El Molino de Calabria (Novela) -Captulo 10-
Publicado en May 21, 2015
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Archibaldo Samitti abrió un paquete de cigarrillos "yesmokes", ofreció uno de ellos a Pelikan, encendió el suyo y pasó el mechero al detective quien también encendió el que le habían regalado. El despacho se llenó rápidamente de humo; así que Samitti se levantó, abrió las dos amplias ventanas de par en par y volvió a sentarse tranquilamente como si nada estuviese pasando aunque la procesión iba por dentro...
 
- ¿Qué has podido obtener de tu entrevista con "Nostradamus"? 
 
- ¡Algo muy importante, Jefe! ¡He descubierto que Paolo "Nostradamus" está aterrorizado!
 
- ¿Tiene miedo de algo o tiene miedo de alguien?
 
- Creo que tiene miedo de alguien.
 
- ¿Cómo es posible eso? ¿Por culpa de quien está tan asustado?
 
- Está coladísimo por Roberta Fena.
 
- ¿Y qué hay de malo en eso? ¡Todos los hombres que somos normales estamos coladísimos por Roberta Fena?
 
- No. En este caso lo está de verdad.
 
- ¿Es por culpa de ella por la que se ha vuelto un alcohólico sin remedio?
 
- Eso es lo que me estoy yo preguntando...
 
- ¿Pero no dices que bebe para olvidarla?
 
- Es que yo no estoy tan seguro de eso...
 
- ¿Bebe para olvidarla o no bebe para olvidarla?
 
- Bebe porque está nervioso y está nervioso porque tiene pánico.
 
- ¿No se atreve a declararle su amor a ella?
 
- Yo diría que sí, que no se atreve a declararle su amor... pero no es porque no pueda hacerlo sino porque cree que hacerlo le traerá graves consecuencias... 
 
El Comisario Jefe puso mayor atención.
 
- ¡Host, Pelikan! ¡Eso que me estás diciendo quiere decir que se siente amenazado si se declara formalmente a Roberta Fena! ¿Cómo has deducido tal cosa?
 
- En principio quise hacerle razonar sobre lo que es un amor imposible y, comparándole con lo que es y con lo que aspiran a conquistar las mujeres como esa tal Fena, le quise hacer ver que ese amor era totalmente imposible. Pero no parece que eso le preocupara lo más mínimo. Luego está bebiendo por otra razón paralela pero no por Roberta Fena en sí misma sino por algo que puede suceder a través de Roberta Fena. No sé pero lo tengo que intentar descubrir.
 
- ¿Sabes jugar al dominó, Pelikan?
 
- ¿A qué santo y seña viene ahora jugar al dominó, Jefe?
 
- Juguemos y el que gane tiene la agradable misión de entrevistarse con esa mujer que tantos corazones rompe.
 
- ¡Buena idea! ¿A qué modalidad jugamos?
 
- A la de "diez con cadenas".
 
- ¿A eso de escoger cada uno diez fichas y con ellas poder enlazar todos los puntos posibles?
 
- Sí. Y el que se quede con mayor número de puntos en su haber pierde la partida.
 
- Y el que gane la partida entrevista a ese bombón llamado Roberta.
 
- Es muy fácil entenderse contigo, Pelikan. ¿Vale una de coñac mientras nos la jugamos al dominó?
 
- ¡Vale, Jefe!
 
Mientras Archibaldo Samitti se acercó al pequeño armario donde guardaba la caja del dominó, Pelikan se acercó al mueble bar, sacó una botella de "Casa del Cervo", llenó dos copas y los dos, al mismo tiempo, se volvieron a sentar frente a frente. 
 
- ¿Me permites canturrear mientras te derroto del todo, Pelikan?
 
- Si usted cree que canturrear le da suerte...
 
Mientras se efectuaba la mezcla de las fichas y la libre elección a ciegas de las diez de cada uno, el Jefe Samitti levantó su copa y brindó antes de canturrear con la máxima potencia de su voz e imitando a Peppino di Capri mientras iba formando la cadena con las diez fichas que le habían tocado al azar.
 
