Carta roja en Catarroja (Novela) -Captulo 5-
Publicado en Nov 03, 2015
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- ¿Qué haces levantada de la cama a esta hora tan temprana, mamá?
- Hijo mío. Anoche tu padre y yo nos fuimos a dormir y tú todavía no habías vuelto a casa. ¿Dónde pasaste la noche?
- No te preocupes tanto por mí, mamá. Sé muy bien dónde paso las noches.
- Sólo quiero saber dónde dormiste...
- Como siempre. En mi cama.
- ¿Y por qué no supimos cuándo llegaste?
- A veces hay cosas que no deben saberse...
- Me gustaría saberlas.
- Pero es mejor que no las sepas nunca...
- ¿Son gajes del oficio como decís los policías?
- Son gajes del oficio como decimos los policías. Y ahora vuelve a la cama y duerme tranquilamente junto a papá.
- Tu padre está muy preocupado. 
- ¿Por mí? 
- Sí. Hay un tal Tejero que está en la ciudad de Madrid intentando hacer que triunfe un golpe de estado militar. Si eso sucede tu padre y yo tememos la explosión de una segunda Guerra Civil sobre nuestras cabezas. Tu padre y yo desearíamos que nunca tengas que vivir la traumática experiencia de una guerra civil porque son las peores guerras que existen.
- Eso también me lo dice la abuela; pero no os preocupéis tanto porque en caso de tener que vivirla podría contarlo a mis hijos, nietos y hasta bisninetos; aunque creo que no va a ser necesario. 
- Preferiría mil veces que hubieses sido sacerdote. 
- ¿Lo dices por lo de los clubes nocturnos?
- Por poner un ejemplo...
- Yo acudo a esos lugares para conocer ciertas conductas. 
- ¿Quieres decir que tienes experiencias?
- Eso quiero decir. Sólo observo para aprender... y resulta que aprendo mucho...
- Aprender mucho de los malos ejemplos no es precisamente cometer muy buenas acciones...
- ¿Quién califica las acciones humanas?
- Supongo que Dios.
- Entonces deja de opinar sobre asuntos que no conoces ni debes de conocer jamás. Yo no soy feliz viendo las acciones que otros hacen, pero me siento completamente realizado precisamente porque no me equivoco como ellos.
- Estoy segura de que anoche no cenaste nada.
- ¿Y qué importancia tiene eso sabiendo que hay millones de seres humanos que no pueden cenar durante muchísimas noches del año?
- ¿Por qué no te metiste a cura?
- Porque soy coherente con mi naturaleza humana. Soy un hombre y un día me casaré con una mujer como Dios manda. Por eso jamás de los jamases he pensado alguna vez, ni tan siquiera imaginarlo como una posibilidad, eso de ser cura. Como bien dice el dicho, la cabra siempre tira al monte.  
- Tú todavía no eres un hombre...
- ¿Cómo son los hombres en tu pueblo, mamá?
 
La madre del teniente Garbayo se quedó cortada del todo. 
 
- Te he preguntado, mamá, que cómo son los hombres en tu pueblo. 
- Perdona, hijo mío, pero es que soy muy necia. 
- La necedad tiene cura... pero no de esa clase de curas que usted tanto deseaba que alguno de su hijos lo fuera... 
 
La madre desvió el tema porque el teniente Garbayo le había demostrado siempre no ser solamente un hombre sino ser muy hombre a pesar de que ella quisiera haberle visto de cura ya que era solamente el único de sus hijos que permanecía soltero. 
 
- Tu hermana y tus tres hermanos ya se han casado...
- Espero por su bien, y es verdad que les deseo todos los bienes del mundo a todos ellos, que no se hayan equivocado. 
- ¿Por qué eres tan distinto a todos ellos?
- Porque soy como siempre soy. 
- ¿Lo dices por tu hermano mayor?
- No tengo ninguna clase de celos ni de envidia porque tú le prefieras a él por encima de todos los demás; por eso solamente afirmo que ninguna persona, aunque sea mi hermano mayor, me va a imponer sus caprichos y sus antojos como siempre ha hecho contigo. No voy a hacer lo que él quiera como hacen mis otros dos hermanos faltos de verdadera personalidad para ser ellos mismos, sino lo que yo considere siempre que es lo correcto que debo hacer. Nunca voy a ser como él ni como ellos. ¿Te lo he dejado bien aclarado ya del todo?
- Sí, hijo, muy claro... pero... ¿por qué te vas a trabajar hoy tan pronto si tu horario es a partir de las nueve de la mañana y solamente son las siete y media nada más?
- Gajes del oficio otra vez, mamá. Y ya se acabó tanta charla porque quiero llegar a tiempo. 
- ¿Es verdad que no vas a desayunar?
- Esta vez en casa no. Pero por supuesto que voy a desayunar porque siempre lo hago gracias a Dios. No me esperéis hoy para comer en casa porque voy a regresar muy de noche o quizás mañana.
- ¿No sabes exactamente cuándo vas a volver a casa?
- No lo sé exactamente. 
- ¡Lo que tú haces no es vivir!
- De acuerdo. Lo que yo hago se llama supervivencia.
 
El teniente Garbayo se despidíó dando un beso a su madre. 
 
- ¿Cuando volverás, hijo mío?
- Cuando lo quiera Dios.
 
Y saliendo a la calle comenzó a caminar hasta que, en el reloj de la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar, sonaron las ocho de la mañana, recordó ligeramente a la señorita Pilar Miró Dalí y el Jefe tocó el claxon de su automóvil pues le había reconocido.
 
