¡Habas, habitas, habas! (Diario)
Publicado en Aug 07, 2015
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Año de 1994 después de Jesucristo. Yo habitas, tú habitas, él y ella habitas, nosotros habitas, vosotros habitas y ellos y ellas habitas. Ruta de autobús entre la Terminal terrestre de Quito (en la Avenida Eloy Alfaro. Quito. Pichincha) y la Terminal terrestre de Ambato (en la Paraguay entre Colombia y Bolivia. Ambato. Tungurahua). Todos con habitas más o menos porque para eso hay que dar de comer a los indios nativos y a las indias nativas no vaya a ser que se levanten en plan de alzamiento general y se nos acabe esto de la Revista Ambato Internacional en la que ya estoy tan metido que no sólo soy el único escritor de ella sino que también ejerzo como Jefe de Redacción. 
 
Quito, Sangolquí, Machachi, Latacunga y Ambato. 130 kilómetros de distancia que hago de ida todos los lunes por la mañana y hago de vuelta todos los viernes por la tarde. Habitas por todas partes mientras el sopor se adueña de los viajeros y las viajeras. Algunos de los nativos y nativas suben con enormes sacos llenos de patatas y hasta con cestos repletos de gallinas. De vez en cuando, el chirriar de las ruedas del autobús, nos despierta a todos de las modorras hasta que el aire fresco que penetra por las ventanillas nos da un pequeño respiro ante tanto acoso de habas, habitas, habas que no dejan de vocear los vendedores y las vendedoras, nativos y nativas que me miran de arriba a abajo porque creen que soy un gringo (entiéndase norteamericano de los Estados Unidos) y no se dan cuenta de que no todo el monte es orégano y que verdes las han segado. Es cierto que puedo parecerme al Ernest Hemingway de "Por quién doblan las campanas" pero de eso a mascar chicle va un abismo. Yo no masco chicle. Quizás eso me salvó de ser linchado más de una vez. 
 
A veces he almorzado con mi familia en los restaurantes callejeros de Machachi y siento cierta nostalgia de aquel memorable año de 1994 después de Jesucristo en que triunfé definitivamente como periodista al servicio de Ambato y de toda Tungurahua entera. Pero no pasa nada. Triunfar sólo sorprende a los que son incapaces de ser verdaderos profesionales y eso no sucede conmigo. Quizás el judas y traidor de Jaime Vásconez Vásconez ya se haya dado cuenta de que siempre supe que era un expulsado del ejército ecuatoriano por cierta desaparición de dineros sin justificación alguna y que se gastaba, en fiestas y francachelas, todo lo que ganábamos con la publicidad de la revista cuyo número 2 que hizo que fuese declarada la mejor del año de todo Ecuador. Y como Jaime Vásconez Vásconez no era más que un tramposo dilapidador que se gastaba todos los beneficios de las ventas y publicidad de Ambato Internacional mientras hacía la pelota al alcalde Fernando Torres lo mejor que hice fue que, al llegar el año de 1995 después de Jesucristo, me negué a seguir trabajando para un estafador de tal calibre que había estado pagándome por mis servicios profesionales (y gran profesional demostré serlo) pero no me hizo ningún contrato laboral.
 
Vamos por partes siendo claros, concisos y verdaderos (que son las tres premisas principales que definen a un gran periodista como yo y no a un mangante como el tal Jaime Vásconez Vásconez). Fue su propio hermano Pablo Vásconez Vásconez quien, una tarde en que estábamos tomando los dos unos ponches en un restaurante de la misma ciudad de Ambato, me confesó que su hermano Jaime Vásconez Vásconez (propietario de la Revista Ambato Internacional cuyo número 2 había conseguido ser distinguida gracias a mi trabajo, y al trabajo del equipo de diseño y adminisitración pero no a lo que aparentaba el tal Jaime que era un verdadro gandul, como la mejor revista del año 1994-1995 de todo Ecuador) se había cáido de cabeza contra el suelo, siendo pequeño, cuando galopaba subido en un caballo y que desde entonces estaba medio tonto o tonto del todo. El tal Jaime (con más cara que un gachó metido a traficante de "dinero negro") sacaba todos los fondos bancarios de la Revista Ambato Internacional y se gastaba todo el dinero con sus francachelas con las altas clases sociales de la ciudad de Ambato que era lo que más le gustaba aparentar. Pablo Vásconez Vásconez era más bien normal y sencillo.
 
