El Molino de Calabria (Novela) -Captulo 14-
Publicado en May 24, 2015
"El Molino de Calabria", de la ciudad de Catanzaro, se encontraba lleno a reventar. Las entradas tenían un precio prohibitivo salvo para las damas y los caballeros de la más alta clase social de toda Calabria que, ávidos de novedades, habían acudido por ver si era verdad lo de aquella preciosa chavala cuya fotografía, a todo color, habían visto en todos los periódicos de la región; por comprobar si era verdad todo lo que habían escuchado sobre ella a través de las emisoras de radio calabresas y por confirmar que eran verdaderas todas las imágenes que habían observado a través de los canales de televisión. Incluso algunos querían saber si era cierto o no era cierto lo que se decía de ella a través de las páginas de internet. En la primera fila se encontraban, ya sentados cómodamente, Don Aldo Lame al lado del gran banquero Germano Bisi acompañado por su esposa Etna Curti, su principal gerente Marco Curti y su secretaria personal Elsa Brandi. Al lado de ellos estaban el acaudalado y guapísimo Silas Rossi con su feísima esposa María Elena Vito. También en primera fila se hallaba Paolo "Nostradamus", el joven enamorado de Roberta Fena. Todos los asistentes, damas y caballeros de la más alta clase social esperaban, ansiosos y ansiosas, la aparición de aquella desconocida "Blancaflor" que tantas expectativas había levantado. Ante la gran inquietud ya desatada y el enorme barullo que se estaba armando, tuvo que subir al escenario Don Aldo Lame.
- ¡¡Un poco de paciencia, por favor!! ¡¡Hemos decidido que esta noche, por ser el debut de la grande y deseada "Blancaflor", y para no desilusionarles a todos ustedes, damas y caballeros, que sea ella la que nos deleite a todos y a todas con dos actuaciones que espero que sean tan colosales como estamos esperando con impaciencia!! ¡¡Pero tengan un poco de paciencia, damas y caballeros, y comporténse como personas bien educadas!! ¡¡En breves minutos saldrá a escena la tan ansiada y deseada por todos y por todas!! ¡¡Pero, por favor, les pido que no sean ustedes demasiado severos y severas con ella porque es la primera vez que trabaja, en su vida, ejerciendo este oficio de cabaretera!! ¡¡Comprensión, damas y caballeros, sólo les pido comprensión y que demuestren la buena educación que se supone que todos ustedes tienen!! ¡¡Demostremos que lo de nuestra educación y buenos modales no es un mito para engañar a la gente que no tiene nuestra clase y posición social sino que es verdad aunque muchas de esas gentes lo nieguen por culpa de la envidia!! ¡¡Por último les pido que sean ustedes generosos en sus votaciones ya que estamos en unos tiempos tan democráticos que hay que votar por todo!! En el camerino que le habían otorgado, Rosalinda Este se había cambiado de ropa y, vestida como una verdadera cabaretera, se miraba en el espejo ligeramente nerviosa. Así que me levanté de la silla y me acerqué a ella. -Tranquila, Rosalinda, tranquila. - Estoy tranquila pero la procesión va por dentro y no puedo evitarlo. - No te preocupes de nada, para nada y, sobre todo, por nadie. Esto sólo es una prueba nada más. - ¿Y qué es lo que tengo que cantar? - Te han dado carta libre para que cantes lo que quieras y de la manera que desees. No te hagas bolas en el cerebro. Sólo tienes que olvidarte de que eres Rosalinda Este y que ahora eres "Blancaflor" hasta que termines de actuar. En realidad no han venido todas esas gentes para saber lo que cantas y cómo lo cantas sino para comprobar cómo te desenvuelves ante un público numeroso. Así que cuando estés en el escenario no mires fijamente a nadie y sólo concéntrate en las letras de lo que cantas. - ¿Y si les decepciono, me abuchean y se arma el follón padre y la bronca madre? - No olvides que yo