Los deseos de Lindsay (Relato)
Publicado en Nov 29, 2015
Lindsay Moore tiene la costumbre de pedir deseos cuando le entran ganas de llorar mientras las lágrimas le recuerdan el siempre penúltimo desamor. Ahora el que le ha fallado ha sido su propio profesor de danza, el galán francés Pierre De Lune, el mismo que imparte enseñanzas gratuitas pero a cambio de algún favor que otro. Cuando Lindsay descubrió la verdad de Pierre comenzó el conflicto de ella contra ella misma.
- ¿He sido engañada o me he engañado a mí misma? - Hay que estar a las duras y a las maduras, Lindsay. - Está bien, señorita Moore.¿Usted que habría hecho de estar en mi lugar? - Sabiendo todo lo que sé y la gran cantidad de veces que me ha sucedido, hubiese quedado con él para una sola cita y le hubiese dejado plantado para siempre. - ¿Y usted cree que con eso lograría dejar de pensar en él? - Si no fuese así lo mejor que podrías hacer es meterte a monja de una comunidad religiosa. - ¿Por qué todas las monjas tienen siempre la cara tan redonda? - Además de que comen demasiado bien es porque son demasiado terrenales, Lindsay. Con este diálogo tan reconfortable que le hizo hasta mostrar una pequeña sonrisa mientras se limpiaba las lágrimas del rostro, Lindsay miró a su alrededor y encontró su Diario personal. Buscó la última página escrita y encontró el texto de un tal Arkaitz que, vaya casualidad más grande, había descrito su habitación. Así que lo leyó para distraerse un poco. - "Según entras a la izquierda, hay un armario. Más adelante tengo un espejo y un corcho, y muchos póster. A la derecha tengo una estantería pequeña con libros y cuadernos de años anteriores. Encima de la estantería está mi mesa de estudio, hay dos baldas: en una se encuentran los recuerdos de mis viajes al extranjero, y copas y trofeos de Judo y de Fútbol en la otra. A la izquierda de la mesa está otra estantería grande con muchos libros y diccionarios. Enfrente de la puerta, junto a una gran ventana, está la cama, y debajo de ella, otra cama". Miró a su alrededor. Su habitación era completamente distinta. Detrás de la puerta había un grupo de cuatro cajones de madera, color blanco, en donde guardaba sus prendas particulares, incluídas las más íntimas. A la derecha, según se entraba al aposento, se encontraba un fino mueble de madera, color caoba y con doble puerta, sobre el cual se hallaban, más o menos bien colocados, todos sus artículos de belleza femenina que ella utilizaba para estar siempre muy bien presentable ante los demás. La cama era muy amplia y cómoda. A la izquierda de la cama estaba el velador con su lamparita para poder leer o escribir antes de que le entrara sueño. A la derecha de la misma se encontraba otro velador, más pequeño que el de la izquierda, sobre el cual ella había colocado la fotografía de un joven futbolista. La ventana, muy amplia, estaba protegida por una cortina de fino lino. Frente a la cama estaba el mueble el madera, color caoba, donde había situado un pequeño televisor. A la derecha de este mueble, cerca del techo, se encontraba el aparato de aire acondicionado. Y, como adorno más reseñable, a la izquierda del mueble se encontraba una hermosa decoración, de gusto intachable, que había realizado, sin pedirle nada a acambio, su entrañable y mejor amiga verdadera llamada Angeles Dawn. Su única amiga verdadera a decir verdad. Pero todo aquello del Judo y el Fútbol le hizo pensar. Sin poderlo evitar se quedó mirando fijamente aquella fotografía, en negro y blanco, del joven futbolista. Se la habían hecho el día en que debutó como profesional en el Celtic Glasgow. Se llamaba Julian Mac Orestier. - Cómo me gustaría estar ahora con él tomándonos unas copas... - No te quejes tanto, Lindsay. Tuviste miles de ocasiones para poder hacerlo, pero recuerda que tú fuiste quien le rechazaste. - No me quejo, señorita