Podra vivir sin publicar, pero no sin escribir (Reflexiones)
Publicado en Nov 20, 2015
Lo ha dicho, en una entrevista realizada por mi colega Miguel Lorenci, nada más y nada menos que Kate Morton, una escritora australiana (nacida en el año 1976 en Berri), que se ha convertido, de la noche a la mañana, en la reina de los "best sellers" tras vender ya diez millones de copias de sus intrigas de inspiración gótica y ambientes victorianos en torno a oscuros secretos que marcan a toda una estirpe. Y eso mismo es lo que digo yo.
Puede ser que sí. Puede ser que publicar tenga una cierta importancia para todos nosotros, escritores y escritoras del mundo real; pero lo más real, de todo este mundo de las escrituras literarias, es saber que sabemos escribir. Pongamos, por ejemplo, el de "La tía Tula". Miguel de Unamuno sabía que sabía escribir bien antes de atreverse a escribir dicha novela. Lo mismo sucedió con mi tía Amparo. Mi tía Amparo, esposa de mi tío Ángel, supo que yo sabía escribir bien y se lo dijo a mi familia. El amparo de las musas nunca ha dejado de protegerme y, en base a decir verdades, si yo escribía bien en Valverde de Júcar... ¿por qué no iba a escribir bien en cualquier otro lugar de este planeta al que llamamos Tierra?... El gran filósofo llamado Aristóteles decía que "no se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho". Y no hay duda alguna de que el llamado Aristóteles sí sabía lo que decía escribiendo sobre la vida humana. Pues bien, se sabe (o por lo menos se debería saber) que toda buena obra tiene un planteamiento, un nudo y un desenlace. Es en el nudo donde se organiza el desarrollo de nuestras grandes ideas. ¿Pueden nacer las grandes ideas del desconocimiento? Jamás. Todas las grandes ideas (dejemos las pequeñas ideas para los ignorantes) tienen que tener un gran origen (planteamiento) y deben desembocar en un gran final (desenlace). Si somos capaces de hacerlo (nosotros y nostras los escritores de la vida real) es que, en realidad, no te importa si te publican o no te publican sino que lo estás haciendo bien o muy bien. Llegados a este punto de nuestra reflexión del día de hoy, yo me planteo la siguiente cuestión: ¿Eres escritor o escritora porque vendes millones de ejemplares o porque eres todo un ejemplo para tus lectores y/o lectoras? He ahí la clave de esta cuestión. Cada uno y cada una de los lectores y lectoras puede opinar lo que quiera, lo que desee o lo que le dé la real gana; pero lo que es incontestable (porque es propio de las musas) es que si sabes escribir bien o muy bien, las musas nunca te abandonan. ¿Cuándo me di cuenta yo de esta gran verdad? Muchos quizás duden de que sea cierto lo que voy a decir; pero lo cierto, lo realmente verdadero digan lo que digan los demás o las demás, es que antes de nacer ya Dios me había inculcado el arte de la escritura. Y es por eso por lo que, en el mismo momento en que nací y llegué a esta llamada Tierra, mi abuela materna se dio cuenta de que muy pronto (antes de lo que muchos piensan o creen o razonan lo suficiente) cogería la pluma. No me refiero a la pluma de los escribientes (o escribanos) sino a la pluma de los escritores. Sigamos con el razonamiento deductivo. Yo deduzco (y no sé si los demás o las demás deducen o dejan de deducir porque para eso está su libertad de opinión) que si mucho antes de lo que todos y todas creen, o piensan o razonan, yo ya cogí la pluma y escribí redacciones escolares de carácter antológico, es porque desde aquella edad tan temprana (lo crean o no lo crean los demás o las demás) ya sabía yo escribir y, sobre todo, ya sabía yo lo que estaba escribiendo. Es por eso por lo que mi mejor maestro de escuela (Don Florencio Lucas Rojo) descubrió que esa capacidad me llevaría a ser escritor sin duda alguna. Y no se equivocaba Don Florencio, cuya opinión me valía (y me sigue valiendo) mucho más que la del llamado Aristóteles; porque Aristóteles tenía prejuicios contra los que no seguían sus pensamientos mientras que Don Florencio era un librepensador que pensaba y dejaba pensar aunque sus discípulos pensaran o no pensaran de la misma manera que él. Sabiendo que sabes escribir bien (o incluso muy bien), ningún editor de libros tiene capacidad alguna (aunque algunos de ellos se lo creen demasiado) para decir que escribes mal o que no sabes escribir. Mundo de las motivaciones. Entremos en el mundo de las motivaciones. Os estoy hablando de las autoestimas personales y de cómo estimularnos para