El Molino de Calabria (Novela) -Captulo 17-
Publicado en May 26, 2015
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Rosalinda Este había insistido tanto en citarse conmigo a las 4 de la tarde, una hora antes de acudir al té de las chicas al cual había sido invitada por María Elena que, para evitar decepcionarla, tuve que aceptar dicha cita aunque pasé varios minutos intentando hacerla comprender que era mejor que estuviese serena y tranquila ante su importante cita con el resto de las cabareteras del "Molino"; pero ella argumentó que la mejor manera para conseguirlo era estar conmigo un poco de tiempo para alcanzar la paz de su ánimo. Había una especie de interrogantes en su pensamiento que quería compartirlos conmigo antes de acudir al grande y lujoso chalet de la señora de Silas Rossi que prefería, ante todo, que se le llamase la señora Vito. El sol brillaba en medio de un cielo azul verdoso y, al este, pasaba a ser un poco rosado. El zumbido de un moscardón me animó a abandonar a toda prisa mi suite del Hotel Casa Ponziana BB. Me puse una camiseta de verano de color roja pero con la suficiente prudencia de echar mano, también, de un fino jersey deportivo amarillo de "Chemise Lacoste". Completaba mi vestimenta un pantalón vaquero de color azul y unas cómodas zapatillas de tenis. Cuando llegué a la Vía Alberghi, número 10, ella ya estaba esperando con un helado de fresa en su mano derecha y vestida con un fino y casi transparente suéter de color blanco y pantaloncito corto de color azul más zapatillas también de tenis. Me hizo señas con su mano izquierda para que yo la descubriese entre los numerosos clientes de la Gelatería Amedeo que se encontraban gozando de los helados y los cafés, y sonrió ampliamente cuando le di un par de besos en la cara antes de sentarme al lado izquierdo de ella tras pedirle al mesero un café con leche con el añadido de un poco de coñac. 
 
- Pensé que me habías olvidado...
 
- Eso no ocurrirá jamás. Yo no te olvidaré nunca, Rosalinda. Eres demasiado bonita como para no recordarte siempre.
 
- No vamos a tardar mucho porque a las cinco tengo la cita pero era muy importante para mí estar a tu lado en estos momentos en que no sé en qué mundillo me voy a introducir.
 
- Tranquila, Rosalinda, porque no vas a estar sola.
 
- ¿Pero no escuchaste que no eras un invitado porque jamás invita a ningún hombre a sus tés con las chicas?
 
- Sí. Lo escuché perfectamente. Pero esa señora no puede prohibirme que yo esté en los alrededores de su enorme, lujoso y grande chalet.
 
- ¿Puedo saber por qué quieres estar cerca?
 
- Por lo que tú acabas de decir. No sabes en qué mundillo te vas a meter y yo tampoco sé nada de cómo podemos salir de ese mundillo una vez que ya estés dentro. Así que, para evitar problemas, si ves que necesitas mi ayuda sólo tienes que hacerme una llamada al móvil y cortar de inmediato la llamada para no ser descubierta por nadie. Esa será la señal por la cual yo sabré que estás en apuros y acudiré a rescatarte si es que de verdad estás en peligro. 
 
- Creo que estás fantaseando demasiado con respecto a esta cita, Giuseppe.
 
- Posiblemente esté fantaseando demasiado pero, normalmente, en toda clase de fantasías siempre hay un poco de realidad o quizás mucha más realidad de lo que la gente cree.
 
Me sirvieron el café con leche más un poco de coñac.
 
- ¿Crees que le seré simpática?
 
- ¿A la señora Vito? ¡Por supuesto que sí lo creo! La estuve observando muy bien anoche y se fijaba demasiado en ti desde la cabeza a los pies. No sólo creo que te veía simpática sino que, incluso, despertaste muchas emociones en ella.
 
- ¿Qué estás insinuando, Giuseppe?
 
- Hay algo muy evidente. Es horrorosamente fea.
 
