El Molino de Calabria (Novela) -Captulo 9-
Publicado en May 21, 2015
Entendí que para poder trabajar con una chavala como Rosalinda Este, dejando a un lado lo de poder ligar con ella o no poder ligar con ella, era necesario invitarla a almorzar en alguno de los restaurantes más caros de Catanzaro; por lo de mantener la clase y el estilo personal en un alto lugar dentro de las preferencias de mujeres de tal calibre. Así que comimos en L'Olimpo, de la Martiri di Cefalonia 64. Entre pagar el taxi, la comida de los dos y la correspondiente propina, se me fueron 100 euros más o menos. Ella estaba preocupada.
- ¿De verdad tienes dinero suficiente, Giuseppe? - No te preocupes por el dinero, Rosalinda. Todavía tengo bastante crédito. - Estoy un poco asustada... - Pero no te he dicho que yo estaré siempre a tu lado... - Eso espero. Sin embargo estoy asustada. - Pues no entiendo tus preocupaciones. - ¿Qué sucedió en la finca "Montalbano"? ¡Yo escuché claramente varios disparos de pistola! - Disparé yo. - ¿Y quieres que no esté asustada? ¿A quiénes tuviste que matar, Giuseppe? - Disparé a cinco ratas... - ¿Mataste a cinco esbirros de "Colgate" tú solo? ¡Qué valiente eres! Con razón estoy segura a tu lado. - Espera un momento, preciosa. No maté a ningún esbirro de "Colgate". - ¿Es que fallaste los cinco tiros? - Acerté con uno de ellos y eso fue más que suficiente para que el resto saliera huyendo y se escondieran en sus escondrijos. - ¡M;ío Dio! ¿Estamos en peligro mortal y tú te muestras más pancho que Villa? - Ni Pancho ni Villa me llegan a la altura de la suela de mis zapatos. - ¡No me digas que eres tan valiente! - Pues lo soy. Pero tengo que ponerte al día de los acontecimientos si dejas de hacerme preguntas y me escuchas con total atención. - Eso es. Explícame qué es lo que te sucedió con Emiliano Halcón. - Me lo quité de en medio. - O sea que eso quiere decir que fue al que mataste... - Que no. Que todavía no he matado a nadie. - ¿Pero no estás diciendo que acertaste con uno de los disparos y el resto de ratas huyeron? Si Emiliano Halcón no regresó al jardín contigo es que mataste a Emiliano Halcón te hayas dado cuenta o no te hayas enterado. - La que no se da cuenta ni se entera de lo que sucede en la finca "Montalbano" eres tú. Si quieres te lo cuento con detalle o si quieres no te cuento nada y nos largamos hacia "El Molino de Calabria". - ¡Ah, no! ¡Yo no me muevo de aquí hasta que no me hayas explicado todo! - Entonces debes saber que resulta que las instalaciones para la Comunicación Social de la finca de "Colgate" no son lo que tú te estás creyendo que son. - ¿No son instalaciones para trabajar como periodistas? - Pues no. Resulta que se parece mucho más a una cámara de torturas. - ¿Estás hablando en serio o quieres hacerte el importante delante de mí? - Para ser importante no es necesario dármelas de nada. Lo que sucede es que lo que yo ví parecía el Museo de los Horrores de Madame Tussaud de Londres o, para ser más exactos, la Cámara de los Horrores donde varios actores intentan infundir terror entre los visitantes, de manera especial si se trata de mujeres. - ¿De verdad que es verdad lo que me cuentas como si fuese verdad? - De verdad. En una especie de hangar, lleno de polvo y suciedad por todas partes, "Colgate" tiene una colección completa de los aparatos de tortura más conocidos a lo largo de la Historia de la Humanidad. No pude verlos todos pero hay allí aplastacabezas, armas de electrochoques, una bota malaya, un cepo chino, la cuna de Judas, desgarradores de senos, garrote vil, grilletes, las famosas ruedas, látigos de diversas clases, máscaras de tortura, un péndulo, un potro, toda una amplia colección de varas... - No sigas. Me estás poniendo nerviosa. - También es