El pito del sereno (Diario)
Publicado en Jan 30, 2016
Una de las cosas que más añoro de la década tripartita 60-70-80 es lo de las triunfales charlas de la madrugada con el sereno de la calle madrileña de Juan Duque. Llegaba yo a la altura del 16 y sonaba, rápidamente, el pito. Corría hacia mí. Nos dábamos mutuamente las buenas noches. Le regalaba alguna peseta que otra de propina. Sacábamos un cigarrillo y, a la luz de la farola, nos contábamos historias verdaderas sobre ligues y otras andanzas por los madriles. Eran momentos inolvidables. De esos momentos en que yo aprendía mucho sobre anécdotas gallegas (ya que por entonces estaba escribiendo "Galicia a través de sus ríos") y a él se le iluminaba la cara de alegría cuando yo le narraba gestas inolvidables sobre mi bohemia madrileña. Si Mariano José de Larra había escrito el artículo "Nadie pase sin hablar con el portero" yo podría escribir todo un extenso ensayo sobre "Nadie entre sin charlar con el sereno".
Como bien se lee en Wikipedia: "Sereno era el encargado nocturno de vigilar las calles y regular el alumbrado público y, en determinadas ciudades o barrios, de abrir las puertas. En algunas épocas y países, también solían anunciar la hora y las variaciones atmosférica. Era habitual que fuesen armados con una garrota o chuzo, y usasen un pito para dar la alarma en caso necesario. Como oficio, existió en España y en algunos países de Sudamérica desde el siglo XVIII". En aquellas gloriosas madrugadas, mientras el sereno de la Juan Duque de Madrid me enseñaba su chuzo yo le ponìa al corriente de los grandes recuerdos de Chuzo, el medio volante del Atlético de Madrid junto con Ramiro hasta que llegó Glaría, y él ponía toda su atención en no perderse ni un solo acento sobre lo que yo hablaba hasta que, llegada la hora de tocar el asunto de las chavalas, era cuando más atencíón poníamos los dos. Hablábamos, por supuesto, de las castañas gallegas y de las palomas madrileñas; pues con las castañas se nos abría el apetito y con las palomas parecíamos volar. Era cuando Rick Van Stembergen (CJ) lideraba el ránking de los ciclistas de las chapas superando por un punto de ventaja a Roger Walkowaik (CB) porque "Cerros Verdes" nunca mentía. Y es que yo siempre he entendido el periodismo como el arte de contar la verdad, nada más que la verdad y toda la verdad. Que Quina piense lo que quiera sobre quién era el mejor deportista de los cuatro hermanos de la Juan Duque 16; porque, a decir verdad, su opinión no me ha interesado nunca: ni antes, ni ahora ni después. Tras la demostración en el frontón de Molinos de Papel fue incluso el mismo Emilín el que dijo que no había duda alguna. Por eso sobre ese tema ya está todo escrito. Lo que siga pensando Quina me importa menos que el pito de un sereno. Sé que no soy santo de su devoción, sobre todo porque sabía que yo no volvía nunca borracho a casa, pero en cuanto a super fans (de las de "tirar de espalda" por lo buena que estaban) siempre tenía yo de sobra; así que una castaña más o una castaña menos me traía absolutamente sin cuidado. Lo de no ser santo de la devoción de Quina no me quita el sueño. Lina sí que es otra cosa mucho más interesante mientras sigo adelante y a mi memoria siguen llegando imágenes de mis charlas con el sereno. Lo dicho. Si Mariano José de Larra escribió el artículo "Nadie pase sin hablar con el portero" yo podría escribir todo un ensayo sobre "Nadie entre sin hablar con el sereno". Sobre todo con total serenidad.
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