El Molino de Calabria (Novela) -Captulo 7-
Publicado en May 19, 2015
Fue tremendamente fácil y sencillo que nos dejaran entrar en la Finca "Montalbano" debido a que Rosalinda Este me había hecho caso y, además de ser guapa por naturaleza, se había presentado terriblemente sexy y con minifalda. Así que una vez bajados del taxi nos encontramos ante "Colgate", quien estaba esperando ya sentado ante una gran mesa situada en el jardín, muy cerca de la piscina.
- ¡Benvenutos, giovanes! ¡Me encanta verme rodeado de la juventud! ¡La juventud es importante aunque sea solamente porque perpetúan nuestras tradiciones! Nos sentamos los dos a ambos lados de él. Rosalinda a su derecha y yo a su izquierda. Rápidamente llegó un gigantesco atleta de más de 2 metros de estatura, super musculoso y con ademanes de autosuficiencia, que se sentó frente a mí. - ¡Os presento a Emiliano Halcón! ¡Él es mi mano derecha y el futuro padrino de nuestra grande y querida familia! Aproveché para preguntar. - ¿Cuánto de grande y cómo de querida? - No sabemos nunca cuándo nos llega la hora tanto de entrar en la familia con la cabeza muy alta o salir de la familia con los pies por delante. ¡Cose della vita y cose della morte! - ¿Por ejemplo lo sucedido con Horacio Craignone? Vi un pequeño gesto de desagrado en el rostro del padrino "Colgate" aunqe él intentó disimularlo. - ¡Emiliano! ¡Haz el favor de servirnos unas copas de vino! A Emiliano Halcón parecía molestarle mucho aquella orden pero no protestó y, bajando ligeramente la cabeza, se levantó y se dirigió hacia el interior de la vivienda, hacia la bodeguilla, en busca de la botella de vino y los vasos. - Ahora que no hay moros en la costa... ¿cuánto sabes tú de la vida y de la muerte de mi amado Horacio?... - Procuro no meterme en asuntos que no me conciernen demasiado. - ¿Qué es demasiado para ti, jovenzuelo? - Por ejemplo, meter mis narices en la vida privada de Germano Bisi y su esposa Etna Curti. Volví a observar rápìdamente otro pequeño gesto de preocupación en el rostro del padrino "Colgate", quien lo intentó disimular sonriendo ampliamente y enseñando toda su blanquísima dentadura. - Ahora comprendo lo de "Colgate"... - ¡Veo que eres muy observador, Oreto! - Pero procuro estar distanciado, señor "Colgate"... - ¿Qué es para ti estar distanciado? - No meterme en la boca del lobo. No he nacido para domador de fieras salvajes y peligrosas. - ¿Prefieres tal vez a las zorras? - No había yo pensado en eso pero... pudiera ser que sí... porque las zorras me interesan bastante más que los cerdos... Rápidamente "Colgate" cambió de tema... - ¡Me gusta rabiosamente esta mujer! - ¿Como para incluírla dentro de la familia? - ¡A eso me estoy refiriendo! ¡Es perfecta! ¿Cuánto me pides por ella? A Rosalinda Este le molestó demasiado aquella última frase y no me dejó intervenir sino que se me adelantó en la contestación... - ¡Escuche, señor "Colgate" o señor "Palmolive" o señor "Lagarto" o cualquier otra cosa más o menos jabonosa con la que quiera usted ser señalado, si alguien quiere saber cuál es mi precio prefiero que me lo diga directamente a mí si es que tiene huevos para hacerlo! ¡No tengo intermediarios ni representantes legales en cuanto a mi futuro se refiere! - Perdone, señorita... - Este. Soy Rosalinda Este no para servirle a usted sino para servirle a quien yo decida hacerlo. - ¡Está bien! ¡Me encanta tu bravura! ¿Qué te parecen dos millones de euros? Ella fue más rápida de lo esperado en su respuesta. - ¿Qué le parece a usted si me espera dos millones de años para contestarle? Sale a razón de un euro por año si mis cálculos no fallan. Aquella respuesta tan rápida, tan contundente y, sobre todo, tan ingeniosa, descolocó por completo a "Colgate"; mientras que a mí se me escapó una sonrisa que debió molestarle demasiado al padrino, quien estaba furioso de verdad. - ¡Una de dos! ¡O me llevo a esta mujer o entre los tres no las apañamos para pasarlo bien! Ahora no le dio tiempo a Rosalinda Este para contestarle como era debido porque ya estaba ante nuestra presencia Emiliano Halcón con la enorme bandeja donde traía la botella de vino y las cuatro copas. Había oído la última bravata de "Colgate". - Ya está aquí el vino, padrino... Solté una carcajada tan espontánea que no pude evitarla. - ¡Jajajajajá! - ¿Se puede saber qué es lo que te hace tanto reír? - Perdone usted, padrino... pero es que me ha venido a la memoria algo de mi infancia... - ¿Qué cosa es esa? - Que me acuerdo que, acompañado de mi