Y resulta, en el colmo de la desfachatez y truhanería, que el menda de Jaime Vásconez Vásconez iba pavoneándose por todo Quito diciendo que la Revista Ambato Internacional había triunfado gracias a que él la dirigía y escribía hasta que, miren usrtedes si Dios es Grande, mi concuñada Rosita (esposa de mi cuñado Franklin) se le enfrentó cara a cara en una fiesta de un hotel y, ante todos los allí presentes, le cantó las cuarenta en bastos y las veinte en copas, todas seguidas, cuando en voz alta afirmó que el triunfo de la Revista Ambato Internacioal número 2, cuyos textos habían sido escritos, en un 99 por ciento por un tal José Orero De Julián que resulta que soy yo, se debía a mi trabajo y no gracias a él que era sólo un timador, un tramposo, un ladrón y un haragán que sólo quería figurar en la élite de la alta sociedad ambateña y en la élite de la alta sociedad quiteña. Una vez sabida la verdad todos se enteraron que no sólo pagaba con cheques sin fondos a sus empleados -puesto que todos los fondos los sacaba para gastarselo en sus fiestas y francahelas- sino que se permitía el lujo de deber dinero a un Banco hasta que un día cambiaron de gerente y lo primero que hicieron fue ir a la oficina de la revista (en el último piso del edificio donde se encontraba el diario "La Hora" de Ambato o "El Heraldo" de Ambato que ahora no sé cuál de los dos era) para requisarnos todo lo que pillaron por medio mientras Jaime Váconez Vásconez se había fugado para no dar la cara.
 
Y en cuanto a esto de fugarse me parece que ya es hora de saber la verdad con lo de la guerra entre ecuatorianos y peruanos en la época de Alberto Fujimori. El tal Jaime Vásconez Vásconez, que había sido expulsado del ejército ecuatoriano por culpa de un dinero que desapareció (y ya saben ustedes lo que eso significa) no estuvo jamás luchando en esa guerra fronteriza (como nos dijo para huir con el dinero de la revista y seguir viviendo a pleno lujo) sino que se paseaba, tan campante, todas las mañanas y todas las tardes por la lujosa urbanización entre Cumbayá y Tumbaco donde tenía una lujosa residencia mientras los verdaderos militares (de lo cual él no tenía ni la mejor idea de lo que significa) sí que estaban luchando en la frontera por defender los derechos fronterizos de la República de Ecuador. O sea que le vieron todos los días gozar de la buena vida por la urbanización cercana a Cumbayá y Tumbaco. Para que se enteren bien enterados del todo que el único holgazán, vago, perezoso y vanidoso de toda la Revista Ambato Internacional era el chupóptero, truhán, estafador, timador y sinvergüenza Jaime Vascónez Vascónez y si es verdad que está medio tonto o tonto del todo por culpa de haberse caído, cuando era pequeño, de un caballo al galope (como me confesó su propio hermano Pablo Vásconez Vásconez que hizo mucha amistad conmigo porque era un hombre normal y sincero) lo que tenía que haber hecho, en lugar de fundar una revista, era haberse internado en un hospital psiquiátrico hasta que se le hubiese quitado toda la tontería que tenía en su coco porque hasta risa me daba cuando, en cierta ocasión, le vi en traje de baño queriendo deslumbrar la las Reinas de Ambato y de Puyo haciendo saltos de trampolín en una piscina pero que sólo producía lástima verle. Por cierto, mientras él se gastaba el dinero comiendo a toda pastilla con el alto número de amigotes y amigotas que había invitado cuando todos los costos eran parte de nuestro trabajo y salían de los fondos de la revista, no quiso pagar las comidas del fotógrafo y mías, que estábamos allí trabajando y no pasando una fiestorra como él sí lo estaba haciendo; pero lo que es yo no caí en la trampa y si pagó el fotógrafo la culpa la tiene él porque yo le informé que aquello era parte del trabajo y que no pagase ni un solo centavo cómo hice yo mientras Jaime Vásconez Vásconez se hacía el olvidadizo pero no dejaba de tomar y tomar con sus amigotes y amigotas que no pertenecían, para nada, a la Revista Ambato Internacional.
 
En cuanto a las comidas que me pagaba (porque eran parte del compromiso formal) en el Restaturante Casa Brasil de la ciudad de Ambato, no sólo eran de pésima calidad sino que todos los días era lo mismo. Hasta asco me daba ir a almorzar allí. Un día incluso me empezaban a reclamar que Jaime Vásconez Vásconez había dejado de pagar aquella especie de bazofia; por lo que les informé, por si no lo sabían, que yo era periodista y escritor y que estaba trabajando y, por lo tanto, fuesen a cobrarle la factura a aquel estafador de Jaime Vásconez Vásconez en la oficina de la revista. Cosa que así hicieron durante muchos días seguidos hasta que un día le pillaron y tuvo que pagar de los dineros que tanto sacaba a costa del sudor y la fatiga de quienes honrada y dignamente trabajábamos a tope en dicha Revista Ambato Internacional hasta elevarla a lo más alto del renking de las revistas de la República de Ecuador. A lo mejor ahora el estafador de Jaime Vásconez Vásconez ha dejado ya de robar. No me importa ni me interesa saberlo pero cuando un día me confesó delante de la puerta de mi vivienda en Quito que si su comportamiento era de un hombre legal o de un verdadero sinvergüenza y poco hombre sólo le constesté lo siguiente: pregúntaselo a Dios.  
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Foto del autor José Orero De Julián
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Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

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