Era un sábado en la tarde cuando ella murió; lo supo antes de que realmente pasara, no mucho tiempo antes realmente pero era como una sensación de alerta algo en el ambiente que la incitaba a estar tensa y ansiosa. La verdad todo paso rápido, lo vio acercarse a ella casi corriendo, no vio la navaja solo la sintió perforando sus entrañas junto con el olor a sudor del sujeto quien le pareció ligeramente conocido.

Se quedo parada cuando el arrastraba los pies torpemente sobre el asfalto de la banqueta, escucho el grito de alguien aunque ni siquiera supo si era de un hombre o una mujer. Tuvo la necesidad de mirar hacia el cielo antes de fijarse en su estomago caliente, el cielo era naranja y no supo decidirse si las nubes eran mas blancas o grises. Cuando bajo su vista era más rojo que el cielo, su sangre roja escurría por entre los pliegues de su falda como si fuera agua.

Sus manos se deslizaron hacia su estomago dejando caer su bolsa en un fuerte ruido, no quería detener la sangre sabia que no podía pero era como un hechizo y cuando sintió en sus manos ese calido liquido se quedo estática ante la idea de que iba a morir ahí. Sus piernas fallaron sin la avidez del pensamiento dejándola tirada en la banqueta sucia y con rostros de extraños arremolinándose a su alrededor.

No vio su vida entera pasar por delante de sus ojos, solo recordó que tenia un montón de ropa sucia sin lavar y que su perro lloraría cuando no la viera llegar entrada la noche.

Luego todo poco a poco fue silenciandose, se sumió en un ligero sueño donde por instantes escuchaba voces tratando de calmarla. Ella quería decirles que estaba calmada, y porque la cara de ese sujeto se le hacia conocida, era un extraño pero le recordó a aquel chaval de la secundaria que le gustaba por sus ojos casi negros y expresivos.

Era un año menor que ella y nunca hablaron, pero sus ojos siempre le gustaron.