Hasta que ya no le doli
Publicado en Mar 03, 2016
Lucia sonreía aquella mañana, nunca se había sentido tan enamorada. Que hombre perfecto era Eduardo, comentabas sus amigas. La noche del cumpleaños de ella, le regalo flores, mas bien, le regalo una rosa roja, grande, hermosa, con unas espinas fuertes, punzantes podría decir Lucia, cuando se quitaba una de su brazo y la tiraba en el suelo, junto a los vasos rotos y sillas tiradas. El cumpleaños había terminado a las tres de la mañana y ya eran las cinco cuando la pelea finalizo. Miraba el desastre a su alrededor, no producto de la fiesta, sino de Eduardo. Pensaba que era muy celoso, porque la amaba demasiado, quiso engañarse, no debió haber invitado a su amigo, intento culparse. Luego se dio cuenta que iba a tener que maquillar sus moretones, para no tener que dar explicaciones, una vez más, decidió esconderse. No estaba segura si era porque lo amaba o le temía, no estaba segura de que pasaba, o de lo que hacía, no quería que nadie se preocupara y claro, porque no pensar que él podía cambiar, porque no mentirse un poquito y soñar, se lo prometió tantas veces, porque no creerle una vez más. Fue a trabajar, agradeció que nadie le noto lo moretones, a estas alturas había aprendido a ocultarlos perfectamente. Le dolía el hombro, no recordaba si era por la silla que le lanzo o al caer al piso, pero daba igual, Edu estaba arrepentido y ella no debió invitar a su amigo. En el trabajo todo había transcurrido normal, como cualquier otro día. Estaba cansada. Paso por el súper y compro cosas para la cena. Había planeado cocinarle a su marido una rica comida, con la idea de arreglar las cosas, o con la esperanza de amansar al animal y sobrevivir otro día. Llego a su casa y vio una botella de vino vacía en la mesa, pero él no estaba. La tiro a la basura y noto como le temblaba la mano, no era adivina, pero ya conocía como seguía la historia cuando Eduardo bebía. No pensó más y se puso a cocinar, estaba concentrada, por lo que el azote de la puerta del comedor, la asusto. Ella fingió una sonrisa real, pero sus ojos reflejaron su miedo. El vio que la comida no estaba lista, y por supuesto, se molesto, ella rápido le explico que estaría en un segundo, pero eso no le basto, ella puso sus manos en la cara, pero estas no la protegiera lo suficiente de la botella que él había sacado del basurero para golpearle la cara a su esposa. Ella vio sangre, pero a el no le importo, ella sintió un puñete el estomago y callo tendida al suelo, se le nublo la vista, sintió una patada en la cara como algo lejano, como dejavù, sabia que el gritaba, pero ya no lo escuchaba, supo que la seguiría golpeando, pero ya no le dolía.
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Gustavo Adolfo Vaca Narvaja
Hacìa tiempo no te leìa
Felicitaciones Marìa
Maria del Mar altamirano
te dejo un abrazo.