abuelita materna, siempre que acudíamos a un bautizo, una primera comunión o una boda, escuchaba yo una cancioncilla muy de moda entonces. - ¿Qué cancioncilla es esa? - ¡Eche padrino eche no se lo gaste en leche y eche usted padrino no se lo gaste en vino! - ¡Pues no me hace mucha gracia! - Es que no quiero ser gracioso sino que, lo que sucede, es que hemos de haber vivido dos infancias muy diferentes. Observé que "Colgate" hizo un gesto muy estudiado mientras miraba a Emiliano Halcón. - ¿Necesita algo más de mí, padrino? - Necesito que le enseñes a este periodista nuestra moderna instalación de Comunicación Social. Entendí que algo no funcionaba como yo tenía pensado; así que puse todos mis sentidos en estado de alerta. - Enséñale todo con sumo detalle para que jamás lo olvide proque me parece que como periodista que es le va a encantar conocerlo. - Supongo que sí. Supongo que me encantará. - Mientras tanto estoy seguro de que a esta muñeca le encantará tener una bonita conversación conmigo. Ella volvió a responder con agilidad. - ¿Es que es usted un romántico empedernido, señor "Colgate"? - Mientras Oreto queda encantado con nuestras isntalaciones y métodos de comunicación social estoy seguro de que si me das una oportunidad... Emiliano Halcón y yo nos pusimos de pie pero me dio tiempo a decir algo... - Pues procure usted no ser tan autista con ella porque no le gustan los monólogos. - Es verdad. No me gustan los monólogos. Así que si es usted autista lo siento pero acompaño a Giuseppe y a este tal Emiliano. "Colgate" volvió a ponerse más nervioso que un flan a punto de ser comido por algún carpanta que otro. - ¡No! ¡Te prometo que si no quieres conversación conmigo nos limitaremos a contemplar la naturaleza! - Está bien. Espero que la naturaleza me llame más la atención que sus palabras, señor "Colgate". Por cierto, ¿esa dentadura es la suya propia o se la ha prestado algún cómico de la legua? No pude aguantar otra sonrisa mientras seguía a Emiliano Halcón hacia una especie de hangar que estaba en la parte posterior de la vivienda. - ¿En esta especie de matadero tenéis vuestro moderno departamento de Comunicación Social? - Así es. Fue un capricho histórico del gran Montalbano. Al principio la oscuridad no me dejó ver con total nitidez pero, una vez acostumbrado ya a la penumbra, descubrí que aquello era un verdadero Museo de los Horrores. Había aparatos de tortura por todas partes. La puerta estaba abierta y no esperaba yo un ataque tan repentino por parte de Halcón; pero reaccioné en tan sola una décima de segundo y cuando ya estaba echándose sobre mí le propiné tal patada en los cojones que se quedó doblado y aullando mientras se agarró lo que todos conocemos como sus partes nobles. - ¡Auuuuugggggggggg! - Perdona, Emiliano, pero pensé que me estabas atacando y, claro está, ante un gran ataque lo mejor es un mejor contraataque. ¡Cose della vita y cose della morte! A Emiliano Halcón no le gustó el chiste y, una vez que terminó de tocarse los huevos, se volvió a lanzar contra mí, ahora con la cabeza por delante; lo cual me sirvió de excusa para agarrar una bandeja de hierro fundido que estaba, por casualidad, a mi alcance... y la cabeza del gigantesco Emiliano chocó terriblemente con aquella especie de escudo que tuve que utilizar en contra de mis propios principios éticos y mis propios valores morales. Lanzó otro tremendo grito de dolor, - ¡Ayyyyyyyyyy! Dejé que se volviera a recuperar... - ¡Escucha, Emiliano! ¡No sé por qué puñetas quiere acabar conmigo pero prefiero tener la fiesta en paz! ¿Por qué no salimos de aquí completamente vivos y le decimos a tu padrino que ha sido muy interesante esta visita y que he aprendido muchísimo gracias a tus cultas explicaciones! - ¡La única cultura que yo conozco es la de quien da primero da dos veces! - Pues yo ya te he dado dos veces. ¿No es mejor que dejemos ya esta pelea para cuando llegué el próximo año bisiesto? - ¡Nadie que ha intentado resistirme vive para contarlo! - ¿Y no sería mejor que yo fuera el primero para hacerte famoso en el mundo entero? Estaba visto que Emiliano Halcón no entendía mis chistes ni le gustaba para nada ningún tipo de humor porque lo único que hizo fue lanzarse de nuevo contra mí. Esta vez me arrolló del todo, perdimos los dos el equilibrio y rodamos por el suelo; lo cual aprovechó aquel mastodóntico personaje, tan parecido a los más crueles de los tebeos de la Prehistoria, para medio reincorporado, coger un hacha que estaba a su alcance y