Moore, no me quejo. Lo único que estoy haciendo es tener lástima de mí misma. - ¿Y tú crees que teniendo lástima de ti misma puedes algún día llegar a ser feliz? ¿Quién es, en realidad, Julian Mac Orestier? - Lo que el viento se llevó... - Domicilio el corazón. Destino cerca del cielo. ¿Le comprendes mejor ahora? - Tengo esperanza porque el cartero siempre llama dos veces. - Pero no en la misma puerta, Lindsay. - Me quedé con el deseo de haber podido pintar su sonrisa... - ¿Algún sueño tal vez? - Eso es. Me quedé con ese deseo... - ¿Cuándo te diste cuenta de que era un deseo? - Fue demasiado tarde cuando me di cuenta de que era mucho más atractivo de lo que yo pensaba. - ¿Y ahora? - Ahora sólo tengo ganas de llorar. Lindsay Moore se levantó de la cama y encendió el televisor. Estaba cantando Leonardo Favio pero como ella conocía el idioma español y lo entendía perfectamente, estuvo escuchando con gran atención. - Posiblemente hoy te duela recordar que no supiste ver que te amé de verdad que todo tiene un fin y que tuve razón cuando te dije así no juegues con mi amor no juegues más. No juegues más mi amor no juegues más que el hilo del amor se cortará no juegues más mi amor no juegues más que el hilo del amor se romperá. Posiblemente hoy no encuentres un lugar para tu soledad y entonces llorarás cansada de buscar rivera donde anclar tu barca de dolor mi amor no juegues más no juegues más. No juegues más mi amor no juegues más que el hilo del amor se cortará no juegues más mi amor no juegues más lalalala. Posiblemente hoy te duela recordar que no supiste ver que te amé de verdad que todo tiene un fin y que tuve razón cuando te dije así no juegues con mi amor no juegues más. No juegues más mi amor no juegues más que el hilo del amor se cortará no juegues más mi amor no juegues más. Al terminar la canción, Lindsay Moore apagó el televisor y, acercándose a la ventana, descorrió las cortinas de fino lino para observar la calle. La Milla Real es la calle más famosa de Edimburgo. Comunica el Castillo de Edimburgo, al oeste, con el Palacio de Holyroodhouse, al este. Como curiosidad, su longitud de mil ochocientos catorce metros con doscientos centímetros, da origen a una medida un tanto desconocida, la milla escocesa. A lo largo de toda la calle hay decenas de callejones y patios. Merece la pena acceder a algunos de ellos para deleitarse del gusto medieval de la ciudad. Junto a la puerta de entrada al Castillo se encuentra la Esplanada, un espacio abierto utilizado en el pasado para la quema de brujas y donde hoy se celebra el Tattoo Festival. - Tengo deseos de pasear un poco. Era ya la media noche pero la oscuridad no le daba ninguna clase de miedo. Estaba acostumbrada a otras oscuridades mucho más peligrosas que las de los callejones de Edimburgo. Estaba acostumbrada a las oscuridades del alma; esas oscuridades que ella pintaba, demasiadas veces, con sus pinceles. Así que, con paso decidido, salió de su vivienda y, pocos minutos después, ya se encontraba en Mary King´s Close, uno de los callejones situados bajo los edificios del Old Town, en la Milla Real. Después de ser clausurado y quedar cerrado al público durante años, allí resurgen las historias de las víctimas de las plagas, asesinos y asesinados, hoy convertidos en fantasmas de leyenda. Haciendo un tour por ellos, durante el recorrido se pueden visitar diferentes estancias en las que se mantenían con vida a duras penas los ciudadanos más pobres de Edimburgo, mientras esperaban a que la peste o algún maleante terminara con su sufrimiento. Tras visitar el escenario de un crimen y las casas de algunos de los habitantes de Mary King, tal vez quede el gusto de conocer a Annie, una pequeña niña que llora desconsolada porque perdió su muñeca hace cientos de años. Muchos de los visitantes suelen llevar muñecos, golosinas o juguetes para