Orgenes de la Ciencia Ficcin (Ensayo): Gilgamsh.
Publicado en Aug 19, 2015
Marcos Aguinis es un escritor argentino del cual he leído un libro sobre la Revolución Cubana donde dice tan grandes verdades sobre la realidad de la misma que estuvo prohibido ser publicado. Pues bien, es Marcos Aguinis de quien transcribo lo siguiente (publicado en el diario argentino "La Razón"): Mil años antes de que empezaran a escribirse la Biblia y la Ilíada fue redactado el más antiguo poema épico de la humanidad, que rezuma una impresionante sabiduría. Permaneció sepultado durante milenios en el norte de Irak, cerca de Mosul, donde había existido la borrada ciudad de Nínive, capital de Asiria. Acaba de aparecer una nueva versión en inglés de ese largo poema, que aprovecha y supera todas las anteriores, con reflexiones de agudeza conmovedora. El trabajo lleva la firma del poeta, traductor e investigador Stepen Mitchell, que ha recibido la bendición del severo crítico Harold Blum: "Por cierto, es lo mejor que he visto".
Se trata del fabuloso Gilgamesh, padre de todos los héroes, anterior a Hammurabi y su trascendental código. Se calcula que vivió hace 4750 años y que su vida se transmitió de boca en boca hasta que unos sacerdotes la escribieron en tabletas de arcilla centurias después. Como toda gran obra literaria, navega triunfal por los tiempos y nos cuenta asuntos que conciernen a nuestra realidad contemporánea. Se refiere al poder y el miedo, el abuso y la clemencia, la amistad y el amor, el deseo de inmortalidad y la conciencia de la muerte, el dolor de la violencia y los beneficios de la concordia. Gilgamesh es héroe y antihéroe, semidivino y humano; a lo largo de sus vicisitudes, conoce el vértigo de la arrogancia y la nobleza de la resignación. Un viajero inglés de nombre Austen Henry Layard, cruzaba los ríos Eufrates y Tigris rumbo a Ceilán cuando escuchó que bajo ciertas colinas yacían escombros de palacios antiguos. Decidió investigar y en 1844 inició las excavaciones que devolvieron a la luz porciones de la olvidada Nínive. Con creciente perplejidad abrió fastuosos corredores y salas de los palacios cuyas paredes brillaban con los colores de leones alados, demonios y deidades azules, combates multitudinarios, cacerías y doradas ceremonias reales. Su asombro no tuvo límites al descubrir bibliotecas atiborradas de plaquetas de arcilla con una escritura desconocida, porque las letras eran cuñas excavadas en diferentes direcciones. Reunió más de 25.000 tabletas y las mandó al Museo Británico. Doce años más tarde logró descifrarse la escritura cuneiforme y se supo que los textos pertenecían al idioma acadio, antiguo pariente del hebreo y el árabe. Hacia fines del siglo, un joven y fanático curador llamado George Smith leyó en una de las tabletas el relato de un diluvio que confirmaba la versión bíblica de Noé. Escribió: "Mi ojo captó que el barco quedó fijado en la montaña de Nizir y que se mandó una paloma para saber si ya tenía donde posarse; ¡descubrí la versión caldea del Diluvio!". Para la sociedad victoriana, era una noticia sensacional que demostraba la verdad histórica de la Biblia. Smith gritó que era el primer hombre en leer semejante texto después de más de dos mil años de olvido; saltaba y corría en torno a la mesa donde había ordenado las maravillosas tabletas y en su excitación empezó a quitarse la ropa. Dice Mitchell que no se sabe si sólo se quitó la capa y el chaleco o si se desnudó por completo, como Enkidu, el amigo fraternal de Gilgamesh, frente a los azorados académicos arropados en sus elegantes trajes negros. Rainer María Rilke quedó atónito al leer algunos versos del poema. "Es estupendo; es una de las mejores experiencias que pueden ocurrirle a una persona". Las leyendas sobre el antiquísimo Gilgamesh empezaron a circular después de su muerte. Pero los primeros textos escritos se remontan al año 2100 antes de Jesucristo, en poemas referidos a temas diferentes. Después se reunieron varios relatos y recién en 1700 antes de Jesucristo, es decir, mil años posteriores a la desaparición del héroe, un sacerdote llamado