espeluznante el cuadro que preside todo el hangar. - ¿Un cuadro de arte? - Sí. Se trata de una copia perfecta del "Judit y Holofernes" de Caravaggio. Muestra con total clase de detalles la cabeza decapitada del general Holofernes debido a que Judit se la cortó de cuajo. Este cuadro siempre provoca reacciones de horror y sorpresa entre los visitantes porque Caravaggio logró dotar a la obra de gran realismo y crudeza. Judit se muestra de pie, majestuosa e impertérrita, mientras que su criada, quien le ha propocionado la espalda, está nerviosa y al acecho de lo que pueda pasar. - ¡Ahora estoy mucho más nerviosa que antes! - Si quieres me callo y guardo silencio... - ¡Quiero que me expliques que es eso de los cinco disparos y las ratas! - Te lo voy a resumir para no ser demasiado pesado. Tuve una tremenda pelea contra Emiliano Halcón. Él me atacó de improviso y yo tuve que defenderme. Sabes que tengo prohibido atacar pero sí que tengo permiso para defenderme y eso fue lo que hice hasta que le dejé completamente dormido; o sea, que lo fulminé del todo. Pero como estaba vivo y aparecieron cinco enormes ratas que se lo querían devorar al olor de la sangre que surgía a borbotones de su grande nariz, cogí una de las pistolas que hay en dicho hangar y disparé contra ellas. Cuando acerté con una y saltó por los aires completamente destripada, las otra cuatro ratas se escondieron y ya no las volví a ver. Tuve compasión de Emiliano y para que no volviesen a aparecer las ratas con la intención de devorarlo, lo arrastré como pude hasta sacarlo del lugar, cerré la puerta y lo dejé tumbado en el césped hasta que pueda recobrar la consciencia. - ¿Eso quiere decir que las ratas no eran esbirros de "Colgate"? - Eran cinco enormes ratas gambianas de verdad, de la especie llamadan "Cricetomys gambianus", y estaban totalmente hambrientas. Supongo que las crían para formar parte de la torturas con que someten a sus víctimas. - ¡Mío Dio! ¿En qué lío nos estamos metiendo, Giuseppe? - Es importantísimo que sigamos hacia adelante y vayamos ahora al "Molino" pero si de verdad estás asustada dejamos todo y se acabó el negocio. No te voy a criticar porque tengas miedo. Yo también lo tengo pero la mejor forma de superarlo es acabar con él. Si nunca te enfrentas al miedo nunca lograrás ser la sensacional periodista que estás soñando ser. Tú decides. - ¿Vas a estar siempre a mi lado? - Te lo he prometido ya varias veces y yo siempre cumplo con lo que prometo a personas que merecen la pena. El resto de las personas, y perdona si crees que soy un tipo duro por decirlo, no me interesan para nada. - Gracias por calificarme de persona que merece la pena. - ¿Entonces? - Entonces quiere decir que seguimos adelante con tu plan. Llamé al mesero y pagué con mi tarjeta de crédito. Ella volvió a insistir. - ¿De verdad que tienes dinero suficiente? - De verdad que sí. Nos levantamos y salimos a la calle, subimos en un taxi y, pocos minutos después, ya estábamos ante la puerta del cabaret. Salimos del taxi, pagué la carrera y timbramos. Fue el mismísimo Don Aldo Lame quien la abrió y soltó una exclamación espontánea. - ¡Santo cielo! Yo aproveché para caerle bien... - Pues no es un ángel pero lo parece. - ¿De verdad esta belleza de mujer quiere trabajar conmigo? - Depende... todo depende... - ¿Por qué no la dejas hablar a ella? - Los ángeles, sobre todo cuando son femeninas, no suelen hablar demasiado. - ¡Bene, bene, bene! ¡Me conviene! - Entonces, si le conviene, hablemos de la pasta y no me estoy refiriendo a ninguna pizza sea caprichosa o no sea caprichosa. Mi sentido del humor parece que le caía bien a Lame. - Pasad para adentro, porque quien selecciona a las chicas no soy yo. Despertó mi curiosidad saber que Don Aldo Lame no