- ¿Por eso le gustan tanto las mujeres bien parecidas que es ella la que da el visto bueno a las que tienen que trabajar en "El Molino de Calabria"?
 
- Supongamos que solamente es eso...
 
- ¿Es que este asunto puede ir mucho más lejos?
 
- Este asunto puede ir mucho más lejos si las circunstancias hacen que vaya mucho más lejos y eso es lo que, en tu caso particular, yo deseo que no suceda.
 
- ¿Por qué? ¿Tienes miedo de perderme?
 
- No es eso aunque lo parezca. Digamos que sólo es cuestión de principios.
 
Ella sonrió.
 
- ¿Cuestión de principios que no sabes cómo terminarán?
 
Ahora sí me hizo gracia y sonrié también.
 
- Espero que no tenga que intervenir, para nada, la policía ni la brigada criminal. 
 
Rosalinda se quedó un momento silenciosa antes de volver a hablar.
 
- Pero tú estás para evitarlo. ¿No es cierto?
 
- Escucha, Rosalinda. No tengo límites cuando actúo pero tampoco soy Supermán. ¿Me comprendes?
 
- Comprendo que si no eres Supermán eres el hombre más parecido a Supermán que he conocido; sólo que mucho más chistoso.
 
- Muy amable por tu parte, Rosalinda.
 
- ¿Cuánto crees que tardará el té?
 
- Teniendo en cuenta que es una dinámica de grupo entre mujeres supongo que dos horas. 
 
Aquello de dinámica de grupo entre mujeres parece que le hizo gracia a Rosalinda Este porque me dedicó otra sonrisa antes de continuar.
 
- ¿Entiendes tú mucho de dinámica de grupos entre mujeres? 
 
- Tengo la suficiente experiencia, chavalilla, tengo la suficiente experiencia a través de diversos talleres de participación con ellas. La inmensa mayoría de los hombres no saben lo que se pierden por no acudir, de vez en cuando, a esa clase de dinámicas. ¿Estás nerviosa?
 
- Un poco.
 
Para que se relajase antes de ir hasta el chalet intenté distraerla un poco.  
 
- Rosalinda, la comedia de los errores es una de las primeras obras de William Shakespeare. Es la más corta y una de sus comedias más absurdas, con una parte importante de humor y confusión de identidades.
 
- ¿No será un error acudir a esa cita?
 
- No creo que sea un error pero, en cuanto a la confusión de identidades, puede que sí lo sea.
 
- ¡No tengo ganas de ir! ¡Puede ser peligroso!
 
- No tienes nada que temer. Si te encuentras en apuros solo tienes que marcar el número de mi móvil y acudiré a tu rescate. ¿De acuerdo?
 
- Si no me fallas...
 
- Yo nunca fallo en estas cuestiones de salvador de chavalas guapas...
 
Volvió a sonreír y, montados los dos en su Aprilia, que la manejaba con total perfección, llegamos hasta el chalet. Era toda una villa frente al mar con impresionantes vistas, a 200 metros de la playa de arena blanca. Rosalinda Este ya no lo dudó más y, mientras yo me quedaba atento a lo que sucedía pero lo suficientemente apartado como para no ser visto por nadie desde el chalet-villa, pulsó el timbre. Vi con total nitidez como la feísima y horrorosa señora de Silas Rossi, la tan afamada María Elena Vito, abría la puerta. Vi cómo sonrió ampliamente mostrando toda su dentadura más picada que un racimo de uvas de moscatel pasadas de tiempo, como si hubiese salido victoriosa de un partido de cricquet. Y cómo intentó besarla en la boca pero Rosalinda, ya de nuevo transformada en "Blancaflor", la esquivó a tiempo y le dio ligeramente la mano. Después ya no vi nada y me limité a esperar acontecimientos.
 
- ¿Por qué has rechazado mi beso, "Blancaflor"?
 