consolar a Annie y que deje de vagar por los callejones. Como punto curioso y amable de esta triste historia es que todos los muñecos que llevan los visitantes son donados para los niños que más los necesitan. Durante el tour de Mary King´s Close no hay disfraces de fantasmas ni gente dispuesta a asustar, sino que se siente un auténtico escalofrío producido por la humedad del ambiente y las espeluznantes historias que tratan sobre personas reales, que vivieron, trabajaron y murieron allí. El recorrido no es recomendable para personas con problemas de claustrofobia o a las que no les gusten los lugares demasiado oscuros. Por otro lado, si esperáis la visita del miedo, lo más probable es que os decepcione. En el precio de la entrada se incluye una audioguía en español que, aunque no te mete tanto en la historia como el guía que dirige la visita, es idónea para la gente que no habla inglés. Lindsay Moore cruzó los callejones hasta que llegó a La Casa del Elefante. Este salón de té y restaurante ha servido de inspiración a autores como Joanne Rowling, una de sus favoritas escritoras, que escribió el primer volumen de la saga Harry Potter ("Harry Potter y la piedra filosofal" de 1997) en una de sus mesas. - Cuánto desearía poder hablar un momento con ella. Lindsay Moore abrió la puerta de La Casa del Elefante y entró. A media luz se veía a una mujer de 47 años de edad, bebiendo pausadamente de su taza de té. Lindsay se quedó mirando, desde la distancia, fijamente a aquella mujer. ¡Era la mismísima Joanne Rowling en persona! Así que, venciendo su timidez, se acercó hasta ella. Joanne Rowling, "Jo" para los amigos, tenía la misma mirada, aterrada y feliz, de Harry Potter, su personaje de ficción. - ¿Es usted Joanne Rowling de verdad? - De verdad que soy Joanne Rowling. - ¿Y podríamos tener las dos una pequeña charla? - No tengo prisa. Nos podemos tomar el té las dos juntas como si fuésemos amigas de toda la vida. Así que llámame "Jo" para empezar a conocernos. Lindsay Moore no se lo pensó dos veces. Tomó asiento junto a Joanne Rowling, pidió un té y, una vez ya servido éste, rompió el hielo... - Yo me llamo Lindsay. ¿Ha habido algún hombre que le haya dejado una secuela emocionante en su vida? - Hubo un joven que lo consiguió. Era como un héroe para mí. Claro está que yo entonces sólo era una adolescente de quince años de edad y él ya tenía cumplidos los veintidós. - ¿Y cómo superó su recuerdo? - Todo olvido conlleva aislamiento y melancolía. Cuando lo superas has vencido al recuerdo aunque no dejes nunca de pensar en él. - Siendo adolescentes las mujeres nos equivocamos muchas veces. - Normal, Lindsay. A los quince años de edad estamos presenciando la muerte de nuestras infancias y nos hacemos muy frágiles ante la realidad porque todavía no hemos dejado de soñar. - ¿Algo así como una solitaria? - Algo así. Claro está que a los hombres les sucede lo mismo. Eso es lo que, al menos, aprendí cuando leí "El Gran Gatsby" de Fitzgerald. - ¿Se está refiriendo al gran Francis Scott Fitzgerald? - Me refiero al Gatsby de Fitzgerald. Gatsby vive obsesionado con la idea de recuperar al amor que dejó escapar años atrás. - Lo comprendo... - ¿Es que estás intentando recuperar el amor de alguien? - Sí. Eso estoy procurando hacer... - ¿Has tenido en cuenta la naturaleza de los hombres? - Los hombres suelen volver cuando queremos hacer que vuelvan... pero este es muy diferente... - Y sientes melancolía. ¿No es cierto? - Si ustedes las escritoras llaman melancolía a la tristeza, sí lo es. - Me estás haciendo pensar, Lindsay. En realidad no es la misma cosa sentir melancolía que tener tristeza. - Parece como si las mujeres tuviésemos miedo a reconocerlo. - En mi caso, la gente piensa que, como soy una escritora muy conocida y hasta reconocida, no tengo otro remedio más que ser feliz del todo. ¿Crees en la