decidía libremente sobre las chicas que trabajaban para su cabaret. Sentía curiosidad por saber de quién se trataba. - Espero que no tarde demasiado en decidirse. - No se preocupe, joven. Con una sola mirada da el sí o da el no. Rosalinda Este estuvo a punto de abandonar... - ¿No será mejor venir otro día, Giuseppe? - Si quieres nos retiramos. - A veces es mejor retirarse a tiempo pero estoy seguro del todo que la van a aceptar. - ¿Usted cree que sí, Don Aldo? - ¿Cómo sabes mi nombre? - Cualquier persona, hombre o mujer, que viva en Catanzaro lo primero que aprende al empezar a residir en ella, es que el amo de "El Molino de Calabria" es el grande y gordo Don Aldo Lame; y perdone por lo de gordo pero es que es tan evidente... - ¡Me caes simpático, chaval! Esperemos a ver qué tal le caes a Etna pero te aconsejo que no digas nada delante de ella. - ¿Se está refiriendo a Etna Curti, la esposa del banquero Germano Bisi? - Lo has deducido perfectament bien. ¿Queréis seguir adelante o no? Rosalinda Este volvió a ponerse nerviosa... - Insisto en que quizá sería mejor venir otro día. - Recuerda lo que te prometí. - ¡Vale! ¡Vamos para adentro! Etna Curti no sólo se llevó una grata sorpresa sino que se mostró excesivamente contenta. - ¡Perfecta! ¡Es perfecta! ¡Por mi parte no hay ninguna duda pero tengo que consultar con la persona que decide al final! ¿No te importa que te hagamos una serie de fotografías para ver si también le gustas tanto como a mí? - ¿Qué hago, Giuseppe? - Dejar que te saquen todas las fotografías que quieran pero con la condición de que no tengas que desnudarte. - No es necesario. Nuestro negocio no es un sex-shop sino una sala de fiestas. - Está bien, señor Lame. Fue el mismo Don Aldo Lame el que le sacó hasta una docena de fotografías a Rosalinda Este. - ¿Cómo te llamas? - Cuando trabaja como una verdadera profesional a ella le gusta que solamente se la conozca como "Bellaflor" porque la define exactamente. - ¿De verdad quieres que te llamemos "Bellaflor"? - Me parece que sí. Si Giuseppe dice que "Bellaflor" me define con total exactitud pues lo acepto. - ¡Eso es! ¡Me gusta que las mujeres que trabajan aquí sean sumisas del todo! - ¿Es usted mujer y opina de esa manera, señora Curti? - ¿Hay algo de malo en ello, joven Giuseppe? - Nada de Giuseppe, por favor. Estamos en un ambiente profesional y yo en un ambiente prefesional solamente soy Oreto. Es para llevarnos todos bien. ¿De acuerdo, señora Curti? - Me gustaría mucho más que me llamaras Etna. - Y a mí me gustaría mucho más que me llamaran Carlomagno pero no lo soy. De conquistador tengo menos que Benito... - ¿Benito? - Sí. Me refiero a Mussolini y algún que otro Benito que anda por ahí suelto. - Dejemos la cultura para otro momento, señor Oreto. Y ahora, si esta belleza quiere trabajar para Don Aldo tiene que firmar un contrado de, al menos, un año de duración. - ¡Un momento, señora Curti! Yo soy algo más que un simple acompañante de "Bellaflor" así que lo que propongo, para beneficio de todos y de todas, es que no firme ninguna clase de contrato durante el primer mes que esté trabajando aquí. Es un tiempo suficiente como para que ustedes ya sepan cómo trabaja y, desde ese momento, podríamos hablar de contratos y duración de los contratos. - Está bien, señor Oreto. Acepto ese reto. ¿Cuánto quiere ganar esta preciosidad? - Nos conformamos con cinco mil euros por cada actuación y, como sólo va a trabajar los sábados por la noche, son veinticinco mil euros en dinero efectivo y en este mismo instante señora Curti. - ¡No joda, señor Oreto! ¡Estoy de acuerdo con el precio pero no con pagarlo en efectivo y en este mismo isntante! ¿Tú te crees que yo soy tonta? - Como escribió un tal Enrique Jardiel Poncela, los ladrones somos