- Porque creo que hay otras muchas maneras de saludar para comenzar a conocer a una persona. Los besos en la boca los guardo para cuando el amor madura. ¿No está usted de acuerdo con eso, señora?
 
María Elena Vico se quedó un poco cortada...
 
- Sí... claro... me parece... me parece bastante correcto... pero es que yo...
 
- Usted puede entender la vida de la manera que desee entenderla pero yo la entiendo según me han educado en mi familia. Y para mí la familia unida permanece unida. A pesar de las distancias. 
 
 
- Es que yo creo que en las distancias más cortas es como se manifiesta mejor el amor de las mujeres.
 
- Pues entonces será que usted tiene mucha más experiencia que yo.
 
- Esto... sí... claro... hablemos de otro tema...
 
- Hablemos de otro tema...
 
-  Si quieres saber algo de este chalet que, como ya has visto, es toda una villa frente al mar exclusivo, tiene spa, aire acondicionado, sistema de iluminación integrado techo interior, cocina profesional sobrealimentado, bañera de hidromasaje, ducha de hidromasaje con cromoterapia, pantalla de cine en tres dimensiones y televisión de 50 pulgadas además de seis habitaciones, todas ellas con baño incluido, dos salas de estudio, una biblioteca completa, cocina, un patio totalmente exclusivo de aproximadamente 250 metros cuadrados con piscina privada y jacuzzi y ducha al aire libre con barbacoa. Pero en otro momento te la enseño toda completa. 
 
- De acuerdo. En otro momento será mucho mejor. 
 
- Ahora pasemos dentro que nos están esperando.
 
Quienes estaban esperando ya sentadas alrededor de una mesa triangular eran sus compañeras de cabaret, las explosivas Roberta Fena, Berta Colini y Pietra Rondella. Estas dos estaban en uno de los lados del triángulo mientras que en el otro, junto a Roberta Fena, María Elena Vito hizo sentarse a "Blancaflor" y ella se sentó en el lado del tríangulo que servía de base al mismo. Las tazas del té con sus correspondientes pastas de sabor a menta estaban ya servidas.
 
- Bene, bene y bene. Ya estamos todas juntas. Ahora, mientras consumimos nuestras tazas, ¿qué os parece si hablamos de los hombres aprovechando que ninguno de ellos nos puede estar escuchando? ¿Tú que opinas, "Blancaflor"
 
 
Rosalinda Este se dio cuenta de que estaba despertando ya demasiado la curiosidad de la señora Vito y procuró no dárselas de demasiado inteligente por ver hasta dónde podía llegar aquella especie de jueguecito de miradas y gestos que ella soportaba, de momento, con bastante tranquilidad.
 
- De los hombres apenas sé nada, señora. Tal vez que se suelen enamorar de quienes no deben.
 
- ¡Muy buena definición, jovencita! Sabiendo eso no puede ser cierto que no sepas nada más de los hombres.
 
- Pues aunque usted no lo acepte es así. No sé más de los hombres. Claro que quizás usted tenga mucho que contar.
 
- Dejemos que sea Roberta la que nos cuente. ¿Qué ocurre con los hombres, preciosa?
 
- Podría ser que cuando aman son capaces de llegar hasta la muerte.
 
Un silencio sepulcral se adueñó del escenario mientras que, aprovechando un descuido de María Elena, que estaba mirando durante bastante tiempo a la siempre calla Berta Colini, Roberta Fena puso su mano derecha, oculta debajo de la mesa triangular, sobre el muslo izquierdo de "Blancaflor". Rápidamente, Rosalinda Este, pensando que todo aquello era demasiado para ella, tomó firmemente la mano de Roberta para quitársela de encima pero, entonces, descubrió que no era lo que ella estaba pensando sino que estaba intentando que cogiese un pequeño papel doblado pero oculto a la vista de las demás. El pequeño papel pasó de la mano de Roberta, que la volvió rápidamente a ponerla sobre la mesa, a la mano de "Blancaflor" que, también rápidamente, lo guardó en el bolsillo izquierdo de su pantaloncito corto y veraniego.
 
