Los cuernos luminosos (Ciencia Ficcin)
Publicado en Mar 12, 2016
- Ya hemos llegado, Margarita.
- ¿Estás seguro de que esto es Novazeta, Jacinto? - Si el panel de rutas no se ha equivocado, esto es Novazeta. - ¿Y será verdad que existe la misma atmósfera que en la Tierra? - Sin miedo, Margarita. Ese dato está mil veces demostrado que es cierto. Así que salgamos ya al exterior. Cuando los hermanos almerienses Jacinto Rosales y Margarita Rosales salieron al exterior de la astronave descubrieron que todo era oscuridad. - Jacinto. No se ve nada. Quizás sea cierto el dato científico de que aquí una noche dura un mes terrestre. Y, sin embargo, hace un calor asfixiante. - Encendamos nuestros luminotecnios. Jacinto Rosales y Margarita Rosales apretaron el botón central de sus chalecos de metacrilato, situados a la altura de sus ombligos, y surgieron dos enormes halos de luz. - ¡Mira eso, Jacinto! - Son placas de energía solar. Nos rodean por todas partes. - Y eso es lo que hace que estemos a más de 30 grados sobre cero. - Sí. ¡Mira eso otro, Margarita! - ¡Cielos! ¡Es un letrero luminoso escrito en inglés! - Ahí dice New Russia que significa Nueva Rusia. Y está escrito en inglés como para advertir a los norteamericanos que ellos han llegado antes y que Novazeta les pertenece a ellos. - ¿Por qué no nos informamos bien antes de seguir adelante? - Voy a contactar con el Centro Espacial Canarias. El almeriense Jacinto Rosales sacó de su mochila de poliuretano una especie de pequeño disco con números y marcó una cifra muy larga. - ¡Aquí el Centro Espacial Canarias! ¿Qué sucede, Jacinto Rosales? - ¡Hola, España! Les habla el astroanuta almeriense Jacinto Rosales. Me encuentro, junto con mi hermana la también almeriense Margarita Rosales, en la superficie de Novazeta. De momento estamos bien. Hemos llegado de noche pero hace una temperatura de 30 grados sobre cero. - ¿Sabéis que tenéis que seguir adelante cueste lo que cueste? - Lo sabemos. Ese fue el trato de que, a cambio, cuando regresemos vivos a la Tierrra, si es que regresamos, vamos a recibir cien hectáreas de terreno -con su lujoso chalé incluído- más una paga, de por vida, por valor de cien mil euros al mes. - Cumpliremos con lo pactado - Ahora quiero confirmar un dato histórico. - Adelante, Jacinto Rosales. - ¿Es verdadero o es falso que los rusos llegaron hace ya tiempo a Novazeta? - Es verdadero. Muy pocos seres humanos sabemos ese dato porque se tiene noticia de que llegaron en el año 2050 pero nunca jamás se supo más de Andronov y Marionov. - Ya estamos en el año 2080. - Repito que hace ya 30 años que nada se sabe del paradero de esos dos austronautas rusos. - Pues aquí alguien ha colocado un cartel luminoso que dice Nueva Rusia pero en inglés. - Eso se debe a que los rusos y los norteamericanos están, a partir del año 2000, luchando de nuevo por tomar iniciativas en la conquista del espacio. Al parecer siguen actuando como niños. - ¿Y qué hacemos nosotros ahora? - ¡Seguid adelante cueste lo que cueste! - ¿Y si nos atrapan los rusos y nos someten a un interrogatorio? - ¡No confeséis nada de nada! ¡El gobierno español lleva todas nuestras acciones espaciales en completo silencio! ¡No queremos que nadie más lo sepa! - ¿Y si por culpa de ese interrogatorio quedamos tontos para toda la vida tanto mi hermana como yo? - ¡Eso es un riesgo que debéis de correr! ¡Son gajes del oficio y nosotros no podemos hacer nada por