El gogó de las bicicletas (Diario)
Publicado en Nov 18, 2015
1956. Eso de que las bicicletas son para el verano debe ser verdad de cara al futuro. De momento, una vez cruzado el ecuador de los años 50, nos conformamos con ver a los bicicleteros pasear por los alrededores de La Chopera del Retiro de Madrid. No sé cuántos céntimos costará alquilar alguna de ellas por una hora, pero es seguro de que sólo los niños pijos pueden permitirse ese lujo. Los demás niños, los que pasamos la vida viendo a los bicicleteros tambalearse de un lado para otro (¡vaya carrera que llevan estos tipos que se creen guapos de verdad!) nos conformamos con comprar cromos. Tenemos casi la colección completa, desde Bahamontes hasta Loroño pasando por los Barrutia (Antón Barrutia y Cosme Barrutia), y nos pasamos días enteros, incluídas también las noches, barajando miles de posibilidades. Imposible. Es del todo imposible comprar sobres de cromos y que, además, nos sobren céntimos suficientes para poder alquilarlas. Entonces nos entra la risa. Nos reímos (¡algre risa infantil!) hasta de las sombras, que se perfilan en el suelo, de todos aquellos niños pijos que se creen guapos de verdad pero que se tiran "cuescos" sobre el sillín. ¿Pitorreo o pedorreo? ¿Qué es mejor? Por lo pronto yo me quedo con el pitorreo hasta que llegue el próximo verano a ver si me toca una bicicleta en la Tómbola Diocesana de la Vivienda. Pero entonces, como no me toca nunca, me conformo con soñar que estoy subiendo el Puerto de Navacerrada y voy tan escapado que, imitando al Gran Federico toledano, me tomo un helado en lo más alto del puerto esperando a que lleguen los otros tres. Me da tiempo a pensar que es mejor seguir jugando con los cromos que, más tarde, irán a parar a las chapas. Y como sólo tengo 7 años de edad me interesa, muchísimo más que alquilar una bicicleta para bambolearme de un lado para otro como Pepe Botellas, estudiar el "Poema de los 7 infantes de Lara" a ver si tengo suerte y me lo aprendo todo entero de memoria; lo cual lo dudo mucho porque sigo siendo ese escalador que, en solitario, deja atrás a sus tres hermanos y sube a solas el Puerto de Navacerrada de Madrid, dejando a los niños pijos que se den más trompazos contra el suelo de los alrededores de La Chopera del Retiro que los Hermanos Tonetti en el Circo Price. Como se enteren los de Serrano se van a quedar con la boca abierta. Lo cual no es mi problema.
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