El Molino de Calabria (Novela) -Captulo 6-
Publicado en May 18, 2015
Cuando el detective Pelikan entró en el despacho de Archibaldo Samitti éste estaba verdaderamente muy enfadado.
- ¿Qué le sucede, Jefe? El Comisario Jefe de la Policía de Catanzaro, con un gesto enérgico, indicó a Pelikan que se sentara y, después, dio un tremendo puñetazo encima de la mesa. - ¡Host, Pelikan! ¿Has visto ya "Il Giornale" del día de hoy? - No he tenido tiempo. El enfado de Archibald Samitti iba en aumento. - ¡No he contratado tus servicios para que me vengas diciendo que no tienes tiempo! ¡Mira la portada y lee la pequeña noticia firmada por ese tal Giuseppe Oreto! Toda la portada de "Il Giornale di Calabria" estaba ocupada por la macabra fotografía del ahorcado Horacio Craignolo. Pelikan sólo pudo soltar un exabrupto espontáneo. - ¡Joder, Jefe, es macabro de verdad! - ¡Lee! ¡Lee el título y la noticia! Debajo de la fotografía venía el corto texto que había escrito Oreto. - ¡Mío Dio! ¡El título es espeluznante, Jefe! ¡Salvajada en Catanzaro! - ¡Sigue! ¡Sigue! - En la madrugada del día de hoy, al parecer Satanás anduvo suelto por la Piazza Matteotti. El crimen ha sido tan diabólico que produce terror mirar de frente al ahorcado. En Calabria, todos estamos acostumbrados a los sucesos mortíferos, pero esto supera todos los niveles de la animalidad salvaje. - ¿Ya sabes por qué estoy tan cabreado o te lo tengo que explicar en latín culto? - ¿Cómo han podido publicar tan rápidamente el suceso? - ¡Tengo mil veces ordenado, a todos los medios de comunicacion social de esta ciudad, que ante casos tan horrorosos como éste esperen a que dé yo el visto bueno sobre lo que se debe publicar y lo que no se debe publicar; pero a este tal Gisueppe Oreto parece que le entusiasma saltarse todos los límites que coartan la libertad de expresión! ¡O está demasiado liberado o está loco! ¿Te imaginas la pésima fama que esta ciudad va a tener de cara a nuestro turismo local? ¡Tengo que poner freno a todo esto antes de que sea demasiado tarde! - ¿Qué piensa hacer, Jefe? - ¡Llamar inmediatamente a "Il Giornale di Calabria" para que me digan dónde puedo localizarle! ¡Y tú prepárate porque es la oportunidad que tienes para demsotrar toda tu inteligencia de detective con la que te has hecho tan famoso en Calabria entera! Archibaldo Samitti, sin decir nada más, llamó de inmediato a la oficina principal del diario. Respondió la voz de una joven señorita. - ¡Bongiorno! ¡Aquí "Il Giornale di Calabria" en Catanzaro! ¿En qué podemos ayudarle? - ¡Escuche, bambina! ¡Soy el Comisario Jefe de la Policía de Catanzaro y la advierto que no es mi día ni tampoco el suyo, así que espero que no me venga con demasiadas pamemas! ¡¡Necesito hablar, urgentemente, con el periodista Giuseppe Oreto!! - Lo siento, selor Samitti, pero Oreto no se encuentra en la redacción. Samitti se cabreó todavía más... - ¿Ustedes acaban de publicar en la portada una foitografía acompañada de un texto suyo y no se encuentra ahí con el resto de los periodistas? ¡¡Haga el favor de no jugar conmigo al escondite porque ya no soy ningún bebé!! - Calmese, señor Samitti, pero Oreto es un periodista muy especial. Estña trabajando como instructor de periodista noveles y apenas tiene tiempo de estar en nuestras oficinas, - ¡¡Déjese ya de bobadas y dígame dónde puedo localizarlo!! - Le puedo dar la dirección donde está residiendo temporalmente, pero no le puedo asegurar que le encuentre allí. - ¿Cuál es esa dirección? ¡Que le encuentre o no le encuentre es asunto solamente mío y no de usted ni de otra persona cualquiera! ¿Me ha escuchado bien, bambina, o se lo tengo que decir en lenguaje etrusco? - No se enfade conmigo, señor Samitti. Si