- Sube, Garbayo, o llegamos tarde.
- Gracias, Jefe.
- Supongo que no has desayunado todavía.
- No importa, Jefe. Ya lo haré algún año de estos. 
- ¡Jajajajajá! Empezamos el día con buen humor.
- Aunque estamos envueltos en una verdadera tragedia. 
- Yo tampoco he desayunado todavía y, además, no he podido dormir en toda la noche. 
- Le dije que cenara bien y que durmiera mucho porque nos toca trabajar duro. 
- ¿Crees que vamos a conseguir algo hablando con ese viejo cartero?
- No le llame viejo, por favor Jefe. Llámele sólo cartero que es lo que es en realidad. 
- Tienes razón, Garbayo. En este mundo tenemos la fea costumbre de llamar viejos a quienes creemos que ya no sirven para nada. ¿Qué es un viejo y cuándo se llega de verdad a ser viejo?
- Esas preguntas hagáselas a los inteligentes. Yo no poseo tanto conocimiento de causa como para saber responderlas.
- ¿De causa has dicho?
- Sí. He dicho conocimiento de causa.
- Pues hay muchos que se las dan de inteligentes y se dedican a hacerlo. 
- Porque hay muchos que se creen Dios. ¿Alguna vez el verdadero Dios puso un límite a las edades humanas para separar a los hombres y a las mujeres en jóvenes y viejos o viejas?
- Ni en la Biblia cristiana ni en ningún otro libro que hable del verdadero Dios hay escrito ese límite. 
- ¿Puede usted explicarme, Jefe, cuándo fue que Jesús de Nazaret dijo que el Padre pondrá a los jóvenes a su derecha y a los viejos a su izquierda? ¿Fue eso lo que dijo Jesucristo? ¿O dijo que el Padre pondrá a los buenos a su diestra y a los malos a su siniestra?
- Dijo lo de la diestra y la siniestra. 
- ¿Puede usted explicarme, Jefe, cuáles son las verdaderas definiciones reales de joven, viejo, bueno y malo sin tener ninguna clase de prejuicio, para que yo pueda por fin comprender y entender qué debemos hacer para solucionar este conflicto con el que nos hemos encontrado?
- Yo no soy capaz de hacerlo, Garbayo. 
- Porque usted es inteligente, Jefe. Algunos sin embargo creen saber quiénes son los buenos y quiénes son los malos. 
- ¿Ignorantes tal vez, Garbayo?
- Ignorantes tal vez no, Jefe, sino ignorantes completos y sin el tal vez. 
- Vuelvo a repetir una vez más que, a pesar de tu juventud, has conocido muchos mundos, Garbayo. 
- He visto a muchos humanos alardear de que tienen 20 arrastrando sus vidas con el alma hecha pedazos y totalmente podridas; y he visto a muchos humanos que ya tienen 80 pero que caminan por sus existencias con el espíritu bien erguido y sus corazones completamente sanos. ¿Qué opina usted sobre esta paradoja, Jefe?
- Que es la pura realidad. 
- Eso es, Jefe. Es la pura realidad en multitud de casos.
- ¡Ostras, Pedrín! ¡Llevas razón!
- Entonces, una vez sabida la verdad de tantas mentiras, entremos en la Oficina de Correos porque acabamos de llegar a su puerta.
 
En la Oficina de Correos de Catarroja ya se encontraban todos preparados para comenzar la jornada cuando el Jefe de la Policia y el teniente Garbayo entraron en el despacho del Director, el señor don Joaquín Forges Gilacho, un hombre ya viudo, afable y bonachón, al que todos conocian como Mafaldito porque no hacia otra cosa mas que quejarse de las sopas que le preparaba diariamente su hija soltera Susanita. 
 
- Buenos dias, Mafaldito. 
- Hola, Jefe! ¿Cómo usted por aquí a esta hora tan temprana?
- Necesito pedirle un favor. 
- Todos los favores que usted quiera. 
- Está relacionado con el nuevo cartero. 
- ¿Con Paco? ¿Qué sucede con Paco?
- De momento nada malo ni nada bueno... 
- ¿Acaba de comenzar ayer mismo a trabajar con nosotros y ya se ha metido en algun jaleo?
- Espero que no... aunque eso solo lo dirá el tiempo...
- Hable en serio, Jefe. ¿Ha cometido alguna fechoría?
- Eso estamos investigando. 
- ¿Puedo saber qué sucede?
- No, Mafaldito, no puedes. Es algo que no podemos comentar con nadie. 
- Ya sabe usted, Jefe, que yo respeto la Ley. Ahora mismo le hago llamar para que se presento ipso facto. 
- No le asuste, por favor... o se nos escapa el hilo... 
- ¿Tan grave es el asunto?
- Limítese a llamarle como si no sucediera nada. 
- ¡Mengíbar!
 
Apareció un empleado muy bajito y con bigote... 
 
- ¿Me ha llamado usted, don Joaquín?
- Por supuesto que le he llamado, Mengíbar. ¿Está usted sordo?
- De momento los oídos todavia me funcionan. Del resto del cuerpo hay mucho que hablar. 
- Tenemos que hablar. 
- ¿Otra vez me va a contar la trágica historia de las sopas que le hace comer todos los días su hija Susanita? ¿Ha conseguido ya evitarlas?
- ¡Eso sería un milagro, Mengíbar! ¡Algo asi como que usted fuera capaz de marcar un .... porque mira que es usted malo jugando al futbol! 
- La verdad es que soy pésimo futbolista. 
- Eso es algo que todo Madrid sabe de memoria. No es usted capaz de meter un gol ni al arco iris en día de primavera. 
- ¿Para hablar de lo mal que juego al fútbol me ha llamado usted?
- No. No me interesa para nada saber lo pésimo futbolista que es usted, Mengíbar. Lo que quiero es que avise a Paco Ravel Valtierra para que venga a mi despacho. Pero no vuelva usted con él porque no necesitamos cotillas. ¿Entendido?
- Entendido, don Joaquín.
 
