Comentario de "Yo voy soñando caminos" (por: "Diesel")
Publicado en Dec 04, 2015
Comentario de "Yo voy soñando caminos" (por: "Diesel")
Yo voy soñando caminos / de la tarde. ¡Las colinas / doradas, los verdes pinos, / las polvorientas encinas!... / ¿Adónde el camino irá? / Yo voy cantando, viajero, a lo largo del sendero... / -La tarde cayendo está-. / "En el corazón tenía / la espina de una pasión; / logré arrancármela un día; / ya no siento el corazón". / Y todo el campo un momento / se queda, mudo y sombrío, / meditando. Suena el viento / en los álamos del río. / La tarde más se oscurece; / y el camino que serpea / y débilmente blanquea / se enturbia y desaparece. / Mi cantar vuelve a plañir: / "Aguda espina dorada, / quién te volviera a sentir / en el corazón clavada". (Antonio Machado) Comentario de "Diesel". Lo esencial de este poema es su homogeneidad entre lo que vive el poeta y lo que siente el poeta. Es un conjunto de dolor agudo que busca redimirse evocando lo que siempre ha sentido: caminar por la existencia buscando fuentes para su inspiración. Es interesante notar el asombroso dominio del ritmo sin abandonar la rima con un léxico cuidadosamente seleccionado. Esta característica siempre la vemos en todos los poemas "machadianos" pero en "Yo voy soñando caminos" llega a una exaltación tan proverbial que sobrecoge el ánimo por la profundidad del sentimiento. Y es que Antonio Machado era, en verdad, un sentimental que enlazaba los sueños con las meditaciones realistas. Claramente es un modernista nato que se estimula ante el dolor y se vuelve personalísimo, tanto con el diálogo interior como con las visiones externas; encontrando un lenguaje muy rebuscado para relatar la pasión que le acongoja. Si un moderado conformismo aparece en el poema es debido a la fe que tiene el poeta para volver a sentir los deseos de seguir caminando. Por otro lado, da más importancia al ambiente que a las circunstancias y, aunque lleva clavada una espina en su corazón, tiene la valentía de preocuparse en ser explícito, lleno de reacciones emocionales y con ganas de describir lo que ve. Es este un perenne estado de su alma poética. Leonor es su musa. Leonor ha muerto. Pero Leonor sigue estando viva eternamente amada. Leonor Izquierdo Cuevas fue esposa, musa y efímera compañera de Antonio Machado. Se casaron en 1909 y murió ella de tuberculosis tres años después, siendo enterrada en el cementerio del Espino de Soria. El poeta, que tras su muerte abandonó la capital soriana, le pediría a un amigo un año más tarde que visitase su tumba con estos versos inmortales: "Con los primeros lirios / y las primeras rosas de las huertas, / en una tarde azul sube al Espino, / al alto Espino donde está su tierra." ¿Quién fue, entonces, la "Guiomar" a la que cantaba Antonio Machado en muchos de sus poemas? Lo vamos a descubrir aunque ya es muy conocido. Pilar de Valderama Alday fue una poetisa y dramaturga española encuadrada en el postmodernismo, conocida como "Guiomar", gracias a su relación epistolar con Antonio Machado entre 1928 y 1936 (año este último en el que comenzó la Guerra Civil mientras el poeta ya se había exiliado a Coillure, en Francia). Ya hacía 14 años que había muerto Leonor. ¿Cuál fue la verdadera musa de este poeta? La misma a la que se refiere el poema "Yo voy soñando caminos". Así que vamos a entrar de lleno en el comentario de este poema. El poema fue publicado por primera vez en 1906 a la revista Ateneo con el nombre de "Ensueños". Así que si nos fijamos bien en la fecha (1906) se demuestra que la verdadera musa de Antonio Machado (a la que va dirigido el poema "Yo voy soñando caminos") es Leonor, la que luego se convirtió en su esposa. No queda duda alguna, entonces y por deducción lógica, que Pilar fue un amor de carácter meramente platónico y de fecha mucho más posterior. Por lo que hace a la métrica, "Yo voy soñando caminos" combina redondillas 8a-8b-8b-8a y cuartetas 8a-8b-8a-8b. Este poema, por su caracterización simbolista, lo relacionamos con la Primera Etapa de la poesía de Machado. La Primera Etapa de la poesía de Machado se caracteriza por la lírica intimista; es decir, mediante numerosos símbolos, el poeta nos transmite sus sentimientos de tristeza como apreciamos en los siguientes versos: "Yo voy soñando caminos, de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos" (notamos una cierta melancolía de las tardes otoñales y del paisaje); ""Yo voy cantando, viajero, a lo largo del sendero… -la tarde cayendo está-." (como en la anterior, el paisaje y la tarde nos evocan la tristeza del autor). Lo encontramos, con total crudeza, en los últimos 4 versos de la primera estrofa : “En el corazón tenía, la espina de una pasión; logré