Sin-leki-unini, concentró los materiales existentes y redactó en idioma acadio la versión que ha servido a todas las traducciones posteriores. Ese autor merece ser reconocido como el más culto, sabio e inteligente que engendró la neblinosa alborada de la humanidad. Se afirma que es la primera novela, con suficiente extensión y acertadas revelaciones sobre la complejidad humana. Crece del estado de ignorancia al de la experiencia, con descripciones trepidantes de efecto. Gilgamesh es el rey de la fortificada y maravillosa ciudad de Uruk -con cuya brillante descripción empieza y termina el poema-, pero es un tirano que maltrata al pueblo con su fuerza descomunal, dos tercios divina y un tercio humana. El poema nos estimula desde el comienzo: "Veamos dentro de la caja de cobre/ que está marcada con su nombre./ Destraba su cerradura y ábrela, levanta la tapa./Toma las tabletas en lapizlázuli./ Lee cómo Gilgamesh sufrió todo y logró todo". Los dioses decidieron crearle un semejante que confeccionaron con el polvo de la tierra, llamado Enkidu. Vive como los animales entre los animales y es también poseedor de una fuerza imbatible. Gilgamesh se entera de su existencia, pero en lugar de salir a combatirlo, ordena a la sacerdotisa Shamhat que lo domestique mediante sus artes eróticas. Ese capítulo es fascinante, porque convierte el sexo en un instrumento privilegiado de la civilización. Shamhat no es una vulgar prostituta, sino una servidora de Ishtar, cuyo templo ocupa una colina de Uruk. Durante siete días de incesante erección consigue transformar al desnudo y salvaje Enkidu en alguien que se corta el cabello, aprende a comer como los humanos, entiende las palabras y embellece su piel con aceites aromáticos. "Ven, dice Shamhat a Enkudi, vamos a Uruk,/ te llevaré donde Gilgamesh el poderoso rey./ Verás su ciudad grande y sus masivos muros,/ verás a ese hombre vestido en su esplendor/ con fino lino y enrulada lana,/ brillantes colores, capa con franjas y anchos cinturones./ Cada día es un festival en Uruk/ con gente cantando y bailando en las calles,/ los músicos tocan liras y tambores/ y hermosas sacerdotisas esperan frente al templo de Ishtar/enrojecidas de alegre sexo y listas/ para otorgar placer a los hombres en honor a la diosa;/ hasta los viejos salen de sus lechos". Pero Gilgamesh tiene la autoridad concedida por los dioses -o impuesta por su arbitrariedad- de desvirgar a las recién casadas en la noche de bodas. Llega Enkidu, que asombra por sus largas piernas y voluminosos brazos y, sin explicar la razón, por indignación o envidia, se traba con Gilgamesh en una lucha inesperada y feroz. Hacen temblar los muros y esconderse de miedo a los habitantes de Uruk. Su lucha, sin embargo, no es a muerte, es fraternal o erótica, porque después se serenan y el propósito de los dioses se ha cumplido: la compañía de Enkudi, su igual, ha transformado a Gilgamesh en un rey que ahora puede controlar su violencia. La larga amistad de ambos crece y se regodea en cacerías, natación, bromas y visitas al templo de Ishtar. Surge en el poderoso Gilgamesh la ambición de inmortalizarse mediante el asesinato del monstruo que protege el Bosque de los Cedros. Ahí, el poema despliega un virtuoso muestrario de sentimientos contradictorios que llegan frescos a nuestro presente, inclusive en los dramáticos instantes previos al degüello. Se refiere al prejuicio, la incomprensión, el ecosistema, las ganas de vencer, la tontería de matar, la misericordia. Después también muere Enkudi, tragedia que derrumba de dolor a Gilgamesh. El poderoso rey marcha en busca de sabiduría para consolarse. Aunque sabe que tiene partes divinas, también sabe que va a morir. Una mujer le dice: "Los seres humanos nacen, viven y después mueren/ éste es el orden que han creado los dioses./ Pero hasta que el fin llegue, goza de tu vida,/ gástala en felicidad, no en desesperación./ Saborea tu comida, transforma cada uno de tu días/ en placer, báñate y úngete tú mismo,/ vístete con ropas brillantes,/ que la música y la danza vivan en tu hogar, /ama a tu hijos que tienes de la mano,/ y dale