estoy aquí para protegerte. Si se arma el follón padre y la bronca madre no tengas miedo y ven a mí para darme la mano y salir los dos lo más rápìdo que podamos de este antro. Pero estoy totalmente seguro de que vas a triunfar. - ¿Cómo puedes estar más seguro que yo misma en esto de que voy a triunfar? - Porque sé bastante sobre las mujeres y, sobre todo, de cualquier asunto relacionado con la psicología femenina y tú eres una de las mujeres más femeninas que he conocido en mi vida. Con la moral por las nubes, gracias a mis palabras, Rosalinda Este, convertida ahora en "Blancaflor" para el público asistente, salió a escena. Primero despertó asombro y estupefacción en todos y todas y, de forma inevitable, se produjo un enorme alboroto de piropos y frases más o menos picantes, que le llovían procedentes de todos los lados. Así que tuvo otra vez que subir al escenario Don Aldo Lame para calmar los ánimos ya desatados. - ¡¡Si siguen ustedes comportándose como fieras en lugar de personas voy a tener que suspender la gala y cerrar el local antes de que vengan los policías!! ¡¡Ya son todos ustedes lo bastante mayorcitos y mayorcitas para saber comportarse como personas cultas y no como animales salvajes y sin educar!! Se impuso de repente un tremendo silencio y, una vez Don Aldo Lame ya sentado en su privilegiado lugar, "Blancaflor" se animó y comenzó con su primera actuación de aquella noche inolvidable. - ¡Ya están aquí los fantasmas, siempre los mismo fantasmas, con sus montajes fantasmas, ¡vaya un tostón! Hay dos tipos de fantasmas que pululan orgullosos de su condición; uno es el que tiene padre rico, herencia, fincas y una novia rebombón; otro es el teórico-archivista-geniecillo-culterano de salón; y también existen otros tipos de fantasmas, tal vez un montón o dos. El primero corre con el Porsche, caza, farda y tiene en Suiza un fortunón. Tiene un tío en el Gobierno, escudo de armas (no da golpe) y fina educación; siempre tiene un cocktail, una boda y una cena, qué tremendo problemón; se viste de play-boy, dice ciao y, "camarero, sírveme otro bourbon". El segundo es plurimarginado, está de adorno en una mesa de algún pub; es un erudito, está en el ajo de las cosas, y en el quid de la cuestión; va de arte y ensayo con cronómetro, cuaderno y fila quinta por favor; todos son unos vendidos, menos él, que es puro y mártir de la incomprensión. Y todos somos fantasmas, no hay quien no sea un fantasma, y el que no lo reconozca... no lo será! Un profundo y tenso silencio se adueñó de la sala pero, tras unos diez segundos de incertidumbre, comenzó el estallido de una ovación monumental. Debido a que nadie dejaba de aplaudir rabiosamente, Don Aldo Lame volvió a subir al escenario y avisar de que o se guardaba de nuevo el silencio o suspendía la función. Otra vez el silencio y otra vez "Blancaflor" se animó a seguir cantando, pero ahora lo hizo tras aparecer un grupo de coristas como acompañantes ya que así estaba establecido. - ¡Pajaritos a bailar, cuando acabes de nacer, tu colita has de mover, chu, chu, chu, chu, para un pajarito ser, este baile has de bailar y a todo el mundo alegrar, chu, chu, chu, chu, el piquito has de mover, y las plumas sacudir, la colita remover, chu, chu, chu, chu, las rodillas doblarás dos saltitos tu darás y volarás. Es día de fiesta, baila sin parar, vamos a volar tú y yo cruzando el cielo azul y el ancho mar. Pajaritos a bailar, el más joven saltará, el mayor se moverá, chu, chu, chu, chu. No hemos terminado aún. Bailaremos sin parar, hasta la noche acabar, chu, chu, chu, chu, el piquito has de mover, y las plumas sacudir, la colita remover, chu, chu, chu, chu, las rodillas doblarás dos saltitos tu darás y volarás. Es día de fiesta, baila sin parar, vamos a volar tú y yo cruzando el cielo azul y el ancho