ha tenido usted hoy, al levantarse, una bronca con su señora esposa no es mía la culpa. - ¿Me va a dar ese dato o voy a tener que ir yo a por usted? La voz de la joven señorita de Recepción tembló ligeramente por miedo... - Anote usted.. por favor... anote usted bien... - ¡Anoto! - Hotel Casa Ponziano BB, Via Milano 13-15. El Comisario Jefe de la Policía de Catanzaro cortó la comunicación sin tan siquiera tener el elegante detalle de dar las gracias. - Me parece que ha sido usted bastante grosero, Jefe. - ¡Si soy grosero o no soy grosero no tiene por qué interesarle a usted! ¡¡Puñetas y mil veces puñetas!! Hay días en que estoy dispuesto a mandar a todo el mundo al carajo, así que limítate a concentrarte en tu trabajo y deja que yo resuelva mis propios asuntos. ¡Cada monje con su monja! ¿Me has entendido bien? - ¡Atiza! ¿De verdad ha tenido usted alguna pelea con su señora esposa al levantarse de la cama? - ¡Pues no pero como pues sí! ¡No he tenido ninguna bronca familiar pero estoy a punto de tenerla contigo! - Le recomiendo que no tenga usted tan mala leche y sonríale un poco más a la vida... - ¡Pero leches! ¿Aquí quién es el que más manda si es que lo puedo saber? - Usted... Jefe... usted... - ¡Como siga toda la mañana tal como ha comenzado voy a terminar por liarme la manta a la cabeza y voy a comenzar a repartir hostias a diestra y siniestra caiga quie caiga! - Mala táctica, Jefe, mala táctica es esa... - ¿Es que todo el mundo se ha vuelto loco? ¡Como yo me vuelva loco del todo soy capaz de no dejar en pie ni a la Torre de Pisa! ¡Vámonos para Casa Ponziana BB! ¡Sólo me faltaba que me saliera al paso un maricón! - Oiga, Jefe, que yo de maricón no tengo nada. - Pues procura que no lo dude yo. - ¡Le juro, Jefe, que no soy ningún maricón ni nada parecido a un maricón! - ¡Entonces guarda silencio porque ya estoy mosqueado del todo! - Tranquilícese, Jefe, porque yo le juro que encontraré la solución a todo este lío en menos que canta un gallo. ¡Está en juego mi inteligencia y quiero demostrarle que soy mucho más inteligente que cualquier otro detective calabrés e incluso no calabrés si es necesaria la comparación! - ¡No sigas hablando que me desesperas! ¡Vamos a por Oreto! Sin decir nada más, y tal como yo tenía ya previsto de antemano, venían a por mí; así que me levanté del sofá, recogí todo lo que había sobre la mesa de cristal y lo llevé hasta el fregadero de la cocina; después apagué el televisor y me tumbé tranquilamente en el sofá de tres cuerpos esperando su llegada. Sus pies sobre la escalera se oían como cascos de caballos sobre un puente de madera hasta que sonó el timbre de la puerta y me levanté del sofá. - ¡Ya voy! ¡Esperen sólo un momento que me estoy peinando! Tronó la bronca voz de Samitti. - ¡¡Déjate de bromas infantiles, Oreto, y abre la puerta de manera inmediata o la derribo de dos patadas certeras!! Abrí la puerta y me enfrenté a un tipo tan cabreado que parecía tener la mandíbula desencajada o quizás fuese, en verdad, un defecto físico de su rostro. Pelikan estaba detrás. - ¿Tú eres el periodista Giuseppe Oreto? - Sí. Y estoy seguro de que usted es el Comisario Jefe de la Policía de Catanzaro si no me estoy equivocando; aunque no recuerdo su nombre. - No te estás equivocando. Soy el Jefe Samitti. Archibaldo Samitti para ser más exactos. Y este que ne acompaña es Pelikan, el mejor detective de toda Calabria; por lo menos de momento. Les di la mano a los dos y les dejé pasar. Se sentaron en el sofá y yo en un sillón frente a los dos. - Ustedes dirán en que puedo ayudarles... - ¿No sería mejor que dijeras en qué podemos ayudarte nosotros a tí? - Pues no, Jefe Samitti, pues no. De momento no creo que ninguno de ustedes