placer a la mujer que abrazas. / Este es el mejor camino de vida para un hombre". El poema se cierra, como dijimos, de forma circular. Vuelve a describir a Uruk, pero es Gilgamesh quien habla ahora, al regreso de sus desgarrantes experiencias: "Esta es la muralla de Uruk, y ninguna ciudad en la tierra tiene otra igual. Mira sus fortificaciones que resplandecen como cobre a la luz del sol. Sube las escalinatas de piedra, que son más antiguas de lo que se puede imaginar. Acércate al templo Eanna dedicado a Ishtar, un templo que ningún rey ha igualado en tamaño y belleza. Observa las magistrales construcciones, las palmeras, los jardines, los huertos, los gloriosos palacios y las plazas públicas". La borrosa firma es, ya lo dijimos, de un autor que merece profunda reverencia: Sin-leki-unini. Esto es lo que Aguinis nos presenta como la novela de ciencia ficción más antigua del mundo. Yo también he leído ampliamente la leyenda de Gilgamesh y también soy de los que opinan que no sólo es la novela más antigua conocida en el mundo sino que, además de novela, contiene muchísimas escenas y acciones de ciencia ficción. "La leyenda de Gilgamesh", con todo lo que contiene de ciencia ficción para su época, es una de las clases más magistrales que llevé a cabo en el Colegio "El Sauce" cuando yo era maestro de dicho colegio en la ciudad de Tumbaco (muy cerca de Quito) y ahora echo mano de mi inseparable Wikipedia para presentar su argumento: Gilgamesh, es un personaje legendario de la mitología sumeria. Según la Lista Real Sumria, Gilgamesh, hijo de la diosa Ninsun y de un sacerdote llamado Lillah, fue gobernante del distrito de Kulab y quinto rey de la ciudad Uruk (Erech en los textos bíblicos; actual Warqa, en Irak) hacia el año 2650 antes de Jesucristo. Sucedió al rey Lugalbanda, reinó durante 126 años y dejó el trono a su hijo Ur-Nungal, que gobernó durante 30 años. Los primeros estudiosos de la lengua sumeria leyeron su nombre, erróneamente, como Izdubar. Ha alcanzado la fama sobre todo como protagonista del "Poema de Gilgamesh", también llamado "Epopeya de Gilgamesh" por su género literario. En esta obra, el primer poema épico que se conserva, se cuentan sus aventuras junto a su amigo Enkidu y su búsqueda de la inmortalidad tras la muerte de este. Es la obra literaria más antigua de la especie humana encontrada hasta el momento. La leyenda sobre este rey cuenta que los ciudadanos de Uruk, viéndose oprimidos, pidieron ayuda a los dioses, quienes enviaron a un personaje llamado Enkidu para que luchara contra Gilgamesh y le venciera. Pero la lucha se torna muy pareja, sin un vencedor claro. Finalmente, Enkidu reconoce a Gilgamesh como rey y los dos luchadores se hacen amigos. Juntos deciden hacer un largo viaje en busca de aventuras, en el que se enfrentan a animales fantásticos y peligrosos (propio de ciencia ficción sin duda alguna). En su ausencia, la diosa Inanna (conocida por los babilonios como Ishtar y más tarde como Astarté) cuida y protege la ciudad. Inanna declara su amor al héroe Gilgamesh, pero este la rechaza, provocando la ira de la diosa, quien en venganza envía al Toro de las tempestades para destruir a los dos personajes y a la ciudad entera. Gilgamesh y Enkidu matan al Toro, pero los dioses se enfurecen por este hecho y castigan a Enkidu con la muerte. Muy apenado por la muerte de su amigo, Gilgamesh recurre a un sabio llamado Utnapishtim (Ziusudra en sumerio, que puede significar 'el de los Días Remotos'), el único humano, junto con su esposa, al que los dioses salvaron del Diluvio Universal y concedieron la inmortalidad. Gilgamesh recurre a él para que le otorgue la vida eterna, pero Utnapishtim le dice que solo en una ocasión se concedió ese don a un humano, y que no volverá a repetirse, lo mismo que el Diluvio. Finalmente, la esposa de Utnapishtim le pide a su esposo que, como consuelo a su viaje, le diga a Gilgamesh dónde localizar la planta que devuelve la juventud (mas no la vida o juventud eterna). El sabio cede y le revela que la planta está en lo más profundo del mar. Gilgamesh se decide a ir en su busca y