arrancármela un día, ya no siento el corazón”. Estos versos nos producen una angustia por el vacío existencial y sentimental. Estos últimos versos no tienen que ver nada con el poema y nos hacen pensar que tuvo un amor del que debió olvidarse, por eso dice que se tuvo que arrancar la espina él solo. El tema principal del poema es la angustia del vacío sentimental. ¿Es que hubo alguna otra mujer en la vida de este singular poeta? Antes de seguir con el comentario en concreto es necesario aclarar dicho asunto. La verdad fue la siguiente (según un texto de 1994 que aparece en Internet): Antonio Machado tiene 33 años cuando se casa con Leonor Izquierdo Cuevas, de 14 años, en la iglesia de Santa María la Mayor de Soria el 30 de julio de 1909. Se habían conocido en el cuarto trimestre de 1907 en casa de los tíos de ella, donde se hospedaba Machado. Dada su juventud y estatus social, no es previsible que Leonor fuera una joven culta. Leonor había nacido en el castillo de Almenar hace cien años, el 12 de junio de 1894. Su padre era guardia civil. En enero de 1911 parten hacia París, donde enfermará de tuberculosis. Regresan en septiembre y el 1 de agosto de 1912 ella expira en Soria. Machado escribirá una carta a Juan Ramón Jiménez donde le confiesa lo siguiente: "Cuando perdí a mi mujer pensé en pegarme un tiro. El éxito de mi libro (a "Campos de Castilla" se refiere) me salvó...". Sólo tras su muerte, estando ya en Baeza, Leonor aparecerá palpablemente como musa en su poesía, tal y como ha reflejado Marcos Molinero en "Antonio Machado y Soria". En 1928 Machado conoce en Segovia a la poetisa Pilar de Valderrama, la "Guiomar" de sus poemas. Ella estaba casada y fue una relación romántico-platónica. Se estuvieron viendo y carteando (varios centenares de cartas) hasta el año de 1935. "Guiomar" tenía 22 años menos que Machado (Leonor 19 años menos). Leonor deja de ser la musa de Machado al aparecer en escena Pilar de Valderrama, el gran amor de un Machado en edad madura, a la que escribirá la siguiente confesión: "... a ti y a nadie más que a ti, en todos los sentidos -¡todos!- del amor puedo yo querer. El secreto es sencillamente que yo no he tenido más amor que este. Mis otros amores sólo han sido sueños, a través de los cuales vislumbraba yo la mujer real, la diosa". Pero el poeta se desdice, en una contradicción absoluta, cuando en 1938 (ya en Francia) recordará a Leonor en dos sonetos "La Primavera" y "El poeta recuerda las tierras de Soria", 26 años después de su muerte, donde reaparece como su "niña". Y ese mismo año confesará a "La Voz de España": "Por si ello fuera poco guardo de mi breve matrimonio con una mujer a la que adoré con pasión y que la muerte me arrebató al poco tiempo". ¿Se puede saber, en definitiva a qué mujer, de las muchas que conoció, dedicó el poema "Yo voy soñando caminos"? La respuesta nos la ofrece un bloguero de Internet que acierta al comentar lo siguiente: "En este poema, Machado, nos habla de un desamor. Porque la pérdida de una persona, que para tí es toda la vida, es un golpe muy fuerte. Entonces, piensas que todos los caminos que sigues no tienen destino. Son caminos negros y oscuros, llenos de miedo y dolor, donde solo existe la soledad y en los cuales te sientes atrapado y no encuentras la salida, porque solo existe en el corazón de esa persona. Eso te lo provoca esta pérdida, porque gracias a este poema, podemos ver, que la vida no es de color rosa y con flores. Y crees que te sientes abandonado, solo ante el peligro y que ya no importa vivir. Y te vuelves loco buscando el final del camino, para encontrar la felicidad". Se está refiriendo, sin duda alguna, a su fallecida esposa Leonor. Así que no debe haber equívocos ni controversias en este asunto. Vayamos al poema. Antonio Machado se concentra en ese tiempo que va desde el mediodía hasta el anochecer, cuando el "último sol" alarga las sombras de los verdes pinos, las polvorientas encinas, los álamos del río. Pinos, encinas, álamos... todo un canto general a una naturaleza arbórea que llenan las colinas doradas de los campos sorianos. Son las últimas horas del día; esas horas en que a los poetas nos entra el deseo de memorizar, recordar, acudir a nuestro diario permanecer en el delirio de nuestros pensamientos; porque resultaba que para Antonio Machado la tarde era el fin de las cosas. Quizás durante las noches sólo pensaba en olvidar. Antonio Machado y su perenne y continua referencia al camino (recuerden lo de "caminante no hay camino, se hace camino al andar") que, para él, siempre es tierra hollada por donde se transita habitualmente; huella perenne y siempre eterna de los caminantes silenciosos que van cambiando impresiones con su propia sombra y sus