Pues es mejor que no, señor Atienza (Diario)
Publicado en Aug 08, 2015
Así que, como ya es sabido por todos mis lectores y todas mis lectoras, resulta que desde el 1 de enero del año 1967 después de Jesucristo, estba yo trabajando en la entidad bancaria Central del Ahorro Popular, en su Oficina Principal de Madrid situada en la Plaza de Olavide y pasaó el tiempo y llegó el mes de marzo de dicho año. Desde el principio de aquella experiencia profesional yo me encontraba en el Departamento de Cartera en donde era jefe un tal Monjas y mis compañeros, o digamos que parecían mis compañero aunque había alguno que ni tan siquiera sabían lo que significaba dicha palabra (entre ellos el citado Monjas) eran Cerrillo (el viejo astuto y viejo zorro que llevaba la Cámara de Compensación conmigo), Pedro (compañero además del equipo de fútbol de la CAP), "El Novato" (que comenzaba su vida laboral y ya tenía una novia con la que esperaba casarse algún día) y "El Corbatas" (al cual le cantaban lo de "fichitas fichitas verdes pero qué bonitas son". Y en esto que el Director General hace un llamamiento a un trabajador por parte de cada Negociado para llevar a cabo una Asamblea informativa de cómo se encuentra la empresa y qué planes hay para el futuro.
Entonces fue cuando Monjas, creyendo que me despreciaba nombrándome a mí para que acudiera a dicha reunión, me hizo un gran favor ya que, a pesar de que lo hizo con la mala leche de querer minusvalorar mi rendimiento laboral, lo que consiguió fue que pasé un gran rato nolvidable sentado al lado de la Secretaria del Director General (una chavala guapísima y de esas de "aquí te espero") y a la cual le dediqué una de mis bohemias sonrisas. Ella me sonrió y aquellos valió mil veces más que el desprecio de Monjas que, por otra parte, se le veía más infeliz que un gato de escayola viendo películas de Mickey Mouse. El Director General, que también jugaba al fútbol con la CAP, comenzó haciendo referencia de que desde que llegué yo al equipo no sólo estábamos jugando muy bien en el Torneo Interbancario sino que, además, estábamos ya consiguiendo puntos (coas que antes los de la CAP ni tan siquiera soñaban). Después nos dio a conocer varios datos de lo bien que estaba yendo la Central de Ahorro Popular y que en aquellos primero meses de 1967 habíamos conseguido llegar a una primera meta de objetivos económicos y eso hizo que nos invitaba a todos los empleados y empleadas de Madrid para celebrar una cena de gala en el Hotel Continental que se encontraba cerca de la Estación de Atocha (cosa que fue cierta que se celebró y que fue cierto que acudí con un traje especial que saqué del armario de Emilín porque la chavala más guay y más sexy, interesante e inteligente de la empresa, se merecía ese sacrificio. Lo más llamativo es que, al final de aquella inolvidable reunión, que pasé de manera totalmente agradable y contemplativa, el Director General nos dio la última grat sorpresa: cada empelado recibiría dos entradas para ir a los toros en la Feria de San Isidro del mes de mayo de 1967, con la conidición de que una de dichas entradas era para cada uno de nosotros y la otra la teníamos que usar invitado a la empleada de la empresa que más nos gustase invitar. Sonrié y guardé silencio pensando en la chavala más guay y más sexy, interesante e inteligente de la empresa, y también en el problema que suponía elegirla a ella por lo que se ofenderían las demás chicas guapas y agradables (que las había en bastante cantidad) y, sobre todo, la envidía que despertaría entre tantos falsos y malos compañeros que ya me emepzaban a odiar sin haber todavía hecho nada con el elemento femenino. Me concentré en el 1 de marzo de aquel año en que me habían llamado del Banco Hispano Americano de Madrid para formar parte de la plantilla de sus trabajadores pero sólo como eventual y cumnpliendo la vacante de alguien que estaba en el Servicio Militar (que resultó luego que era Luis) pero que les contesté que de esa manera no, que yo sólo aceptaba cambiarme de la CAP al BHA si me ofrecían un puesto fijo. Estaba seguro de que mo iban a ofrecer pero guardé silencio. Así que, al final, una vez que demostré que era un gran trabajador en cuanto a entrega sin reserva alguna y gran conocedor de los temas bancarios, el señor Atienza, Jefe de Personal, me llamó a su despacho para decirme que, de parte del Director General, yo supiese que había pasado los tres meses de prueba con un excelente rendimiento (a pesar de todo lo malo que hablaba de mí el citado Monjas sin darse cuenta de que el Director General sabía toda la verdad y que yo cumplía con matrícula de honor cuanto trabajo me indicaban que llevara a cabo) y que por eso pasaba a ser fijo en la plantilla del CAP. Acepté sabieno que iba a ser por muy pocos días porque estaba seguro que me vovlerían a llamar los del Banco Hispano Americano de Madrid. El señor Atienza, arrepentido por haber hecho caso a tantos mentirosos por culpa de las envidias, quiso ser agradable y amistoso conmigo. En primer lugar me hizo saber que cómo el segundo apellido de mi padre también era Atienza podría ser que él a lo mejor era un pariente lejano mío. Le dije que sí que podría ser pero que aquello para mí sólo era una simple anécdota nada más y que no fuese diciéndoselo a nadie para que nadie pensara que yo había aprobado mi ingreso en la CAP gracias a esa coincidencia cuando la verdad es que el señor Atienza