- Perdonad mi despiste, niñas. ¿Qué habías dicho antes sobre los hombres, querida Roberta?
 
Seguían tomando el té con las pastas con sabor a menta mientras hablaban.
 
- Dije que podría ser que cuando aman son capaces de llegar hasta la muerte.
 
- ¡Qué horror! ¿Cómo se puede llegar a amar hasta la muerte? ¡De verdad que los hombres son unos seres muy primitivos! ¿Tú qué opinas, Pietra?
 
- Algunos están civilizados.
 
- Pues deben de ser las excepciones que confirman la regla. ¿Tú estás de acuerdo con Pietra Rondella?
 
Como María Elena se estaba otra vez dirigiéndose ella, sin dejar de mirarla con una insistencia ya super molesta, Rosalinda Este comenzó a estar bastante incómoda por cómo se desarrollaban los hechos. Aquello del papelito que le dio a escondidas Roberta Fena sonaba a suspenso, a misterio, a intriga, quizás a terror...
 
 
- Supongo que hay algunos que están civilizados y en cuanto a si confirman o no confirman alguna regla general debe formar parte de su forma y manera de entender la comunicación interpersonal entre un hombre y una mujer.
 
- ¿Estás diciendo que yo sólo soy una relativa?
 
- Insisto en que no sé casi nada del mundo de los hombres, así que lo de la relatividad en cuestiones de amor no me interesa ni conocerlo ni experimentarlo. No sé si soy demasiado tonta o demasiado antigua pero en cuestiones de amor soy absolutista y no ando con relatividades ambiguas. 
 
- Pues todas tus compañeras están de acuerdo conmigo. ¿Verdad que es cierto, Roberta? ¿Merece algún hombre el premio de estar liado contigo?
 
- Mi experiencia me dice que a veces las mujeres nos obligamos demasiado a querer a los hombres. Supongo que es por cierto masoquismo femenino.
 
Rosalinda Este comenzó a poner, como le había enseñado su joven instructor que era yo mismo, en alerta todos sus sentidos.
 
- ¿Masoquismo femenino? ¿Qué es el masoquismo femenino, amada Roberta?
 
- Algo que quizás merezca ser comentado en alguna conferencia a niveles mundiales para que los hombres sepan ciertas verdades que parecen haber olvidado con el paso de los tiempos. Sería muy interesante si volviésemos a ser mujeres de la prehistoria en vez de haber pasado a ser objetos de las civilizaciones.
 
- ¡Así me gusta a mí que hablen mis pupilas! ¿Sabéis qué cantaría Safo de Lesbos si estuviese ahora mismo viva y en este lugar?
 
Rosalinda Este pilló la oportunidad que estaba buscando para hacerse pasar por tonta.
 
- ¿Safo de Lesbos? ¿De qué me suena ese nombre? ¿Quizás alguna soprano de la Ópera de Milán?  
 
- ¿Es cierto que no sabes nada de Safo?
 
- No. De Safo de Lesbos sólo me suena un poco su apellido.
 
- ¡Pero si Lesbos no es su apellido, pequeña!
 
- ¡Vaya metedura de pata! ¡Estoy segura de que esta tarde voy a aprender más que en todos mis años de colegiala!
 
María Elena Vito se sintió tan importante ante "Blancaflor" que no pudo evitar su vanidad.
 
- Safo, dejando ahora de momento y para después lo de Lesbos, era tan grande y universal poetisa que dijo de sí misma lo siguiente: "Grupo alado de cándidas doncellas cuyas almas moldeas día a día, por el canto y la danza, por las huellas que les imprime la filosofía, al tibio sol, o bajo las estrellas de Lesbos, en el campo, en la bahía. Ay, dulce Safo, que con ellas sueñas sobre el arte de amar, ¿qué les enseñas?". ¿Qué crees tú, callada Berta, lo que Safo enseñaba a sus amadas pupilas?
 