evitarlo! ¡Pero no confeséis jamás, a los rusos, que sois españoles! - Supongo que cuando hablemos se van a dar cuenta de ello. - ¿Por qué crees, ahora, que os hemos hecho verdaderos expertos en hablar quechua? - ¿Tenemos que hablar quechua si nos encontramos con algún otro ser humano? - ¡Es una orden! - Que Kan lo que Dios khuyan. - Eso es. Perfecto. Que sea lo que Dios quiera. El Centro Espacial Canarias dejó de sintonizar con los hermanos almerienses Jacinto Rosales y Margarita Rosales. - Nos han abandonado, Margarita. - ¿Quieres decir que nos han dejado solos? - Más solos que las amapolas de campo. - ¿Cómo se llama este lugar donde hemos aterrizado? - Campo de la Soledad. - Tengo miedo, Jacinto. - Te mentiría si dijera que yo no. - ¿No te parece mejor volver a la astronave y regresar a la Tierra? - ¡Si regresamos ahora, sin nada interesante que contar, nos despellejarían vivos antes de colgarnos de la antena parabólica del Centro Espacial Canarias! - ¡Allá a lo lejos se nota algo, Jacinto! - ¡Cierto! Parecen dos columnas dóricas. - ¡No digas cosas raras, Jacinto! ¡Las columnas dóricas son de la época de la Civilización Griega! - Entonces apaguemos nuestros discos de luz y vayamos despacio y en silencio para que nadie nos descubra ni nos oiga. Jacinto Rosales y su hermana Margarita Rosales, almerienses los dos, apagaron sus botones de metacrilato y, lentamente, se fueron acercando hasta llegar ante lo que parecían dos columnas y que sólo eran horcas de titanio de donde colgaban dos esqueletos humanos. En la base estaban sus nombres. - ¡Cielos, Jacinto! ¡Esto es lo que queda de Andronov! - ¡Cielos, Margarita! ¡Y esto es lo que queda de Marionov! - Luego los rusos no están en Novazeta. - Cierto, Margarita. Los han eliminado. - ¿Pero quiénes pueden ser los que se anticiparon a los rusos? ¿Tal vez los norcoreanos? - Si aquí están los norcoreanos vamos a tener que ser protegidos por Dios para que no nos ahorquen de inmediato como debió sucederles a Andronov y Marionov. - ¿Los norcoreanos estaban desarrollando viajes espaciales desde el año 2000 sin que el resto de la humanidad se diera cuenta? - Según mis datos y conocimientos históricos algo de eso debe ser cierto. - ¿En contra de la resolución de la ONU? - En contra de la resolución de la ONU se han cometido siempre innumerables casos de genocidios. Los norcoreanos se pasan por las narices todas las resoluciones de la ONU. - ¡Yo tengo hambre, Jacinto! - Pues tendremos que buscar algo para comer. Tanteando en medio de la oscuridad, los dos hermanos almerienses, sin alejarse uno de la otra ni la otra del uno, salieron del Campo de la Soledad y entraron en una zona boscosa. - ¡Mira esto, Jacinto! - ¡Son bayas o algo muy parecido a las bayas! Así que ya tenemos algo para no morir de hambre. - ¿Vamos a comer igual que los trogloditas de la Época Prehistórica de la Tierra? - No nos queda más remedio. Por lo menos hasta que no encontremos algo más alimenticio. - ¿Y si no son comestibles? Jacinto Rosales se metió un puñado de ellas en la boca y las devoró. - No tengas miedo, Margarita. Son zarzamoras. - ¡Zarzamoras! ¡Cuánto recuerdo yo a mi bisabuela cantarme lo de ¿qué tiene la zarzamora que a todas horas llora que llora por los rincones, ella que siempre reía y presumía de que partía los corazones? - ¡Jajajá! ¡Deja de cantar, Margarita! - Es que si no canto me entran ganas de llorar. - ¿Quieres llorar porque nos han dejado