Las palabras nacen y mueren en su intento de ser más que tinta bajo las manos de un ciego que nunca quiso ver. Y yo que padezco de poesías no amanezco por ser mías las mañanas sino las daña tu saña. Soy en vano tu arcano… de mas está decirte que te amo si no resistes las manos que intentan luz en tu crónica afición a las sombras. Mitigo los resabios de pañuelos ya sin lágrimas, ya sin huellas, sin pasado. No son míos los momentos que olvido, ni tampoco se han perdido, tan solo han sabido acudir a algún camino que merecía ser dolido.