Solía contemplarlo a la luz del alba. No había otro momento para escapar de lo cotidiano.
Las tardes parecían tan efímeras que me desilusionaban incluso antes de despedirme.
¿Cómo disfrutar el día si sé que todo acabará a la luz de la luna?
Solía sentir tantos nervios cuando admiraba su belleza, incapaz de mirarlo a los ojos.
¿Cómo es posible sentir todo esto sólo con su presencia?
Su voz haciendo eco en mi cabeza y esas mejillas tan notables, perfectas.
Reíamos sin descanso.
La vergüenza o las cosquillas en mi estómago me hacían dudar.
Tenía miedo.
Siempre tenía excusas para acercarme, lo admito.
Solía cohibirme cuando hablábamos de sentimientos, era triste...
Sus sonrisas falsas mayormente y su corazón llave de secretos. Impotencia, tal vez.
Pero ¿Quién era yo? consideraría incluso honor que él me tomara como amiga.
Solía pensarlo, contemplar cada detalle de él. Solía soñar que un día me iba a querer...