solos? - Sí. Porque nos han abandonado como si fuésemos una pareja de galgos que ya no sirven para cazar liebres. - Olvidáte ahora de galgos o de podencos y come todo lo que puedas. No sabemos si a partir de ahora conseguiremos encontrar más alimentos. Los dos, en silencio, comieron zarzamoras a puñados hasta que, cansados de ingerir tanta cantidad de bayas, quedaron profundamente dormidos entre los arbustos. Y sólo les despertó un lejano murmullo, como si mucha gente estuviese hablando al mismo tiempo. Un murmullo general que, por minutos, iba lentamente creciendo en intensidad. - ¡Despierta, Margarita! ¡Hay seres habitando en Novazeta! - Esperemos que no sean norcoreanos. - ¡Mira! ¡Mira hacia el horizonte! - ¡Cielos! ¡Son antorchas encendidas! - ¡No! ¡Mira bien! - ¡No son antorchas encendidas porque no expulsan llamas ni humo! - ¡Y esa clase de luminosidad jamás se ha visto en la Tierra! - Eso quiere decir que, posiblemente, no sean norcoreanos. - Tengo que descubrir qué es, Margarita. - ¿Qué estás pensando hacer, Jacinto? - Tú te quedas aquí mientras yo me acerco a investigar. - ¡No voy a dejarte solo ante el peligro! - Ni yo soy Gary Cooper ni tú eres Grace Kelly. - ¡Jajajá! ¡Buen chiste! ¡La verdad es que no somos como ellos pero quizás seamos más inteligentes y la inteligencia me dicta que no voy a dejarte solo ante el peligro! - Escucha, Margarita. Usa entonces la inteligencia. Si aquí viven seres inhumanos corremos el peligro de terminar como Andrionov y Marionov. En ese caso uno de los dos tiene que quedar vivo para volver de inmediato a la Tierra y hacer saber a la ONU lo que hay en Novazeta. - Repito que la ONU no me sirve para nada. En cuanto a lo de quedar vivos... o regresamos los dos a la Tierra o morimos ahorcados los dos al mismo tiempo... - Bien. Parece razonable. Voy a acercarme hacia el horizonte y tú me sigues a una gran distancia para que vayas recogiendo con la minicámara ultrasensible todo lo que nos rodea. Pero si me cazan tienes que obedecer mi orden de que regreses a la Tierra para contarlo todo en la ONU. - ¡Yo no creo en la ONU! - Yo tampoco. Para creer en la ONU los seres humanos tendríamos que cambiar completamente de forma de ser; y actuar de manera totalmente opuesta a la que actuamos. - ¿Acabando con todas las ideologías partidistas? - Tú lo has dicho, Margarita. Acabando con todas las ideologías partidistas es la única forma y manera de que la ONU pueda funcionar para bien de toda la Humanidad. - Pues parece que no les entra en la cabeza. - A todos los que gobiernan en nuetro planeta les interesa, en primer lugar, cumplir a rajatabla con las ideologías que profesan. ¿Y qué pasa con las gentes que viven en la Tierra? - Que nunca jamás han sido libres. - Eso es. La Historia siempre nos ha engañado. - ¿Es la libertad la ausencia de ideologías? - Tú lo has vuelto a decir. Efectivamente es la libertad la ausencia de ideologías. Algo tan fácil de comprender no les interesa entender. - ¿Y quieres que si te ahorcan en Novazeta yo vaya a contarlo en la ONU? - No creo en la ONU pero es lo único que podemos hacer. ¿De acuerdo? - El tiempo dirá si estoy de acuerdo o no estoy de acuerdo. De momento me limitaré a seguirte a una distancia prudencial para que si te cazan a ti no me cacen a mí. - De acuerdo. Acepto esa determinación. - Ponte la máscara y el traje antifuegos que llevas en la mochila. Yo haré lo mismo. Y con el interfono mental incorporado