Aquellos cuatro sujetos parecían ajenos a lo que estaba sucediendo al otro lado del saloon. Eran cuatro sujetos realmente estrafalarios. Parecían salidos de un holograma y se habían embarcado en la aventura de conocer, in situ, lo que se decía de la ciudad de Jackson, en Mississippí. La atmósfera resultaba asfixiante y los cuatro sudaban copiosamente. Lo que sucedía al otro lado del saloon era que la partida de póker estaba siendo muy tensa; tan tensa que, en cualquier momento, iba a estallar la tormenta. Los odiosos minutos de la espera deseperaban a Samuel, Kurt, Jason y Tim. Cuatro sujetos que más bien parecían cuatro esqueletos vivientes que habían decidido incorporarse a la banda de Cooper.
 
La gran apuesta había llegado. De repente sonó un disparo seguido de un golpe seco, como de silla estrellándose en el suelo. Los cuatro predijeron que era el momento oportuno y entonces decidieron apostar por la acción en lugar de seguir cómodamente acodados en la barra. Quien dio la orden fue Samuel. Los cuatro sujetos, como catapultados por la palanca de una máquina infernal, desenfundaron sus revólveres y, cuando nadie lo esperaba, comenzaron a disparar contra todos los jugadores. Descubrían que se sentían mucho más hombres matando a los demás. Pocos minutos después, cuando todos los ludópatas yacían muertos sin remedio alguno, los cuatro cadavéricos personajes, vestido todos ellos de negro por completo, decidieron que era el momento idóneo para recoger todos los billetes y largarse hasta Oklahoma City en sus caballos y a todo galope. En el "Miracle" sólo quedó el silencio; un silencio atronador como prueba infalible de que Samuel, Kurt, Jason y Tim habían pasado por allí.
 
Fue una aventura más que agrandó la leyenda de aquellos cuatro personajes siniestros que parecían haber salido de algún holograma. Tanto que, muchos años después, cuando ya los cuatro estaban bien enterrados en algún lugar desconocido de Oklahoma, todavía se seguía narrando, durante las noches invernales del Oeste, aquella surrealista hazaña que ampliaba sus biografías. Jennifer, la ex amante de Cooper, se ocupaba de ello cantándola en todas las cantinas y acompañada de un viejo ciego que tocaba el acordeón.