Minutos despues entró Paco en el despacho de Mafaldito...
 
- ¿Necesita algo de mí, don Joaquín?
- Tiene usted todo el dia libre. 
- ¿Es una broma que se usa en este oficina con los novatos?
- Como me llamo Joaquin Forges Gilacho que soy bastante tonto pero no tanto como para gastar bromas, durante mi trabajo, con nadie y menos con un novato. Lo que sucede es que el Jefe de la Policia y el teniente Garbayo necesitan hablar con usted de algo urgente. 
- ¿Qué ha sucedido? Me declaro inocente del todo y de todo lo que haya sucedido. 
- Ha desayunado usted, señor Ravel?
- Lo hago siempre cuando tengo un poco de descanso. 
- Pues entonces venga con el teniente Garbayo y conmigo porque vamos a desayunar los tres juntos. 
- No se preocupe demasiado, señor Ravel. La cosa puede salir bien si todos nos portamos bien. 
- ¿Alguna clave secreta, teniente?
- Antes de ser teniente yo soy Garbayo... así que humaníceme lo suficiente, por favor.
- Como usted quiera, señor Garbayo.
- Como yo quiera no, sino como quiso y quiere Dios. ¿Me está entendiendo?
- Esto... yo... es que yo... 
- No me diga lo que usted cree o no cree porque no me importa para nada, señor Ravel. Ahora no diga nada porque las paredes escuchan; así que vamos tirando hacia la calle porque el Jefe nos invita. 
- ¿Otra vez tengo que invitar yo, Garbayo?
- Son gajes del oficio, Jefe. Es lo que siempre le digo a mi mamá cuando no deseo dar demasiadas explicaciones. 
- Jejejé. Esta bien. ¿Dónde desayuna usted, señor Ravel?
- En La Primitiva. He encontrado ese lugar ayer mismo y es un lugar precioso para charlar con amigos mientras se desayuna con toda clase de comodidad. 
- Perfecto, señor Ravel. Seamos o no seamos sus amigos también nosotros, los policías, solemos desayunar en La Primitiva. 
 
Minutos después ya se encontraban los tres siendo atendidos en dicho lugar. 
 
- ¿Usted se llama Francisco Ravel Valtierra?
- Sí. Pero prefiero que me llamen solamente don Paco. 
- Está bien, don Paco. Yo soy Garbayo y voy a ser muy directo para empezar a entendernos bien del todo.
- ¿Es que sucede algo malo?
- Eso es. Sucede algo malo. ¿Sabe usted diferenciar lo que es bueno de lo que es malo?
- No entiendo a qué viene esa pregunta. 
- ¿Usted cree en la existencia de Dios?
- No. Gracias a Dios soy ateo. 
- Muy bien. Eso es lo que me estaba imaginando. Pero hay algo muy curioso en todos ustedes los que le dan gracias a Dios por no creer en Él. 
- ¿Me lo puede poner más sencillo? Empiezo a no entenderle. 
- Paciencia. La paciencia es un don. ¿No es cierto?
- Pues sí... la paciencia... esto... la paciencia es la madre de la ciencia... 
- ¿Asi que usted también es poeta?
- Rimo algunas palabras porque me parece gracioso. 
- En eso somos iguales, don Paco. 
- ¿Qué es entonces eso que tanto le sorprende, teniente?
- A lo mejor el sorprendido es usted, porque lo que quiero que me explique es que si ustedes, los ateos, dan gracias a Dios por serlo porque cuando las cosas les salen derechas es producto de sus inteligencias y cuando las cosas les salen torcidas no hacen otra cosa sino echarle la culpa a Dios. ¿Me está comprendiendo? No existe Dios y, sin embargo, ustedes los rojos no hacen otra cosa sino echarle la culpa a Él por todos los males del mundo. ¿Eso es lo que ustedes llaman coherencia comunista? Expliqueme esa paradoja.
- ¿Qué es exactamente una paradoja?
- Me conformo con que haga usted una aproximación nada más, aunque no sea exacta. A veces yo huyo de lo exacto como si fuese la peste. ¿Puede usted hacerla o no puede usted hacerla?
- Yo creo, a pesar de mi ignorancia, que una paradoja puede ser, aproximadamente, una conveniencia ajustada a lo que queremos que se ajuste a nuestra ideología. 
- ¡Exacto! La ha definido usted con mucha exactitud. ¿Está entendiendo esto de que con un poco de imaginación somos capaces de conseguirlo?
- ¿Usted quiere cazarme en algún renuncio?
- Don Paco, el teniente Garbayo no está jugando ahora al tute y, además, no es de esa clase de cazadores que está usted pensando. A él sólo le interesa la caza mayor y usted es únicamente una pieza muy pequeña nada más a pesar de su gran popularidad entres las gentes que le conocen. El teniente Garbayo caza a otra clase de animales. 
- No le entiendo, Jefe. 
- Entonces no intente entenderlo y limítese a contestar lo que el teniente le pregunta sin entrar en discusiones ideológicas porque lleva usted todos los numeros para ser derrotado. 
- Es que creo que me está lanzando indirectas... 
- ¡Vaya, don Paco! Ya cree usted en algo... 
- Señor Garbayo... yo... 
- No vuelva usted a ponerse nervioso y vamos a darnos un tiempo para mover la rueda de la fortuna a ver si nos toca o no nos toca el número de la suerte. 
- Nunca tengo suerte en el juego... 
- Al teniente Garbayo no le interesa para nada si es usted afortunado en amores y cuántos amores ha tenido o tiene usted, don Paco.
- Gracias, Jefe. Me parece que usted sí que entiende.
- Pero Garbayo... ¿ahora resulta que vas a desconfiar de mí?...
- No se ofenda, Jefe. No estoy hablando de cosas de marujitos.
 