felicidad completa? - Creo en la felicidad completa... pero no sé dónde se encuentra... - ¿La felicidad o el joven a quien no puedes olvidar? - El joven a quien no puedo olvidar. - ¿A qué te dedicas? - Soy pintora. - Entonces te recomiendo que disfrutes de la soledad. En algún momento de tu vida puedes alcanzar la fama y entonces la echarás muchas veces de menos. - ¿Usted cree que yo puedo alcanzar la fama como pintora? - ¿Por qué no? ¿No lo consiguió Frida Kahlo? Lo que consigue una mujer lo puede conseguir otra cualquiera. - ¡Señora! Que yo no soy una cualquiera... - Lo estoy diciendo en el buen sentido de la palabra, Lindsay. - ¡Ah, bueno! Yo creía que me estaba lanzando una indirecta. - No pienses tanto... y sigue adelante... te digan lo que te digan los demás... - Es que si alcanzo una meta y me sirve para tener mala fama, prefiero no alcanzarla. - ¿Cuál es el motivo de esa renuncia? - Si tuviese a mi lado a un hombre que me defendiera... - ¿Tú crees que un hombre sería capaz de defender tu honra? - Si me ama de verdad sí. - Si te ama de verdad no necesitas ser defendida por él sino pensar solamente en él. ¿Me estás comprendiendo? - Comprendo, Jo, comprendo. - La vida privada puede convertirse en un desastre si dejas que te influyan los envidiosos. - Quizás me viene desde la infancia. - ¿El miedo a perder? ¿Te estás refiriendo al miedo a perder? - Sí. Cuando llegan los fantasmas para quedarse conmigo. - Existen demasiados fantasmas, Lindsay. Pero no sólo durante la infancia. - ¿También usted les tiene miedo? - Imposible. Nunca dejo que un fantasma se acerque a mí. - ¿Aunque sea tu maestro en un arte como la danza? - El único maestro a quien dejaría acercarse a mí sería a un hombre verdadero que no te pide nada a cambio. ¿Me sigues comprendiendo? Es un asunto de cultura. - ¿Usted cree que existe la cultura del miedo? - Si tienes miedo a la cultura llegará un momento en que sí, en que te habrá dominado la cultura del miedo. - Eso quiere decir que debemos protegernos. - Exacto. Los sentimientos amorosos son muchas veces nada más que mentiras. Tanto para las mujeres como para los hombres. En ese asunto existe la igualdad de género. - ¿Es una evidencia? - Es una realidad, Lindsay. Ni te puedes imaginar la cantidad de mentiras que han dicho y siguen diciendo sobre mí. - ¿Y cómo lo resuelve? - Manejando bien mi conciencia. Para mí un héroe no es un ser completo. Un héroe siempre se está realizando. Y cuando encuentres a un hombre así no dejes escaparlo. - Pero me siento aislada... - Si una vez conociste a alguien que despertó en ti una fuerte emoción... puede que vuelvas a sentirlo... - ¿Algo así como cambiar a un compañero por otro? - Algunas hacéis cosas muy raras... - ¿Eso quiere decir que ese no es el camino a seguir? - Eso quiere decir que no es la forma de hacer las cosas. Tú puedes. - Es muy halagador escucharla. - Para mí la clave de todos esos temas de amores y desamores se reducen a una sola solución. ¿Quieres saber lo que pienso? - Espero que me sirva... - Pasa la página de tu Diario y escribe como si volvieses a ser de nuevo una niña. Es muy recomendable hacerlo para saber que todavía te queda la esperanza. Sé que es un paralelismo pero siempre resulta efectivo. A veces vivimos momentos oscuros que no nos dejan ver bien. Si das algunos pasos hacia atrás para cambiar tu destino todo se vuelve claridad. - Tengo muchos deseos, Jo. - ¿Algo que te viene desde la infancia? - Sí. Me gustaría que una hada me tocara con su varita mágica para poder conseguirlos. - ¿Qué deseos son esos? - Salud, dinero y amor como tiene La Chocholina. - ¿Te refieres a Gigliola Cinquetti? - Yo siempre la he conocido como La Chocholina. - ¿Si te refieres a la misma que estoy pensando yo sabes que ahora trabaja para la RAI? - ¡Vaya suerte que tiene La Chocholina! - Supongamos que eres tú quien tiene la