nos podemos comunicar sin que nadie nos escuche. - De acuerdo. Y ahora ya no podemos volvernos para atrás porque esos seres, sean quienes sean, se están acercando. Así que quizás nos estén sintiendo de alguna manera. Vamos a alejarnos por completo del lugar donde se encuentra la astronave para que no la descubran. Cubriéndose absolutamente todos sus cuerpos con los trajes antifuegos y las máscaras donde iban incorporados los interfonos mentales y tomando una dirección totalmente opuesta a la del Campo de la Soledad, los dos hermanos Rosales pudieron descubrir que, efectivamente, aquellas extrañas pero potentísimas luces se desviaban continuamente hacía donde ellos querían que se dirigieran. - ¡Y ahora, Margarita, escóndete del todo y deja que camine yo sólo para distanciarme de ti un par de kilómetros por lo menos! - ¡Quiero ir contigo! - ¡Es necesario que me sigan solamente a mí! - Está bien. Pero no te voy a perder de vista. Jacinto Rosales comenzó a caminar separándose de su hermana Margarita Rosales aunque ésta no perdía de vista a su hermano porque había encendido el piloto fonomental que, a partir de entonces, le serviría para ponerse en comunicación con él sin que nadie pudiera escucharles. - ¡Cielos, Margarita! ¡Ya me están cazando! ¡Los veo! ¡Son horribles! ¡Son seres vivos de 3 metros de altura, tienen las patas de cabras, terminadas en pezuñas, y sus brazos son dos gigantescas articulaciones crustáceas, terminadas en dos enormes pinzas. Lo que vemos brillar con tanta intensidad son los cuernos que tienen en sus cabezas y que miden otros 3 metros de altura! ¡No sé qué puede ser esa luminosidad que despiden pero estoy seguro de que es alguna clase de gas que desconocemos en la Tierra y quizás sean esos cuernos luminosos los que les sirven para poder ver y escuchar porque carecen por completo de ojos y de orejas! A partir de ahora escucha todo lo que suceda pero no me dirijas la palabra porque estoy temiendo que, en las cortas distancias, también puedan saber descifrar nuestros pensamientos. - Está bien, Jacinto. Seguiré tus órdenes. A partir de ahora soy yo la que dirige las operaciones. En esos momentos Jacinto se vio rodeado, por todas partes, de 200 de aquellos seres inhumanos. El que parecía jefe de ellos se dirigió a él. - Who you are? - Qhari waqyani. - I do not know that languaje. Aquel monstruoso ser no conocía el quechua. - Do you only speak English? - Sé hablar también en español. ¿Quién eres tú? Jacinto razonó. No era ruso ni era norcoreano; así que no habría peligro alguno para hablar en español. - Rosales. Soy Rosales. - ¡Jajajá! ¿Te consideras lo suficientemente gracioso como para hacerme reír? - Lo intentaré si es necesario... - ¿Cuál es tu verdadero nombre? - Jacinto Rosales. - ¿Hablas español porque eres español o hablas español sin ser español? Jacinto reaccionó. - Se supone que nadie te ha enseñado idiomas. ¿Cómo consigues hablar español? - A corta distancia nosotros poseemos capacidad de leer mentes. - ¿Solamente a corta distancia? - Solamente a corta distancia. - ¿Qué clase de seressois vosotros? - ¡Los últimos adoradores de Amalec que existen en todo el Universo! - ¿Y cómo te llamas tú? - ¡Amaniceto "El Superior"! - ¿Has dicho Amaniceto o Aniceto? Margarita tuvo que aguantarse la risa. - ¡He dicho Amaniceto y no consiento bromas sobre mi nombre! ¿Quién es Aniceto? - Un primo. Margarita siguió aguantándose la risa, pero se puso en