mar! ¡Pajaritos a bailar, cuando acabes de nacer, tu colita has de mover, chu, chu, chu, chu, para un pajarito ser, este baile has de bailar y a todo el mundo alegrar, chu, chu, chu, chu, el piquito has de mover, y las plumas sacudir, la colita remover, chu, chu, chu, chu, las rodillas doblarás dos saltitos tu darás y volarás. Es día de fiesta, baila sin parar, vamos a volar tú y yo cruzando el cielo azul y el ancho mar. Pajaritos a bailar, el más joven saltará, el mayor se moverá, chu, chu, chu, chu. No hemos terminado aún. Bailaremos sin parar, hasta la noche acabar, chu, chu, chu, chu, el piquito has de mover, y las plumas sacudir, la colita remover, chu, chu, chu, chu, las rodillas doblarás dos saltitos tu darás y volarás. Es día de fiesta, baila sin parar, vamos a volar tú y yo cruzando el cielo azul y el ancho mar! La sopresa fue tan mayúscula que nadie estaba dispuesto a dejar que allí se acabara la gran actuación de "Blancaflor" y las coristas que la acompañaban. Y estalló un rugido infernal. - ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! Rosalinda Este, una vez ya dominados todos sus nervios, hizo gestos para que el público se calmara. Cuando volvió el silencio se atrevió a hablar. - En realidad sólo estaba apalabrado que yo tuviera dos actuaciones y estoy bastante cansada... Pero el estruendo volvió a resonar. - ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! Debido a que Rosalinda Este no podía contener aquella avalancha de peticiones, volvió a subir al escenario Don Aldo Lame para imponer silencio. - Está bien. Como estoy seguro de que "Blancaflor" tiene un corazón de oro no se va a negar a actuar de nuevo aunque todos y todas comprendamos que está algo cansada. "Blancaflor" sabía que podía hacer otro esfuerzo y lo hizo. - Son las mujeres de Babilonia las más ardientes que el amor crea. Tienen el alma samaritana, son por su fuego de Galilea. Cuando suspiran voluptuosas el babilonio muere de amor, y cuando cantan ponen sus besos en cada nota de su canción: ¡Ay, Ba! ... ¡Ay, Ba! ... Ay, babilonio que marea ... ¡Ay, Ba! ... ¡Ay, Ba! ... Ay, vámonos pronto a Judea! ¡Ay, Ba! ... ¡Ay, Ba! ... ¡Ay, vámonos allá! Arde en sus ojos de amor la llama, buscan sus labios besos amantes; como palmeras que el viento agita, doblan —si danzan— sus cuerpos bellos, dando en sus giros al aire ardiente la negra seda de sus cabellos. ¡Ay, Ba! ... ¡Ay, Ba! ... Ay, babilonio que marea ... ¡Ay, Ba! ... ¡Ay, Ba! ... Ay, vámonos pronto a Judea! ¡Ay, Ba! ... ¡Ay, Ba! ... ¡Ay, vámonos allá! Como las hembras de Babilonia no hay otras hembras tan incitantes. ni en después ni en de antes; como gacelas buscan los cuernos para defensa ante los celos. ¡Ay, Ba!... ¡Ay, Ba!... Ay, babilonio que marea... ¡Ay, Ba!... ¡Ay, Ba!... Ay, vámonos adonde sea. ¡Ay Ba!... ¡Ay, Ba!... ay vámonos ya allá. La impresionante demostración de Rosalinda Este, "Blancaflor" para todos y todas los allí reunidos salvo para mí, hizo que sonase de nuevo el estallido. - ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! "Blancaflor" tuvo el gran detalle de volver a actuar. - ¡Fumar es un placer genial, sensual. Fumando espero al hombre a quien yo quiero, tras los cristales de alegres ventanales. Y mientras fumo, mi vida no consumo porque flotando el humo me suelo adormecer... Tendida en la chaisse longue fumar y amar... Ver a mi amante solícito amante y galante, sentir sus labios besar con besos sabios, y el devaneo sentir con más deseos cuando sus ojos veo, sedientos de pasión. Por eso estando mi bien es mi fumar un edén. Dame el humo de tu boca. Anda, que así me vuelvo loca. Corre que quiero enloquecer de placer, sintiendo ese calor del humo embriagador que acaba por prender la llama ardiente del amor. Fumando espero al hombre a quien yo quiero, tras