tener la suficiente personalidad como para decir lo que ha declarado, en la entrevista antes citada, la australiana Kate Morton que, además de escritora, es muy guapa (dicho esto último de paso aunque algunos digan que no tiene ninguna importancia con lo cual yo no estoy totalmente de acuerdo). ¿Qué son las motivaciones y la autoestima personal de los escritores y de las escritoras que escribimos bien o muy bien? Vamos a ayudarnos con la opinión de algunos especialistas. Bebamos de la fuente de Wikipedia porque para eso es una fuente y cumple las funciones de ser una fuente. La palabra motivación deriva del latín "motivus" o "motus", que significa ‘causa del movimiento’. La motivación puede definirse como «el señalamiento o énfasis que se descubre en una persona hacia un determinado medio de satisfacer una necesidad, creando o aumentando con ello el impulso necesario para que ponga en obra ese medio o esa acción, o bien para que deje de hacerlo». Otros autores definen la motivación como «la raíz dinámica del comportamiento»; es decir, «los factores o determinantes internos que incitan a una acción». La motivación es un estado interno que activa, dirige y mantiene la conducta. ¿Y qué es la autoestima personal? Sigamos con Wikipedia que, repito, para eso es una fuente y cumple las funciones de fuente. La autoestima (que siempre es personal porque en caso contrario no sería autoestima de uno mismo o de una misma hacia uno mismo o hacia una misma) es un conjunto de percepciones, pensamientos, evaluaciones, sentimientos y tendencias de comportamiento dirigidas hacia nosotros mismos, hacia nuestra manera de ser y de comportarnos, y hacia los rasgos de nuestro cuerpo y nuestro carácter. En resumen, es la percepción evaluativa de nosotros mismos. La importancia de la autoestima estriba en que concierne a nuestro ser, a nuestra manera de ser y al sentido de nuestra valía personal. Por lo tanto, puede afectar a nuestra manera de estar, de actuar en el mundo y de relacionarnos con los demás. Nada en nuestra manera de pensar, de sentir, de decidir y de actuar escapa a la influencia de la autoestima. Cuando nos miramos a un espejo, ¿vemos lo que queremos ver de nosotros o vemos lo que los demás quieren que veamos de nosotros? Buena pregunta para desarrollar una controversia en alguna especie de café tertulia al amparo de las musas de nuestros pensamientos. ¿Cómo resolver adecuadamente esa incógnita? Es muy fácil de entender. Depende de tu autoestima personal y tus motivaciones a la hora de escribir o dejar de escribir. Si en el espejo observas lo que tú quieres ser estás en el verdadero camino para escribir bien o muy bien. Si en el espejo observas a otro escritor o a otra escritora (por muchos best-sellers que hayan conquistado) es que no te autoestimas lo suficiente y, en ese caso, es mejor abandonar la tarea de ser escritor o de ser escritora. Yo siempre he dicho, y seguiré diciendo siempre, que la verdadera y real importancia de un escritor o una escritora que se precie de serlo y se sienta orgulloso u orgullosa de serlo no radica en los grandes ejemplos externos sino en el gran ejemplo que llevas dentro de ti. ¿De qué nos sirve a nosotros o a nosotras saber que Cervantes y/o Shakespeare fueron dos lumbreras de la Literatura Universal si nos acomplejamos al saber tan gran verdad y abandonamos para dedicarnos a ser escritores o escritoras de brocha gorda en lugar de seguir escribiendo cada vez más con nuestra fina pluma? De eso vamos a hablar a continuación. Tenemos, de improviso, una hoja de papel completamente en blanco ante nosotros. Tenemos una hoja de papel en blanco y eso puede desencadenar dos acciones: o entramos en pavor o somos lo suficientemente valientes como para no tener miedo. Llega la hora de escribir. Si te entra pavor es mejor que te dediques a hacer otro ejercicio más acorde con tu poca autoestima (por ejemplo hacer gárgaras); pero si eres valiente y comienzas a dar rienda suelta a tus pensamientos y sentimientos mientras vas escribiendo es que has superado el "miedo escénico" y estás empezando a ser capaz de escribir aquello que piensas y aquello que sientes. Observad que no he dicho aquello que piensen los demás o las demás ni tampoco lo que sienten los demás o las demás sino lo que piensas y sientes tú y nadie más que tú. Ya hemos roto el hielo. Ya empezamos a entrar en calor mientras nuestra fina pluma se desliza como movida por un mago solitario. No. No es ningún mago solitario, sino que