juntos o por separados puedan ayudarme en nada. - ¡Dije que nada de tonterías infantiles! ¿Es verdad que has sido tú el que has publicado la fotografía y el texto de la portada de "Il Giornale di Calabria"? - Sé cómo se puede llevar a cabo el diseño de una portada de periódicos porque he estudiado Tecnología de la Información, pero no he sido yo el que la he diseñado esta vez. - ¿Seguimos con el cachondeo o empezamos a hablar en serio? - Empecemos a hablar en serio. Entonces intervino, por primera vez en nuestra conversación, el llamado Pelikan. - ¿No te das cuenta de que, de momento y para empezar con las investigaciones, tú eres el primer sospechoso? - ¿Puedo ser sincero sin que te ofendas? - Entre tú y yo no debe haber diferencias insalvables. Tú eres periodista e investigas y yo soy detective y también investigo, así que prefiero que seas sincero del todo. - Entonces perdona lo que te voy a decir; pero para ser el mejor detective de toda Calabria eres bastante tonto. Pelikan se sintió herido en el amor propio y sin poder reaccionar, - Yo... yo... yo... - Te dije que me perdonaras por ser tan sincero pero es que eso de que soy el primer sospechoso por culpa de la fotografía y la noticia se le ocurre hasta a un ser infantil; así que sí, efectivamente soy el primer sospechoso y asumo esa responsabilidad. - ¿Me das permiso para revisar a fondo toda tu suite? - Si crees que es conveniente no hay problema. Mientras lo haces, tu jefe y yo podemos hablar de algo más interesante. Pelikan se puso a revisar meticulosamente toda la suite mientras que Archibaldo Samitti no sabía de qué hablar conmigo. Así que fui el primero que rompió el hielo entre nosotros dos. - ¿Le damos a un par de martinis, jefe? - Esto... sí... claro... acepto ese martini... Saqué la botella del refrigerador, un par de pequeños vasos de cristal y serví los dos martinis mientras que Archibaldo Samitti todavía no sabía de qué hablar conmigo; así que le ayudé nuevamente para que se sintiera completamente relajado. - ¿Usted cree que Vicenzo Nibali podrá volver a ganar este año el Giro? - Es muy difícil... pero... esto.. podría ser que sí... - ¿De verdad cree usted que Vicenzo Nibali puede ser la gran figura que el ciclismo italiano necesita? - Supongo que sí... - ¿Podríamos señalarle algo así como otro nuevo Felice Giamondi? - Si tú lo dices... - Perdone que le haga tantas preguntas pero como soy un periodista que no se ha especializado en nada pues me ha tocado aprender de todo. ¿Qué le parece? El Jefe comenzó a reaccionar. - ¡Eso me parece fantástico de verdad! ¡Es mucho más creíble un periodista que sabe mucho de todo que un periodista que no sabe nada más que un poco de nada! - ¿Y qué me dice usted de Primo Carnera? ¿Fue o no fue campeón del mundo de los pesados? Porque resulta que pesado era un montón o por lo menos eso decían las mujeres de él una vez que le habían conocido de verdad. ¿Es cierto o es falso? - ¡Ahí me has dado en todo mi amor propio! ¡Precisamente estoy enamorado del boxeo desde mi época más infantil! ¡Incluso estuve a punto de hacerme boxeador antes de hacerme policía! Todo fue por la influencia de mi amigo íntimo Francesco Goliardo que era un bebedor empedernido y como buen goliardo que era cuando se mamaba más de la cuenta le daba por dedicar poemas amorosos a mi hermosa cabeza así que le tuve que parar los pies antes de que se degenerase nuestra relación. En cuanto a Primo Carnera claro que recuerdo, con todo detalle, que el 29 de junio de 1933 se enfrentó al Campeón del Mundo de los pesados, un tal Jack Sharkey que casi nadie le recuerda salvo sus familiares y algún que otro empollón del mundo del box. El caso es que la superioridad de Primo Carnera fue