varita mágica para cumplir uno solo de tus tres sueños. ¿Cuál elegirías? - Soy excesivamente romántica, Jo. - ¿Eliges el amor? - Elijo el amor aunque lo haya dejado escapar. - Me parece una lástima que sigas perdiendo el tiempo... - Pero si yo creo que lo estoy ganando... - ¿Sentada en un salón de té acompañada de una mujer a la que apenas conoces? - ¿Qué mejor forma hay para ganar tiempo? - Por ejemplo, y ya que eres pintora, pintando la sonrisa de alguien que dejó tanta huella en tu corazón. A Lindsay Moore se le escaparon unas pocas lágrimas, - ¿Estás llorando de verdad? - Yo siempre que lloro lo hago de verdad. - Tengo en mi casa una fotografía de una pequeña niña llorando en medio de su pobreza. ¡Eso sí que es llorar de verdad, Lindsay! - Bueno, solamente son unas lágrimas pequeñitas, Jo. - Hablemos entonces de cosas claras, Lindsay. Estoy muy acostumbrada a escribir de cosas oscuras. Empiezo a tener ganas de cambiar y hablar de otra manera. - ¿Tal como lo hago yo? - Exacto. Tal como lo hace cualquier mujer en medio de la soledad. - A lo mejor eso es bueno para la Literatura. - Eso mismo me pregunto yo. - Yo he leído muy poco; pero a veces he encontrado a grandes autores que hacen llorar a quienes leen. ¿Són hombres duros o son hombres tiernos? - Dejalo en un término medio, Lindsay. Son hombres nada más. ¿Quién ha dicho, por poner un ejemplo, que las mejores novelas son las que sirven nada más quepara distraer? - ¿A qué se refiere usted, Jo? - A que estoy empezando a pensar que los grandes autores entretienen mucho mientras nos hacen pensar bastante. Yo me estoy planteando seriamente esa cuestión. - ¿Todo lo que hacemos en la vida sirve para pensar? - Debería ser así. Por lo menos en lo que se refiere a la Literatura debería ser así. Fue Tolkien el que dijo lo siguiente: Si no crees en Dios, la cuestión es... ¿cuál es el propósito de la vida?... Resulta incontestable. ¿A qué dirección mandarás la pregunta? - A un amigo mío llamado Charles Sallo. - ¿Es que Charles Sallo no cree en Dios? - Charles Sallo no es inteligente. - Debe ser cierto, Lindsay. Debe ser cierto que ese tal Charles Sallo carezca de bastante sustancia gris. Lindsay Moore comenzó a sentirse feliz con aquella conversación. - Algunas veces he intentado pintar el alma de Dios. Joanne Rowling quedó de repente sorprendida.Tan sorprendida como si la hubiesen pillado en un fuera de juego. - ¿Tú deseas pintar el alma de Dios? - Según me dijo Julian Mac Oreister no hay nada imposible. - Pero pintar el alma de Dios... - Para Julian Mac Oreister es algo que se puede lograr. - ¿Y cómo se puede lograr según Julian Mac Oreister? - Pintando el universo entero y poniendo un pequeño punto blanco, casi invisible, en el centro de dicho universo. - ¿Julian Mac Oreister está bien de la cabeza? - No sólo de la cabeza, Jo, no sólo de la cabeza. Julian Mac Oreister está bien de todo. - Sería muy interesante poder conocerle... - Sí. Pero como dice la canción de Laura Pausini: Se fue se fue llevándose su sonrisa de fábula... - Hablando de fábulas, Lindsay. ¿Conoces la de la zorra y las uvas? - ¿Otra vez con indirectas, Señora Rowling? - ¡Que no, Lindsay, que no! No pienses tan mal porque me refiero solamente a una fábula intantil. ¿Te la cuento? Lindsay Moore quedó unos segundos pensativas antes de contestar... - Está bien... sí... quiero conocer esa fábula... - Escucha bien, Lindsay. Había una vez una zorra que llevaba casi una semana sin comer, había tenido muy mala suerte, le robaban las presas y el gallinero que encontró tenía un perro guardián muy atento y un amo rápido en acudir con la escopeta. Ciertamente estaba muertecita de hambre cuando encontró unas parras silvestres de las que colgaban unos suculentos racimos de doradas uvas, debajo de la parra había unas piedras, como protegiéndolas.