alerta. Sabía que no podía transmitir a Joaquín nada más que con el fonomental y eso estando a una distancia inalcanzable para aquel monstruoso personaje. Seguía conteniéndose la risa pero se estaba dando cuenta de que Jacinto estaba intentando ganarse la confianza del aquel monstruoso ser para sacarle toda la información posible. - Sigue sacándole información, Jacinto. Estoy escuchando todo. Jacinto cumplió las órdenes de Margarita mientras Amaniceto "El Superior" estaba enojado de verdad. - ¿Un primo de rivera? - ¿Sabes algo de un primo de rivera? - Estoy intentando saber... - Lo más importante de todo es olvidar lo que no se sabe. Ya tampoco sé nada. - ¿Aniceto no era un primo? - Sí. Aniceto era un primo de Sandalio. Aquello es lo que buscaba Jacinto: hacer enfadarse del todo a Amaniceto "El Superior" para que hablara más de la cuenta mientras todo estaba siendo grabado por Margarita. El monstruo se puso iracundo. - ¿De dónde vienes tú que usáis esos nombres tan raros? - Yo vengo de la Galaxia Guttemberg. - ¡¡Por los mil diablos del Infierno!! ¿Dónde se encuentra esa tal Galaxia Guttemberg que no recogen nuestros mapas interestelares? - Mucho más allá del más allá. - ¿Es que existe un más allá del más allá? - Sí. Hay mucho más allá del más allá. El monstruo se calmó repentinamente. - Veo que te gustan las adivinanzas. - Me sé una muy graciosa. - A ver si consigues hacerme pensar... - Tengo ojos y boca pero ni como, ni veo, ni tampoco me muevo. ¿Qué soy? - ¿Un árbol? - Está muy lejos de ser un árbol. - ¿Un boniato? - Está muy lejos de ser un árbol. - ¿Una estatua? - Casi estás acertando... - ¡Me doy! ¡Me doy! ¡Me doy! - No es necesario que se dé usted tanto porque se va a quedar sin nada. Es el retrato. - ¿Qué es un retrato? - Se ha mirado usted alguna vez en las aguas de un lago? - Pues sí. - Pues lo que ve usted de sí mismo es su retrato. - Me lo imagino... me lo imagino... Jacinto comprendió que podía ponerse en peligro de muerte porque se dio cuenta, aunque ya era tarde, de que aquellos horribles seres no tenían ni ojos ni orejas. - ¡No vamos a cometer el mismo error que cometimos con Andrionov y Marionov! Jacinto se dio cuenta de que no podía dar a entender que había visto las dos horcas de titanio y los esqueletos de los dos astronautas rusos porque con ello daría la clave que necesitaba Amaniceto para saber dónde estaba la astronave española. - Nunca he escuchado nada de ningún Andrionov y mucho menos de ningún Marionov. - ¿No sabes que fueron astronautas rusos? - Va a ser que no. - No entiendo lo que dices. - Y yo estoy intentando entender lo que tú me quieres decir. - ¡Hace ya muchos siglos que los únicos adoradores de Amalec que quedamos vivos en el Universo estamos intentando descubrir dónde se encuentra Blue Planet en el mapa del cosmos! ¡No vamos a ahorcarte si nos cuentas qué sabes tú de eso! ¡Fue un error ahorcar de inmediato a los dos rusos sin sacarles ningunca clase de información! - Me dedico a viajar por puro placer y no por aprender nada sobre planetas para después chismear con los compadres en las tabernas a la hora del anochecer. Otras vez Margarita contuvo la risa pero le avisó... - Ten mucho cuidado, Jacinto. Puede ser que si te confías demasiado le cuentes algo que le de pistas verdaderas. Jacinto entendió... - Lo que quiero decir es que no he visto jamás ninguna clase de planetas azules. - ¿No existe Blue Planet? - Con lo poco que aprendí en el