- ¡Va por tí, Roberta! Ya sabes. ¿No es cierto? ¿No quieres más? Sé que no me crees. No confías en mí. Roberta escúchame. Regresa de nuevo por favor. Contigo cualquier momento era felicidad. Pero yo no entendía. No he sido capaz de amar. Roberta perdona. Regresa hasta cerca de mí. Roberta escúchame. Regresa de nuevo por favor. Contigo cualquier momento era felicidad. Pero yo no entendía. No he sido capaz de amar. Escúchame, perdóname. Regresa hasta cerca de mí.  Cerca de mí. Cerca de mí
 
Acabó de unir toda su cadena y sólo se quedó con los tres puntos de la ficha blanca-tres. Así que soltó un gran risotada antes de hablar.
 
- ¡Jajajajajá! ¡Solamente tres puntos, Pelikan! ¡No te pido que me lo superes! ¡Iguálamelo! ¡Sólo igualámelo a ver si puedes!
 
La sonrisa del Comisario Jefe de la Policía de Catanzaro comenzó a ir desapareciendo, poco a poco, mientras ahora el que soneía cada vez con mayor placer era el detective Pelikan mientras iba formando su cadena hasta que la completó quedando con cero puntos porque la única ficha que le quedó sin colocar era la blanca-blanca. Entonces no pudo más que soltar, él ahora, una sonora carcajada seguida de un breve comentario.
 
- ¡Jajajajajá! ¡Solamente cero puntos, Samitti! ¡Eres muy tonto! ¡Pero que muy tonto del todo! ¡Más tonto que tú no existe!  
 
- ¿Cómo estás diciendo, Pelikan?
 
- Perdone, Jefe. Ha sido la emoción efusiva. 
 
- Pues que sea la última vez...
 
- ¿Me permite llamarla para demostrarle mis dotes de persuasión innatas desde mi nacimiento?
 
- ¡Vamos a ver si es cierto! ¡Llámala pero quiero escuchar todo lo que dices por ver si aprendo!
 
- Lo primero que tengo que hacer es localizar su número de teléfono así que lo más lógico es llamar a "Il Molino di Calabria" para que me lo den.
 
- Hasta ahora, perfecto... vas muy bien, Pelikan...
 
Pelikan buscó en la guía telefónica de Catanzaro, que se encontraba sobre la mesa de Archibaldo Samitti, y llamó.
 
- ¡Aquí "Il Molino di Calabria"! ¿Quiere hacer alguna reserva para esta noche?
 
- No exactamento pero.. ¿y si sí?...
 
- ¿Es usted tonto o es usted idiota?
 
Archibaldo Samitti comenzó a sonreír sin hacer ninguna clase de ruido.
 
- ¡Oiga, oiga, que está usted hablando con el famoso detective Pelikan!
 
- ¿Y a mí que coño me importa que sea usted detective famoso si para mi es un don nadie?
 
La sonrisa de Archibaldo Samitti era ya todo un poema de alegría contenida.
 
- ¡Dejemos las bobadas aparte! ¡Quiero que me de usted el teléfono de Roberta Fena!
 
- ¡Eso no se lo cree usted ni harto de sopas!
 
- ¡Oiga, oiga, que le repito que está usted hablando con todo un detective famoso!
 
- ¡Váyase usted a tomar vientos, imbécil!
 
Ante la sonrisa de triunfo de Archibaldo Samitti, Pelikan sólo pudo reaccionar de una manera lógica.
 
- ¡Por favor, no cuelgue el teléfono que se va a poner al aparato alguien más famoso que yo!
 
Rápidamente Pelikan entregó su móvil al agrandado Comisario Jefe de la Policía de Catanzaro.
 
- ¿Es usted Don Aldo Lame?
 
El propietario del cabaret "Il Molino di Calabria" reconoció, al instante, la voz del Jefe. 
 
- ¡Hola, señor Samitti! ¡No sabía que estaba usted detrás de todo esto!
 
- ¡Déjese de absurdas deducciones y deme el teléfono de Roberta Fena lo más rápido que pueda! Es una orden.
 
- Perdone, Jefe. No se moleste conmigo pero todas las chicas que trabajan en el "Molino" viven juntas en un chalet en la Via Cona.
 
- ¡Que se deje de absurdas deducciones porque eso ya lo sabía así que no ha descubierto usted la pólvora! ¡Deme el telefono ya!
 
- Anote, por favor, pero no se enfade, Jefe.
 
- ¡Le paso el teléfono al detective Pelikan y dele el teléfono a él!
 