- ¿Quizás a soñar con príncipes encantados?
 
- ¡Siempre he dicho que eres encantadora, dulce Berta! Y ahora, mientras terminamos las tazas de té y las pastas con sabor a menta, y como dedicatoria especial para nuestra nueva amiguita, voy a cantar lo que cantaría Safo de Lesbos si estuviera todavía viva y aquí presente.
 
- ¿Por qué tengo que ser yo la elegida, señora?
 
- Porque eres la más desconocida, la más misteriosa, la más inquietante...
 
- Esta bien, señora. Lo acepto si no queda otra salida.
 
Ya entusiasmada por lo que parecía una entrega sin condiciones por parte de "Blancaflor" se puso a cantar una vez terminado el té.
 
- ¡Yo no he perdido la esperanza de tenerte entre mis brazos y ese día ha de llegar. Desde hace mucho tiempo que me gustas y lo que me gusta mucho lo obtengo con toda seguridad. Yo no he perdido la esperanza de que un día tu me quieras y algun día me querrás. Tarde o temprano seras mía yo seré tuya algun día y lo tengo que lograr. Que conste amor que ya te lo advertí que no descansaré hasta que seas mía no mas pues tú me gustas de hace tiempo y mucho tiempo atrás. Me gustas mucho, me gustas mucho tú tarde o temprano seré tuya y mía tú serás. Me gustas mucho, me gustas mucho tú tarde o temprano seré tuya y mía tú serás. Que conste amor que ya te lo advertí que no descansaré hasta que seas mia no más. Me gustas mucho, me gustas mcuho tú tarde o temprano seré tuya y mía tú serás. Me gustas mucho, me gustas mucho tú tarde o temprano seré tuya y mía tú serás!
 
- ¡Mío Dio! ¡Vaya efusión de emociones!
 
- ¿De verdad te ha gustado mucho, linda "Blancaflor"?
 
- Bastante... creo que bastante... bastante subida de tono quiero decir...
 
- ¡Jajajajajá! ¡Y además eres hasta graciosa! ¿Dónde has aprendido a decir chistes?
 
- Me los enseña un pajarito...
 
- ¿No me digas que tienes un pajarito?
 
- Sí. Pero antes dijimos que no habláramos de los hombres y, si es posible, hasta olvidásemos que existen.
 
- ¡Excelente! ¡Eres la pupila más ágil que he tenido en mi villa!
 
- Muchas gracias pero todo el mérito es de él.
 
María Elena se quedó otra vez un poco cortada...
 
- ¿Él? ¿Quién es él?
 
- Perdone, señora, pero es que muchas veces olvidarle no puedo...
 
- ¡Bene, bene y bene! ¡Tus asuntos privados son tus asuntos privados pero ahora llegó la hora de jugar un poco! ¿Qué os parece la canasta que es muy de mujeres? ¡Es una idea genial! Como sois cuatro jugaréis formando dos parejas porque es muy interesante eso de formar parejas solamente compuestas por mujeres. Así que Berta y Roberta jugarán contra Pietra y "Blancaflor" pero con la condición de que si pierdes tú, "Blancaflor", tendrás que decirnos tu verdadero nombre y apellido para conocernos mejor.  ¿De acuerdo?
 
Rosalinda Este se puso nerviosa de verdad y estuvo a punto de decir que se negaba a jugar y que se negaba a seguir en aquella villa pero, disimuladamente, Roberta Fena le hizo señas de que no se preocupara.
 
- Mientras jugáis yo voy preparando la cena para que sepáis que también puedo ser una buena mamá a la cual podéis acudir cuando tengáis necesidad de consuelo. 
 