—Al fin va a cambiar mi suerte, —pensó relamiéndose—, parecen muy dulces. Se puso a brincar, intentando alcanzarlos, pero se sentía muy débil, sus saltos se quedaban cortos, los racimos estaban muy altos y no llegaba. Así que se dijo: —Para qué perder el tiempo y esforzarme, no las quiero, no están maduras. Pero resulta que si la zorra hubiese trepado por las piedras parándose en dos patas hubiese alcanzado los racimos. Esta vez le faltó algo de astucia a doña zorra. Parece ser que el hambre no la dejó pensar. - ¿Deverdad que no es una indirecta, Jo? - No es una indirecta, pero puede servir en algunos casos... - ¿En los casos de tener demasiada hambre? - Eso es, Lindsay. A eso mismo me estoy yo refiriendo. - La vida es muy dura para una pintora tan desconocida como yo. A veces paso demasiada hambre. - ¿Y qué haces en esos casos? - Me doy una ducha de agua fría, me meto en la cama y empiezo a soñar. - Volvamos a lo del alma, Lindsay. ¿Qué es para Julian Mac Oreister el alma? - Parece mentira que un judoka y futbolista de tan gran categoría como es él, pueda llegar a decir lo siguiente: Alma. Pequeño rincón donde los hombres creyentes tenemos ubicado la Sociedad Limitada formada con nuestra única mujer amada. - ¿Y dejaste escapar a un chaval así? - No pensé entonces que un deportista tan completo como él resultara ser, al mismo tiempo, un completo filósofo de la existencia. - Supongo que el dice que el alma es algo imperecedero. - No lo dice. Lo afirma. - Yo creo en la permanencia del alma. - Entonces estoy segura de que le hubiese gustado conocerle. - ¿Qué le hace ser feliz? - La familia y el trabajo. Pero no se crea que vive encerrado en su casa ni que trabaja durante las veinticuatro horas del día. Es demasiado libre. Por eso no le pude entender. - Eso es genial. - ¿Es genial que no le pude entender a tiempo? - No. Me refiero a que esa clase de vida es genial. - Ese fue mi problema. Creí que solamente era un cuentacuentos nada más. Un cuentacuentos de los muchos que he conocido en mi vida y que son más falsos que Judas Iscariote. No pensé a tiempo que era un cuentacuentos de verdad diciendo verdades. -¿Tienes alguna frase que me lo pueda demostrar? - Sí. Recuerde la siguiente: Érase una vez... así comenzaba siempre sus cuentos el joven Miguel en el paseo, junto a la estatua del ángel caído, muy cerca de los vendedores de globos y caramelos, los tragafuegos y los artistas del guiñol… - Parece interesante... - Pues después de entretener un buen tiempo haciéndose cada vez más interesante, escuche cómo termina: Y así comienzan ahora, todas las tardes, los cuentos de una bella dama vestida de negro que relata las aventuras del Caballero Azul y la Linda Bellaflor mientras busca, ansiosamente con la mirada, entre el enorme gentío que la rodea, a su soñado Contacuentos… - ¿Y cuándo relata ese cuento piensa en ti? - Estoy segura de que piensa en otra mucho más soñada que yo. - Lindsay, diga lo que diga Pedro Calderón de la Barca la vida no es sueño; y diga lo que diga William Shakespeare la vida no es un sueño de verano. Están equivocados ellos y quienes les siguen a ellos. - Yo opinaba también de esa manera, pero Julian me convenció de algo que, una vez que le perdí para siempre no he vuelto a olvidar jamás. - ¿Algo tan interesante como él mismo? - A eso me refiero. Sueño que no sueño y de tanto no soñar sueño… - ¿Eso fue lo que te dijo? - Sí. Cuando se despidió para siempre. - Muy extraña pero, al mismo tiempo, muy sabia forma de ser. - Por eso es complicado... - ¿Estaba pensando en alguien determinado cuando se despidió de esa manera? - Simplemente se quedó mirando al cielo. Fue como si sus ojos tomasen un pequeñoz matiz celeste y me habló del mar. - ¿Qué dijo del mar? - Muchas cosas lindas; pero al final me dijo algo que me dejó callada por completo. - ¿Qué te dijo? - ¿Por qué existe el mar? Porque existe la mar. - ¿Y