colegio no puedo saber qué es eso. ¿Por qué estas tan empeñado en descubrirlo? - ¡Para cumplir venganza! ¡La venganza es la manera más fácil para olvidar una derrota antes de que esa derrota sea la definitiva! - Pues lo siento... pero te ha tocado perder... - ¿Perder? ¿Me ha tocado perder cuando eres tú mi prisionero y no yo el prisionero tuyo? - No eres prisionero mío sino que eres prisionero de tu propìo mundo. - Me duele la cabeza cuando pienso demasiado... - Sigue entonces sin pensar y acabarás llegando pronto a la tumba. Amaniceto "El Superior" tembló ligeramente desde la cabeza a los pies y prefirió cambiar de tema. - ¿Y las apuestas? ¿Te gustan las apuestas? - Cuando gano, sí. Cuando pierdo, no. - ¡Jajajá! ¡Eres mucho más simpático que los rusos! ¡Contigo sí se puede hablar! - Depende... - ¿De qué depende? - De lo interesante que pueda ser la apuesta. - ¡Lo has adivinado! ¡Vamos a celebrar una apuesta inolvidable! ¡¡En marcha!! Los doscientos seres inhumanos, todos ellos de 3 metros de altura y con un par de cuernos también de 3 metros de altura, comenzaron a caminar siguiendo a Amaniceto "El Superior" y a Jacinto Rosales. Margarita Rosales les seguía a una distancia prudencial para que ninguno de aquellos monstruos pudieran oler su presencia. Hasta que, después de media hora de marcha, salieron de la selva y se encontraron ante una autopista de cemento, con una longitud total de 1 kilómetro, con gradas levantadas a ambos lados a lo largo de toda su longitud y en cuya cabecera había un templete donde subieron Amaniceto y Jacinto. - ¡¡Que suenen las vuvucelas!! Un total de 200 vuvucelas comenzaron a sonar con enorme estruendo mientras aparecían miles y miles de seres monstruosos, con sus enormes y largos cuernos luminosos, atronando cada vez con mayor intensidad mientras iban ocupando las gradas. Una vez todas estas repletas de gentío, Amaniceto "El Superior" hizo un gesto con sus brazos y de pronto reinó el más absoluto silencio. - ¡¡¡Aquí está todo mi pueblo!!! ¡¡¡Un millón exacto de Adoradores de Amalec!!! ¿Ves aquella estatua que hemos levantado al final de toda esta autopista? ¡¡¡Un kilómetro de distancia nos separa de ella!!! ¡¡¡Es la Estatua del Gran Amalec!!! ¡¡¡Murió hace ya muchos siglos pero su espíritu vive a través de nosotros!!! Comenzaron de nuevo a retumbar los sonidos de las vuvucelas; lo cual era de enorme importancia para que Amaniceto no pudiera escuchar los mensajes del fonomental que Margarita estaba dispuesta a enviar a su hermano Jacinto. - ¿Ves o no ves la estatua? - La veo. - Tiene una altura exacta de 50 metros. - Ese tal Amalec debió ser alguien muy importante. - Y sigue siéndolo porque nadie le va a destruir. - ¿Qué tiene que ver todo esto con llevar a cabo una apuesta? - Esa estatua de 50 metros de altitud tiene, entre sus dos cuernos luminosos de 3 metros de longitud cada uno de ellos, un minúsculo foco rojo. ¿Lo ves? - Pues no consigo verlo... - Yo tampoco. Desde aquí es imposible del todo... - Nada es imposible, Amaniceto... - Si crees que tú puedes hacerlo ha llegado la hora de celebrar la apuesta. - ¿Qué apuesta me vas a proponer? - Supongo que la aceptarás aunque desde este mismo instante te afirmo que vas a perder. - Si pierdo no será por no haberlo aceptado si tu propuesta es realizable. - ¿Tu mente humana tiene poderes? - Sí. Mi mente humana tiene poderes. - ¿Estás seguro de ello? - Estoy seguro de ello. - ¿Poderes suficientes