Efectivamente, como ya le había señalado con sus gestos Roberta Fena, tanto ésta como Berta Colini se dejaron ganar fácilmente. Aunque Rosalinda Este no sabía muy bien qué era lo que estaba sucediendo se dio cuenta de que todo aquello de defenderla a la hora de no dar a conocer su nombre quizás formaba parte del asunto del papelito que llevaba dentro del bolsillo. Hasta que media hora más tarde terminaron de jugar.
 
- ¿Ya habéis terminado? ¿Es posible que os hayáis dado tanta prisa en terminar? ¿Podemos o no podemos saber el verdadero nombre y apellido de "Blancaflor"?
 
- Lo siento, señora... pero de momento... pues tendrá que esperar un poco más...
 
- Con lo cual te hace ser más interesante, más apetitosa, más sabrosa... esto... perdona... quiero decir más atractiva... más provocativa... más activa y otras cosas terminadas en iva... como diva... de lo cual deriva divina... 
 
Cuando se cansó de aludarla tanto comenzaron a cenar mientras, hablando de algunas cosas sin trascendencia alguna, en el reloj de la sala sonaron las ocho de la noche.
 
- Es muy bueno cenar pronto para luego poder dormir más a gusto... sobre todo aquí donde no hay ni una sola alma en la calle en estos momentos...
 
Rsoalinda Este pensó, para sus adentros, en mí.
 
- Pobrecillo. Tres horas esperando totalmente aburrido.
 
Pero yo no estaba tan aburrido como ella pensaba porque me encontraba charlando, en un corrillo que habíamos formado en la playa, con varios vecinos y vecinas de la localidad. Así que lo que debía hacer "Blancaflor" era llegar hasta donde quisiera llegar y llamarme cuando ya no quisiera llegar más allá de sus propios límites que yo no se los imponía sino que eran producto de su educación social, principios éticos y valores morales.
 
- ¡Pues llegó la hora de irse a la cama! ¡Cada una de vosotras tres os vais a cada una de vuestras habitaciones pero tú, invitada especial, te vienes a la cama conmigo porque estoy deseando echarte un polvo; o, dicho de otra manera más directa y sin metáforas, lo que quiero es follarte viva!
 
 
Como Rosalinda Este ya estaba esperando este crucial momento del anochecer, no mostró ninguna inquietud salvo la de poder escapar de allí sana y salva. Puso de nuevo todos sus sentidos en alerta tal como yo la había estado entrenando en mis labores de instructor para periodistas novatas.
 
- Por favor. ¿Puedo ir al baño para arreglarme un poco y estar más sexy todavía?
 
- ¿Es posible que estés más sexy todavía?
 
- Es posible.
 
- Bien. Te doy un cuarto de hora.
 
Rápidamente, Rosalinda entró en el primer cuarto de baño que encontró y comenzó a llamarme desesperadamente. Debía verse ya casi perdida y sin salida alguna porque me di cuenta de que volvía a repeteir las llamadas de manera continua creyendo que yo no las estaba escuchando; pero no perdí el tiempo, me despedí de todos los contertulios y contertulias de la playa y, en menos de cinco minutos, llegué hasta la puerta principal del enorme chalet. Me salío al paso un enorme perro cruzado entre lobo y pastor pero le mantuve a raya después de atizarle una buena y sonora patada en los hocicos. El enorme perrazo vio que, por su bien y para salvar su vida, era mejor que se estuviese quieto aunque no dejara de gruñir. Por fin, una vez paralizado el ataque del enorme perro, toqué el timbre con total determinacion de sacar a Rosalinda Este de aquella ratonera a como diese lugar. Ante la insistencia de mis llamadas, la señora de Silas Rossi, o mejor dicho la horrorosa y feísima señora Vito, no tuvo más remedio que abrir. ¡Cuando me vio se le congestionó todo su feo rostro! 
 
- ¿Pero no le dije a usted que los hombres no están invitados a mis tés?
 
 
- Hablando de peros, y dejando aparte las peras que no se deben comer hasta que estén bien maduras, es que la hora de sus tés ya hace dos horas que ha terminado, señora.
 