cuál es el problema? - Que estaba hablando como un niño pero resultaba ser que era un hombre; un hombre muy joven pero que parecía haber crecido tanto... - ¿Por qué crees que lo dijo? - Ahora me doy cuenta de que lo dijo para protegerme. - Es tan fácil darse cuenta que muchísimas veces no lo podemos comprender. - Eso mismo pienso yo ahora, Jo. - Dicen que la clave del verdadero éxito no consiste en publicar más o menos sino en saber que lo que publicas es, en verdad, siempre sobresaliente y por eso tiene valor. - Pero los editores exigen... - Los editores exigen y sólo los que nos plegamos a los caprichos de los escritores llegamos a super ventas. - Pues yo no preferiría ser una pintora plegada a cualquier capricho de mecenas que me quisiera publicitar más o menos. Prefiero ser como él. - ¿Es que alguien te ha propuesto algo para que alcances la fama? - Si. Eso quería yo comentar con usted. Se llama Pierre De Lune y es profesor de baile en la Escuela "Zumba With". - ¿Algún zumbado tal vez? - ¡Mucho más que un zumbado! Te garantiza una parte de la enseñanza gratuita a cambio de hacerle favores. Ya sabe usted a lo que me refiero. - Ya eres lo suficientemente adulta como para que yo te aconseje. Pero te diré algo. La Literatura salva a la gente, o por lo menos ayuda a salvarse. Cuando escribes el primer libro, sea cual sea el tema que has elegido, inventas una nueva visión del mundo. Eso sirve, en primer lugar, para evadirte. Hasta cierto punto es irreal pero después te das cuenta de que es la gran verdad que hay dentro de ti. Conocerte tan en lo profundo te sirve para alcanzar esa salvación de la que estamos hablando. ¿Me estás comprendiendo? - Creo que sí. - Pues si sabes a lo que me refiero yo creo que no tengo nada más que decirte. Sonó el móvil de Lindsay Moore. - Espere un momento, Jo. No se vaya todavía, por favor. Quiero que escuche. Y puso el móvil en su máxima capacidad de volumen. - ¿Quién eres? - ¡Soy Pierre De Lune! ¡Resulta que he pensado mucho en lo nuestro y quiero que nos llevemos bien entre los dos! ¿Te apetece una cita conmigo esta noche mismo= - ¿Una cita excitante tal vez? - ¡Lo más excitante que tú desees? - Debes saber que yo tengo muchos deseos. - ¡Estoy dispuesto a todo! - Está bien. ¿Qué te parece si a las doce en punto nos vemos en la entrada del Cabaret Voltaire? Debes saber que yo soy muy puntual. - Perfecto. Ya veo que te gusta mucho la Ilustración. - Es lo más ideal para tener un bello romance con alguien tan ilustrado como tú. - Sabía que me ibas a comprender. - Por supuesto que te comprendo del todo y por eso te voy a pedir un pequeño favor. - ¡Pídeme lo que quieras! ¡Soy capaz de regalarte el Castillo de Edimburgo todo entero para ti! - Lo sé... lo sé... sé que harías ese pequeño espfuerzo por mí... pero quiero pedirte otra cosa mucho más agradable... - ¡Pide! ¡Pide! ¡Pide! - ¿Tienes ansiedad o solamente es inquietud! - ¡Las dos cosas al mismo tiempo, princesa! - Entonces sólo quiero pedirte que, como eres tan guapo y todas estamos locas por ti debido a lo guapo que eres, acudas a la cita lo más elegante y lujoso que puedas para que brilles más que Jack Nicholson en una noche de sus famosas locuras. - ¡Por ti soy capaz de hacer la locura más grande que jamás puedas imaginarte! - Yo tengo mucha imaginación, Pierre; así que ya puedes tú imaginarte lo gran acompañado que vas a estar toda la noche hasta que el alba nos haga despertar como si todo hubiera sido solamente un sueño. ¿De acuerdo? - ¡Voy a acudir incluso perfumado con "Million" de Paco Rabanne! ¡Cuesta una millonada pero tú te mereces mucho más que una millonada? - ¿Serás tan amable de comprarme una onza de "Imperial Majesty" como regalo de fiesta inolvidable? - ¡Vale la friolera de doce mil euros pero por supuesto que merece la pena a cambio de la fiesta inolvidable que vamos a vivir los dos