- Es que dárselo a un detective, por muy famoso que sea aunque yo ni le conozco ni sé absolutamente nada de él, me parece improcedente.
 
- ¡Dele el teléfono a él!
 
Pelikan cogió de nuevo el móvil.
 
- ¿Me lo va a decir o voy a tener que ponerme serio?
 
- ¡Usted es un pelanas pero se lo doy porque me obliga el Jefe!
 
- Lo de pelanas ya me lo explicará en otro momento en que nos veamos cara a cara, sinvergüenza. Ahora deme el nombre con total claridad para que no sigamos confundiendo la púrpura con la purpurina. ¿Me ha entendido?
 
- ¡Anote, pelanas, anote! ¡El número es el  30 47 34! 
 
- ¿No me desea usted suerte?
 
- ¡Váyase usted a la mierda!
 
Don Aldo Lame cortó la llamada.
 
- Jefe... en otro momento tendré que investigar por qué se ha puesto tan nervioso y tan molesto por lo de darme el teléfono de Roberta Fane... 
 
- Si, Pelikan. En otro momento vamos a tener que ir los dos a hablar con él directamente por si tiena algo que cantar.
 
- Ahora verá mis verdaderas dotes de seducción con las mujeres de muy buen ver.
 
- Como te suceda lo mismo...
 
- ¡Esta vez no! ¡Esta vez no voy a necesitar la ayuda de nadie!
 
El detective marcó el número y contestó una joven...
 
- ¿Hola?
 
- ¿Tú eres Roberta Fena?
 
- Yo no soy Roberta Fena pero si te puedo yo servir en algo me llamo Pietra Rondella! ¡Te prometo que conmigo no te acordarás para nada de Roberta!
 
Pelikan empezaba a ponerse nervioso...
 
- Esto... yo... es que en realidad yo...
 
- ¿Eres tímido?
 
- ¡Sí! ¡Eso es! ¡Soy cien por cien tímido!
 
- Pero para eso estoy yo. Te prometo que en cuanto me conozcas pierdes toda la timidez que te embarga el ánimo. Es timidez de nacimiento o por costumbre.
 
- Por costumbre. Lo que pasa que de nacimiento pues sí... soy muy lanzado... pero es que la costumbre... ¡ay que mala suerte tengo con esto de la costumbre!...
 
- ¿Cuándo descubriste que en la realidad, dejando lo de tu nacimiento aparte, eres cien por cien tímido?
 
- Cuando me encontré entre la espada y la pared. Si yo te contara...
 
- ¿Eres guapo?
 
- Esto... yo... vaya que... cuando me miro al espejo... pues sí que lo soy... pero... ¡ay qué desgracia con esto de la costumbre!...
 
- ¿Pero se puede saber qué te ha pasado con la costumbre si resulta que eres guapo?
 
- Si yo te contara, Pietra... si yo te contara te quedarías de piedra... Pietra...
 
- ¿También eres gracioso con los juegos de palabras?
 
- Un poco nada más... pero menos da una Pietra.... esto... digo... una piedra... porque de piedra ha de ser mi cama y de piedra ha de ser mi cabecera... por lo cual de piedra ha ser la que me quiera... 
 
- ¡Oye, tío! ¿Estás también loco desde que naciste o por culpa de la costumbre?
 
- Por culpa de la costumbre... porque yo nací normal pero... ¡ay qué desgracia con esto de la costumbre!...
 
- ¿Te intereso o no te intereso? Porque si no te intereso corto ahora mismo tu rollo... tío rollo... que te enrollas más que una persiana de plástico verde... y yo que creo que eres un viejo verde hablando con las persianas...  
 
- ¿Pero qué me está diciendo, señorita Rondella?
 
- ¿Qué edad tienes de verdad?
 
- Solamente 35 recién cumplidos.
 
- ¿Y tienes dinero suficiente para alimentar a una familia numerosa?
 
- ¡Yo creo que sí!
 
- Entonces... si sólo tienes 35 años, eres guapo y tienes dinero... ¿por qué no te has casado todavía y nos dejas en paz a las señoritas que tenemos que ganarnos la vida como Dios manda?
 
- Pero si yo... es que yo... no tengo la culpa...
 
- ¿También es culpa de la costumbre?
 
- De nacimiento nací soltero pero... ¡ay que desgracia con esto de la costumbre!...
 
- ¿De verdad que no eres un gilipollas perdido?
 
