Carta roja en Catarroja (Novela) -Captulo 2-
Publicado en Sep 17, 2015
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- ¿Qué tal la paella, teniente Garbayo?
- Excelente, Víctor. Muy sabrosa.
 
Cuando elogiaban sus comidas, Víctor Sánchez Miera se sentía profundamente emocionado y, a la vez, orgulloso de ser el propietario del Restaurante La Primitiva.
 
- Viniendo el cumplido de una persona tan sincera y honesta como usted, teniente Garbayo, deja de ser un elogio para ser una verdad.
- Hablando de verdades, Víctor. ¿Si tuviese usted que elegir entre ser un petirrojo o ser un picaflor qué elegiría ser?
- ¡Todo el mundo sabe que le soy totalmente fiel a mi Josefina! ¡Elegiría siempre ser un petirrojo! ¿Y usted, teniente Garbayo?
- Como nací y me crié siempre en Vigo soy un buen gallego y por eso suelo contestar a una pregunta haciendo otra pregunta. ¿Qué es mejor ganar amistades o perder enemigos?
- Sin duda alguna que ganar amistades.
- Pues yo lo dudo.
- ¡Pero si es algo de perogrullo!
- ¿Usted cree que es algo de perogrullo?
- Por supuesto que sí. ¿Usted no lo ve de la misma manera?
- Escuche bien, Víctor. Ganar muchas amistades no aumenta tus posibilidades de obtener éxitos pero perder enemigos te va dejando siempre el campo libre para conseguirlos. Por eso yo prefiero ser picaflor. ¿Me ha entendido bien o lo tengo que explicar mejor?
- ¡Ostras! Puede ser verdad lo que usted dice...
- La verdad de un asunto siempre es lo contrario de lo que la mayoría cree. Lo sabemos quienes formamos parte de las minorías.
- Me deja usted atónico.
- Se dice atónito y no atónico; pero reaccione y sírvame ya el cocido de pelotas.
- Como acabamos de terminar la Navidad todavía tengo los ingredientes disponibles.
- ¿Pues a qué espera entonces?
- A que me diga qué quiere para beber.
- Si tiene usted un buen ribeiro blanco sírvamelo.
- Tengo "Salvaxe". ¿Puede ser?
- Bastante caro pero valioso. Puede ser.
 
Víctor Sánchez Miera, completamente calvo y con un cuerpo demasiado gordo, fue a dar la orden a la cocina.
 
- ¡Vaya! ¡Por fin te encuentro!
- ¡Caramba, Jefe! ¿Es que me va a estar usted vigilando hasta cuando tengo que hacer necesidades primigenias?
- ¿Qué son las las necesidades primigenias, Garbayo?
- Por ejemplo poder comer a lo grande sin que venga un grande para hacerte comer a lo pequeño.
 
El Jefe medía casi dos metros de altura...
 
- ¡Muy gracioso, Garbayo, pero te vengo a buscar por algo muy importante y no para ver cómo haces tus necesidades!
- Le recuerdo, Jefe, que estoy celebrando mi día libre.
- Y yo te recuerdo que te necesito más que nunca. 
- Eso es siempre lo que me dice para convencerme. ¿Puedo saber ya cuándo es de verdad eso de más que nunca?
- Ahora mismo. Ahora mismo es más que nunca.
- ¿Es que no hay otros disponibles que no sea yo?
- Los hay. Tengo una buena cantidad de ellos. Pero todos arman demasiado jaleo. Tú, sin embargo, siempre trabajas sin hacer ruido.
- ¿Eso quiere decir que usted considera que soy un buen profesional?
- El mejor que he conocido.
- Entonces... ¿por qué a la hora de cobrar mi sueldo soy el úlitmo de la fila como si yo fuera un simple García en lugar de todo un Garbayo?...
- ¡Jajajá! Te lo voy a explicar. Es muy sencillo. Te pongo el último de la fila para que los demás no sepan que eres el que más cobra de todos.
- En ese caso no queda otro remedio que volver a demostrarlo una vez más.
- ¿Eso quiere decir que aceptas el caso?
- Sólo con una condición.
- Espero que sea aceptable.
- Si se escapa alguna castaña no me echen la culpa a mí.
- ¡Jajajá! ¿Lo dices por todos esos periodistas de chichinabo que siempre andan pijoteando cuando se escapa alguna hostia que otra?
- Usted lo ha dicho más claro que yo.
- No te proecupes por la prensa. Yo suelo usar ciertas crónicas para hacer mis necesidades primigenias como tú has dicho antes.
- Bueno. Es una gran decisión. Yo haré lo mismo si es necesario.
- No son tan suaves como las de Scott pero sirven para una urgencia. 
- Hoy tiene usted un buen humor, Jefe. 
- Es que me encuentro en forma. La solución que le diste al "Caso de la Chistera" fue muy graciosa además de efectiva.
- ¿Lo dice por lo del chiste?
- Sí. Eso de terminar la investigación cantando lo de "Pena penita pena, pena de mi corazón" fue genial sabiendo que al culpable le cayó la pena máxima de pasar el resto de sus vidas en la cárcel.
- Dejemos ya eso que sólo es pasado. Le advierto que soy tan humano que puedo también fracasar.
- ¡Tú nunca has fracasado!
- Por eso lo digo. Porque aunque nunca he fracasado hay quienes van diciendo que sí.
- ¿De qué me estás hablando ahora?
- Supongamos que de ligar chavalas...
- ¡Jajajá! ¿Eso van diciendo de ti?
- Ya sabe usted, Jefe, que las malas lenguas abundan en medio de esta selva que es la vida humana.
- Deben ser bastante víboras...
- Es lo de menos, Jefe. Lo importante es que hablen de ti aunque sea para ponerte verde. Eso a mí no me ha puesto nunca rojo.
- Ya veo que no eres propenso a la ira ni al enojo.
- ¡Vaya casualidad! ¡Rojo rima con enojo!
- ¡Dejemos ya las bromas, Garbayo! ¿De dónde sacas tanto humor aun en los momentos en que tan mal hablan de ti?
- Digamos que viendo lo que hacen los demás para poder hacer lo contrario.  
 