tan notable que en el sexto asalto lo dejó fuera de combate. ¡El italiano se había convertido en Campeón del Mundo! Y a partir de entonces es cuando las mujeres que empezaron a conocerle de verdad se dieron cuenta de que era un verdadero pesado. La euforia del Jefe Samitti fue interrumpida por la llegada de Pelikan. - ¡No he encontrado nada que esté relacionado con el asunto! ¡Ninguna prueba de que pueda ser un sospechoso salvo, atención Jefe, que aquí ha habido hace muy pocos minutos una mujer desayunando con él! Ironicé un poco con Pelikan porque me interesaba ironizar lo suficiente... - ¡No me digas que acabas de descubrir Roma! ¡Excelente! ¡Has llegado a una conclusión que confirma tus grandes dotes de observador! ¿Cómo has visto las huellas de carmín en la taza de café? ¿Comprendes ahora por qué soy sospechoso? Archibaldo Samitti dio uno de sus famosos puñetazos sobre la mesa de cristal. - ¡Vamos a ponernos ya serios, Oreto! No creerás que voy a caer en la trampa de considerarte sospechoso cuando todos sabemos que no lo eres... - Pero Jefe... - ¡Cállate un momento y aprende, Pelikan, porque me estás empezando a decepcionar! ¡Te veo más verde que las judías! ¿No te das cuenta de que nos quiere despistar del todo? - ¿Por qué les iba yo a despistar si son ustedes las autoridades en este asunto? - ¡Que hablemos en serio, Oreto! Tengo algo que proponerte. - Proponga, señor Samitti, proponga... aunque no olvide nunca que el hombre propone pero Dios dispone... - ¡Te estoy pidiendo que trabajes con nosotros para solucionar todo este follón que se está armando! - ¿Qué me ofrece a cambio? - ¿Qué te parece si yo hago que entres a trabajar de manera totalmente fija en el mejor periódido de Italia? - ¿Se está usted refiriendo a La Stampa? - Sí. Te juro que si trabajas con nosotros te consigo un puesto de importancia en La Stampa. - No es mala la propuesta pero es que a mí las estampitas... - ¿Qué te sucede con las estampitas? - Pues que no combinan bien con mi manera de ser y de hacer las cosas. - ¿No te interesa La Stampa? ¿Y qué tal "La Gazetta dello Sport" ya que te encanta todo ese mundo? - Es que me parece un periódico bastante saturado y a mí las saturaciones... - ¿Qué te sucede con las saturaciones? - Que, como dice mi abuela, cuanto menos bultos más claridad. Así que tampoco porque es excesivamente condensado y a mi lo excesivamente condensado no me interesa para nada a no ser que sea la leche en cuyo caso... El Comisario Jefe de Catanzaro volvió a ponerse furioso y dio otro golpe sobre la mesa de cristal. - ¿Qué coño quieres a cambio de trabajar con nosotros? - Si vuelve usted a dar un puñetazo sobre la mesa y la rompe en mil pedazos yo no pago ni uno sólo de ellos. ¿No está usted viendo que es de cristal? - ¡Contesta a lo que te he preguntado! - No trabajaré con ustedes pero le prometo que colaboraré en todo aquello que yo decida que debo colaborar. - ¡Excelente! ¡Es un primer paso para que nos acerquemos amistosamente! - Pero pongo una condición. - Que no sea un imposible, por favor. - No es ningún imposible. Sólo le pido, señor Samitti, que Pelikan no se interponga en mi trabajo. Él lleva a cabo sus investigaciones de manera totalmente libre y yo llevo a cabo mis investigaciones de manera totalmente liberada. No es la misma cosa. - Está bien. Acepto. - Pero, Jefe... - ¡Que sigas callado, Pelikan, porque no quiero que se me venga ahora todo abajo! - ¿Aceptada mi petición? - Aceptada por completo pero has dado tu palabra de colaborar con nosotros. - Exacto. Colaborar en lo que yo decida que debo colaborar. - Pues entonces empieza a contarnos lo que sabes de este asunto mientras Pelikan toma notas. - Eso lo considero oportuno para poder