Archibaldo Samitti le quitó el móvil a Pelikan.
 
- Perdone usted, señorita Rondella, por esta mala interpretación.
 
- ¿Y usted quién es? ¿El abuelo de ese individuo tan raro?
 
- No. Yo soy el Comisario Jefe de la Policía de Catanzaro y estamos investigando sobre la muerte de Horacio Craignone. Es por eso por lo que el detective Pelikan, que es quien estaba hablando con usted, quiere ponerse en contacto con la señorita Fena. Así que, como al parecer se pueden eternizar ustedes dos sin llegar a ponerse nunca de acuerdo, haga el favor de avisar a Roberta Fena para que hable conmigo.
 
- Ahora sí. Ahora lo he comprendido todo. Se nota que tiene usted dotes de mando y gran poder de disuasión, señor Samitti.
 
A los pocos segundos por fin el Jefe Samitti puedo entablar diálogo con Roberta Fena.
 
- ¿Es usted de verdad el Jefe Samitti?
 
- Soy de verdad el Jefe Samitti. Si no se lo cree puede usted cortar la comunicación y llamar al número de la Policía de Catanzaro para comprobar que soy yo mismo.
 
- Me ha convencido del todo. ¿De verdad desea hablar conmigo sobre Horacio Craignone?
 
- ¿Sabe usted que lo han asesinado cruelmente y de manera extremadamente violenta?
 
- Sí. Lo sé.
 
- No se asuste, señorita Fane, pero es necesario que un detective hable con usted lo más pronto posible.
 
- Hoy no es aconsejable porque ya es bastante tarde y tenemos que trabajar en "Il Molino di Calabria" pero mañana por la mañana, a la hora del desayuno, podemos hacerlo con total tranquilidad. ¿Cómo se llama el detective que quiere conversar conmigo?
 
- Se llama Pelikan y es un buen hombre así que, por favor, no le ponga nervioso cuando hable con él porque entonces se hace un verdadero lío y puede pensar lo que no debe pensar. ¿Me está entendiendo?
 
- Le entiendo del todo, señor Samitti. ¿Qué le parece si nos citamos a las 9 de la mañana en la Gelatería Amedeo y ese tal detective Pelikan me invita a un helado de fresa con chocolate?
 
- De acuerdo pero, por favor, le insisto que no le ponga muy nervioso porque nació muy lanzado pero la costumbre le ha vuelto muy tímido.
 
- Yo no me fío mucho de los muy tímidos...
 
- ¿Por qué causa, señorita Fena?
 
- Porque resultan los más peligrosos y los más difíciles de quitárselos de encima.
 
- ¡Dio mío! ¿Qué está usted diciendo?
 
- Yo sé muy bien lo que me digo. Así que dígale usted a ese tal Pelikan que no intente entrarme por el método de la ingenuidad. ¿Me entiende usted?
 
- Entendido del todo. Se lo diré para que se entere. ¿La Gelatería Amedeo a la que se refiere para citarse a solas con él es la ubicada en Via Alberghi?
 
- Exacto. Es usted muy concreto, señor Samitti. Con usted me puedo entender con total facilidad.
 
- Lástima que haya sido yo el perdedor...
 
- ¿Cómo dice, Jefe?
 
- Nada, Roberta. Solamente son cosas de hombres nada más. Muchas gracias por su disposición a colaborar. 
 
Los dos cortaron la comunicación al mismo tiempo mientras el detective Pelikan no sabía qué decir y tamborileaba la mesa con los dedos de su mano derecha.
 
- Pelikan... ¿a qué jugabas tú cuando eras sólo un niño?...
 
- Al patinaje sobre hielo.
 
- Pues procura no patinar otra vez con ninguna de ellas o se nos viene la investigación completamente abajo. Si hubieses jugado a policías y ladrones como hacía yo estarías ya acostumbrado a solventar mejor los asuntos cuando hay damas de por medio. Chao, detective. Ya se sabe lo de afortunado en el juego, desgraciado en amores. Y vaya que sí que es verdad. Jejejé.
 
- Ya reiré yo por más tiempo cuando le traiga algo mejor que confesiones a medianoche.
 
Y el detective Pelikan abandonó el despacho del Jefe Samitti verdaderamente enfadado.  
 
 
 
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de suspenso y terror.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Relatos Policaca Suspenso Misterio Intriga Terror Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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