Siendo yo muy niño, cuando recién comenzaba a saber leer, era un gran aficionado a los tebeos de los años 50 y 60. No sólo me encantaban las historietas dibujadas sino que, de manera complementaria, leía también los textos escritos. Y entre ellos destacaba, de manera muy especial, una columna titulada "Diálogos para besugos", en el DDT. El creador de estos diálogos fue Armando Matías Guiu (1925-2004), escritor multidiscipli
nar que abordó todo tipo de textos, desde periodísticos hasta guiones de cine, pasando por obras de teatro y creaciones humorísticas como éstas de "Diálogos para besugos". En la línea de los geniales Mihura, Jardiel o Tip y Coll (mucho más tarde Faemino y Cansado), sus contribuciones al semanal de Bruguera constituyen un monumento al humor en español. Estaban destinados a un público infantil y juvenil, pero eso no les hace menos geniales, sobre todo teniendo en cuenta que se trataba de jóvenes "de los de antes", es decir, que sabían leer y disfrutaban con ello (era una revista de cómic, un tebeo semanal, por lo que quien se acercaba a ella eran iniciados en la lectura como entretenimiento). Os recomiendo leerlos en voz alta por ridículo que parezca, porque al igual que ocurre con cierta poesía, si queremos sacarle todo el partido debemos degustarla de esta forma, de lo contrario seguirán siendo geniales, pero quizá no tanto (bueno, en voz alta pero si puede ser solos, o en su defecto en voz bajiiiiiita, que tampoco es cuestión de que nos pongan una camisa de fuerza).
¿Por qué traigo hoy a mi Diario este tema de los "Diálogos para besugos"? Porque tengo que confesar que ellos son el origen más remoto (o si queréis llamarlo la génesis también lo acepto), de algunas facetas propias de mi sentido del humor. Me estoy refiriendo a mi serie de "Los chivatazos". Un humor algo esperpéntico pero donde la agilidad mental se pone de manifiesto. Humor sano pero buscando siempre cierta profundidad para que el lector o la lectora se pase un buen rato olvidándose de los momentos duros que tenemos que sufrir en esta vida.
He aquí uno de los ejemplos que se podían leer de "Diálogos para besugos".
− Buenos días.
- Buenas tardes.
− ¿Éste es el avión que va a Tuatu, USA?
- ¿Cómo Tuatu? ¿Dónde está Tuatu?
- En Tuatu.
- ¿Y va usted a Tuatu?
- Yo voy a Miami.
- ¿Y cuando usted va a Miami pregunta por Tuatu? De cencerro para arriba. De alucine ministerial.
− Es que me da un nosequé decir Miami y pensé que si desde mí, voy a Miami, desde usted debo preguntar por Tuatu. Tuatu para usted es Miami para mí.
- Tuatu, para mí, es una imbecilidad aérea.
− ¿Y Miami?
- Miami es Miami.
− Bueno, empiezo. ¿Éste es el avión que va a Miami, USA?
- No. Éste va a Tuatu.
− ¿Cómo a Tuatu? ¿No me acaba de decir que Tuatu es una imbecilidad?
- Sí. Es que yo soy imbécil.
- Usted perdone.
- No, si no tiene usted la culpa.
− Es la primera vez que alguien se llama imbécil a sí mismo.
- ¿Usted nunca se llama imbécil?
- ¡Jamás!
- Y los demás ¿qué le llaman a usted?
− Depende.
- Es el primer tipo al que conozco que le llaman "Depende".
− A mí nadie me llama Depende.
- Usted acaba de confirmarme que los demás le llaman "Depende".
− He dicho Depende.
- Yo también he dicho Depende. Y su Depende es igual a mi "Depende", señor Depende.
− ¡No me llame señor "Depende”! ¡Usted es un imbécil!
- Sí, ya se lo he dicho. Y usted es depende de la cabeza a los pies. Es más, más que depende es usted redepende. Toma depende.
− ¡Esto va a terminar mal! A mí no me gusta que me llamen lo que no soy.
- Pues a mí siempre me llaman cuando no estoy. Si estoy, como me ven, ya no me llaman. ¿A usted le llaman?
− ¿Quién me llama? No he oído nada.
- Encime de depende, es sordo. ¿Le llaman a usrted cuando le ven?
− ¿Quién me ve? Oiga, aquí están pasando cosas rarísimas, no oigo que me llame nadie, no veo que me vea nadie, estoy con un imbécil. ¿Qué pasa?
- Está pasando el avión que va a Miami, Tuatu para usted y los demás dependes del mundo.
− ¿Se me escapa el avión?
- Se le escapa volando...
− Yo tenía que ir en ese avión. He venido a preguntárselo…
- ¿Ha venido a preguntarme si tenía que tomar ese avión? ¡Yo qué sé! ¿Usted no sabe lo que tiene que tomar?
− ¡Claro que sé lo que tomo!
- ¿Qué va a tomar?
− Yo deseaba tomar el avión para Miami.
- Pero... ¡Eto es el bar del aeropuerto!
- Entonces tomaré bicarbonato con leche. Buenas tardes.
- Buenos días.
A mí me encantaban los juegos de palabras de Armando Matías Guiu y debió suceder que, por esas causas del consciente, el inconsciente y el subconsciente surgió como cociente divisor múltiplo esa multiplicidad de excentricidades humorísticas que a veces utilizo como es el caso de mi serie "El Chivatazo". En cuanto a Armando Matías Guiu sé que nació en Barcelona, en el año de 1925 después de Jesucristo y falleció en la misma ciudad el 12 de octubre (Día del Descubrimiento de América pero del año 2004 después de Jesucristo). Fue un periodista, comediógrafo y guionista de cine y de cómic español. A finales de los años 40, comenzó a trabajar en la radio, en especial en Radio Barcelona, por cuya labor obtuvo en 1953 el primer premio Ondas. Para entonces, trabajaba también en la editorial Bruguera realizando textos humorísticos, como sus celebérrimos "Diálogos para besugos". Con el tiempo, haría de guionista en una gran cantidad de series de historietas de la casa.