Les interrumpió la presencia de Víctor...
 
- ¡Aquí están mis pelotas!
- ¿Pero qué dice este desdichado?
- No se preocupe, Jefe. Yo soy el culpable.
- ¿Tú eres el culpable de que este tipo diga tantas majaderías en un momento tan inoportuno?
- ¿Pero no está usted viendo que se refiere al cocido?
- ¡Está bien! ¡Ponga usted sus pelotas sobre la mesa y evapórese para que el teniente Garbayo y yo sigamos hablando sin que haya moros en la costa!
- Perdón por lo de haber sido inoportuno. A cambio de ello les regalo dos flanes de la casa. Uno para cada uno. ¿Le parece acertado como para demostrarle mis buenas intenciones?
- ¡Está bien! ¡Aceptamos esos dos flanes pero haga ya el favor de dejarnos solos!
- No se muestre usted tan duro, Jefe; al fin y al cabo a mí siempre me ha gustado terminar una buena comida con un buen flan y si además es regalado mejor que mejor.
- Bueno. Puede usted ya retirarse...
- Víctor. Me llamo Víctor Sánchez Miera. 
 
Una vez que el dueño de "La Primitiva" les dejó a solas, continuaron su charla.
 
- Estábamos hablando de que tú nuncas has fracasado, Garbayo.
- Pero eso no quiere decir que no pueda suceder alguna vez, porque resulta un fracaso nbo tiene por qué hundir a un gran hombre ya que no hay nunca un mal que no venga por un bien, como dice la sabiduría popular.
- ¡Venga, Garbayo, hablemos en serio!
- Hablemos en serio. ¿Qué ha sucedido?
- Resulta que ha muerto una mujer.
- ¿Y qué tiene eso de raro, Jefe? Todos los días mueren personas en el mundo entero y, por contra, todos los días nacen personas en el mundo entero. Que yo sepa Catarroja pertenece a este mundo; luego no veo nada de raro en este asunto.
- Pero esta vez hay cianuro de por medio.
- Caramba. ¿Un suicidio?
- Parece un suicidio pero eso tienes que resolverlo tú.
- ¿Ha tocado alguien el cadáver?
- ¡He dado la tajante orden de que nadie toque para nada el cadáver hasta que llegues tú!
- ¿Cómo se sabe entonces lo del cianuro?
- Lo hemos encontrado en un vaso de cristal que contenía licor de fresa.
- ¿Un vaso del cual había bebido la occisa?
- Eso es, Garbayo. Pero no hayb señales de haber habido ninguna pelea.
- ¡Aquí tienen ustedes los dos flanes ofrecidos!
- ¿Pero otra vez usted por aquí?
- Jefe... sea usted un poco más amable y recuerde que son dos regalos...
- Es que mi carácter siempre me pierde, Garbayo.
- Pues procure usted alegar un poco más su carácter si quiere vivir muchos años más.
- ¡Cománselos con buen humor y comprobarán que mejores no pueden estar!
- Está bien... pero vaya evaporándose de nuevo...
- Estña visto que lo de Jefe le viene que ni al pelo...
- ¿Insinúa usted algo?
- No. Que se nota mucho que usted manda mucho.
- Pues haga lo que le mando.
 