y yo sólo nos conocimos una vez que ya había ya aprobado el examen con un muy alta calificación. Y entonces, ya los dos relajados del todo, vino lo de las entradas a las corridas de toros de la Feria de San Isidro que, como sabemos todos los que entendemos de Tauromaquia, se celebran en el mes de abril. Me dijo que fuera pensando en la empleada del CAP que más me gustase para invitarla a hacer pareja conmigo en la corrida que me correspondiese. Solamente volví a sonreír de manera bohemia antes de decirle lo de "pues es mejor que no, señor Atienza". ¿Cuál era el motivo para rechazase aquella oportunidad de poder ligar con la chica que más me gustaba de toda la CAP sabiendo que había muchas guapas deseadas por los más ansiosos de la empresa, tanto solteros como casados o viudos? La razón, señor Atienza, es que si hubiese invitado a los toros a la más guay, más sexy, más interesante y más inteligentes de toda la Central de Ahorro Popular, que era en la que yo estaba pensando, pues se podría armar un cisco con las demás chavalas guapas y me pedirían explciaciones que yo no sabría como contestarlas sin que me llamasen "despreciable machista" (sin yo serlo por supuesto) y que, todavía mucho peor, los demás empleados (solteros, casados o viudos porque entonces no se llevaba mucho lo de divorciados y mucho menos entre empleados del sector bancario) me iban a seguir odiando incluso mucho más (salvo algunas pocas excepciones) por el hecho d epoder ligar con ella que estaba todavía soltera y sin compromiso. Pues es mejor que no, señor Atienza. Y el señor Atienza lo comprendió y me comprendió. Además, efectivamente y tal como yo estaba pensando, desde el Banco Hispano Americano me llamaron para entrar a trabajar como empleado fijo en su Oficina Principal de Madrid, en la Plaza de Canalejas, desde el 1 de abril de ese año de 1967 después de Jesucristo. O sea que, cuando se celebrasen las corridas de toros de la Feria de San Isidro yo ya no sería empleado de la CAP y me sería imposible formar pareja con ninguna de las guapas chavalas de aquella empresa bancaria (Central de Ahorro Popular). Una vez conocido por todos los envidiosos de que yo me iba de la CAP (por lo cual recibi una especial despedida de parte de un botones que me hizo saber que hacía muy bien con salir de aquella especie de pocilga que era el Departamento de Cartera y que me felicitaba por la decisión tomada y también por parte de la anciana empleada de la limpieza que sentía un especial cariño por mí y ya ven que eran los más sencillos y humildes pues se trataba de un botones y de una empleada de la limpieza) todos cerraron sus bocazas (en realidad y perdonen que lo escriba sin censura alguna pero no lo digo yo sino que es una frase muy popular en España aunque yo soy incapaz de decirlo en público lo que hicieron fue "callarse como putas" y perdonen por mi sinceridad pero no podía aguantarme los deseos de llamar pan al pan y vino al vino) y yo pude pasar mis últimos días en la CAP completamente tranquilo y en silencio. Y fue con el mismo silencio con el que había llegado a dicha empresa bancaria el 1 de enero de 1967 como salí de la misma el día 31 de marzo del mismo año de 1967. Para decir la verdad me fui sin ninguna clase de sensación. No sentí ni tristeza ni alegría. Lo único que había dentro de mi corazón era la saludable sensación de que había demostrado, a pesar de todos los envidiosos que tanto abundan, lamentablemente, en las oficinas de los trabajos administrativos, que era un gran trabajador y que cumplía perfectamente con cualquier tarea que me encomendaban. La única nostalgia que dejé allí, en el ambiente de la CAP (y quizás muchas de ellas sigan recordándome tal vez), fue despedirme de aquel buen grupo de chavalas guapas que llegué a conocer. Pero no volví la cabeza hacia atrás para no terminar convertido en estatua de sal (como le sucedió a la mujer de Lot) pero habiendo aprendido algo muy cristiano y, a la vez, muy real: "No eches perlas a los cerdos porque no sabrán apreciarlas". Como demostración de que digo la verdad, nada más que la verdad y solamente la verdad, tomen nota de lo siguiente: Plaza de Toros de Madrid. Feria de San Isidro 1967. Días 13 al 28 de mayo. Ganaderías: Conde de la Corte, Clemente Tassara, Pablo Romero, Pérez-Angoso, Atanasio Fernández, Juan Pedro Domecq, Baltasar Ibán, Francisco Galache, Fermín Bohórquez, Pérez Sanchón, Marqués de Domecq, Miguel Higuero, Benítez Cubero, Miura, etc. Espadas: Litri, Antoñete, Diego Puerta, Andrés Hernando, Efraín Girón, Manuel Amador, Rafael Ortega, Curro Girón, El Pireo, Julio Aparicio, Paco Camino, El Cordobés, José Fuentes, Joaquín Bernadó, Andrés Vázquez, y confirmaciones de alternativa de Francisco Rivera Paquirri, Pedrín Benjumea, Agapito Sánchez Bejarano. Por si alguno de todos aquellos envidiosos y mentirosos que no saben que "el compañerismo se busca, la amistad se encuentra y el amor nos sorprende... pero ninguna de estas tres cosas se deben mendigar" quieren recordarme o sienten interés en saberlo... pues resulta que sí, que efectivamente, que aquel chaval de tan sólo 18 años de edad que entró a trabajar el 1 de enero de 1967 después de Jesucristo en la OP de la CAP de Madrid (Plaza de Olavide) soy yo. Y que no odio a nadie por todo lo que mintieron acerca de mí porque sigo siendo tan feliz (o mucho más feliz) que en aquel entonces.
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