Garbayo sacó su cajetilla de Fortuna y repartió los cigarrillos...
 
- ¿Es alguna clase de rito?
- Eso es, don Paco. Es una clase de rito para inteligentes. ¿No es esto lo que está de moda?
- No entiendo nada, teniente.
- No me sea capullo, don Paco. Me refiero a aparentar que sabemos más de lo que sabemos y por eso fumamos sin parar aunque no estemos fumando.
- ¡Caramba, señor Garbayo! ¿Dónde ha aprendido tanta psicología?
- ¿Si le digo que de personas como usted se lo creería?
 
Paco Ravel Valtierra prefirió guardar silencio mientras los tres hombres encendían sus cigarrillos. Por unos segundos, que parecían eternos, el momento creado fue el de un silencio absoluto, solamente roto por el canto de los pájaros.
 
- ¿Escucha usted esos cantos, don Paco?
- Esto... yo... ¿cómo dice usted?...
- Le estoy queriendo preguntar que si sabe usted cantar. Y perdone por el pareado.
- Yo no; pero tengo una hija que lo hace de maravilla.
- ¿Y ha aprendido usted algo de ella sobre la vida humana?
- Cuando la oigo cantar a los niños no me acuerdo de quién soy.
- Eso es. Canta a los niños porque cree en la vida. ¿Me sigue usted entendiendo, rojete?
- Me parece que sí... que esta vez ya le estoy entendiendo...
- Pues está muy bien eso de que cuando la escucha se olvida usted de quién es porque cantando todos podemos ser alguien que no somos pero que nos gustaría haber sido.
- ¿Vamos a estar así toda la mañana?
- No. Toda la mañana no. Esto sólo es el preámbulo. ¿Sabe usted lo que es un preámbulo?
- La antesala de algo muy importante.
- ¿Quizás la antesala de la vida para quienes dejamos vivir?
- ¡Hostias! ¡Es usted muy directo, teniente!
- Lo directo es lo que mejor sé hacer en la vida.
- El teniente Garbayo le está haciendo saber que nunca suele irse por las ramas porque para eso ha estudiado lo suficiente y sabe de lo que habla. 
- Gracias por su ayuda, Jefe. La verdad es que no soy tan mono como algunos dicen.
- ¿De qué está usted hablando ahora, señor Garbayo?
- Como me he referido a las ramas, el teniente Garbayo le hace saber que hay algunas chavalas que se confunden con él.
- Gracias otra vez, Jefe. No me interesan las brujas porque, como soy un buen gallego, no creo que existan pero, mire por dónde don Paco, resulta que existir sí que existen. ¿Estamos de acuerdo, don Paco?
- ¿Esto también forma parte del preámbulo?
- No. Esto sólo es un ejercicio de distracción mientras terminamos de hacer como que fumamos; ya que tres cosas hay en la vida que no se pueden olvidar. ¿Sabe usted cuáles son estas tres cosas?
- ¡Salud, dinero y amor como bien dice la canción!
- Se equivoca usted del todo, don Paco. Las tres cosas que hay en la vida y que no se pueden olvidar son las mercedes, las esperanzas y las ángeles caídas.
- ¡Sorprendente!
- ¿De verdad es sorprendente o me está usted dando coba?
- No... esto... yo no le doy coba nunca a nadie...
- ¿Entonces por qué se sorprende tanto?
- Porque la canción bien dice que son la salud, el dinero y el amor.
- Eso era antes, don Paco. Tiene usted que aprender a ponerse al día. ¿Conoce usted a un tal Martínez de Soria?
- Creo recordar que sí...
- Hablemos entonces a lo soriano.
- ¿Pero puedo saber ya a dónde quiere usted llegar?
- Escuche lo siguiente: Soria fría, Soria pura, cabeza de Extremadura. ¿Qué le parece para combatir a las brujas? ¿Soy directo, indirecto o circunstancial?
- Yo creo que sólo es complementario.
- Exacto. Apúntese usted un tanto, don Paco. Y como es necesario lo complementario supongo que es necesaria la dialéctica de la praxis.
- ¿La dialéctica de qué cosa?
- Piense, don Paco, piense. He dicho praxis. ¿Le encanta este eufemismo?
- No sé qué responderle...
- No se me eche para atrás ni se me arrugue usted tanto, don Paco, que va a terminar usted más rayado que un pez manta mejorando lo presente.
- ¡Oye, Garbayo, respeta mi autoridad!
- No se me enfade, Jefe. No lo digo por usted sino por las circunstancias.
- Es que no sé que responderle...
- Entonces voy a volver a seguir siendo directo, don Paco. ¿Es usted del Partido Comunista de España?
- ¿Cómo lo ha sabido?
- Por lo rojo que se ha puesto cuando he dicho lo de la praxis.
- Era mejor antes...
- ¿Antes de qué?
- Antes de que me comieran el coco con toda esa mierda del Che y La Causa.
- ¿Se refiere usted a aquello del "el Che Guevara es tu hermano soldadito boliviano"?
- Lo cantábamos con mucho entusiasmo, teniente.
- Con demasiado entusiasmo, don Paco. ¿Pero puede decirme de qué soldadito boliviano era hermano ese tal Che? 
- ¡Está bien claro que del soldadito!
- Lo de soldadito está muy claro, don Paco. Lo que le pregunto, aunque parece que a usted ahora le interesa hacerse el sordo, es a qué clase de soldadito se refería su otro amigo también Paco como usted. Y mire qué casualidad que ustedes se llamen Paco como Franco. Sea usted franco conmigo, don Paco. 
- Esto... supongo...
- No suponga tanto. Se lo voy a responder yo mismo para que sepa que sé muy bien de lo que hablo. Aquel tal Che Guevara, al que ustedes creían más que a Jesucristo, solamente era hermano del soldadito marxista... pero... ¿puede usted aclararme qué sucedía con el soldadito que no creía en Marx pero sí creía en Dios?...
- Que lo mataba si se le ponía a tiro.
- ¿Igual que se cargaba a los homosexuales?
- Igual. Exactamente igual.
- Y Fidel Castro apludiendo. ¿No es cierto?
- Fidel Castro está y ha estado siempre completamente loco.
- ¿Y por qué le adora tanto Maradona?
- Maradona es un gilipollas que no sabe dónde tiene la cabeza.  
- ¿A todo eso lo llama usted libertad?
- ¡Dios mío! ¡Qué error! Nadie me lo había hecho pensar hasta ahora.  
- ¿Hemos terminado ya de hacer como que fumamos o nos echamos otros, Jefe?
- No es necesario, Garbayo.
- ¡Menos mal!
- ¿Ha dicho usted menos mal, don Paco?
- Sí. Porque creía que esto era un interrogatorio como los que salen en las películas mientras que los protagonistas hacen como que fuman más que carreteros.
- Gajes del oficio, don Paco, gajes del oficio.
- ¿Entonces?
- Entonces, ya que ha hablado usted de interrogatorio, responda a esta interrogación: ¿Cuánto tiempo le queda para seguir trabajando en Correos?
- Me falta menos de un año para la jubilación.
- ¿Y faltándole menos de un año para la jubilación ha pedido usted un traslado a Catarroja?
- No es cierto. Yo vivía muy feliz y muy a gusto en mi querida y amada Águilas.
- Pues ahora soy yo el que no lo entiende. ¿Podría usted explicármelo con toda clase de detalles?
- ¡Fue el cabrón de Santiago!
- Un momento, don Paco. Cálmese un poco y digame, sin alteración de los nervios, quién es ese tal Santiago.
- Se llama Santiago Solar De Gijón.
- Cuénteme qué sucede con ese tal Santiago Solar De Gijón y por qué le ha trasladado a Catarroja sin que usted haya pedido ninguna clase de traslado. Tenga en cuenta que le voy a comprender de inmediato ya que a mí también quisieron hacerme lo mismo hace ya algún tiempo aunque le salió el tiro por la culata. Y ya que hablamos de España, porque de España se trata el asunto, no se me corte ni un pelo y cuéntemelo como si yo fuera su amigo.
- Don Santiago Solar De Gijón es el fundador de las CAM.
- ¿Qué son las CAM?
- Células Autónomas Marxistas.
- ¡Ostras, Pedrín! ¿Qué asunto es ese de las células de no sé qué?
- Ha dicho Células Autónomas Marxistas, Jefe y, por favor, no nos interrumpa ahora.
- ¿Puedo continuar?
- Puede usted continuar, don Paco.
- Es que no sé por dónde empezar...
- Por ejemplo, ¿sabe usted cuándo las fundó?
- Hace exactamente nueve meses.
- ¿Cómo si fuese algo así como un embarazo?
- Pues sí... porque me siento muy embarazado cuando lo recuerdo...
- Tome un poco de aliento y siga, por favor.
 