Víctor Sánchez Miera decidió irse antes de que el Jefe volviese a sacar a relucir su mal carácter.
 
- Jefe... no por ser caseros dejan de ser buenos flanes... porque resulta que los flanes caseros superan en mucho a los ya preparados...
- ¿Cómo sabes tantos de flanes, Garbayo?
- Recuerdo que en mi infancia mi madre me hacía muchas veces grandes y sabroso flanes caseros. No lo puedo olvidar jamás.
- ¿Tu madre ya murió?
- Todavía no. Pero ya no es tan alegre como antes.
- ¿Problemas de familia?
- Cambiemos de tema, por favor.
- Estábamos en los recuerdos de tu infancia... ¿quieres contarme alguno más?... 
- Sí. Recuerdo que en mi infancia, que la viví por entero en Vigo, había un futbolista del Celta que debía quizás algún familiar lejano porque también se apellidaba Garbayo.
- ¿Cómo es eso y cómo sabes eso?
- Recuerdo una alineación completa del Celta de Vigo. Era, si no me equivoco, la que formaban Padrón; Seoane, Garbayo, Quinocho; Toni, Villar; De las Heras, Olmedo, Atienza, Igoa y Braga.
- ¡Jajajá!
- ¿De qué se ríe, Jefe?
- ¿Es verdad que había uno llamado Braga?
- Por supuesto que es verdad. Resulta que era brasileño. Y también recuerdo que nuestro entrenador se llamaba Pasarín.
- Perdona que me sonría pero... ¿de verdad te gusta tanto el fútbol, teniente?...
- Soy una persona mucho más normal de lo que mucha gente cree.
- ¿Eso quiere decir que sí? 
- Exacto. Me gusta el fútbol tanto como me gusta cualquier actividad artística. Al fin y al cabo un gol es un gol en cualquier parte del mundo... aunque sea de penalty...
- ¡Jajajá!
- ¿He dicho algo malo?
- No. Pero me hacen gracia los ejemplos que pones.
 
Viendo que ahora el Jefe estaba mucho más alegre, Víctor Sánchez Miera se atrrevió a acercarse a la mesa.
 
- Señores, es hora de ir cerrando el restaurante.
- Perdona, Victor, eso quiere decir que hay que pagar y desalojar el comedor. 
- No quiero ser maleducado pero...
- No se preocupe, Víctor.
- Esta es la cuenta. Puede revisarla para ver si es correcta. No incluyo los flanes porque fueron dos regalos de la casa.
 
El teniente Garbayo sacó la cartera del bolsillo interior de su chaqueta pero el Jefe fue mucho más rápido.
 
- ¡Nada de que pagues tú! ¡Estás haciendo un acto de servicio y no un acto de sacrificio!
- Usted manda, Jefe, pero... ¿acepta que le invite a un café en el Caripe?...
- ¿El de la Avenida de la Generalitat Valenciana?
- Si no le molesta...
- No me molesta para nada, Garbayo. Pero recuerda que tenemos que empezar a trabajar seriamente en el asunto.
- Estoy trabajando seriamente en el asunto; pero necesito encontrarme en plena forma.
- ¿Necesitas café para trabajar en serio?
- No me dopo ni con cafeina ni con ninguna sustancia, Jefe. Tengo por costumbre tomar algún café que otro pero siempre es descafeinado y con leche.
- Sé que eres un profesional íntegro. No tienes por qué justificarte.
- Y si le digo que no me estoy justificando de nada ni por nada...
- ¿Entonces por qué me das esa explicación?
- Para hacerle saber que si me diese la real gana tomar toda la cafeína que me saliese de las narices ni usted ni nadie me lo iba a poder prohibir porque no estoy fuera de la ley.
- Pero no te pongas tan serio...
- Me pongo serio cuando el asunto es serio.
- Venga. Dejemos esta discusión sin sentido y vayamos al Caripe porque cuanto antes nos tomemos los cafés más pronto llegaremos al lugar del suceso.
- De acuerdo. Pero para que vea que hablo en serio yo esta vez, y las veces que me dé la real gana, voy a tomar un café solo, muy cargado y con dos de azúcar incluída.
- Pero si no te estoy acusando de nada...
- Pues acúseme de algo porque me da lo mismo...
- Está bien, Garbayo. Esta vez tomaremos los dos cafés solos, bien cargados y con mucha azúcar.
- Me parece que por fin me está usted comprendiendo, Jefe.
 
