FUERA DE JUEGO (Relato - Versin A)
Publicado en Jun 26, 2015
FUERA DE JUEGO (Relato - Versión A)
Andrés Castillo Martín-Sanz es el ídolo de toda la muchachada de la barriada de San Diego, en el distrito madrileño del Puente de Vallecas. Su fama se extiende, como una riada ya incontenible, por todos los rincones de su querido barrio. Es el futbolista capaz de hacerlo todo; hasta lo más inimaginable. Y es que a sus condiciones de atleta une una inteligencia tan superior al resto de sus rivales en los terrenos de juego que éstos no hacen otra cosa nada más que admirarle. En la Liga Barrial de Vallecas jugar contra Andrés Castillo Martín-Sanz es todo un orgullo. Caer derrotado por el equipo de Andrés no supone otra cosa sino haber sido actores principales de una epopeya. Y Andrés está comenzando a ser un verdadero mito para todos sus seguidores. Sabe manejar los dos pies con total destreza pero todos dicen de él que tiene una "zurda milagrosa" aunque lo que verdaderamente destaca de su personalidad es que posee un "corazón de oro". A Andrés le conocen, sus más íntimos amigos y amigas, con el apodo de "Pato"; porque su tío paterno, Patricio Castillo, fue un jugador legendario en el Colo-Colo de la ciudad de Santiago de Chile, país a donde tuvo que emigrar nada más terminada la Guerra Civil Española para evitar represalias por sus antecedentes republicanos. Y es, una vez ya regresado a España, quien le ha enseñado a su sobrino Andrés todos los recursos técnicos que existen en el fútbol para poder llegar, algún día, a ser un jugador destacado. El resto lo pone el propio "Pato": resistencia física, intuición, rapidez de reflejos y esa innata inteligencia creativa que le convierte en un jugador fuera de lo normal aunque, en realidad, Andrés es un joven de 16 años de edad tan normal como cualquier otro joven de la barriada obrera de San Diego. Con las mismas vivencias, con las mismas circunstancias, con las mismas maneras de actuar ante la existencia que, en su caso particular, es poder sobrevivir ya que, huérfano de padre desde su primera infancia, sabe que a él le va a corresponder tener que cuidar de su madre, enferma de artrosis después de trabajar tanto tiempo entregada a la sufrida labor de fregar los suelos de las casas de los "señoritos" del Barrio de Salamanca, y de su hermana que todavía es demasiado pequeña para valerse por sí misma. Es por eso por lo que Andrés Castillo Martín-Sanz, "Pato" para los amigos y las amigas de mayor intimidad, sueña... ¿Cuál es el gran sueño de Andrés? Fanático seguidor del gran Real Madrid de "La Quinta del Buitre", Andrés sueña siempre, día tras día y noche tras noche, tanto despierto como dormido, con llegar a ser, por lo menos, igual que Míchel, el profesional al que más admira y del cual intenta emular sus actuaciones dentro de las canchas futbolísticas. Sin embargo hay muchos seguidores del San Diego Club de Fútbol que opinan que Andrés Castillo Martín-Sanz, su querido "Pato", puede llegar a ser incluso mucho mejor que Míchel porque posee muchos más recursos. En las tascas vallecanas los hombres, y alguna que otra mujer, opinan que Andrés es un diamante por pulir pero que, si la suerte o el destino le acompaña, llegará muy lejos, mucho más lejos de lo que el mismo Andrés está continuamente soñando. Mientras tanto, la vida sigue su curso normal y, domingo tras domingo, las lecciones magistrales de Andrés siguen sucediéndose sobre los terrenos arenosos, duros e infernales de la Liga Barrial de Vallecas. Tanta es la clase que atesora dentro de sí que, al final de la temporada, ha sido elegido como el Jugador Más Valioso del Campeonato y no sólo porque es capaz de crear jugadas increíbles como centrocampista sino que, además, defiende con una solidez sobrenatural y es capaz hasta de convertirse en el máximo goleador de su equipo además de dar asistencias a sus compañeros de los cuales nunca se olvida cuando está totalmente imbuido en el juego. Hasta se atreve a jugar de portero y lo hace de manera sobresaliente. Por eso la fama de Andrés Castillo Martín-Sanz ha llegado a oídas de los mejores equipos de la capital de Madrid. Entre ellos ese Real Madrid con el que el humilde pero valiente y valeroso "Pato" sueña día tras día y noche tras noche. Y así es. Así es como el gran Don Miguel Malbo, creador de la cantera de los "merengues" blancos, se ha enterado de la existencia de Andrés Castillo Martín-Sanz y está dispuesto a ofrecerle la oportunidad de pasar una prueba en el equipo de más prestigio de Madrid, de España e incluso del mundo. Cuando Patricio