Paco Ravel Valtierra suspiró profundamente como si se estuviera despidiendo de una amada y después pudo continuar ya más tranquilo.
 
- Antes tengo que decirle que el señor don Santiago Solar De Gijón es el Jefe de Correos de la Zona del Levante.
- Levante el vuelo, por favor. Levante el vuelo de los pichones que estoy de cacería.
- Me cuesta bastante recordar...
- Reecuerde, por favor, o el cazado es usted.
- Don Santiago me explicó, un día que me invitó a una copa de cazalla porque era más áspero que el asperón de fregar los platos, que cada célula se compondría de cinco individuos e individuas comprometidos y comprometidas con La Causa.
- ¿Solamente células de cinco?
- Sí. Cada célula seríamos de cinco pero que no teníamos que tener ningún trato amistoso entre nosotros y nosotras ya que sólo nos juntaríamos cuando tuviésemos que actuar.
- ¿Por qué no podían ustedes tener ninguna amistad entre ustedes?
- Me explicó que era mejor para La Causa.
- ¿Cuál es esa dichosa Causa?
- Algo que no sé muy bien cómo explicarlo.
- Póngamos un ejemplo sencillo y verá como sí sabe explicarlo mejor de lo que cree.
- El ejemplo más claro que me puso fue el del Che Guevara y la Revolución castrista.
- ¿Le dijo Revolución castrista o Revolución castradora?
- ¡Ostras, Pedrín! ¡Eres todavía más claro y directo de lo que yo creía, Garbayo!
- Porque desciendo de celtas, casi siempre fumo celtas y soy de los del Celta.
- ¿Puedo conntinurar?
- ¡Largue, largue don Paco!
- ¿Eso quiere decir que me puedo ir ya?
- Eso quiere decir que si no larga usted todo lo que sabe no se va de aquí hasta el año dos mil y pico en que los hombres podrán volar y aquí nuestras solteritas suspirando quedarán. ¿Entiende mejor ahora por dónde van mis tiros?
- Mejor. Mucho mejor.
- Pues desembuche.
- ¿Me puede usted ayudar un poco, teniente?
- Le voy a ayudar losuficiente. ¿Qué es eso de entrar en acción?
- No me lo quiso explicar aunque insistí en que me lo explicara; pero dijo que sólo lo sabríamos cuando llegase la hora.
- ¿Qué hora?
- La contraseña era "es hora ya ya llegará". Cuando recibiésemos esa orden nos pondríamos en contacto personal los cinco miembros de la célula y entonces sabríamos qué deberíamos hacer sin perder ni un minuto de tiempo.
- De acuerdo. ¿Qué le contestó usted?
- ¡Que no contara conmigo para ninguna clase de locura! Le dije que yo puedo tener la ideología que me de la gana pero que no soy un terrorista. 
- ¡Ostras, Pedrín! ¿Qué está diciendo este buen hombre?
- Lo de buen hombre todavía tiene que desmotrarlo, Jefe... pero por ahora sólo nos interesa seguir conociendo...
- ¿Qué quiere conocer más, teniente Garbayo?
- Hablando de conocimientos... por ejemplo, ¿recuerda usted haber conocido en alguna ocasión a un tal Alexis?
- ¡Hostias! ¡Ese día que me habló de las CAM había un tal Alexis con nosotros!
- ¿Así que conoció usted a ese tal Alexis?
- Sí. Le conozco personalmente, pero solo de vista porque don Santiago ni me lo presentó ni me dejó hablar con él.
 