- ¡¡Está usted muy equivocado conmigo!! ¿A qué ha venido aquí además de para molestar?
 
- ¡Pues el caso, aunque parezca mentira por la tremenda casualidad que se da en este asunto, resulta, señora de Rossi, que hace un par de horas que he conocido al Señor Embajador de Papúa y arde en deseos de ver a "Blancaflor"!
 
- ¿Se está usted cachondeando de mí?
 
- Perdone señora, pero no me da por burlarme de ninguna clase de animales como bien puede preguntarle después a su perro cruce de alemán con lobo. Les tengo demasiado respeto.
 
- ¿Me está llamando animal a mí?
 
- Sólo es una comparación literaria. Es muy fácil de traducir, señora. Donde dice animal ponga usted dama y, si es posible, dama dama de alta cuna y de baja cama y está todo el asunto ya solucionado.
 
Aquella larga conversación con la señora Vito le dio tiempo a Rosalinda Este para salir del baño y acercarse hasta donde estaba yo en plena pelotera con la citada señora.
 
- ¡¡Qué alegría tengo de verte, tío!!
 
Echó sus brazos rodeando mi cuello y me besó repetidas veces en la cara.
 
- ¿De verdad es usted el tío de ella?
 
- Si ella lo dice...
 
- ¿Sigue usted riéndose de mí?
 
- Está diciendo que sí... que es mi tío...
 
- Si tú lo dices...
 
El portazo con el que nos despidió la señora María Elena Vito fue de película y hasta un montón de gaviotas que volaban por las cercanías se alejaron mar adentro creyendo que se acababa de iniciar la temporada de la caza de aves.
 
- ¡Jajajajajá! ¡De verdad que eres mi héroe más preferido!
 
- Eso me lo cuentas mañana. Ahora vamos a por la Aprilia.
 
Le di mi mano izquierda y ella fue todo el camino tatareando una canción de su más tierna infancia. 
 
- ¡Arroz con leche se quiere casar con una viudita de la capital. Rin Ran. Que sepa coser, que sepa bordar, que ponga la aguja en su canebá. Rin Ran. Aurora de Mayo que al monte salía en busca de flores de Mayo y de Abril. Rin Ran. Yo soy la viudita que mando en la ley me quiero casar y no encuentro con quién. Rin Ran. Tan linda y tan buena no encuentra con quién elige a tu gusto que aquí tendrás quién. Rin Ran. Un mozo de Cuba me mandó un papel que si yo quería casarme con él. Rin Ran. Yo le contesté en otro papel que me iba a hacer monja de Santa Isabel! 
 
A los dos nos encantaba ser infantiles.
 
Fue al llegar a su casa cuando, al querer despedirme de ella, me detuvo el movimiento poniendo su mano izquierda en mi pecho, a la altura del corazón.
 
- ¡Espera, Giuseppe, espera!
 
Pensé que algo no había funcionado bien...
 
- ¿Qué sucede, Rosalinda? ¿Algo va mal?
 
- No es eso. Contigo funcione muy bien del todo. Eres muy completo en todos los sentidos. L?o que sucede es que ahora recuerdo que Roberta Fena me entregó, a escondidas de María Elena Vito, un papel muchas veces doblado.
 
- Y lo has perdido...
 
- Pues no. Espera un momento. Lo tengo, bien doblado, en el bolsillo izquierdo de mi pantaloncito.
 
Sacó el papel y lo empezó a desdoblar...
 
- ¡Toma, Giuseppe! ¡Lee tú!
 
- Pero te lo han entregado a ti...
 
- Es para que compruebes, una vez más, que no guardo ningún secreto contigo.
 
- Está bien. Leeré.
 
Y lo leí.
 
- Por favor, "Blancaflor", las tres necesitamos hablar urgentemente contigo y con tu novio. Llámae lo antes que puedas a mi telefóno 545 878. ¡Es muy urgente!
 