voces internas ya que Antonio Machado entendía que el camino era su propia vida; la vida de quien busca el horizonte más lejano para hacer más largo su diálogo con las "cosas" de su corazón. ¿Y qué es el viajero para este poeta? Se puede pensar, en principio que, como se define la palabra, es una persona que viaja y que relata un viaje. El viajero para Machado respresenta a todas las personas que se encuentra en el camino, es decir la gente de su alrededor. Esa es una primera aproximación realista pero es que Antonio Machado no era tan sólo ese realista que todos descubren en el poema sino, más que nada, un espíritu andariego. El viajero, para Antonio Machado, deja de ser una persona nada más sino y se convierte en un alma que tiene mucho que contar pero mucho más para sentir. Por eso vemos en "Yo voy soñando caminos" que no es que los ande por el simple hecho de caminar sino que los sueña en la profundidad de su alma; así que el viajero es para Machado mucho más que un simple ser humano caminando. Es un complejo ser humano sintiendo. En este poema, en particular las colinas (que como todos sabemos son elevaciones naturales del terreno pero menores que las montañas) representan los problema que te puedes encontrar en la vida. Ciertamente es así; pero no unos problemas materiales sino, más bien, esos problemas metafísicos que todos los que nos dedicamos a versificar, de un modo u otro, los tenemos que afrontar, enfrentar y darles una solución realista o imaginaria pero solución sincera y verdadera. Es el problema metafísico del ser o no ser; el problema del ser como existencia dentro de la realidad y su relación con el Ser Supremo. Por otro lado ya sabemos que este poema se "concentró" en los paisajes de Soria. Concentremos la atención en esta etapa de su vida: El Machado del París simbolista y el Madrid bohemio reflejado en sus "Soledades y galerías" dio paso en la descarnada realidad soriana a un hombre diferente: «...cinco años en Soria —escribiría luego en 1917— orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano...—y añade— Ya era, además, muy otra mi ideología». En lo literario, así quedó reflejado en su siguiente libro, "Campos de Castilla"; en lo profesional, inició su vida de maestro de pueblo; en lo sentimental, descubrió a Leonor, el gran amor de su vida. ¿Y lo sombrío? ¿Por qué tiene tendencia Antonio Machado a nombrar siempre a lo sombrío cuando está versificando con el alma? Porque lo sombrío es lugar donde hay poca luz natural pero mucha luz espiritual; y es que, en las sombras, somos más corazón que cerebro. Por eso este poeta usa la palabra sombrío (y sus derivadas) para reflejar un estado de ánimo triste, lleno de la melancolía que tiene en sus últimos años de vida en contraste y oposición con la gran alegría y luz de sus años infantiles en las tierras sevillanas donde nació. Porque resulta que los problemas de una España que iba directamente a la Guerra Civil le dejaron un sentimiento de perpetua tristeza mientras vivía, recogido y ausente de las luchas de hermanos contra hermanos, pensando en esa España que se desangraba por momentos. "Yo voy soñando caminos de la tarde". Antonio Machado no es simplemente un viajero sino que sueña con ser un viajero. Más allá de todo lo andado queda todo lo soñado; y lo soñado, en poetas como Antonio Machado (de los cuales es un maestro ejemplar) es una realidad tan tangible como lo vivido cuando ambas cuestiones se juntan en un solo epicentro elemental: la imaginación de quien vive y además sueña lo que vive. Quizás para muchos materialistas de hoy en día la tarde sólo sea tiempo para consumir; pero para Machado (y todos los que le tomamos como ejemplo) la tarde es mucho más que un simple consumo en algún ocio determinado. La entendemos (tal como la entiende este poeta) como un recorrido por todas nuestras emociones y, en ese sentido, la imaginación se conjuga con la realidad (ni es superior a ella ni es inferior a ella) para dar un conjunto final de armonía homogénea y fértil. Los caminos de la tarde son, para Machado, las horas que necesita su pensamiento para abandonarse y dejar que los sentimientos sean quienes los dirijan. Mentalidad más sentir. Sentir más meditación. En estas dos coordenadas (solapada la una con la otra) se encuentra el epicentro del poeta. "¿Adónde el camino irá?". No es, para Machado, lo principal saber cual es el destino al que se dirige sino saber qué sensaciones va a sentir cuando llegue a dicho destino. La pregunta de ¿dónde llegaré? es la propuesta. Sentir que el camino no se pierde en la nada sino que se encuentra con el todo. Eso es poesía con sentido, poesía con materia, poesía con esencia y poesía con espíritu. Podríamos imaginarnos al poeta