Garbayo sacó la fotocopia de la fotografía de Alexis.
 
- ¿Era este hombre ese tal llamado Alexis?
- ¡Hostias! ¡Claro que es él! ¡No he olvidado nunca su feo rostro!
- ¿Usted afirma que esta fotografía es la de ese tal Alexis que, por cierto, es verdad que es más feo que un demonio?
- ¡Le juro por lo que usted más quiera que le he contado toda la verdad que yo sé!
- Le creo. Es usted un hombre errático, tal vez por su avanzada edad, pero intuyo que es usted sincero. No suelo confundirme cuando intuyo algo. ¿Qué sucedió cuando usted se negó a formar parte de una CAM?
- Me intentó convencer de nuevo.
- ¿De qué manera?
- Me hizo saber que había un botín para repartirnos entre los cinco individuos e individuas por cada acción que lleváramos a cabo.
- ¿A cuándo asciende ese botín?
- A cinco millones de dólares para repartirlos en partes iguales.
- O sea que, hablando en cristiano, a cada miembro de una CAM le corresponde exactamente un millón de dólares cuando llevan a cabo un acto terrorista.
- Exacto, teniente Garbayo.
- Pues siguiendo en cristiano, ¿de dónde sale toda esa cantidad de millones de dólares?
- De traspasos de dinero que llegan desde Moscú.
- Hablando ahora de Moscú luego le tengo que preguntar algo muy interesante, pero ahora dígame, en primer lugar, qué sucedió entonces.
- ¡Que me seguí negando en rotundo a formar parte de una CAM por mucho dinero que anduviese en medio!
- Calme los nervios, don Paco.
- Es que... ¿y si me sucede algo malo?...
- Lo más malo que le puede pasar es que le maten pero nada peor que eso. ¿Le tranquiliza saberlo?
- ¡Teniente Garbayo, por favor!
- No se preocupe usted tanto porque en esta Tierra nadie es eterno y como usted no cree en la eternidad después de vivir en esta Tierra... ¿se puede saber por qué tiene miedo a morir si no hay nada más?...
- Escuchando su manera de ver las cosas ya estoy menos acojonado.
- ¿Rechazó usted la oferta?
- ¡Por completo! ¡Y por eso el muy cabrón respondió con la primera oportunidad que tuvo para quitarme de en medio trasladándome desde mi querida y amada Águilas hasta aqui!
- ¿Tiene usted algo contra Catarroja?
- No. Pero aquí no tengo ni padre ni madre ni perro que a mí me ladre.
- Hablando de España ya que estamos con España... ¿está usted seguro de que esa fue la causa de que le trasladara hasta Catarroja sin haber pedido usted ningún traslado?...
- De causas ya no deseo hablar más después de descubrir lo que era Guevara... pero no encuentro otra explicación posible...
- Está bien, don Paco. Le creo. ¿Usted qué cree, Jefe?
- Yo también creo que está diciendo la verdad.
- ¡Menos mal que me están ustedes creyendo porque es cierto que estoy cantando verdades!
- Cálmese otra vez, don Paco. Y ya que antes me citó a Moscú ayúdeme con algo que le voy a pedir.
- ¡Usted manda, teniente!
 
Garbayo sacó la carta escrita en tinta roja de su bolsillo.
 
