Tribuna Abierta (por Remigio Vela Navarrete)
Publicado en Nov 08, 2015
MESTIZAJES Y NO GENOCIDIO EN EL NUEVO MUNDO
Mucho se ha escrito sobre las tres etapas, coindicentes en algunos casos y perfectamente diferenciadas en otros, del descubrimiento, conquista, sin duda alguna por las armas, y asentamiento colonizador europeo del continente americano. Por el contrario, muy poco se ha recordado, escrito o documentado sobre el objetivo fundamental del mestizaje que propiciaron los primeros conquistadores. Encontrarán una síntesis histórica, real y perdurable, mucho más poderosa que cualquier debate intelectual sobre la conquista y mestizaje, en la plaza Mayor de Trujillo. Les invito a visitarla. Llama la atención la enorme estatua ecuestre de Francisco Pizarro con armadura, casco empenachado y actitud conquistadora. Es el homenaje al conquistador. Es tan evocadora esta estatua de sus gestas guerreras que, con toda certeza, pasará inadvertido un balcón esquinado que hay justo enfrente de ella, en el palacio de la Conquista, construido por Hernando Pizarro, el único Pizarro que murió en Castilla. Este balcón blasonado tiene en la parte superior a la figura de Francisco Pizarro junto a su mujer Angelina Yupanqui, hermana y viuda de Atahualpa, y en la parte inferior, la imagen de Francisca Pizarro, doña Francisquina, sobrina y esposa de Hernando Pizarro. Es el primer homenaje que hace Europa al mestizaje con los nativos del nuevo mundo. Inmediatamente después de la muerte de su viejo tío y marido doña Francisquina casó con un Portocarrero: en una sola generación la hija del marqués de la Conquista pasó a ser de la más rancia hidalguía castellana. Críticas muy duras y menos fundadas se han hecho de Hernán Cortés por su ímpetu combativo, olvidando su astucia política y su calidad de hombre de Estado. La Malinche, doña Marina, nunca fue su esposa porque ya estaba casado, pero sí fue la madre de su primer hijo varón, Martín, al que puso el nombre de su padre. Cortés trató a doña Marina con el mismo respeto que a las hijas de Moctezuma, que casaron con sus capitanes. Su hijo Martín fue reconocido oficialmente y nada menos que a nivel papal, por Clemente VII. Para asegurarla, en su ausencia, concertó el matrimonio de doña Marina con el capitán Juan de Jaramillo, del que tuvo una hija, María que, pasado el tiempo, fue esposa de un notable representante de la aristocracia castellana. Cortés, que vivió tristemente la experiencia colonizadora de Santo Domingo y Cuba, decidió siempre que su aventura continental, la conquista de México, estuviera condicionada a un triple mestizaje: el humano, el religioso y el político. Del mestizaje humano nos dio claro ejemplo personal y hasta donde su autoridad se alcanzaba casando a sus capitanes con las hijas y hermanas de Moctezuma. También casaron con la nobleza incaica los capitanes de Pizarro; uno de ellos, el capitán Cepeda, hermano de Teresa de Jesús, creó familia ilustre y perdurable; otro, el capitán Garcilaso de la Vega, fue padre del famosísimo poeta. Del mestizaje religioso, en acordada complicidad con los franciscanos, se consiguió el sincretismo religioso del que aún quedan numerosas muestras. Junto a San Cristóbal de las Casas, en Chiapas, puede visitarse San Juan Chamula, donde aún el chamán local sacrifica gallos en la iglesia, rodeado de sus feligreses, sin duda devotos de la Virgen de Guadalupe, mientras mantienen encerrados en urnas a los santos cristianos por su mal comportamiento. Más allá de la anécdota, ni Cortés ni Pizarro quisieron imponer el cristianismo en México ni en Perú como se impuso en Granada. El mestizaje político en el pensamiento de Hernán Cortés desborda aquí cualquier posibilidad de síntesis. Quería un trato de iguales entre un pueblo más numeroso que el castellano y un país tan grande como Europa. Creó instituciones y hospitales, tan buenos como en Castilla, para enfrentar a quien realmente diezmó la población nativa: las epidemias de origen europeo. Mucho se ha insistido en desprestigiar las figuras de los conquistadores por supuestas inculturas y brutalidad. Sin embargo, la investigación histórica actual comienza a desvelar muchos secretos hasta ahora celosamente guardados. ¿Cuántos de ellos eran judeos conversos? ¿Cuántos consideraron el nuevo mundo como la nueva Tierra de Promisión para refugio de expulsados? Esta nueva perspectiva eleva el nivel cultural de los conquistadores de manera extraordinaria. Son inconcebibles sus gestas militares, políticas y civilizadoras sin una formación adecuada. Algunos de ellos lo demostraron sin alardes. Otros lo confirmaron con sus hechos. En su camino hubo, ciertamente, numerosas batallas e, incluso, algunas masacres preventivas, pero no expulsiones, forzamiento religioso o genocidio. Ciendo diez millones de mexicanos, muchos naturales y criollos, pero la mayoría mestizos, así lo atestiguan. (ABC de Madrid: 31 de octubre de 2015 - página 15 - Opinión).
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José Orero De Julián
Dijo el famoso Carlos Quinto.
(Y el Imperio se nos vino abajo)
José Orero De Julián