lanzarme un hachazo contra el cuello que, gracias a la Providencia de Dios, logré esquivar por escasos centímetros al mismo tiempo que le atizé un soberano puñetazo en su ojo izquierdo que, de repente, se le infló como un globo mientras me puse de pie, cogí el hacha y lo lancé contra el rincón más oscuro de aquel tétrico Museo de los Horrores. - Escucha, Emiliano. No me sigas provocando y ten en cuenta que, como dijo Mahatma Gandhi, ojo por ojo y todo el mundo acabará ciego. Su contestación fue un rugido como de fiera salvaje mientras se volvía a lanzarse sobre mí con tanta rapidez que me agarró por el cuello. Con mis brazos estuve conteniendo el ataque hasta que, viendo que no cedía en su empeño, le aticé otro derechazo que impactó en su gran nariz como de boniato y le di un rodillazo en los riñones. El gigantesco Halcón soltó sus manos de mi cuello y, al contemplar que de la nariz sangraba más que un cerdo, se llenó de odio y se lanzó de nuevo de cabeza contra mí. Me aparté ligeramente y, aprovechando la propia inercia de la velocidad de aquella masa inhumana, le empujé contra la pared. Su cabeza chocó tan estrepitosamente contra una placa de acero que quedó definitivamente tumbado en el suelo. Entonces fue cuándo observé que, al olor de la sangre, habían aparecido cinco enormes ratas grises y peludas que se dirigían hacia él. Cogí un pistola que estaba sobre una de las mesas y comencé a disparar contra las ratas que, al ver cómo una de ellas explotaba reventada por el balazo, se volvieron a esconder esperando una mejor ocasión. Me dio pena de aquel pobre Emiliano Halcón y, en vez de abandonarle a su mala muerte, lo arrastré fuera de aquella especie de gran hangar, cerré la puerta y le dejé tumbado sobre el césped. - ¡Bien, señor "Colgate"! ¡Ya estoy de vuelta! ¿Ha convencido ya a la señorita Este para que entre a formar parte de la familia? La sopresa que se llevó el padrino de aquella banda de mafiosos calabrenses fue tan inesperada que, como estaba a punto de brindar por no sé cuál cosa, se le escapó el vaso de su mano diestra y desparramó todo el contenido de vino sobre su impoluta camisa blanca de fino algodón y su flamante corbata italiana. Intentó reaccionar. - Esto... ¿ta pronto estás de vuelta?... - Pues sí. Su Halcón y yo hemos tenido una extraordinaria y muy amena conversación pero se nos ha pasado el tiempo rápidamente. - Y... esto... ¿dónde está Emiliano?... - Como la conversación entre los dos ha sido tan sumamente interesante se ha quedado pensando y no le he querido molestar. ¿Por qué? - Por nada... Oreto... por nada... - ¿Puedo saber de qué tema ha estado usted hablando con ella mientras duraba mi ausencia? - Se ha negado a romper su silencio; pero estoy seguro de que en una próxima visita podremos llegar a un acuerdo. - ¿Otra vez con eso de una de dos o me llevo a esta mujer o entre los tres no las apañamos para pasarlo bien? ¿Es que no le ha dejado ya bien claro que no le gustan los fanáticos autistas? ¡Me parece que el nombre de Luis Eduardo no entra en sus cálculos como posibles o probables amantes! - Estás bien claro que no entra en mis planes futuros ningún fanático autista y menos todavía si se llama Luis Eduardo. - Creo que es mejor que demos por terminada esta visita. - ¡Menos mal que ha dicho usted algo realmente importante para sus intereses, señor "Colgate"!. Está visto que las visitas deben ser preparadas con muchos días de antelación porque cuando resultan inesperadas suelen traer demasadas sorpresas. Y no creo que ya, a su edad, su corazón funcione tan bien como para poder soportarlas. Así que cuidese la salud, señor "Colgate", no vaya a ser que como usted bien dijo la palme en el momento más inesperado. - ¿Qué modales son esos, Giuseppe? - Modales mucho más educados que los que esta familia emplean con sus invitados. Por el camino te lo cuento si es que quieres conocer algo que no sean propuestas para ir a la cama. - Me parece que he escuchado varios disparos de pistola. - Luego, Rosalinda, luego. - ¡Seguro que volveremos a vernos, Giuseppe Oreto! - ¡Seguro que si, señor "Colgate"! Mientras eso sucede no descuide su blanquísima dentadura que es que enamora a todas menos, al parecer, a esta chavala que no ha sucumbido. - De momento... - De momento... - ¡Vámonos ya, Giuseppe! ¡No soporto insinuaciones machistas! Como el taxista nos estaba esperando, subimos al coche y salimos tranquilamente con dirección al centro de la ciudad.
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