Castillo se lo da a conocer, Andrés cree que no es cierto, que no es verdad, que es solamente una falsa ilusión o incluso, conociendo el carácter socarrón de su tío, cree que es una broma que le está gastando, una de esas bromas que tanto menudean entre las gentes más necesitadas y que las toman como recursos para olvidarse de su realidad. Pero la realidad es que es cierto. A sus 17 años de edad, recién cumplidos, Andrés Castillo Martín-Sanz, el querido "Pato" de toda la barriada de San Diego, llega a la Ciudad Deportiva del Real Madrid acompañado por su inseparable tío Patricio y un reducido grupo de sus amigos y amigas con quienes mantiene mayor intimidad que con los demás. También se encuentra, entre quienes han acudido para animarle, su propia hermana, la pequeña Carmina, que adora a su hermano porque ya le considera como Hércules luchando contra la Gorgona. Durante el viaje en autobús, Andrés va callado, sielncioso, como si nada del mundo le llamara la atención y tan sereno que parece que se ha quedado vacío de sentimientos humanos. Sin embargo se siente más humano que nunca, pero su continua labor de capitán y líder del San Diego Club de Fútbol le hace permanecer sereno. ¿Será que la procesión va por dentro? Será pero no lo parece. Aquella mañana dominical fue sensacional. Don Miguel Malbo, acostumbrado a observar a miles y miles de jugadores en edades infantiles y juveniles no sale de su asombro. Ya en los vestuarios Andrés ha tenido un detalle muy importante porque mientras la mayoría de los chavales estaban pujando y peleando por vestir la camiseta con el número 10 en la espalda, él ha pedido que le dejen jugar con el número 8. Sabe lo que hace. Sabe que el número 10 es mucho más observado y seguido por los ojos escrutadores de los especialistas y eso es una sobrecarga que te puede llevar fácilmente al fracaso. Ha elegido jugar con el número 8 para sentirse mucho más liberado, mucho más lejos de las miradas escrutadores de los jueces que van a determinar si vale o no vale para llegar a ser algún día profesional. Y con el número 8 en su espalda culmina un partido tan espectacular que no sólo consigue llamar la atención de todos sino que Don Miguel Malbo habla con él para darle a conocer que se cuide bien porque va a formar parte de la plantilla del Juvenil "A" del Real Madrid. Es el principio de lo que puede llegar a ser. Así que, de vuelta a la barriada, todos los vecinos y vecinas de la familia Castillo han salido a recibirle como si se tratara del presidente Ronald Reagan ofreciendo solución para todos los males que rodean a los humildes obreros y sus proles. Por cada golpe que le dan en la espalda, Andrés sólo responde con una ligera sonrisa. Está todavía por ver si es capaz de de soportar la presión que, en la próxima temporada, va a tener que resistir para ser de los elegidos por la Providencia de Dios; de esos que pasan directamente de la categoría juvenil a la de los profesionales como un veloz meteoro; pero sabe que él va a poner toda su voluntad, toda su entrega, todo su esfuerzo y, sobre todo, toda su inteligencia natural para conseguirlo. Las mañanas y tardes triunfales jugando en el Juvenil A de su amado Real Madrid Club de Fútbol son una larga y continuada serie que ha llamado poderosamente la atención del míster holandés Leo Beenhaker, quien está pensando que aquel humilde chaval del Puente de Vallecas, puede muy bien ser el sucesor de gran Míchel. Así que, sin dar a conocer sus pensamientos, no deja de observar lo que es capaz de hacer Andrés, el "Pato" de San Diego, semana tras semana y, cuando tiene tiempo disponible acude a verle o, en caso de no poder estar presente, siempre envía a hombres de su entera confianza para que le narren lo que realiza aquel chaval de tan solo 17 años de edad en las canchas que, ahora, ya no son los terrosos, duros e infernales campos de la Liga Barrial de Vallecas, sino verdaderas alfombras de césped bien cortado donde Andrés ejecuta, con mayor destreza, sus habilidades porque hace fácil lo que para otros es difícil; porque ve jugadas que otros nunca descubren; porque no necesita hacer florituras circenses para ser eficaz, efectivo, invencible. Y no sólo se beneficia él sino que está beneficiendo a los compañeros que tienen la ocasión de jugar en su mismo equipo. Finaliza la temporada y el éxito no se le ha subido a la cabeza; por eso supera todos los retos, todas las dificultades, todos los obstáculos. Por eso ha llegado ya a comenzar la hora de la verdad. Y esta llega cuando Leo Beenhaker, de acuerdo con el presidente de la