los cristales de alegres ventanales. Y mientras fumo, mi vidano consumo porque flotando el humo me suelo adormecer...! Ahora el entusiasmo dio paso a un éxtasis inesperado entre un público que olvidaba todos sus buenos modales, fingidos y no fingidos, de su vida social y siguió aclamando. - ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! ¡¡¡Otra!!! Cuando pidió de nuevo silencio pudo por fin hablar. - ¡Tengan compasión de mí, por favor! ¡Estoy tan cansada que estoy a punto de derrumbarme al suelo! ¡Actuaré por última vez y en esta ocasión voy en serio! ¡Es la última de mis actuaciones en esta noche que estamos todos viviendo! Y se volvió a animar. - ¿Por qué encerrarte en la habitación? Ven y decídete la vida es un cabaret sin más vamos al cabaret. Basta de radio escoba y sillón dadles un puntapié la vida es un cabaret sin más vamos al cabaret. Bebe champán goza del jazz dadle al tambor y con sorpresa cada cual tendrá su mesa basta de oír al eterno llorón que sufre sin tener por qué. La vida es un cabaret sin más vamos al cabaret. Yo tuve por amiga a una tal Elsi. Con ella compartí un piso en Chelsea. No era lo que se dice una Santa. Alquilaba su entrepierna y su garganta. Murió y la gente habló en su velatorio así termina siempre un buen jolgorio. Y yo la vi como una emperatriz una hermosísima muerta tan feliz. Cuando Elsi con gran nitidez y me mira y nos dice otra vez. ¿Por qué encerrarte en la habitación? Ven a pasarlo bien. La vida es un Cabaret sin más. ¡Vamos al Cabaret! Y en cuanto a mí y en cuanto a mí lo decidí allí en Chelsea. Moriré feliz como Elsi. El tiempo vuela entre cuna y cajón ese es el ABC. La vida es un cabaret sin más solo es un Cabaret sin más y yo amo a este Cabaret. Ahora el público, sabiendo que ella ya no iba a actuar más aquella noche, comenzó a aplaudir como verdaderos endomoniados hasta que ella, tras saludar cortésmente hasta cinco veces seguidas, salió del escenario y vino hacia mí. - ¿Qué tal lo he hecho, Giuseppe? - ¡Genial! ¡Has estado genial! - ¿Pero puedo saber qué sentido tiene todo esto para nuestros intereses? - Espero que mucho más que el simple hecho de que hemos ganado 50.000 euros de un solo golpe. - ¿Tienes algo más en la mente? - Sí. Y espero no equivocarme. Nuestra conversación quedó interumpida al hacer acto de presencia, en el camerino, Don Aldo Lame junto con María Elena Vito. - ¡Genial! ¡Has estado genial! - Si no le importa, Don Aldo, eso ya se lo he dicho yo. - Esto... perdone usted señor Oreto... lo que yo he querido decir es que ha estado divina... pero divina del todo... y para confirmar que todos opinamos lo mismo... les presento a la señora María Elena Vito, esposa de Silas Rossi, y protectora de todas las chicas del "Molino". Le dí la mano a María Elena Vito y María Elena Vito le dio dos besos en la cara a Rosalinda Este. Después Don Aldo volvió a la carga. - ¡Estamos de acuerdo en contratarla ya de inmediato mediante la firma un contrato justo y generoso! - Espere un momento, Don Aldo, pero estábamos de acuerdo en que primero era necesario una prueba durante cinco actuaciones nocturnas antes de firmar nada. - ¿Es cierto eso, Aldo? - Pues... esto... sí que es cierto... señora Vito... - ¿Y cuánto le ha ofrecido como anticipo? - Le he regalado 50.000 euros. ¿Hice mal, señora Vito? - No sólo has hecho bien sino que entrégale, de inmediato, otros 50.000 euros que le regalo yo. - Muchas gracias, señora. - Nada de gracias, "Blancaflor". ¡Me has entusiasmado tanto que creo que vamos a ser verdaderas amigas! ¡Toma otros 50.000 euros y espero que seas tan amable de aceptar una invitación a tomar el té conmigo y con todas tus compañeras de oficio, en mi propio hogar! Rosalinda tomó el fajo de billetes, 50.000 euros más por su presentación como cabaretera, y preguntó