- ¿Ve usted este sobre?
- ¡Claro! ¡Fue el que le entregué, ayer mismo, a una tal Dolores De Carrillo Ibarra.
- ¿Qué me puede decir de este sobre? ¿Usted cree que ha llegado desde Moscú?
- Mirándole bien mirado dudo mucho que lo hayan enviado desde Moscú.
- ¿Por qué razón afirma tal cosa?
- Escuche, teniente. Llevo toda mi vida ejerciendo de cartero. Desde los 14 años para ser más exactos.
- ¿Usted trabajó teniendo solamente 14 años de edad?
- Bueno. Es necesaria una pequeña explicación.
- Explique usted, don Paco.
- Desde los 14 años hasta los 16 recién cumplidos estuve ayudando a mi padre, que también era cartero al igual que mi abuelo mi bisabuelo y mi tatarabuelo, pero después pasé a trabajar ya de manera independiente como cartero profesional.
- ¿Lo hizo siempre en Águilas?
- Siempre. Es allí donde tengo mi casa.
- ¿Qué puede decirme más sobre este sobre?
- Que está demasiado limpio y que no tiene ninguna clase de arruga ni señales de haber sido manipulado en tan largo viaje como es el de Moscú hasta Catarroja.
- Eso mismo pienso yo. ¿Cuándo cree usted que este sobre fue comprado en alguna papelería del mundo?
- Como mucho, y es mucho decir, debió ser comprado hace una semana aunque yo afirmaría que fue solamente hace un par de días.
- Perfecto. Eso es un buen dato a tener en cuenta. Ahora hablemos de esa tal Dolores.
- ¡Le juro a usted, señor teniente, y ante la presencia testimonial del Jefe, que yo no tengo nada que ver con su envenenamiento!
- ¿Sabe usted que murió envenenada?
- He estado ojeando la prensa antes de ir a la Oficina de Correos.
- ¿Y también sabe usted que, de momento, fue la última persona que vio con vida a esa tal Dolores?
- ¡Le vuelvo a jurar por todo lo que usted más quiera, y ante la presencia testimonial del Jefe, que no he tenido nada que ver con ese feo asunto!
- ¿Es normal que un cartero se pase casi media hora hablando con una de sus clientas?
- No es normal pero yo soy nuevo en esta plaza y ella estaba deseando hablar...
- ¿Y qué es lo que le contó?
- Que, además de gustarle mucho montar, era una gran experta jugando al ajedrez.
- ¿Cuando le dijo lo de montar se refería solamente a caballos?
- En la vida privada de mis clientas no suelo meterme demasiado pero quizás se refería solamente a eso.
- Digamos que es una duda razonable pero... según los rojos y las rojas...
- ¿Tiene todo esto algo que ver con Moscú?
- Eso estoy esperando que me lo explique usted.
- Puedo decirle que ella me explicó que había aprendido a jugar ajedrez por correspondencia.
- ¿Con quiénes jugaba esa tal Dolores?
- Con los grandes maestros rusos.
- Dejando lo de montar aparte... ¿usted cree que ese tal Alexis era un gran maestro ruso?...
- No habló nunca conmigo pero evidentemente se notaba demasiado que era un gran maestro ruso hablando de los movimientos de los caballos.
- ¿Comprometido con La Causa tal vez?
- Totalmente comprometido con La Causa.
- ¿Qué le parece a usted eso de que este sobre de correo postal español esté escrito con letra roja?
- Es la primera vez que me ha sucedido a lo largo de toda mi vida de cartero.
- ¿Qué sabe usted del remitente P.V.A.?
- Quizás quiera decir solamente Previo Valor Añadido.
- Déjese de pavadas, don Pavo... esto... quiero decir don Paco... el Precio Valor Añadido nunca se pone en la solapa de los sobres de correos españoles sino en la parte frontal porque va incluido en los sellos.
- ¡Entonces no tengo ni puñetera idea de lo que significa eso de P.V.A.!
- ¿Se está usted dando cuenta de que es, de momento, el principal sospechoso de haber envenenado a esa tal Dolores De Carrillo Ibarra?
- ¡Le vuelvo a rejurar una y mil veces más que no sé nada de ese feo asunto!
- Si era fea o no era fea esa tal Dolores a mí no me importa saberlo... pero de momento le creo... aunque no deja usted de ser sospechoso... porque en media hora hay mucho tiempo de hacer muchas cosas fuese fea o no fuese fea esa tal Dolores... ¿Me está entendiendo?
- Estoy cansado, teniente Garbayo...
- Lo sé, don Paco. No tiene usted ya edad para tanto trote. Yo también estoy cansado y eso que sigo en plena forma; así que merece usted descansar durante todo el resto del día y le aconsejo que por nada de este mundo le cuente usted a alguien todo lo que me ha contado a mí ante la presencia testimonial del Jefe.
- No creo que sea un asunto para estar bromeando ahora, teniente.
- Yo no suelo bromear demasiado con ciertas cosas pero hay ciertas cosas que sólo me producen risa.
- ¡Seré una tumba!
- Por eso mismo se lo digo. Tenga muy en cuenta de que si alguno de ellos se entera de lo que me ha contado será usted una tumba de verdad y no en sentido figurado.
- ¡Dios mío! ¡Me gustaría vivir un poquito más!
- ¿No es usted ateo?
- Es que se me ha escapado...
- Ya. Eso de Dios mío lo dijo usted sin querer queriendo.
- Eso... eso... eso...
- Ya lo veo y me lo creo. También a mí me gusta algunas veces rimar palabras. Pero lo más curioso de todo es que ustedes los ateos cuando le ven las orejas al lobo que se comió a Caperucita Roja se ponen, de repente, a pensar en Dios. 
- Tengo ganas de seguir, teniente...
- ¡Ostras, Pedrín! ¡Qué ganas tiene de seguir trabajando!
- Es que todavía me considero valioso, Jefe.
- ¿A usted le gustaría acabar su carrera profesional en su querido y amado pueblo?
- Por supuestísimo.
- Eso mismo dice don Alfonso Pérez.
- ¿Quién es don Alfonso Pérez, Jefe?
- Escucha bien, Garbayo. Don Alfonso Pérez es un individuo muy mal encarado, y ya sabe a lo que me refiero que era muy mal encarado porque a feo no le ganaba nadie, con los pelos como pinchos, conocido por eso mismo en los bajos fondos como "Pelopincho", precisamente, del barrio madrileño de San Ginés.
- ¿Tenía además bigote?
- Exacto, Garbayo. Para completar lo feo que era también tenía bigote a lo Murillo y que me perdonen los del Real Zaragoza Club de Fútbol por decir tal cosa pero es verdad.
- ¿Y usted le conoce tanto como para decir que le gustaría terminar trabajando en su propio pueblo?
- En su pueblo he dicho... porque aun siendo de la ciudad de Madrid... el pobrecico es bastante paleto...
- ¿Eso quiere decir que es un ignorante?
- Tan ignorante que ni tan siquiera ha podido aprobar el ingreso a la Universidad para mayores de 25 años de edad porque le preguntaron donde se encuentra Gallocanta y se puso a cacarear como una gallina.
- ¡Jajajajajá! ¡Muy bueno, Jefe!  
- Señores... ¿puedo marcharme ya?... 
- Puede irse usted ya a descansar durante todo el resto del día pero, por habernos hecho el gran favor de cantar como un gallo y no cacarear como una gallina, le prometo que hablaré con el Director General de Correos de España para que usted, desde mañana mismo, vuelva a seguir siendo cartero en su querido y amado pueblo de Águilas. 
- Muchas gracias, Jefe.
- Déselas a Dios si ya cree en él, porque sólo Dios puede salvarle del lío en que se ve envuelto aunque sea en contra de su voluntad.
- ¿En contra de la voluntad de Dios, Jefe?
- Un poco de seriedad, Garbayo, por favor.
 
