Ley y Misericordia (Diario)
Publicado en Jan 23, 2016
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Recurro al Diccionario de la Lengua Española. Ley significa precepto dictado por la autoridad en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados. Misericordia significa virtud que inclina el ánimo a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenos. Pienso en ambas cosas y pienso en la sociedad porque ambas cosas están ligadas profundamente con la sociedad. Pienso en ambas cosas y pienso en la forma de actuar de las gentes y de las personas porque ambas cosas están ligadas profundamente con la forma de actuar de las gentes y de las personas. 
 
Ayer mismo tuve la ocasión de poder experimentarlo en primera persona, que es la mayor y mejor manera de poder experimentar cuestiones de leyes y de misericordias, por algo tan trivial como dejarse involuntariamente, como un olvido de esos que a todos nos ha tocado vivir en la vida, el bonobus con el que viajo innumerables veces desde Molina de Segura a Murcia y desde Murcia a Molina de Segura. Algo tan trivial y corriente como olvidarse, solamente en una ocasión, el bonobus en casa. Lo sucedido después es digno de aparecer en letras porque la memoria con letras entra y con letras queda grabada. Supongo que debe ser que los hombres necesitamos las letras para saber entender lo que deberíamos entender aun sin haber letras de por medio.
 
Yo me había levantado con la intención de ir hasta Murcia usando el bonobus pero daba la casualidad de que Liliana también tenía que ir a Murcia usando su automóvil; así que decidí que lo mejor era acompañarla y luego volver a casa cada uno por sus propios medios. Llegados a Murcia ella se fue a llevar a cabo su asunto y yo, una vez más, me fui a la Biblioteca Regional donde estuve desarrollando el tema de "El hombre vive porque Dios vive". Fue cuando terminé mi texto y, pensando ya en regresar, cuando me di cuenta de que me había olvidado el bonobus en casa. Tenía el recurso de mandarle el mensaje a Liliana, a través de mi móvil, para contarle lo que me estaba sucediendo y que viniese a recogerme y regresar los dos juntos. Comencé a enviar mis mensajes pero ella no me contestaba a ninguno, así que tomé la determinación de enviar mensajes a otras personas relacionadas con Liliana y conmigo para que fueran dichas personas las que se encargaran de hacérselo saber. Tampoco recibí contestación de nadie. Algo raro estaba sucediendo con mi móvil pero yo desconocía qué problema podría ser así que seguí insistiendo mientras iba cambiando de lugar para no quedarme inactivo. Estuve esperando en la puerta de la Biblioteca, acudí a Renuevo por ver si había alguien, fui a casa de Juan y Ximenita a ver si tenía la suerte de encontrarlos y, por último, viendo que ya habían pasado las 6 de la tarde, me acerqué a la Estación de Autobuses de Murcia para esperar allí. De repente se me ocurrió una solución que dependía de la misericordia y de la compasión del conductor de autobuses de la línea Murcia-Ceutí que pasa por Molina de Segura. 
 
Mi pensamiento era el siguiente: como todos los conductores de autobuses de esa línea me han visto innumerables veces usar el bonobus y todos ellos me conocen supongo que no habrá problema en contar a este conductor (que por cierto buen café se metió para el cuerpo y buen cigarro se fumó con toda pachorra ante la desesperación de los que esperaban) el problema y supongo que, como me conoce y sabe que soy sincero y no va a ser ninguna pérdida ni de tan siquiera un céntimo de su salario, me hará el inmenso favor de dejar ir en el autobús.
 
Me dirigí a él con total educación y confianza:
 
- Me sucede que, como usted bien sabe porque muy bien me conoce, ya que muchísimos días uso esta línea gracias a mi bonobus, que, por una simple cuestión, me lo he dejado en casa. ¿Podría usted hacerme el gran favor de dejarme pasar? La verdad es que no encuentro a nadie que me pueda ayudar y no tengo ni un sólo céntimo en el bolsillo para pagar el billete.
 
- ¡No! ¡Yo no puedo hacer eso porque la Ley es la Ley!
 
Bajé de autobús sin quejarme, me senté en un banco y empecé a recordar que resulta que ese mismo conductor (y tengo que aclarar que no todos son iguales) cuando se encuentra con algún usuario o usuaria que lleva un billete de 20 euros le deja viajar gratis por no tomarse la molestia de darle el cambio. Seguí razonando: es paradójico que teniendo un billete de 20 euros te dejen viajar gratis cuando sin tener un sólo céntimo en el bolsillo te lo prohíben; así que lo mejor es usar la picaresca y llevar siempre un billete de 20 euros en la mano para viajar gratis gracias a lo que este conductor de autobús cree que es la Justicia de la Ley: el que más tiene viaja gratis y el que no tiene nada no viaja.
 