gente honrada, señora. - Molto bene. Me cae usted muy simpático y creo en sus buenas intenciones; pero para cobrar esa cantidad de dinero tienen ustedes que volver mañana a esta misma hora y cumpliré con mi palabra de pagarle no solamente cinco mil euros dino que duplico la cantidad hasta los diez mil euros a cambio de las cinco actuaciones, señor Oreto. - Y ya que le caigo tan simpático, señora Curti... ¿por qué no hacemos los dos un pequeño esfuerzo de empatía personal y triplica el dinero hasta alcanzar los quince mil euros en efectivo? - ¡Voy a hacer algo más que eso, señor Oreto! ¡Como estoy totalmente seguro de que este bombón de mujer va a firmar un contrato con nosotros mucho más allá de sólo un año de duración, multiplico por diez la cifra inicial y que sean cincuenta mil euros en total! ¡Ni uno menos ni uno más! ¿De acuerdo, señor Oreto? - De acuerdo, señora Curti. Ha sido un gusto enorme haber hablado con usted. Se nota mucho que es la esposa de Germano Bisi. - Dejemos a mi esposo fuera de todo este asunto, señor Oreto. Prefiero ser independiente. - ¿Autónoma independiente tal vez? - Autónoma no puedo ser por desgracia. - ¿Es que tiene alguna clase de impedimento físico? - Más bien es moral. Pero de eso hablaremos cuando seamos amigos de verdad y para siempre. - ¿Amigos para siempre? Eso me recuerda cierta serie televisiva, señora Curti. - ¿No me diga que es usted también guionista de televisión? - Pues sí. Estudié guiones en un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme como bien escribió Miguel de Cervantes Saavedra, señora Curti. - ¡Cada minuto que paso hablando con usted, señor Oreto, aprendo un montón de nuevas cosas o de detalles de cosas no tan nuevas pero que habán pasado despercibidas por mis neuronas! - Está bien. Hablando de neuronas es mejor que ya dejemos la cháchara y nos despidamos hasta mañana a esta misma hora, en este mismo lugar, y si el tiempo o las autoridades no lo impiden. - ¡Jajajajajá! - Me encanta su risa, señora Curti, pero cuando no puede ser es que no puede ser... - ¿Qué me está queriendo decir con eso, señor Oreto? - Será una rosa o será un clavel pero el mes de mayo se lo diré. Y me refiero al mes del mayo del próximo año porque este año verdes las han segado. - ¡Basta ya! ¡Por favor, basta ya! - No se enfade usted tanto, Don Aldo, no vaya a terminar usted por tener un genio más agrio que el del Moro. - ¿Puedo saber a qué moro se está usted refiriendo? - Si usted es Don Aldo ya puede deducir a qué Moro, con eme mayúscula, me estoy refiriendo... pero puedo marcharme hasta mañana recitando lo de moro de la morería el día que tú naciste grandes señales había... - ¿Siempre se despide usted de sus posibles amistades recitando versos? - Reconozco que es una fea costumbre... pero es una costumbre al fin y al cabo... y además no es mía la culpa sino del anónimo que no tuvo otra ocurrencia más provechosa que escribir el "Romance de Abenámar" en contra de toda la morisquería. - ¿Estás hablando en serio? - No tengo tiempo ahora para dar una clase de Historia sobre la morisquería. Tal vez mañana; aunque le anticipo que alguien me enseñó que una morisqueta es una mueca, un gesto que se hace con la cara y, de todos es sabido, que todos los moros de la morería suelen hacer muchos gestos porque apenas saben hablar bien o proque son traidores y procuran no hablar demasiado para no ser descubiertos. - Espero que mañana hablemos más en serio todavía, señor Oreto. - Si usted trae lo cincuenta mil euros en efectivo solamente hablaremos en serio, señora Curti. Después nos despedimos y, caminando hacia el domicilio de Rosalinda Este, ella y yo no dejamos de reír para poder calmar nuestros nervios.
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