efectivamente la encuentra, pero de regreso a Uruk toma un baño, y al dejar la planta a un lado, una serpiente se la roba (basándose en que las serpientes cambian de piel, y que por ello vuelven a la juventud). El héroe llega a la ciudad de Uruk, donde finalmente muere. Hasta principios del siglo XXI, eso era lo que se conocía como final de la epopeya, pero en 2001, unas 300 tablillas procedentes de Irak fueron entregadas por investigadores iraquíes al asiriólogo Giovanni Pettinato para que fueran traducidas. Entre otras cosas, algunas de ellas contaban un final distinto de la epopeya. Según esas tablillas, Gilgamesh, derrotado moralmente por el fracaso de su búsqueda de la inmortalidad, regresa a su ciudad y allí se suicida junto a 80 miembros de su corte. La figura de Gilgamesh conserva su vigencia porque el anhelo que le mueve es universal (escapar de la muerte), y por tanto es universal la lección que recibe: que la inmortalidad es un don exclusivo de los dioses y es locura aspirar a ella. El lector de cualquier época se siente también conmovido por el canto a la amistad que contiene la obra, que probablemente influyó en la Ilíada de Homero, donde el lazo entre Aquiles y Patroclo entre es igualmente memorable. Léon Thoorens fue un escritor y periodista belga nacido en Lieja, en 1921, y muerto prematuramente en Bruselas, en 1975. Vamos con Léon Thoorens: De origen sumerio, Gilgamesh es un tipo universal. Los diversos relatos de que procede la epopeya fueron adoptados por todos los pueblos del Oriente Medio. Como la lengua de Sumeria siguió siendo idioma litúrgico mucho tiempo después de haber desaparecido el poderío y el pueblo sumerios, puede suponerse que los cuentistas y los copistas traductores se inspiraron en textos sumerios. Pero estos textos terminaron también por ser olvidados, por ir a reunirse en los tells con los sueños y las ideas que más o menos claramente escribieron los asirios, los elamitas y todos los demás pueblos que tuvieron su momento de poderío y de grandeza antes de que llegaran los griegos, los romanos, después las arenas del desierto, los árabes, los jinetes mongoles, los turcos... Gilgamés y Enkidu, tipos literarios, ficciones difundidas y apreciadas por todo el Oriente Medio, influyeron indudablemente en otras creaciones. Creo preferible dejar para los especialistas la tarea de determinar hasta qué punto el Sansón de la Biblia, coloso domesticado y esquilado por la bella Dalila, y el Hércules de la mitología griega son imitaciones de Gilgamés o de otros personajes semejantes que expresan el mismo sueño de poderío conquistador. Lo más importante es precisamente este sueño, que va reclamando a lo largo de los siglos ficciones análogas y personajes cuyo parentesco le permita proyectarse en ellos. Algunos estudiosos han pretendido ver a Gilgamés en Jacob, en Josué e incluso en Abraham y Moisés, y a Enkidu en Isaac, Esaú y José. Otros han relacionado los viajes de Gilgamés con los de Ulises en la "Odisea", y alguno ha comparado a este héroe con Prometeo. Por último, se ha fundamentado -y esta vez muy sólidamente- la influencia de Gilgamés sobre Alejandro Magno, que de personaje histórico no tardó en transformarse en héroe legendario. Las aventuras del joven rey de Macedonia (356 - 323 antes de Jesucristo), que no pudo crear el imperio universal con que soñaba pero al menos difundió la cultura griega por todo el mundo antiguo, hirieron vivamente las imaginaciones. Relatos históricos cada vez más novelados ensalzaron sus empresas y las leyendas populares las amplificaron con mayor audacia todavía. Los escritores griegos, sirios y judíos que aprovecharon estas leyendas conocían la epopeya de Gilgamés y no dejaron de cotejar ambos personajes, atribuyendo al uno las hazañas del otro. Todo esto fue recopilado, con importantes retoques y plagios directos de la epopeya en la historia de Alejandro Magno atribuida durante muchop tiempo a un escritor griego de Egipto y sobrino de Aristóteles, llamado Calístenes de Olinto (360 - 327 antes de Jesucristo). En la actualidad está comprobado que esta obra, desprovista de