como para mover objetos de un lugar a otro? - Más poderosos que eso. Mover objetos de un lugar a otro sólo lo hacen los chapuceros que hacen creer que tienen poderes mentales cuando sólo son unos viles estafadores nada más. - Entonces aquí está la apuesta. Con un nuevo gesto de sus brazos el silencio volvió a reinar de manera escalofriante. - ¡¡¡Concéntrate en la estatua y si, con tus poderes mentales, la destruyes, obtendrás tu libertad!!! - ¿Y si no lo consigo? - ¡¡¡Entonces serás ahorcado, como sucedió con los dos rusos, en el Campo de la Soledad!!! - ¿No tengo ninguna otra alternativa? - ¿Aceptas o no aceptas? El ruido del las vuvucelas era, en esta ocasión, no solo atronador sino también ensordecedor. Esto lo aprovechó Margarita para enviar su mensaje fonomental a Jacinto. - ¡Acepta, Jacinto, acepta! ¡Acepta aunque te parezca que es del todo imposible! ¡Confía en mí! - Acepto. - ¡¡¡Jajajá!!! ¡¡¡Acabas de firmar tu sentencia de muerte porque no ha habido jamás, ni hay ni habrá, algo o alguien que pueda conseguir tocar el minúsculo y casi invisible foco rojo que hay entre los enormes y hermosos cuernos de Amalec!!! ¡¡¡Benditos sean tus cuernos, dios de los rojos amalecitas!!! ¿De verdad tú crees que con tu mente vas a conseguirlo? - No te eches para atrás, Jacinto. No tengas miedo y confía en mí. - ¡Sí! ¡Lo voy a conseguir! - Pero como la apuesta es que lo consigas solamente con tus poderes mentales no puedes usar tu pistola. Jacinto desenfundó su pistola y se la entregó a Amaniceto "El Superior" quien la dejó sobre el atril del templete. - ¿No tienes demasiado calor con todo ese traje que no deja asomar ni tan siquiera un sólo centímetro de tu cuerpo? - No lo hagas, Jacinto. No descubras ni tan sólo un centímetro de tu cuerpo y aguanta el intenso calor del traje antifuegos como lo estoy haciendo yo también. Confía en mí. - ¡No siento calor! ¡Estoy frío! - ¿De verdad estás frío con todo tu cuerpo cubierto? - Si consigo vivir lo suficiente a lo mejor puedo explicártelo para que lo entiendas; aunque ya se sabe que un burro sólo puede entender algo cuando se trata de una casualidad. Aquello molestó terriblemente a Amaniceto quien, con sus brazos, ordenó que se produjera otra vez un espantoso silencio en medio de la oscuridad tan exageradamente alumbrada por los cuernos luminosos del propio Amaniceto "El Superior" y el millón completo que formaban todo su pueblo de Adoradores de Amalec. - ¡¡¡Tienes solamente 30 segundos para conseguirlo!!! - Haz el esfuerzo, hermano, haz el esfuerzo para ayudarme a conseguirlo. Concentra tu pensamiento en los días de tu infancia; en los días que jugabas sin importarte para nada el resto del mundo. Concéntrate en esos momentos para que yo pueda acertar. Jacinto se dio cuenta de que su Margarita necesitaba todo el esfuerzo mental que él pudiera otorgarle para acertar con el disparo de su pistola de rayos invisibles pero desintegradores. Y se centró en las escenas infantiles en que jugaba, como verdadero hermano, con su hermana dijeran lo dijeran los demás. - ¿Cuánto cuesta el tebeo? - La mitad por ser para ti. - ¿Y si compro dos? - Te regalo uno más y así tienes tres. - ¡¡¡Jajajá!!! ¡¡¡Veintinueve segundos y no has conseguido ni mover la hoja de un árbol!!! ¡¡¡Perdedor!!! Entonces la voz de Jacinto resonó en medio de toda la espectral escena. - ¡¡¡Acepto!!! Fue la señal que necesitaba Margarita para saber que, una vez localizado el