es cierto. - ¿Y te quedas satisfecho? - Me quedo vacío de pensamientos. Si a eso lo llamamos satisfacción es cierto que sí. Ella se quedó pensando un largo rato de varios minutos mientras seguíamos caminando y mi cigarrillo se consumía poco a poco... lentamente.... - Tienes razón en una cosa, Giuseppe. - ¿Qué razón y qué cosa? - Que razonas mucho mejor cuando no tienes a nadie que estorbe tus verdades. - Es una manera de sentir la vida. - ¿Es que huyes del diálogo con las personas? - La mayoría de los diálogos que he conocido a través de mis silencios son solamente monólogos de quienes se creen poseedores de la única razón; algo así como si la razón fuese única para todos los hombres y mujeres de la Tierra. - ¿Qué quieres decir? - ¿Me considerarías un tipo vanidoso si te contesto con un pensamiento propio? - Lo que es propio nunca es una vanidad cuando un hombre es sincero... y tú lo eres por encima de cualquier otra de tus muchas virtudes... - Entonces tengo que decirte que si la cabeza fuese más humana, el corazón sería más sensible. - ¿Cómo has conseguido pensar así? - Cuando terminé la carrera de Periodismo me di cuenta de algo fundamental. - ¿Que la libertad de expresión no existe? - Algo mucho más fundamental que eso. - Pues no te entiendo... - Que cuando mi razón encuentra un motivo es porque alguien necesita que se lo transmita. - ¿Es por eso por lo que quieres que yo trabaje en "El Molino de Calabria"? - Me gustaría pensar que sí. - ¿Y qué pasará si resulta que soy una fracasada y te quedas envuelto en este feo asunto porque yo he sido una fracasada? Preferí cambiar el cariz de la conversación porque era conveniente no ser demasiado claro. - ¿Quién cometió el crimen, Rosalinda? - Después de lo que acabas de hacer, algunos pensarán que eres tú. - No me importa en absoluto que algunos crean que fui yo. Eso me ayudaría a seguir adelante porque me motivaría a encontrar al verdadero asesino. - ¿Instinto de conservación? - Ley de vida, Rosalinda, ley de vida. ¿Tú has visto alguna vez la serie televisiva "Perry Mason"? - He visto algunos capítulos cuando los han vuelto a televisar. - ¿Te has fijado como actúa? - ¿Es que tú tampoco sigues reglas fijas? - Seguir reglas fijas puede ser bueno o puede ser malo. Depende de qué hilos estés manejando. Mientras algunos piensen que he sido yo tengo mucho más tiempo para encontrar la verdad. - Porque los demás persiguen una mentira. - Eso es. Aprendes muy rápido, preciosa. - Curiosa forma de ser... - ¿Sabes cuál es el motivo para que actúe yo de esta manera? - Supongo que sí. - Dilo sin prejuicio alguno. - Que mientras ellos persiguen dudas te dan tiempo a ti para perseguir certezas. - Exacto. Esa es la ventaja que tenemos en este caso y necesitamos no perder dicha ventaja. - Fin del paseo, Giuseppe. ¿Y ahora? - ¿Te apetece un buen café en mi suite de Casa Ponziana BB? - ¿Eso es una invitación o una provocación? - Ni invitación ni provocación sino situación. - Eres muy enigmático, tío. ¿Qué es para ti una situación? - Un reto que tengo que afrontar. - Me encantan esa clase de retos. Va a ser que sí. - ¿Crees de verdad que va a ser que sí? - Estoy totalmente segura. - Mientras sea feliz seguiré luchando y debes saber que no pienso dejar de serlo. Servir el café no fue para mí ningún esfuerzo añadido, porque ya lo tenía preparado y sólo tuve que calentarlo un par de minutos en el microondas. En una bandeja serví los dos cafés más las tostadas y la mermelada. - ¿Te sientes a gusto, Rosalinda? - Mucho más a gusto de lo que en principio había pensado. Estábamos frente a frente... - ¿Qué estás leyendo ahora? - Estoy centrada en terminar "Las lechuzas lo ven todo", de Earl Stanley Gardner. - ¿Te parece verdaderamente interesante ese escritor? - No del todo... porque le falta algo más de intrepidez en sus argumentos... - ¿Algo más de calor en sus personajes? - Sí. Me resulta demasiado frío. Pero en su favor he de decir que la característica que hizo a Gardner notorio en el medio, es que, a pesar de pertenecer al género policíaco, el héroe de sus novelas no era un policía ni un