Indecisin
Publicado en Mar 06, 2009
Decidió el viaje. Sólo faltaban dos días, pero así de rápido como había tomado la decisión de partir, el doble de inseguridad sentía ahora. Quién la obligaba a meterse en ese lío. Qué había pensado. Viajar con desconocidos. Qué pretendía. Ella sola... sola. Había llevado a su dormitorio esa valija. Sí la mediana. Esa que llevaba siempre cuando quería aparentar ser una viajera ducha. Una de esas que recorrían el mundo. Una versada turista que puede dictar cátedra. Se sonrió ante su propio pensamiento Sonrió forzada en su soledad con un nudo angustiante en la garganta. Quién la obligaba a meterse en lío. Qué pretendía. Acaso creía que con su permanente movimiento podía ocultar todo lo demás. Sí, así ahogaba los recuerdos o por lo menos los rechazaba. Para ella, el ayer no existía. Se semejaba a un oscuro túnel. Peor aún. El mañana tampoco existía. No quería verlo. Ni siquiera percibía el ahora. Era un ente. El ser solo no existe. Existe algo si hubo nada, dijeron en la clase de filosofía. La pregunta es: era o es. No tenía sentido molestarse en pensar. Allí estaba frente a la valija abierta y debía decidir qué llevar. El clima era inestable. Necesitaría prendas para toda estación: algo de abrigo y algo liviano. Qué fastidio. Así se llenaría demasiado rápido. Tomó algunas prendas y las acomodó. Seguía cavilando y refunfuñando. El viejo reloj del comedor dejó oír las campanadas de su carillón. Era ya medio día. Un trueno sacudió la casa. Era lo que le faltaba para mejorar su humor. Fue a la cocina. Preparó algo para comer y se sentó a almorzar. Otra rutina. Su compañía: una revista. Necesitaba sentir algún ruido así que prendió la radio. La voz del locutor cálida y profunda la hizo sentirse bien. Finalmente ordenó rápidamente la cocina y se sentó a leer. Su tarde pasó rápida entre llamadas, lectura y pintura. Cuando y de noche regresó a su dormitorio, volvió la angustia. La valija abierta le recordó el viaje. Ya le quedaba solo el día de mañana. Agregó rápidamente algunas prendas. Preparó a un lado algunos elementos de higiene y el calzado. Ya estaba. Más no necesitaba se dijo y se fue a dormir. La noche fue agitada. En sus sueños se entremezclaban lugares, agua, accidentes, comarcas extrañas, soledad, abandono. Varias veces despertó sobresaltada sin saber dónde estaba. Sólo constataba que estaba en su cama y sola. La mañana la encontró ojerosa, pero ya no malhumorada ni angustiada. Estaba aterrada. Qué significaba todo aquello. Sería algún presagio. No debía viajar o era su inseguridad. No quería pensar. Todo fluía mecánicamente. Faltaban pocas horas. En horas de la tarde el teléfono la arrancó de su ensimismaciòn. La voz cálida y profunda la sacó de su letargo y le llegó a todas las raíces. Su rostro se iluminó. En dos saltos llegó a su dormitorio. Terminó de prepararla y dejó la valija en la sala junto a la puerta de entrada. Ya estaba todo dispuesto. Ya no había preocupación. Él se había decidido. Iría con ella al viaje. *
Página 1 / 1
Agregar texto a tus favoritos
Envialo a un amigo
Comentarios (0)
Para comentar debes estar registrado. Hazte miembro de Textale si no tienes una cuenta creada aun.
|