Oir a los que no hablan.
Publicado en Feb 06, 2016
Homenaje a los que hicieron realidad el implante coclear. El agradecimiento de toda la humanidad.
Desde mi niñez te esperé. Recuerdo cuando los Reyes Magos, siendo una chiquilla, me regalaron mi primer bebote, de hermosos ojos verdes. Eran mecanos inertes, carecían de espíritu, pero los protegíamos y amábamos logrando fantasear con ellos en diferentes escenarios. El día que me lo regalaron debuté como madre. Así lo habían vivido todas las mujeres de mi familia. Ese primer bebote nos iniciaba a recorrer el camino del futuro donde terminaríamos siendo madres de verdad. Una madre de verdad es aquella que ha parido un bebe de hermosa mirada, que está vivo: con necesidades en el cuerpo y en el alma. Desde que lo llevamos en el vientre no solamente crece un embrión sino ese maravilloso fenómeno químico donde recibiremos y daremos amor todo el tiempo. Que placer siento al decir parí a mi hijo. Siento que con el barro de la vida, amasé lo mejor de este mundo, para que ambos compartamos el milagro de ser madre e hijo. Esa rueca, perfecta, que nunca se detiene, logra que los hijos pasen a ser padres, y éstos abuelos. Apenas asomaste la cabeza a este mundo sentí angustia al pensar del sufrimiento que podrías padecer y que no podría evitar. Me consolé pensando que no te privarías de la felicidad que la vida te podría regalar. Ibas creciendo, tomabas fuerza. Tu mirada descubría cosas. Habia aprendido a oírte sin que hablarás. Tu cara me lo decía todo, escuchar tu respiración era mi alegría. Recorrías con tus manitos mis facciones, tu mirada me buscaba, llorabas sino me encontrabas. Hiciste los primeros pasos, muy borrachito. Pero algo me decía, que algo no funcionaba bien Jugábamos con los estímulos, los bebes descubren sensaciones todos los días. Pero mi bebe no se sobresaltaba con los ruidos. No le molestaban los bocinazos de la calle. Al principio pensé que tranquilo es, salió a su madre. Pero la consulta al pediatra era inevitable. Fui con un mal presentimiento, ese sexto sentido al que los hombres tanto respetan porque saben que existe y que es una cualidad que ellos no tienen. Pero no siendo, por eso, los hombres menos sufrientes Ahí me enteré de la dura realidad. Como había nacido nunca podría oír ni decir mamá y papá…Pensé en el dolor que significa no poder oír a los que quieren y no pueden hablar. Mi bebe recorrería los surcos de mi rostro pero nunca escucharía mi voz. Èl tampoco podría oír a los que pueden hablar. El camino recorrido no fue fácil. Superamos una operación. Mi congoja era enorme al verte tan pequeño e indefenso a todo. El final es feliz el implante coclear dió su fruto. Tu emoción cuando pudiste escuchar mi voz, fue tan inmensa. No podía parar de llorar y reir al mismo tiempo. Ahí me di cuenta, que juntos podremos cruzar lo sombrío, hagamos oído sordo de todo aquello que pretenda separarnos y agradezcamos todos los días, cuando oigamos hijo te amo y tu respondas: mamá, yo, también.
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Bellísimo relato Diana. Profundas palabras de esa madre que te identificas o que personificas o que eres. Toda la patología relatada con precisión y con las consecuencias que tiene. Las madres intuitivas son más observadoras que los hombres es cierto, pero no menos sufrientes en estos casos. La maravilla en los avances de la medicina ha logrado en estos casos de implantes cocleares esta posibilidad antes negada para toda una vida.
Felicitaciones Diana
Diana Decunto
iMuchas gracias. No es peyorativo la intuiciòn, viene con el combo oompleto de poder ser madre. La idea no es menoscabar al hombre en la pareja, sno por el contrario, la importancia del varòn en valorar esta cualidad.
Si me permitís me gustaria agregar tu comentario en el texto, para reforzar la idea.
Saludos.
Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
gracias