detective, sino un abogado penal. - Sí. Eso es bastante original cuando se trata de novelas policíacas y de suspenso. - Pero mejor háblame de ti. ¿Qué lees tú ahora? - Algo de Víctor Hugo y vosotras las mujeres. - ¿Por ejemplo? - Voy a ver si lo recuerdo completo. ¡Niña, si yo fuera rey daría mi reino, mi trono, mi cetro y mi pueblo arrodillado, mi corona de oro, mis piscinas de pórfido, y mis flotas, para las que no bastaría el mar, por una mirada tuya! ¡Si yo fuera Dios, las tierras y las olas, los ángeles, los demonios sujetos a mi ley y el profundo caos de profunda entrada, la eternidad. el espacio, los cielos, los mundos daría yo por un beso tuyo! - ¿Te indentificas con él? - En muchos aspectos sí; pero no soy rey ni soy Dios, por lo menos de momento... Ella soltó una carcajada. - ¡Jajajajajá! - A lo mejor si sigo entrenando consigo ser ambas cosas. Ella soltó otra caracjada. - ¡Jajajajajá! Habíamos terminado el contenido de las dos pequeñas tacitas de café y Rosalinda Este se puso en pie, irguió su escultural cuerpo de felina a punto de saltar sobre su presa y me lo soltó directamente a la cara. - ¡Hora de irnos los dos juntos a la cama, Giuseppe! Era una real tentación. - Espera un momento. Hay algo que no lo va a hacer posible en esta ocasión. - ¿Tienes algún tipo de problema? - La que lo tienes eres tú. - ¿Por qué no te atreves a comprobarlo? Estamos solos y nadie se va a enterar. - Lo que quiero decir es que dentro de muy poco va a venir la policía y no quiero que te encuentren conmigo. - ¿Eso es verdadero o es una excusa porque tienes miedo a sentir algo sentimental por mí? - Eso es tan verdadero que en cuanto aparezcan los periódicos van a venir a interrogarme y quiero que no te involucren en esta ocasión; así que lo de la cama entre tú y yo va a ser que no porque ahora mismo, antes de que te pillen descuidada, vas a salir de este hotel, vas a subir en tu Aprilia último modelo y te vas a ir directamente a tu casa a descansar. - ¿Te ha molestado mi propuesta? - Me ha encantado tu propuesta pero no quiero que te detengan por mi culpa. - Entonces... ¿estoy fuera de tus planes?... - Estás más dentro de mis planes ahora que nunca jamás. Por eso necesito que duermas todos los minutos que puedas aprovechar porque mañana, a la diez en punto, voy a buscarte en un taxi porque tenemos cita con Aldo Lame. - ¡Es cierto! ¡Llevas razón! ¡He estado a punto de arruinarlo todo! Entonces... ¿quizás en otro momento?... - Los momentos no se miden por quizás, Rosalinda. - ¿Qué quieres decir con eso? - Los momentos se miden por demostrar o no demostrar. Y hay veces que no tenemos la obligación de demostrar nada y a veces sí es necesario demostrarlo. - ¿En qué categoríá estoy yo? - Depende de cómo nos resulte lo del "Molino". - ¡Entiendo! ¡Tengo que ganarme la ocasión! - Lo que tienes que ganarte es un puesto fijo en la redacción del periódico y por eso ahora mismo vas a hacer lo que debes hacer. Ve a tu casa y duerme todo cuánto puedas hasta que yo vaya a recogerte en taxi. - ¿No puede ser que vayamos a esa cita en mi Aprilia? - No. Llamaríamos demasiado la atención y eso, de momento, no nos conviene. Rosalinda Este me dio un beso en la cara como despedida temporal. - Vivo en la Traversa Francisco de Gioia número 10. Hasta mañana, Oreto. - ¡Muy bien chavalilla! Como te califico con un 10 mañana a las 10 paso a recogerte. No te olvides de ir vestida lo más sexy que puedas. A mí ya me tienes convencido de que vales pero ahora tienes que convencerle a Aldo Lame. - Lucharé por dejarte en buen lugar. La acompañé hasta donde tenía aparcada su Aprilia y cuando la vi alejarse en la lejanía de las calles de Cosenza, regresé a mi suite con las manos metidas dentro de los bolsillos de mi pantalón y pensando... - En la vida todo tiene su tiempo. Y con esta simple y sencilla frase, no por eso poco valiosa sino todo lo contrario, llegué al hotel, subí a mi habitación, encendí un cigarrillo y, tumbado en el sofá viendo la película "Un ángel enamorado" en el televisor, esperé a que amaneciera.
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