Dicen los diccionarios, más o menos académicos, que patria es todo aquel lugar, región, comarca o país, donde se nace, y también dicen que patria es aquel lugar, tierra natal o adoptiva, a la que se pertenece por vínculos afectivos, históricos o jurídicos. Estamos ante las definiciones de patria chica y patria grande.
Pero entiendo yo (a la manera de lo que pueda entender un hacedor de patrias cualesquiera) que existen múltiples patrias de carácter mucho más humano que las de las definiciones más o menos académicas. En este sentido, la primera de nuestras patrias es la familia donde nacemos (una especie de lotería -y no lo digo únicamente por el aspecto económico- donde el numerito de la suerte no lo jugamos nosotros mismos sino que proviene de la cigüeña del Destino… teniendo en cuenta que algunos tienen por nacimiento la familia del hospicio). Esta primera patria es todo un mundo que va más allá del famoso ADN (no confundir con el no menos famoso DNI).
Después, llega una innumerable cadena de humanas patrias (nada que ver con la cadena genética ya citada sino con la cadena de las circunstancias sociales y otros etcéteras), como es el caso de los barrios de las infancias : ¡amados juegos donde nos divertimos mientras creamos una simbiosis entre el ser y el existir o entre el jugar a ser y el jugar a existir! y las innumerables pubertades: ¡grandes patrias donde comenzamos a luchar por no quedarnos atrás en esto de las pertenencias a un lugar social determinado!.
Llegan luego las patrias juveniles: amigos con quienes reír y llorar; amigos con quienes conversar o guardar silencio; amigos con quienes caminar, bailar, gozar, difundir y sufrir… amores y desamores… y nuevos amores y nuevos desamores… hasta formar una infinita serie de sentimientos que pasan de la sensación a la confirmación para volver de nuevo a sentir…
Otras patrias son los colegios donde formamos nuestro primer mundo de teóricas aventuras y las universidades (para quienes tuvieron la suerte de gozarlas o para quienes tuvieron la suerte de soñarlas). Y humanas patrias son, después, los mundos laborales (fábricas, oficinas, bufetes…) e, igualmente, patrias son, después, las familias que creamos (esposas, esposos, hijas, hijos, nietas, nietos, bisnietas, bisnietos…) y los partidos, las asociaciones, sindicatos y creencias o no creencias de cada uno de nosotros y nosotras: Dios, dioses, bigbanes, energías, agujeros negros del anochecer y blancos agujeros de las alboradas.
Son también patrias humanas los clubes deportivos (si fuimos parte de algunos de ellos), los grupos de excursionistas donde lanzamos proclamas al viento esperando que al día siguiente (generalmente lunes) se conviertan en realidad… y los guateques/discos de las madrugadas ensoñadoras: teatrillo del mundo de la farándula de nuestras necesidades (todo aquello de lo que disfrutamos como amantes de los sueños siderales de los cometas y las estrellas que juegan a dar vueltas en espiral sobre un mismo eje). Y así un largo etcétera de sueños tan concretos como la realidad pero, al fin y al cabo, más verídicos que la realidad misma.
Llegados a este punto, me detengo a pensar: ¿pertenecen a la misma patria un millonario español, un oficinista español, un obrero español, un mendigo español…?. La respuesta es relativamente no (porque hasta en los procesos socioeconómicos debemos tener en cuenta la caprichosa relatividad). ¿Pertenecen a la misma patria un millonario español, un millonario argentino, un millonario japonés, sueco, suizo o etcétera?. Relativamente sí… y pienso en los yates, los hoteles de cinco estrellas, el caviar, el champán francés, el ferrari del “Schumi” y el glamur.. que, como nos pediría Cervantes: “Permítanme vuesas mercedes que introduzca este vocablo en mi quijotesco hablar, porque en verdad que es gracioso esto del glamur en el idioma de Nebrija”.
¿Pertenecen a la misma patria un oficinista español, argentino, japonés, sueco, suizo o etcétera?. Relativamente sí… porque pienso que Don Quijote diría: “Sancho amigo, qué gratos recuerdos me traen a la memoria los albaranes, los membretes y las facturas de este mi querido yelmo de Mambrino”. ¿Pertenecen a la misma patria un obrero español, argentino, japonés, sueco, suizo o etcétera?. También la respuesta relativa es sí… porque Sancho Panza respondería, tan cazurrón como siempre, aquello de: “A la hora del yantar, llámeme tonto pero no se olvide de darme pan”. ¿Y pertenecen a la misma patria un mendigo español, argentino, japonés, sueco, suizo o etcétera?. También me respondo relativamente sí… que Don quijote miraría al cielo y guardaría silencio…
Mas si nos elevamos un poco de esta Tierra, sólo un poco nada más, podemos comprender que el mundo entero es la patria de todos los seres humanos y si nos elevamos aún un poco más, bastante algo más, podemos vislumbar que es patria humana de todo lo humano (y valga la redundancia aunque sea en abundancia) ese pequeño rincón al que llamamos Universo.
En definitiva, patria humana mía es esta hoja en blanco donde intento porfiadamente acuñar ideas, pensamientos y sentimientos esperando que algún día Dios les dé validez alguna y que el mamboretá “cortazariano” la disfrute.