Ella se quedó sorprendida.
 
- ¿Qué opinas tú, Giuseppe?
 
- ¡Vaya, vaya y vaya! ¡Tus nuevas amigas me consideran demasiado importante!
 
- ¿Por qué dices eso?
 
- Tonterías. A veces digo tonterías.
 
- ¿Y qué tenemos que hacer ahora?
 
- ¡Llámala inmediatamente! ¡En este mismo instante!
 
- ¿Qué le digo?
 
- Que sí. Que quedamos con ellas el día que quieran, en el lugar que quieran y a la hora que quieran.
 
- ¿No es demasiado querer todo eso?
 
- Nunca se quiere demasiado, Rosalinda...
 
- ¿Otra tontería tuya?
 
- Sí. Es otra tontería mía nada más.
 
Pero ella quería saber más e insistió...
 
- ¿Dónde has aprendido eso de que nunca se quiere demasiado?
 
- La vida, preciosa, la vida. Pero a hora limítate a llamar a Roberta Fena, porque sobre la vida y sobre lo que se aprende de la vida podemos estar hablando días enteros, semanas enteras, hasta años enteros.
 
Rosalinda Este llamó a Roberta Fena que se encontraba encerrada con llave en su habitación.
 
- ¿Eres "Blancaflor"?
 
- ¡Sí! ¡Rápido! ¿Es tan urgente eso de que queréis hablar con Oreto y conmigo?
 
- Perdona que hable en voz tan baja. ¿Me escuchas bien?
 
- Te escucho bien del todo. Pon tú el día, el lugar y la hora de la cita.
 
- ¿Tu novio está de acuerdo?
 
- Giuseppe está de acuerdo.
 
- ¿Puede ser mañana mismo, en la puerta de la Academia di Belle Arti, en la Via Tommaso Campanella y a las diez?
 
- ¿A las diez de la mañana o a las diez de la noche?
 
- A las diez de la mañana.
 
- Espera...
 
Roslaidna Este se dirigió a mí.
 
- ¿Te viene bien mañana mismo, en la puerta de la Academia di Belle Arti, en la Vía Tommaso Campanella y a las diez de la mañana?
 
- Está bien. Por mí no hay ninguna clase de problema. Tengo todo el día y toda la noche libres.
 
Volvió a hablar con ella...
 
- No hay problemas de ningún tipo, Roberta. ¿Tenéis libertad para salir de la villa?
 
- Tenemos toda la ibertad del mundo todos los días... pero sólo hasta las cinco de la tarde ya que a partir de esa hora tenemos que reunirnos con la señora y ya no podemos salir salvo los días en que tenemos que actuar en "El Molino".
 
- Muy bien, Roberta. Mañana nos vemos.
 
Cortó al comunicación y ahora sí que me despedí de ella dándole un beso en la cara.
 
- ¿Sabes una cosa, Rosalinda? ¡Qué bonito es que me digan que yo soy tu novio! 
 
Rosalinda Este solamente sonrió...
 
- Hasta mañana Giuseppe.
 
Y de nuevo me quedé nuevamente solo, caminando por las orillas del Corace, con las manos metidas dentro de los bolsillos de mi pantalón y pensando ahora en Tommaso Campanella por lo de no perder la buena y sempiterna costumbre de recordar siempre asuntos culturales.
 
- Tommaso Campanella, calabrés de los siglos XVI y XVII. Poeta y filósofo.
 
Empecé a sonreír sin saber muy bien por qué...
 
- Él fue quien dijo que "o mundo é uma gaiola de loucos" que quiere decir "el mundo es una jaula de locos"
 
Y entonces comencé a reírme sin saber tampoco muy bien por qué o sabiéndolo demasiado bien porque, para mí, ambas cosas eran iguales. 
 
- ¡Jajajajajá! 
  
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Novela de Suspenso y Terror.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Relatos Policaca Suspenso Misterio Intriga Terror Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Terror & Misterio



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