Paco Ravel Valtierra se levantó...
 
- Espere un momento pollo pera... que está usted todavía tan guapo como un pollo pera a pesar de todo... 
- ¡Mande usted, Jefe!
- ¿Usted sabe dónde podemos encontrar a ese tal Santiago Solar De Gijón?
- Sí. Vive cómodamente en un lujoso chalé.
- ¿Dónde está ese chalé?
- En un conjunto residencial privado llamado Monte Real que, según tengo entendido gracias a mi labor de cartero, pertenece a la ciudad murciana de Molina de Segura.
- ¿Está usted seguro que es de Segura?
- ¡Seguro que es de Segura! ¡No lo confunda con Molina de Aragón, a pesar de lo tanto que se ríe usted del bigote a lo Murillo de ese tal Alfonso Pérez de San Ginés!
- ¡Jajajajajá! ¡No me lo siga recordando usted, don Paco, que la cosa es seria! ¡En lugar de empleado de banca parece más bien chapista!
- ¡Jajajajajá! ¡Muy bueno, Jefe!
- Garbayo, por favor, un poco de seriedad...
- ¿Me puedo ir ya o no me puedo ir ya?
- Espere sólo unos cuántos segundos más. ¿Está usted seguro de que ese tal Santiago vive en un lujoso chalé de Alto Real siendo de esos que se las dan de firmemente republicanos?
- Totalmente seguro, porque fue en dicho chalé donde nos reunimos Alexis, él y yo para hablar de lo del botín.
- Puede irse ya.
 
Paco Ravel Valtierra tomó rápidamente las de Villadiego.
 
- ¿Cómo ves el asunto, Garbayo?
- Que hay dos, Jefe.
- ¿Que hay dos de qué?
 
Garbayo sacó la pequeña nota del interior del sobre...
 
- Sabemos que una CAM es una célula autónoma marxista. Sabemos que ese tal Santiago Solar De Gijón es el fundador de las CAM. Sabemos que ese tal Alexis murió acribillado a balazos. Sabemos que esa tal Dolores ha sido envenenada ayer mismo. Sabemos que este tal don Paco no quiso, por nada del mundo, ser miembro de una CAM en Águilas. ¿Qué sabemos más?
- Yo desde luego nada de nada.
- Escuche bien, Jefe. Sabemos que, en esto de C2PR, la C se refiere al Caballo, la R se refiere al Rey y la P se refiere al Peón; luego podemos deducir que sabemos que hay 2 Peones en todo este feo asunto. ¿Está usted comprendiendo?
- ¡Ostras, Pedrín! ¿Hay alguna relación entre las CAM y el golpe de estado de Tejero que, gracias al Rey, ha sido abortado?
- Eso estoy intentando descubrir. Está claro que el movimiento C2PR encierra una clave relacionada con un caballo, dos peones y un rey. ¿Estarán intentando aprovechar la confusión general que estamos viviendo para atentar contra la vida de nuestro monarca?
- ¡Ostras, ostras y mil veces ostras! ¡Eso es muy fuerte!
- Lo más peligroso de todo es que hay dos, Jefe.
- ¿Pero dos de qué cosa?
- Sabemos que Alexis era un peón pero está tan muerto como lo está Dolores... y como don Paco no quiso formar parte de la CAM presidida por ese tal Santiago... podemos deducir que sabemos que hay otro peón que está vivo... o una peona que sigue viva todavía...
- Y está muy claro que podemos deducir que sabemos que no tenemos ni puñetera idea de quién pueda ser.
- Lo que yo tengo muy claro es que alguna persona está muy interesada en que se produza otra vez una división en España.
- ¿Más?
- Más de lo que está.
- ¿Qué quieres decir, Garbayo?
- Que si triunfa algún golpe de estado como este que, gracias a Dios y con la ayuda del Rey, ha sido abortado... se va a aprovechar la confusión reinante para atentar contra la vida de nuestro monarca.
- ¿Otra vez lo de divide y vencerás?
- Otra vez; pero ahora al rojo vivo.
- ¿Más?
- Más de lo que está.
- ¡Ostras, ostras y mil veces ostras! ¿Y ahora qué hacemos, Garbayo?
- Una cosa que podemos empezar haciendo es la de darnos un garbeo por Alto Real para hacerle una visita a ese cabrón.
- ¿Ya que hablamos de España?
- En efecto, Jefe. Ya que hablamos de España y estamos con España.
- ¿Lo crees realmente necesario?
- Somos profesionales comprometidos con la unidad nacional y está claro que somos personajes reales y no ficciones juveniles ni fantasías de infancia, así que no nos queda más remedio que ir.
- De acuerdo, Garbayo. Ahora mismo nos vamos para la Jefatura, nos tomamos un aperitivo para llenar el buche, dejo el mando en manos de alguien valioso mientras estamos fuera y salimos para Alto Real. 
 
CONTINUARÁ... 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Novela.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Relatos Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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