entidad blanca, el inefable Don Ramón Mendoza, ha decidido que ya está preparado para dar el salto al primer equipo de profesionales. Sólo le queda una última prueba. Un partido amistoso que se va a celebrar en el Estadio Santiago Bernabéu entre jugadores del Real Madrid y el duro y temible Würzburger Kickers de la Baviera alemana. Allí están las promesas madridistas y, entre ellas, el brillante Andrés Castillo Martín-Sanz que ya es toda una realidad. Es el momento en que ya sueña con los ojos bien despiertos: el chalet para su familia, el automóvil con el que poder viajar olvidando los apretones y las avalanchas de lo autobuses de la EMT de Madrid, las fans pidiéndole autógrafos como si fuese el mismísimo Alain Delon en persona aunque él sigue siendo el mismo chaval normal de siempre, comer en restaurantes de lujo que a la hora de pagar no se lo permitan porque le invitan sólo por ser quién es y la cantidad masiva de clientes que atrae con su sola presencia. Y de esta manera sale al añorado y siempre deseado césped del Estadio Santiago Bernabeu. Es la primera vez que juega ante un número tan enorme de aficionados que están esperando o bien para elevarle a los altares o bien para hundirle en los infiernos. Así son las cosas del fútbol y así es como él lo ha aceptado. De la gloria si triunfa al olvido si fracasa. Es el dilema que esa tarde veraniega de finales de juliova a determinar ese futuro con el que está soñando desde que era solamente un chiquillo coleccionando cromos del "La Quinta del Buitre". Todo va bien. Todo discurre tal como todos esperan. Andrés, el "Pato" de San Diego de Vallecas, está triunfando una vez más. Ni él mismo se entera de lo que está haciendo sobre el mullido césped del Estadio Bernabéu porque juega como si ya llevara 17 temporadas jugando en Primera División cuando la realidad es que sólo tiene 17 años de edad. Entre sus rivales se encuentra Fran Kenstein, un feísimo y monstruoso defensa tan feroz que los mismos seguidores del Würzburger Kickers le apodan "Mörder". Pero a Andrés no le importa saber si aquel tal Fran Kenstein es un asesino o no es un asesino. Sabe que es el momento ideal para lanzarse a la conquista de ese futuro siempre soñado y que ya empieza a ser una realidad. Andrés es soñador pero sabe que está en la Tierra y no como Toñito "El Fantástico", uno de sus colegas de la barriada, que solamente le da por querer ser, de mayor, el primer astroanuta que llegue a pisar Marte, o Júpiter, o Venus o tal vez Saturno. Andrés no. Andrés tiene sueños mucho más hermosos, mucho más atractivos, mucho más interesantes. Y sobre el verde y mullido césped del Santiago Bernabéu no sólo está deslumbrando a todos los espectadores sino que ya ha conseguido el gol de la victoria que está logrando el Real Madrid. Aquel 1-0 que campea en lo alto de la torreta del marcador ha sido producto de un túnel que "Pato" le ha hecho a "Mörder" y, siguiendo con el control de la pelota, ha lanzado un trallazo, con su pierna izquierda, que se ha colado por la escuadra derecha de la portería que defiende el guardameta del Würzburger Kickers. Y eso es lo que "Mörder" no está dispuesto a consentir que vuelva a sucederle a él, a todo un veterano de 35 años de edad que va a jugar la última temporada de su carrera futbolística. Aquella masa de músculos infames llamado Fran Kenstein está comenzando a perder los nervios. Una y otra vez Andrés Castillo Martín-Sanz escapa de su vigilancia o suelta el balón rápidamente para entregárselo a otro compañero del Real Madrid antes de que "Mörder" le meta la pierna. Eso es lo que le está molestando al gigante teutón, uno de esos bávaros impresionantes que, de puro feo que es, da miedo tan sólo mirarle. Para Fran Kenstein, Andrés sólo es un niñato nada más, un niñato osado y atrevido que le está poniendo en ridículo no solo delante de todos los espectadores sino incluso delante de sus propios compañeros y su entrenador. Y, sin embargo, no es esa la intención de Andrés como única lo ha sido jamás cuando juega al fútbol. Andrés respeta para ser respetado. Andrés entiende que el fútbol es cosa de hombres valientes pero, a su vez, de hombres con prudencia. Eso es lo que no sabe interpretar Fran Kenstein hasta que, harto ya de ser superado por la inteligente manera de jugar del "Pato" de San Diego, le hace una entrada verdaderamente criminal cuando ya Andrés ha soltado el balón dirigido hacia uno de sus compañeros. La entrada de "Mörder", que ha olvidado que se está celebrando un partido amistoso porque su orgullo es superior a su deportividad, es tan