Solamente una vez (Diario)
Publicado en Aug 27, 2015
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De los muchísimos y muchísimos años que llevo jugando al fútbol solamente una vez, y nada más que solamente una vez, he tenido que dejar de jugar por causa de alguna lesión. Todos los futbolistas que jugamos muchísimos partidos recibimos golpes alguna que otra vez. Son gajes del oficio. Pero yo nunca tuve que dejar de jugar ni uno solo de los partidos excepto en una ocasión y quizás para que se cumpliera eso de "la excepción confirma la regla".
 
Recuerdo que fue durante aquella gloriosa e irrepetible gesta de los dos años seguidos ganando todos los partidos celebrados en la Casa de Campo de Madrid. Estaba finalizando el encuentro y ya lo teníamos completamente ganado por la enorme diferencia de goles que llevábamos a nuestro favor. Fue en el centro del campo de juego. Un balón dividido y por alto. Como yo me encontraba en mi puesto natural de centrocampista salté a por el balón (siempre se me ha dado perfectamente bien eso de ganar los balones por alto a mis rivales) pero, al mismo tiempo que yo, saltó un jugador del equipo contrario de cuyo nombre no me acuerdo pero que lo conozco por "Anorak" (ya que jugaba con una de estas prendas pero de plástico rojo). La mala suerte hizo que yo diese al balón con mi cabeza y él, yo creo que sin ninguna mala intención, me empujó cuando yo tenía los dos pies en el aire. Todo mi peso cayó sobre el pie izquierdo y escuché el chasquido. Me habían roto algo cercano al tobillo y supe, de inmediato, que ya no podía seguir jugando.
 
Bonifacio entendió que había sido adrede (por ver si de aquella manera nos ganaban o quizás nos podrían empatar algún partido) y cogió del cuello a "Anorak" con la mala intención de estrangularlo allí mismo. Desde el suelo le ordené a mi hermano que le soltara porque no estaba demostrado que lo hubiese hecho a conciencia. Bonifacio soltó el cuello de "Anorak" (que ya estaba perdiendo la respiración) y siguió el encuentro unos minutos más mientras yo lo observaba sentado en el suelo. Después de aquella enésima victoria, Bonifacio me llevó al doctor de Urgencias de un Hospital para vendarme el pie izquierdo.
 
Al día siguiente acudí al doctor del Banco Hispano Americano y me puso una escayola diciéndome que tenía que estar dos meses de baja. Imposible. Para mí y para mi equipo era imposible que yo estuviera dos meses seguidos sin jugar; así que cuando se cumplía un solo mes, me quité las escayola por mi propio riesgo y por mi propia cuenta, hice unos dos o tres días de rehabilitación espontánea y, justo al mes de producirse la lesión, aparecí de nuevo en la cancha de la Casa de Campo de Madrid para seguir obteniendo victorias tras victorias.
 
También recuerdo, y eso habla de que "Anorak" no me hizo la falta a conciencia, que fue el propio "Anorak" quien, al verme de nuevo en el terreno de juego, vino a darme la mano como señal de disculpa. Le di la mano y le hice entender que él no era culpable. Ni él ni yo. Sólo son lances de un partido cualquiera y a todos los futbolistas nos ha ocurrido alguna vez en la vida. Además, para sorpresa de todos (o quizás llaménlo si quieren milagro de Dios) a partir de aquel día comencé a usar mucho más la pierna izquierda de lo que antes había hecho. Yo, que antes de la lesión sólo era diestro, porque la izquieda sólo la usaba en casos de extrema necesidad, resulta que ahora jugaba igual de bien tanto con la derecha como con la izquierda, tiraba a puerta con la misma potencia y colocación con la derecha como con la izquierda y marcaba goles tanto con la derecha como con la izquierda. Y es que no hay mal que por bien no venga o llaménlo, si quieren, milagro de Dios porque fue exactamente eso. 
 
Ahora, en el año 2015 después de Jesucristo, recordando que aquello debió de suceder en 1980 (un año más o un año menos da lo mismo) recuerdo con una sonrisa aquel prodigio divino que hizo que, desde entonces, jugara igual de bien con la derecha como con la izquierda y recordando lo de solamente una vez pues voy y canto. 
 
¡Solamente una vez amé en la vida; solamente una vez y nada más. Una vez nada más en mi pecho brilló la esperanza; la esperanza que alumbra el camino de mi soledad. Solamente una vez se entrega el alma, con la dulce y total renunciación; y cuando ese milagro realiza el prodigio de amarse, hay campanas de fiesta que cantan en el corazón! ¡Solamente una vez amé en la vida; solamente una vez y nada más. Una vez nada más en mi pecho brilló la esperanza; la esperanza que alumbra el camino de mi soledad. Solamente una vez, se entrega el alma, con la dulce y total renunciación; y cuando ese milagro realiza el prodigio de amarse; hay campanas de fiesta que cantan en el corazón!
 
Dedicado, por supuesto, a mi Princesa "Lina" que, como todo el mundo sabe ya, se llama Liliana. Y cierro esta página de mi Diario con una sonrisa porque ella ha sido siempre la única novia que he tenido, la única chavala con la que he ligado y la única mujer que tengo y tendré por toda la eternidad. 
 
 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Descripción

Páginas de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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