juntos! - Te doy mi palabra de Eva que va a se más inolvidable que la manzana que mordió Adán. ¿Te estás poniendo cachondo? - ¡Del todo, Lindsay, del todo! ¿Quieres que te regale un reloj "Imperial Majest" de Clive Christan, para mujer? ¡Sé que vale más de tres millones de euros pero lo puedo comprar en "Boots" para una princesa como tú! ¡Para algo me debe servir mi Tarjeta Visa de Oro! "Y además voy a ver si encuentro un ramo de orquídeas oro porque estoy loco por ti! - Te amo muchísimo, Pierre De Lune. No me olvides jamás. - No te olvidaré jamás. Cortada ya la comunicación, Joanne Rowling no salía de su asombro. - ¡Caramba! ¡Esto es mucho más divertido que cualquiera de mis historias de Harry Potter! - Suele suceder algunas veces, señora Rowling, suele suceder algunas veces. Co razón este guapísimo donjuan se las va dando de descender directamente del Papa Luna pero en cuanto a su rama francesa se refiere. - La clave del éxito es saberse vender, Lindsay. - ¿De verdad está usted pensando que me he vendido? - Con un hombre con tanto dinero... - Pues resulta que con un hombre con tanto dinero se acuesta cualquiera y yo no soy una cualquiera... - ¡Caramba! ¡También es cierto eso de que con un hombre con tanto dinero se acuesta alguna cualquiera que sea una cualquiera! ¿Cómo no había pensado yo antes eso con la gran imaginación que poseo? - El dinero, Jo, el dinero produce ceguera psicológica. ¿Está usted de acuerdo conmigo en lo que es la ceguera psicológica o se lo explico para que usted lo emplee en el próximo libro de su serie "Harry Potter". - ¡Es una idea extraordinaria pero no debo hacerlo porque es una idea tuya! - ¿Pero de verdad que no le interesa introducir una historia de ceguera psicólogica en la próxima aventura de ese dichoso Harry? Podría hasta titularlo "Harry Potter y la codicia rompe el saco" porque, además de entretener mucho, podría servir de moraleja. ¿No le encantan a usted las fábulas con moraleja? Pues ésta que le sirvo en bandeja sería extraordinaria si hiciese aparece a unos cuantos indios navajos con sus respectivas navajas. ¿Qué le parece la idea? - Genial pero no puedo... - No se preocupe por los críticos porque la seguirán alabando como siempre. Hay mujeres que nacen para ser alabadas mientras otras alaban como pueden. ¿O no es cierto? - ¡Dios mío! ¡Cuánta razón llevas! - Pues ya que nos hemos alabado lo suficiente... ¿sigue usted pensando que me he vendido?... - Perdona que me haya permitido pensar eso... - Los hechos son los hechos. ¿Quiere usted saber lo que voy a hacer? - ¿Acudir a la cita para cantarle las cuarenta en bastos? - Frío frío... - Si no te has vendido y si no vas a decirle unas cuántas verdades... ¿se pu9ede saber qué es lo que vas a hacer?... - Imagínese que por un instante tuviera la capacidad de hacerse invisible. - ¿Hacerse invisible? Eso sería lo mejor... - Pues ha acertado usted porque no pienso acudir a la cita. Y mientras él se desespera por verme llegar yo intentaré pintar en mi buhardilla algo interesante ahora que estoy tan inspirada. Las dos mujeres, habiendo termiando ya sus tés, se despidieron la una de la otra con un beso de complicidad y, al sonar las doce y media en la Catedral de San Gil, el engañado Pierre De Lune se dio cuenta que acababa de hacer el gilipollas por haberse arruinado solamente por tener el capricho de pasar una noche de relaciones sexuales con aquella belleza de Lindsay Moore quien, por su parte, estaba empezando a pintar el alma de Dios a través de la sonrisa de Julian Mac Oresiter, que recordaba de manera perfecta. - Por fin lo he conseguido... Y Lindsay se sintió agradecida a aquel chaval, que seguiría siendo el mismo hombre de siempre, una vez terminada ya su obra. Había pintado el universo y en su centro un casi invisible punto de color blanco.
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