brutal y llena de irracionalidad que ha destrozado por completo la pierna izquierda de Andrés. Andrés está en el suelo completamente roto, convertido en una especie de muñeco destruido. La expulsión inmediata del veteranísimo "Mörder" no puede evitar que el llanto de aquel chaval de tan sólo 17 años de edad se convierta en lágrimas. No sólo lágrimas de dolor sino también lágrimas de impotencia porque se está dando cuenta de que se acabó su sueño más amado desde que tiene uso de razón. Los médicos que han recogido el cuerpo maltrecho del "Pato" de San Diego también se han dado cuenta de la extrema gravedad de aquella brutal y criminal entrada de Fran Kenstein, un verdadero "Mörder", un verdadero asesino que ha segado con su hoz todas las esperanzas que Andrés Castillo Martin-Sanz había ya alcanzado. Todos los años de lucha, de constancia, de tenacidad, de férrea voluntad por conseguir el sueño más querido de su alma todavía infantil se han derrumbado en un solo segundo de brutalidad; todo el edificio construido con tanto sudor y con tanta entrega se ha venido abajo por la entrada terrorífica de aquel feísimo y horrible gigantón de 35 años de edad que ahora está, tranquilamente, duchándose en el vestuario de los visitantes sin pensar tan siquiera en lo que ha destrozado con su maléfica acción. Los doctores que están interviniendo la pierna izquierda de Andrés saben que todo va a ser inútil; que sólo pueden hacer que vuelva a funcionar para caminar pero que Andrés ya caminará cojo de su pierna izquierda para todo el resto de su corta o larga vida. Y es tanta la desolación de la familia madridista que los altos cargos directivos, reunidos en sesión extraordinaria con el inefable presidente Don Ramón Mendoza, entienden que, en realidad, ellos son los principales culpables de la tragedia de Andrés Castillo Martín-Sanz y su familia. Si no se hubiese celebrado aquel innecesario partido para saber que aquel chaval era una verdadera estrella futbolística, a estas horas estará ya incluído en la plantilla de los jugadores de la Primera División de la Liga Española y estaría ya firmando su primer contrato como profesional. Hasta posiblemente los fotógrafos estarían tomando sus mejores poses futbolísticas para salir en los cromos que coleccionan, todos lo años, los niños de la barriada pobre, humilde y obrera de San Diego. A estas horas estaría ya celebrando sus primeras entrevistas para los mejores periódicos, emisoras de radio y canales de televisión de toda España y firmando autógrafos a millares de seguidores y seguidoras del club de sus amores. Y como se sienten verdaderamente culpables de la desgracia sufrida por aquel muchacho de sonrisa cálida, llena de bohemia y de una inteligencia tan difícil de encontrar por su natural ingenuidad en esas edades juveniles, han hablado con Andrés y le han ofrecido la oportunidad de entrar a trabajar en el Mercantil sin tener que pasar ninguna clase de prueba o examen de conocimientos bancarios. Los altos directivos son gentes de mucho dinero y de muchas relaciones con otras gentes de mucho dinero. Ahora Andrés trabaja en la Oficina Principal del Banco Mercantil de Madrid. Cojeando visiblemente de la p¡erna izquierda ya sabe que nunca jamás volverá a jugar al fútbol ni tan siquiera con sus inolvidables amigos de la barriada vallecana; pero a pesar del dolor -que es mucho más psicológico que físico aunque la pierna le duela intensamente con los continuos cambios del clima de la ciudad de Madrid- él sigue sonriendo. Por eso las compañeras más guapas de la entidad bancaria admiran y hasta adoran a este tal Andrés Castillo Martín-Sanz aunque no sepan por qué sonríe. Le admiran y la adoran por su enorme valor pero no saben que aquel tal Andrés Castillo Martín-Sanz sonríe porque sigue soñando. Ahora sabe que luchará con todas sus fuerzas para llegar a ser, algún día no muy lejano, un periodista que escriba bellas y extraordinarias crónicas de fútbol de su amado y querido Real Madrid. De momento, el "Pato" de San Diego, a pesar de que sólo tiene 17 años de edad, es ya toda una leyenda viva del humilde, pobre y obrero distrito madrileño del Puente de Vallecas. Y se sigue hablando, en todas las tascas populares, de su forma y manera de jugar, de aquella enorme inteligencia que sigue presente en el corazón de todos sus amigos y amigas que no dejan de pensar que es el futbolista más grande que existe en sus memorias. Aunque sólo sea una imaginación tan lejana de la realidad pero tan íntima del mundo de los sueños.
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