¡Fiel equipo victorioso de las canchas con valor! ¡Mirad como bien ganamos en todo alrededor! ¡Fiel equipo victorioso de las canchas con valor! ¡No hay quien nos haga sombra en Isidro Labrador! Así comenzábamos siempre todos nuestros combates futbolísticos contra los adversarios madrileños que osaban retarnos días tras días. Y pasaban los días... pasaban los días... de victoria en victoria... y alguna ocasión perdida...
 
Las chavalas de mi barrio observaban distraídas mientras yo a mi Esparta siempre les dirigía. ¡Elegía! ¡Elegía! ¡Elegía a los mejores porque no se distraían! Y, pensando en las chavalas, tan lejanas todavía, ¿qué es lo que pasaba? ¿qué es lo que ocurría?... que yo mientras jugaba solamente sonreía...
 
Llegado el mes de las flores... nuestra fama ya crecía... y crecía de tal manera... que ya era una manía eso de estar fuera... fuera de la hipocresía... y así semana a semana... la victoria conseguía... aquel Esparta tan bravo... tan valiente y de tal valía... que cuando uno entraba... ya nunca de él se salía... salvo el caso de Rodera... que entrenar él no quería... y por eso descarté... la presencia que pretendía... sin hacer el esfuerzo humano... que el Esparta requería... hasta que llegó un verano... y como ya se suponía... cada uno por su lado... nos dimos la despedida... quedando en nuestra memoria... aquella forma de vida...