valor literario, fue en realidad redactada en Bizancio en el siglo III después de Jesucristo, siendo la traducción latina la que hizo Julius Valerius en el siglo IV la que le dio su prodigiosa difusión. Durante diez siglos, esta obra había de ser leída, retocada, depurada en el sentido del ideal caballeresco y desarrollada con la mayor fantasía en toda Europa, Asia Menor y Persia. En las escuelas medievales fue utilizada como manual de Historia, en el que se buscó y se encontró una enseñanza geográfica y científica. Pero lo que principalmente se halló en la obra fue un héroe típico, encarnación de un determinado concepto del hombre aventurero y apasionado, violento y generoso, decidido a marcar su huella en el mundo, incapaz de admitir que las cosas sigan un curso distinto del que su voluntad les señala, y con un orgullo y un ansia de poder que se estrellan contra la fatalidad de la muerte. El espíritu de Gilgamés renace de este modo o se crea de nuevo -como queramos- a través de un personaje que no tiene ya del joven rey de Macedonia más que el nombre. En Francia, Provenza, España y Alemania aparecen poemas de Alejandro a partir del siglo XI. El episodio que goza de más favor es el de la búsqueda de la planta o el agua "que dan la vida". El héroe emprende esta aventura con la misma audacia jubilosa con que desafiaba monstruos o conquistaba imperios. A pesar de los peligros, las amenzas y las maldiciones, llega hasta el fin en sus propósitos. No le queda más que un último obstáculo infranqueable, que a veces son las murallas mismas del paraíso terrenal y a veces el espectáculo del inevitable término de la vida, cuyo polvo y cuya ceniza le son comentados con las palabras tomadas del "Eclesiastés": ¡Vanidad de vanidades, y todo es vanidad!. Y ocurre que el héroe renuncia a la rebelión violenta, sofoca su anhelo de poder y pone humildemente, pero con lucidez, su esperanza en Dios. Tal es el desenlace del "Poema de Alejandro" del alemán Lamprecht (siglo XII) que inspiró al "Fausto" de Goethe. Pero ni aun entonces el héroe se sienta, ni llora, ni se miente a sí mismo. Y todo eso gracias a la existencia de la leyenda de Gilgamés. Cambiamos de fuente. Según el investigador griego Ioannis Kordatos, hay un gran número de versos paralelos, así como episodios y temas que indican una influencia importante del "Poema de Gilgamesh" en la "Odisea" de Homero. También se ha argumentado que existe cierta influencia de este poema en algunos de los capítulos de la Biblia (buena parte de la cual, no ha de olvidarse, se redacta en época del cautiverio de los judíos en Babilonia, en torno al siglo VI antes de Jesucristo). Es todo lo que aprendieron y descubrieron en aquel tiempo (la Torre de Babel, la meretriz de Babilonia y tantas referencias relacionadas). Supuestamente son los elementos más claramente tomados por la tradición hebrea del poema babilónico de Gilgamesh. Uno es el mito del Gran Diluvio al que escapó un elegido por los dioses. Este relato, para algunos, es antecedente de la historia del Arca de Noé que aparece en la Bilbia. El otro tema, es el hecho de que una planta que hubiera podido otorgar la juventud (se discute si la vida eterna o sólo la juventud) le es "robada" a la humanidad, mitad por la inconsciencia del hombre, mitad por la intervención de una serpiente, lo que guarda un paralelismo, con el episodio de Adán, Eva y la serpiente del Génesis. Dado que el mito de Gilgamesh data de hacia el año 1300 antes de Jesucristo (probablemente mayor, pues ésta es la fecha de la compilación acadia) puede pensarse que los relatos de la Biblia son inspirados en este mito y no lo contrario. Este punto fue debatido a comienzos del siglo XX como parte de la polémica que se inició entre los partidarios de Gilgamesh y los partidarios de la Biblia. Una vez demostrado que la Leyenda de Gilgamesh es la novela (aunque escrita en tablillas de arcilla en Sumeria) más antigua del mundo en cuanto al género de la ciencia ficción (o por lo menos lo que en parte puede ser ciencia ficción) vamos a terminar de explicar ciertas especificaciones sobre la misma. La