No perdí la calma. Seguí esperando para contactar con alguien que me pudiera solucionar aquel problema y entonces decidí volver a casa de Juan y Ximenita además de que me quedaba el recurso de que aquella noche había reunión de hombres en Renuevo y podría recurrir a ellos. Esto último no hizo falta porque Dios quiso que encontrara a Juan y Ximenita en su casa; los cuales no sólo se ofrecieron a llevarme hasta Molina de Segura en su automóvil sino que, viendo que no había comido ni bebido nada desde las 9 de la mañana (y ya eran las 7 de la noche), me dieron de comer dos sanduches de queso y me dieron de beber una cocacola. Como resulta que Juan decidió acudir a la reunión de hombres en Renuevo, decidí ir con él para que luego me llevara a casa. En la reunión dio la casualidad de hablar sobre cómo somos los hombres no sólo por fuera sino, sobre todo, por dentro. A todo esto ya Liliana sabía lo que había pasado y el asunto había quedado aclarado del todo. Pero esto de cómo somos en realidad los hombres me hizo pensar.
 
Estoy seguro de que este conductor de la línea de autobús Murcia-Ceutí que me ha rechazado sin atender a ninguna clase de misericordia ni de compasión, a pesar de que me conoce desde hace mucho tiempo, habrá estado celebrando las pasadas Navidades hablando mucho del amor hacia los demás, de la caridad hacia los demás, de la misericordia hacia los demás y de la compasión hacia los demás. Y supongo que lo habrá hecho comiendo muy buenos mariscos y bebiendo muy buen champán riendo a mandíbula abierta. Supongo que habrá estado hablando del espíritu navideño y de que debemos tener siempre el espíritu navideño durante todo el año. Y entonces me imaginé el diálogo de dicho conductor de autobuses de la línea Murcia-Ceutí (y sigo insistiendo en que no todos son iguales) con Dios cuando le llegue su hora.
 
- ¡Ten misericordia y compasión de mí y déjame entrar en el Reino de los Cielos!
- ¿Crees que es justo que te deje entrar en el Reino de los Cielos?
- ¡Por supuesto que sí. Soy una buena persona y siempre he cumplido con la Ley!
- ¿Sabes que yo fui el que dijo no vengo a la Tierra a cambiar las leyes pero antes que la Ley pongo al amor?
- ¡Sí lo sé!
- ¿Sabes que soy un Dios de Misericordia y de Compasión pero también un Dios de Justicia?
- ¡También sé eso!
- ¿No es verdad que yo dije bienaventurados los que tienen hambre y sed de Justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos?
- ¡Ten compasión de mí, Dios, porque yo he sido siempre justo!
- ¿Me pides a mi que tenga misericordia y compasión de ti cuando tú no la tuviste conmigo?
- ¡Yo jamás he sido inmisericorde contigo y jamás he tenido falta de compasión contigo!
- ¿Recuerdas el día del bonobus?
- ¡Ah, ya lo recuerdo! ¡Pero sólo era un hombre nada más!
- Te equivocas. Aquel hombre era yo. Así que no entrarás en el Reino de los Cielos porque no tuviste ni misericordia ni compasión de mí y te estoy demostrando que soy un Dios de Justicia.
 
Después he razonado que ojalá quiera Dios perdonarle porque no le deseo a nadie que tenga que condenarse de esta manera. No todos los conductores de autobuses son iguales pero quizás ese que no tuvo misericordia ni compasión con un necesitado debe ser el que más habla en contra de nuestros gobernantes, en contra de nuestros ministros y en contra de todos los políticos españoles diciendo que no tienen misericordia ni compasión con nadie. ¿Os imagináis, amigos lectores y amigas lectoras de mi Diario, qué sería de nosotros si ese conductor de autobuses, de la línea Murcia-Ceutí que pasa por Molina de Segura, fuese nuestro presidente, o fuese un alto ministro o cualquier otro político con poderes para gobernar nuestros destinos? Llevad siempre un billete de 20 euros en las manos por si acaso os encontráis con él. 
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Foto del autor José Orero De Julián
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Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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