caminando entre las luces y las sombras por el camino largo pero certero y verdadero. Sabemos que en "Yo voy soñando caminos" Antonio Machado va en busca del dolor; pero no porque el dolor le sirva de sufrimiento sino como recuerdo de lo que sufrió. Son dos cosas muy diferentes. Antonio Machado no se queja sino que recuerda lo sufrido para quedarse con un nuevo corazón renovado, permanentemente renovado mientras no siente el corazón propiamente dicho sino los latidos vivos y vibrantes, llenos de color y de contraluces como a manera de un Eduardo Rosales (pintor madrileño del siglo XX después de Jesucristo) perfilando un paseo purista, limpio de impurezas, lleno de clamor amoroso que a él le traspasa el corazón (la espina de una pasión) que ama más allá de las propias palabras con las que lo describe. "Y todo el campo un momento se queda, mudo y sombrío, meditando. Suena el viento en los álamos del río". ¿Qué tenemos ante nosotros? ¿Qué podemos deducir de esta explosión de vértigo sentimental? No es el vacío ni tan siquiera es la vacuidad. Es toda esa sensación de aliento que produce, de repente, la quietud del descanso temperamental. Sobrado de fuerzas, el poeta escucha, oye, se cerciora de que el silencio es siempre el preámbulo para la palabra. El silencio del campo y la palabra del río. Pensar para poder discernir. El viento que mueve las hojas de los álamos para poder sentir que nuestra mente permanece viva con ese dolor o, precisamente, permanece viva por causa de ese dolor. ¿Qué significan los álamos? Tomemos buena cuenta de ello: Tendencia hacia la incertidumbre y la inseguridad, valiente sólo si es necesario, necesidad de vivir en un entorno agradable y de buena voluntad, ser muy exigente para poder superar tus animosidades, ser lo bastante solitario y filosófico pare llenarse de contenido interno para luego exteriorizarlos hacia los demás, tener gran animosidad y naturaleza artística, ser un buen organizador a manera de líder natural y, al mismo tiempo (o por ello precisamente) ser completamente fiable en cualquier situación y tomarse la relación de pareja natural (esposo/esposa) muy en serio; tan en serio como para seguir juntos hasta la eternidad. Por eso elige los álamos del río el poeta concienciado de quién es y quién desea ser que, en este caso, es la misma persona. "Y el camino que serpea y débilmente blanquea". Posiblemente sea que el poeta se siente pleno de intelecto, llegando al otoño donde caen al suelo los pensamientos nobles y valiosos mecidos por el aire de la inspiración y se blanquea de canas el alma del soñador. El poeta pasea por un bello camino campestre y recuerda algo por lo que sintió una gran pasión. Sigue caminando hasta la llegada de la noche, donde desea volver a tener, con la misma fuerza, el sentimiento pasado. "Quien te volviera a sentir...". ¡Qué gran impresión da de sentimiento hondo, profundo, lleno de sencilla decisión por volver a sentir lo ya pasado pero preferido, querido, amado a pesar de la tristeza, porque al dolor le superpone el sentido amoroso de su musa perdida! Ubiquemos, para terminar el comentrario, este poema en su verdadero contexto general. Este poema se encuadra dentro del bloque de "Soledades", aquellos poemas de 1902 que se mantuvieron para 1907, que al contrario que otros, fueron eliminados por no satisfacer los gustos del poeta al ser demasiado reiterativos, torpes y sonoros, evitando así lo más superficial pues Antonio Machado no era muy partidario de la imitación de los poemas modernistas como los de Rubén Darío, ya que le resultaban algo tópicos y demasiado sonoros. Por eso decidió eliminar todos aquellos poemas de su primera obra que estaban muy influenciados por el Modernismo. Para Machado lo ornamental (la rima, las metáforas, los recursos retóricos, las aliteraciones, lo "accesorio") era algo secundario y no había que abusar de ellos... había que usar estos recursos siempre que ayudaran a transmitir un fondo de contenido, pero no embellecer por embellecer, "el arte por el arte" (y el Modernismo precisamente es un movimiento que tiene al decoro y al esteticismo como finalidad). Por eso mismo es por lo que yo, particulamente yo y en contra de Machado, admiro muchísimo esta clase de poemas y su sonoridad lúdica porque me parecen una exaltación sublime de los sentimientos embellecidos por el uso de palabras armoniosas, el ritmo cadencioso bien expresado e incluso la rima sobresaliente. Y por eso cierro el comentario con algo que pertenece a los fantásticos "Poverbios y Cantares" de Antonio Machado en "Campos de Castilla": "Nuestras horas son minutos cuando esperamos saber, y siglos cuando sabemos lo que se puede aprender".
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