tu soledad enfrentada ante la hoja de papel en blanco está rompiendo complejos, prejuicios, miedos, rechazos a creer que eres capaz. Si consigues que eso te vaya animando cada vez más no dejes de escribir, deja sueltas a tus musas (porque las musas encerradas no tienen capacidad alguna para trabajar con tu espíritu) y libera todas esas ideas que tienes en el interior de tu persona y que te hacen ser distinto o distinta a todos los demás seres humanos. Advertir también que he dicho distinto o distinta pero no distante. Porque si tu escritura no te acerca a los demás es que no estás consiguiendo ser escritor o ser escritora. La manga de la sartén debes tenerla siempre tú para poder conseguir un buen producto cada vez más mejorable. Esto bien lo saben los mejores y más grandes cocineros y/o cocineras de la Tierra y, por lo tanto, también lo saben los mejores y más grandes escritores y/o escritoras de nuestro planeta. Somos seres planetarios cuando tenemos ya desarrollada la capacidad de escribir para ser entendibles y entendidos en cualquier parte de la Tierra. Hay (y ha habido siempre) escritores y escritoras que se las dan de ser seres superiores al resto de los mortales y que, aunque hayan alcanzado mucha fama, no son entendibles ni por el más mínimo número de sus lectores y/o lectoras. Eso les sucede porque son distantes; tan distantes que no llegan ni al corazón ni al alma de esos lectores y/o lectoras. Como si fuesen trogloditas de la Literatura Universal se comportan como caníbales comiéndose todos los cerebros de quienes se atreven a leer lo que escriben. Pedófilos de las Letras los llamo yo. ¿Cuántos planetas giran a su alrededor porque se creen los mayores astros de la Galaxia Guttenberg? ¿Qué es la Galaxia Guttennerg? Yo lo aprendí en la Universidad: Herbert Marshall Mc Luhan (21 de julio de 1911 - 31 de diciembre de 1980) fue un filósofo, erudito y profesor canadiense. Profesor de literatura inglesa, crítica literaria y teoría de la comunicación, McLuhan es reconocido como uno de los fundadores de los estudios sobre los medios, y ha pasado a la posteridad como uno de los grandes visionarios de la presente y futura sociedad de la información. Hacia finales de la década de los 60 y principios de los 70, McLuhan acuñó el término "aldea global" para describir la interconexión humana a escala global generada por los medios electrónicos de comunicación. Es famosa su sentencia "el medio es el mensaje". Dentro de este contexto, definamos a la Galaxia Guttenberg. Según explica el propio autor de "La Galaxia Gutenberg", Marshall McLuhan, dicha "galaxia" trata de señalar el modo en que las formas de experiencia, de perspectiva mental y de expresión han sido alteradas primero por el alfabeto fonético, y por la imprenta después. ¡Seamos francos y francas otra vez! Ninguno de los escritores y/o escritoras que escribimos bien, o muy bien, pertenecemos (salvo raras excepciones que confirman la regla) a la "Galaxia Guttenberg" ni a ninguna otra "galaxia" inventada por tal o cual filósofo de cualquier época. Lo que somos es producto innato e interior de nuestro propio universo. Y eso de que "el masaje es el mensaje" es una verdadera estulticia. Lo dijo el ya citado Mc Luhan quizás durante alguna noche en que había tomado algunas copas de más en su Edmonton natal y rodeado de algunos de sus seguidroes y/o seguidoras que se quedaron, seguramente, con la boca abierta. cuando se lo oyeron decir. Ya se sabe que cuando el dedo señala a la Luna, el imbécil se quedan mirando al dedo. Es un proverbio chino pero, a pesar de ser chino, no deja de ser una gran verdad. Muchos escritores y/o escritoras que llegan a alcanzar la fama y el estrellato literario a muy corta edad, suelen ser los que señalan a la Luna como si fueran el dedo de Dios y la hubiesen inventado ellos y/o ellas. Cierro estas reflexiones con una sentencia propiamente mía: "Cuando escribas en forma literaria hazlo según te dicte tu conciencia pero que dicha conciencia te acerque tanto a los demás que llegues a formar parte de la esencia de quienes te leen". Y eso es lo que, en verdad, tiene importancia cuando nos ponemos a escribir como escritores y/o escritoras. Lo demás es pura filfa nada más; y ya sabemos todos y todas que filfa significa, familiarmente y coloquialmente, mentira, engaño, noticia falsa. Eso es, al menos, lo que dice el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española.
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