Y los dos juntos, después de que el Jefe recogió el vuelto y dejó una pequeña propina por lo de los flanes, salieron de "La Primitiva" camino del "Caripe"; al cual llegaron pocos minutos después. Una vez sentados cómodamente, fueron servidos.
 
- Bueno, Garbayo. Ya tenemos los dos cafés solos, sin leche, muy cargados y con dos de azúcar cada uno. 
- Entonces hablemos como Dios manda y no como mandan los hombres. ¿De acuerdo? Como estamos al aire libre me voy a permitir el lujo de encender un cigarrillo. 
- ¿Es necesario, Garbayo?
- No me interesa saber si es necesario o no es necesario pero es lo que me gusta porque no estoy molestando a nadie.
- Llevas razón. La mayoría de las personas discutimos por pijadas.
- Mientras en muchas partes del mundo se están muriendo de hambre, de abandono, de soledad, de pena...
- Has conocido muchos mundos, Garbayo...
- Por suerte o por desgracia así es, Jefe... a veces hasta en contra de mi propia voluntad... pero jamás me he quejado por ello...  
- No me quivoqué...
- ¿Es que tiene usted hecha alguna clase de apuesta?
- No es una apuesta. Es que el capitán Felguera dudaba de que tú fueses el mejor.
- ¿El capitán Mariano Felguera Seco?
- Ese mismo.
- A mí el capitán Mariano Felguera Seco me la suda, Jefe.
- Eres muy directo, Garbayo.
- Porque me gusta dejar las cosas bien claras. Ese capitán Mariano no sabe ni la centésima parte de lo que debe de saber un verdadero capitán; pero me es indiferente que lo sepa o que no lo sepa. Es su problema y no el mío.
- Muy bien pensado, amigo, y muy bien dicho también.
- Tengo algo que añadirle, Jefe, si es que le interesa seguir escuchándome.
- Me interesa seguir escuchándote, Garbayo.
- Un asunto empieza a ser interesante cuando apartamos de nuestro camino lo que no es interesante.
- Pura lógica, teniente.
- Pues lo aprendí de mi padre que, como usted bien sabe, también fue un gran teniente.
- Lo acepto como lógica aplastante. ¿Cómo vas a llevar el caso?
- Sin que nadie se entere de todo salvo usted y yo.
- ¿Lo dices por los profesionales de los medios de comunicación?
- No. Los medios de comunicación también me la sudan, Jefe. Lo digo por todos los de nuestro equipo.
- ¿Quieres decir que no necesitas niunguna clase de ayudante?
- Quiero decir que sólo vamos a trabajar usted y yo en equipo.
- ¿Te refieres a formar un tándem?
- Me refiero a formar un tándem y un tándem sólo es cosa de dos, Jefe.
- Perfecto. Lo acepto. Este asunto puede ser mucho más interesante de lo que en principo parece.
- Una cosa que he aprendido muy bien es que lo que parece suele ser siempre lo que parece.
- ¿Te refieres a los que hablan más de la cuenta?
- Exacto. Está usted cogiendo bien la onda. Por eso vamos a trabajar los dos a solas.
- Y si piensan que te estoy dando privilegios...
- Con que usted sepa que los privilegios también me la sudan es suficiente.
- ¡Me acabas de convencer del todo! ¿Hemos terminado ya?
- Pero si todavía no hemos ni tan siquiera iniciado la fiesta...
- Lo digo por los cafés.
- Lo he entendido, Jefe. Hemos terminado con los cafés pero la fiesta comienza desde este mismo momento.
- Pues entonces vayamos a la sala de baile...
- Eso es. Me está usted entendiendo perfectamente bien, Jefe. En todo asunto oscuro siempre terminan por bailar todos los fantasmas. Y he conocido ya demasiados fantasmas a pesar de ser todavía tan joven.
- Por eso eres el mejor...
- ¿Por haber conocido a tantos fantasmas?
- No. Por no haber sido nunca uno de ellos.
- Vamos a trabajar, Jefe. Dejemos la cháchara para otro momento.
 
Garbayo pagó los dos cafés y, sin esperar a recoger el vuelto, los dos volvieron a subir en el automóvil del Jefe con dirección a la calle Pelayo.  
CPNTINUARÁ... 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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