Branford en mi corazón (Diario)
Publicado en Nov 07, 2015
Cuando un paisaje se convierte en sentimientos profundos expresa una magia que se nos introduce en el alma a través del corazón y ahí anida su presencia por toda nuestra eternidad. Eso sucede con Branford en mi corazón. Y es que Branford es más que una bella ciudad y un espléndido paisaje; Branford es esa amiga que, de repente, conoces en una cafetería y comienzas a entablar, con ella, una conversación espontánea, fluida, amable... sobre las personas, las calles, la convivencia de los seres humanos con la naturaleza y ese diálogo profundo entre quien te ofrece su hospitalidad y a quien ofreces tu sentido solidario. Dejas de ser un solitario que llegó desde el otro lado del mar para pasar a formar parte de un mismo mundo, de una misma experiencia vital que te transforma desde la condición de extranjero en un ser que forma parte entrañable de esa transformación.
Branford transforma tu sensibilidad cuando paseas por sus avenidas, visitas sus edificios emblemáticos y pasas tiempo decisivo de tu existencia envuelto en el carisma de la hermandad de su James Blackstone Memorial Librery. A todo ello se suma siempre esa sensación de no ser un extraño sin ubicación alguna sino que te sientes como si esta ciudad fuese la misma en la que un día naciste. Y te enganchas a esa sensación cuando te acercas a la bahía. Me sucede que ha quedado grabado en mi consciencia este panorama de la bahía costera de Branford y observando el movimiento de las olas, mientras me acompaña la Princesa de mis emociones, me convierto en marinero de los horizontes; en ese poeta que un día dedujo que todos somos habitantes de una misma patria: un pequeño rincón llamado Universo. Si una ciudad te hace pensar así es que esa ciudad ha entrado en tu corazón. Mi hija Carla dice que "cuando uno hace algo para sí mismo queda para sí mismo; cuando uno hace algo para los demás queda para siempre". Liliana y yo estamos en Branford haciendo algo para los demás y por eso, al expresar nuestro silencio convertido en palabras de compañía, damos a conocer nuestra verdadera identidad; esa identidad que ningún otro ser humano te puede quitar porque le pertenece a ese Dios que nos la regala para que sirvamos de unión entre personas que no tienen nada y esa esperanza de que pertenecemos a nuestro propio mundo y hay que estar presentes en sus necesidades que les confiere la identidad humana. En Branford es muy fácil sentirse humano; tan fácil como tomar un café en el Starbucks y, al mirar a través del cristal de la ventana, contemplar esa creación natural, arbórea y frondosa, donde los pájaros humildes -esos gorriones que vamos sembrando día tras día- te saludan como hermanos viajeros de los sueños. El tiempo parece detenerse por un momento porque la sensación de compañía rodea todo nuestro ser. Compañía de vuelo de aves rodeando el borde de la playa donde observamos los barcos que llegan de algún lugar para decirnos que estamos presentes. Sí. En Branford es muy fácil estar presente. Sólo consiste en dejarse rodear de sus personas amables, de sus ciudadanos y ciudadanas que te acompañan como elementos imprescindibles para sentir la paz del espíritu. Refresco mi memoria para recordar siempre que aquí, en Branford, he podido encontrar un lugar para seguir soñando. Partiré con la sensación de haber tenido un tiempo de compañía, un tiempo de amistad y un tiempo de amor; los tres puntos esenciales para sentir lo que yo siempre he predicado: el compañerismo se busca, la amistad se encuentra y el amor nos sorprende. Refresco mi memoria para volver a decir que el sentimiento es la verdadera antesala de nuestro pensamientos si es que somos, en verdad, esos seres humanos hermanos de la felicidad qie empieza siempre por fe. Y es que en Branford soy feliz.
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José Orero De Julián
José Orero De Julián