llevarnos bien. ¡Anota, pardillo! Pelikan puso cara de disgusto pero sacó su bloc de notas y un bolígrado. - No tengo nada contra tí, Pelikan, pero ten en cuenta de que soy un periodista instructor. Por fin Pelikan empezaba a entenderme. - Te entiendo. Estás enseñando a tus alumnos y no quieres que nadie intervenga en esa labor. - Exacto. Así que ahora voy a contarles a ustedes dos, y espero que sepan llevar bien a cabo su trabajo desde este momento, todo lo que sé de manera textual para que no tengan ustedes equivocaciones sobre por dónde van los tiros. - ¿Puedes ya empezar? - Bien, señor Samitti. A las tres de la mañana me despertó el ruido de una tremenda discusión que provenía de la calle. Me levanté rápidamente de la cama y, vestido solamente con el calzoncillo, me asomé a la ventana del Hotel Casa Ponziana BB. Quienes discutían, acaloradamente, eran el banquero Germano Bisi, que llevaba colgadas de sus brazos, a Berta Colini y Roberta Fena, y Paolo, más conocido en el mundo del hampa calabresa, como "Nostradamus" por su enfermiza manera de querer adivinar el futuro de toda persona que se hicese amigo o amiga de él. - ¡Usted no tiene ningún derecho a irse con las dos por muy adinerado que sea! - ¡Escucha, mequetrefe! ¡Cuando te hayas dejado los huevos para conseguir el estatus que tengo yo puedes hablarme directamente a la cara! ¡Mientras tanto te diriges a mí, por escrito, y a través de Marco Curti! Sentí una curiosidad algo morbosa por lo que estaba sucediendo; pero no es que yo sea un cotilla que se mete en la vida de los demás sino que es una consecuencia de mi oficio como periodista de "Il Giornale di Calabria". Y pensé que era buena noticia saber el motivo de aquella tremenda bronca que había despertado a todo el vecindario. Así que puse el máximo de atención para no perder detalle. - ¡Soy capaz de sacarle a usted los dos ojos y colgarle de una rama para que lo devoren los buitres! - ¿Me estás amenazando, bambola di pezza? El banquero Germano Bisi acababa de llamar monigote a "Nostradamus". - ¡¡No es usted más cabrón porque ser más cabrón es un imposible!! - ¿Nada más, Oreto? - El resto me lo reservo de momento; pero tengo algo que entregarles. Saqué la tarjeta profesional del ya fallecido Horacio Craignone y se la di al Comisario Jefe. - Horacio Craignone - Cabaret "El Molino de Calabria" - Relaciones Públicas. - ¿Qué le parece, señor Samitti? - ¡Vaya, vaya y vaya con la playa! Muy interesante, Oreto. Es la tarjeta profesional del ahorcado pero... ¿cómo la has conseguido?... - Porque también tengo experiencia como relaciones públicas y en ese mundo todos nos conocemos un poco. - ¿Fuiste amigo de Horacio Craignone? - No. Solamente fue un accidente. - Cuenta, cuenta... - Dije que sólo colaboraría cuando lo considerase oportuno y hasta donde crea oportuno que debo colaborar. - ¡La verdad, Jefe, es que me ha dado un gran cantidad de pistas a seguir! - ¿Estás satisfecho, Pelikan? - Sí, Jefe. Ya sé por donde tengo que comenzar. Me parece que esto va a ser más sencillo de lo que pensábamos. - Pues entonces, si lo ven tan sencillo, hagan el favor de irse ya porque son las 9 de la mañana y tengo una cita muy importante a la que acudir pero tengo que arreglarme no vayan a pensar por las calles que soy Adán en busca de Eva después del primer pecado original y que ando tan desesperado intentando ligar otra vez con ella que me olvido hasta de afeitarme la barbilla con máquinas de Padilla. ¿Ustedes me entienden? Por fin el Comisario Jefe de la Policía de Catanzaro soltó una carcajada espontánea. - ¡Jajajajajá! ¡Vámonos, Pelikan! Se fueron, entré en el baño y me di una buena y larga ducha.
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