Bahía Tortuga (Diario)
Publicado en Sep 28, 2015
29 de septiembre del año 2015 después de Jesucristo. Siempre he mantenido, y sigo manteniendo, que el pueblo estadounidense es un puebo amable, amistoso y cordial. Las tres o cuatro veces que he estado, por algún tiempo, en los Estados Unidos de Norteamérica, no sólo no me han hecho problema alguno sino que me han tratado como a un verdadero ser humano. De agradecidos debería estar el mundo lleno si es que somos personas normales (lo digo por Carlangas y los que son como Carlangas) y yo, como me considero persona normal, estoy profundamente agradecido con el pueblo estadounidense. Ninguna clase de problema a la hora de vivir y convivir con ellos y con ellas.
El asunto es que acabo de comenzar mi período vacacional de este año 2015 después de Jesucristo y ya llevo 6 días residiendo, con unos parientes que tengo en este grande y bello país, en Bahía Tortuga, en la localidad de Branford que está situada dentro del Estado de Connecticut, relativamente cerca de New York y muy cerca de New Haven. Me encuentro en la cafetería Starbucks del ya nombrado pueblo de Branford. Es la segunda vez que paso por aquí: esta mañana ha caído un café americano y ahora, después de almorzar, ha caído un expreso solo. Por cierto, hablando de expresos, he visto hace unos minutos solamente pasar un tren expreso por el puente que hay a la entrada de Branford. ¿Por qué me encanta tomar café en Starbucks? La respuesta es muy sencilla y se responde diciendo que encuentro en él un ambiente bohemio sin dejar de ser moderno y ya se sabe que a mí lo moderno mezclado con lo bohemio me agrada un mogollón; asi que estoy escribiendo antes de ir a la Biblioteca Pública de Branford a ver si encuentro una computadora para escribir mis comentarios y poder continuar con esta novela que todavia estoy desarrollando con el titulo de "Carta roja en Catarroja". Si tengo suerte y no sucede nada en contra, dentro de media hora estaré en dicha Biblioteca Pública de Branford. Mientras tanto sigo con mis experiencias bohemias en territorios estadounidenses y a ver qué es lo que sucede después. Ha sido un verdadero despiste no haber traído mi pequeña computadora conmigo pero, como los cristianos sabemos, el hombre propone y Dios dispone y por eso, Gracias a Dios, estoy escribiendo este pequeño texto. Ayer estuvimos viendo la bahía. Mi Princesa se atrevió a meter los pies en el agua y me tomó un par de fotografías con el paisaje de fondo. Bello paisaje. Bello fondo. Digno de una pelicula entre romántica y pasional, porque dan ganas de mantener aqui todo un romance entero lleno de aventuras increíbles a lo estilo Agente OO7 o, mejor, con un poco de suspense si es posible. Pero volvamos a la realidad. Estos primeros días estoy llevando a cabo un reconocimiento general de la zona y me he encontrado mas acompañado de lo que yo creía. No lo digo solamente por los tres gatos caseros (aunque hay uno que me parece que es montés tirando a atigresado) sino por una perrita blanca con manchas de color café (y sigo tomando tranquilamente mi expreso) que se ha encariñado conmigo y no hace más que salir a saludarme; con lo cual se me quitan toda clase de penas aunque, a decir verdad, no tengo ninguna pena y hace ya bastantes siglos que dejé de tenerlas. Pero la vida es la vida y algo hay que sentir, digo yo, para ser verdaderamente humano para con los demás. Quien diga que en los Estados Unidos de Norteamérica no existen verdaderas bellezas femeninas es que no ha visto nunca, ni ha conocido jamás, las modelos de Venus. Hay tal cantidad de ellas que es mejor quitarse los lentes para no entrar en mareo continuo y, pensando en la marea marinera, mi Princesa y yo nos hemos dado una vuelta por el Club Tortuga y hemos visto botes, yates, gaviotas, patos y un sinfín de maravillas celestes porque aqui, en medio de la bahía y frente a una isla que no es que me la esté imaginando sino que es real, el cielo va cambiando de color según avanzan las manecillas del reloj y, debido a ello, se me está acabando el tiempo de estar ante la computadora. Por cierto, ayer etuvimos viendo faisanes y ciervos en su hábitat natural y, para mayor abundancia cinegética (propio de cine tal vez), hoy he visto yo a una ardilla. Lo más curioso es que mi Princesa y yo hemos descubierto bellotas caídas por el suelo pero no hemos visto cerdos por ninguna parte. ¿Quién se comerá las bellotas en Branford? Es todo un enigma propio de una novela de misterio mientras yo me mantengo en pie soñando... quizás con alguna de Venus... porque hasta me siento extraterrestre en medio de todo este estelado universo.
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