Epopeya de Gilgamesh o el Poema de Gilgamesh (que de las dos formas se lo conoce) es una narración sumeria en verso sobre las peripecias del rey Gilgamesh, que constituye la obra épica más antigua conocida. Al comienzo del poema, Gilgamesh es un rey tiránico, cuyos súbditos se quejan a los dioses, cansados de su lujuria desenfrenada, que le lleva a forzar a su gusto a las mujeres de su ciudad, Uruk. Los dioses atienden esta queja creando a Enkidu, un hombre salvaje destinado a enfrentarse a Gilgamesh. Pero cuando ambos traban combate, en vez de darse muerte se hacen amigos para siempre y emprenden juntos peligrosas aventuras. Juntos dan muerte al gigante Humbaba y al Toro del Cielo y Gilgamesh rechaza el amor de la diosa Innana. Como castigo a estos actos de impiedad, los dioses hacen que Enkidu muera en plena juventud. Impresionado por la desaparición de su amigo, Gilgamesh emprende la búsqueda de la inmortalidad, la cual le lleva hasta los confines del mundo, donde viven el sabio Utnapishtim y su mujer, únicos supervivientes del Diluvio, a los que los dioses concedieron el don que Gilgamesh pretende ahora. Sin embargo, el héroe no alcanza lo que pretende. En el camino de vuelta, encuentra, siguiendo instrucciones de Utnapishtim, una planta que devuelve la juventud a quien la toma; pero una serpiente se la roba y Gilgamesh vuelve a Uruk con las manos vacías, convencido de que la inmortalidad es patrimonio exclusivo de los dioses. El núcleo sentimental del poema se encuentra en el duelo de Gilgamesh tras la muerte de su amigo. Los críticos consideran que es la primera obra literaria que hace énfasis en la mortalidad humana frente a la inmortalidad de los dioses. El poema incluye una versión del mito mesopotámico del Diluvio. Originalmente, la obra se conocía con el título "Aquel que vio las profundidades" ("Sha naqba imuru") o "Por encima de todos los otros reyes" (Shutur eli sharrí"), versos tomados del arranque de la obra que aluden a la naturaleza excepcional de Gilgamesh. El poema se escribió en tablillas de arcilla utilizando la escritura cuneiforme hacia los años 2.500-2.000 antes de Jesucristo. Además de esta versión en lengua sumeria, que presenta muchas lagunas debidas a su deficiente conservación, se conservan versiones posteriores, también fragmentarias, en lengua acadia e hitita. Las ediciones y traducciones modernas de la obra incorporan este material para complementar los huecos de la versión sumeria. La versión más completa que se conserva aparece en un conjunto de doce tabletas de arcilla pertenecientes a la biblioteca del siglo VII antes de Jesucristo del rey asirio Asurbanipal. Las once primeras tabletas narran la "Epopeya de Gilgamesh", y la duodécima contiene un poema independiente sobre la bajada de Gilgamesh a los Infiernos. El texto no separa los versos, pero por el ritmo se calcula que puede tener unas 3.500. Los estudiosos consideran que se originó en una serie de leyendas sobre el legendario héroe-rey Gilgamesh, que probablemente vivió y reinó a finales del Segundo Período Dinástico Inicial (siglo XXVII antes de Jesucristo aproxiamdamente). Algunas de estas leyendas fueron narradas en verso, y los poemas resultantes se ensamblaron más tarde, dando lugar a un poema más extenso. El rey Asurbanipal de Nïnive hizo transcribir la epopeya, dentro de su empeño por copias de todos los documentos escritos del mundo por él conocido. Hacia el año 612 antes de Jesucristo, Nínive fue destruida por invasores y no fue hasta 1845 que el explorador británico Austen Henry Layard localizó sus restos, cerca de Mosul, en Irak. Del contenido de su biblioteca, actualmente se conserva una pequeña fracción, compuesta por 25.000 tablillas, depositadas en el Museo Británico. George Smith comenzó a traducirlas a partir de 1872. Más recientemente, en 1984 se tradujo el poema con la participación del escritor John Gardner. Y esta es la sorprendente historia de la primera novela de ciencia-ficción (o de ciencia ficción entendida a la manera antigua) que se escribió en el mundo.
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