a María Elena Vito. - ¿Puede acompañarme al té mi representante profesional el periodista Giuseppe Oreto aquí presente y que me acompaña fielmente a todas partes? - Lo siento, pero en mis tés sólo admito mujeres y nunca acepto que acuda ningún hombre. A as 5 de la tarde a ellos o les gusta estar echándose la siesta o se reúnen en las tascas de mala muerte para hablar de fútbol. Espero que su representante profesional, el periodista Giuseppe Oreto, lo comprenda. - Él lo puede comprender pero yo... - Espera, "Blancaflor", espera. - ¿Algo que decirme, señor Oreto? - ¡Que mi pupila acepta la invitación a ese té de mujeres para mañana, a las 5 de la tarde, en su propia casa, que le agradece enormemente los 50.000 euros que le acaba de regalar, y que yo no sólo lo comprendo sino que lo entiendo del todo! - Pero Giuseppe... - No digas nada y sé amable con esta señora, "Blancaflor", que te quiere brindar su amistad. - Pues una vez todos de acuerdo yo, como propietario de "El Molino de Calabria", les invito a que sigamos presenciando la gran gala con el resto de las coristas de mi equipo profesional. - Lo siento, señor Lame, pero tanto "Blancaflor" y yo mismo estamos sumamente agotados porque llevamos un día con mucho trabajo, así que deseo que el resto de la gala siga siendo un gran éxito y nos despedimos. Mañana tenemos más trabajo todavía. A pesar de la insistencia de María Elena Vito para que nos quedáramos a seguir viendo el espectáculo logré que entendiera que Rosalinda Este y yo necesitábamos en verdad ese descanso. - Pero te espero mañana a las 5 de la tarde en mi vivienda. La señora del rico acaudalado Silas Rossi le entregó su tarjeta personal y Rosalinda me la entregó a mí. - Pero usted no puede venir, señor Oreto. - Sé cómo entretenerme cuando no la tengo a ella a mi lado, señora de Rossi. - Prefiero que me llame señora Vito, por favor. - De acuerdo, señora Vito. Hasta la próxima vez que nos veamos y que espero que no sea demasiado tarde. - ¿Demasiado tarde para qué? - Para poder hablar de fútbol a solas con "Blancaflor" La frase le hizo gracia a la horrorosamente fea María Elena Vito, sonrió un poco y nos dejó salir. Una vez ya subidos en la Aprilia de Rosalinda, ésta me interrogó. - ¿Tú crees que es buena idea que yo acuda sola a ese té de mujeres? - Es una idea genial pero no vas a estar sola. - ¿Pero no te ha dicho con total autoridad que no te invita a ti a estar presente? - Pero puedo estar en cualquier lugar de la calle esperando... - ¿Esperándome a mí? - Esperando a que se produzcan las circunstancias necesarias para esperarte a ti. - ¡No seas tan enigmático conmigo, Giuseppe! - Recuerda que he aprendido mucho de la psicología femenina; así que pon en marcha la moto que nos vamos a tu casa para que duermas con total tranquilidad. Y sigue confiando en mí. - Espero que no peligre mi vida. - ¡Jajajajajá! Eso espero yo también. Y haciendo que sonriese una vez más logré que nos fuésemos en su Aprilia hasta la puerta de su casa y allí me despedí de ella dándole dos besos en la cara. - Descansa lo suficiente porque mañana tienes que estar en el té a las 5 en punto. Esa señora es de las que se enfadan demasiado si se la contradice o si se llega tarde a lo que ordena. - ¿De verdad? - De verdad. - ¿Y tú? - Yo voy a darme un paseo por las orillas del Corace. Y eso fue lo que hice una vez que comprobé que ella había entrado en su domicilio. Pasear por las orillas de un río cuyas aguas parecían ser como un presagio de desbordamiento pasional. Y eso era lo que yo estaba pensando. Un desbordamiento pasional por parte de alguien. Lo que tenía que descubrir, antes de que fuese demasiado tarde para Rosalinda, era de parte de quién vendría ese desbordamiento tan sentimental.
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