foco rojo, poder destruir por completo al espíritu de Amalec y a todos sus rojos seguidores de los cuernos luminosos. El impacto del rayo invisible y desintegrador que había surgido de la pìstola de Margarita, cien metros detrás de donde se encontraba Jacinto subido en el templete junto a Amaniceto "El Superior", fue tan explosivo que todo el suelo tembló como si fuese el epicentro de un terremoto mientras la estatua de Amalec se destruía, en el mismo instante del impacto, en trillones de trillones de minúsculos trozo. Sólo quedaba el polvo, nada más que el polvo, mientras que, ante el horror y el pánico de todos sus rojos Adoradores, los enormes cuernos de su dios quedaban despedazados y aquel raro y extraño gas luminoso, al contacto con la atrmósfera, se convirtió en un fuego devorador que destruyó, uno tras otro, a todos los cuernos del millón de seres inhumanos allí reunidos, que se convetían inmediatamente en cenizas esparcidas a los cuatro viento. Amaniceto "El Superior" descubrió que no tenía ya salvación alguna. - ¡¡¡Tenía que haberte ahorcado como a los rusos!!! Pero no pudo seguir gritando ni proferir ningún otro chillido porque explotó como un globo pinchado y los trillones y trillones de minúsculos pedazos de su cuerpo se convirtieron nada más que en polvo reducido a la más mínima expresión. - ¡Vámonos de aquí, Jacinto! ¡No te quites nada de tu ropa pero vámonos de aquí a toda velocidad! Jacinto volvió a entender la orden de Margarita porque el suelo de Novazeta seguía temblando cada vez con mayores convulsiones geotérmicas. Su pistola había quedado reducida a cenizas pero ya no le importaba en absoluto porque ahora lo que debía hacer era luchar por su subsistencia y la subsistencia de su valiente y valerosa compañera. Ambos corrieron como jamás lo habáin hecho en sus vidas, y eso que eran verdaderos atletas campeones de los cien metros lisos. Guiados por la proverbial memoria geográfica de Margarita pudieron alcanzar el Campo de la Soledad antes de que las llamas llegaran en esa dirección. Y pocos segundos después salieron lanzados hacia el espacio. - ¡Hemos acabado con la maldición, Jacinto! - ¿Es que existía una maldición? - Sí. Existía una maldición y existía una leyenda. - ¿Una leyenda? - Sí. Una leyenda que afirmaba que dos hermanos cristianos, un hombre y una mujer, unirían sus fuerzas espirituales para destruir la maldición. Ya podemos ser libres. - ¿Ya puedo decir que me llamo Joseph y que no soy de Almería? - Ya puedes decir que te llamas Joseph y yo puedo decir que me llamo Lilian y tampoco soy de Almería. - ¿Ya puedo decir que deseo casarme contigo? - ¡Jajajá! Ya puedes decirlo y ya puedo decirte yo que sí. Pero... ¿era cierto lo que pensabas sobre los juegos infantiles con tu hermana? - Totalmente cierto. Así sucedió en mi infancia cuando los demás no querían jugar con ella. - ¿La rechazaban? - Por eso estuve siempre a su lado. - ¡Eres un gran hombre, Joseph! - ¡Mira la pantalla, Lilian! - ¡Cielos! ¡Acaba de explotar Novazeta en trillones de trillones de minúsculo pedazos! - Ese estallido rojo que vemos en la pantalla así lo confirma. ¡Novazeta ya no existe! - ¡Ya no existe ni Novazeta ni todo lo que había y habitaba en Novazeta! - ¡Cuidado, Lilian! ¡Agárrate bien! La astronave, camino del Centro Espacial Canarias, comenzó a desequilbirarse de un lado para otro. -¡Nos están alcanzando las ondas expansivas de la mega explosión, Joseph! - ¡Voy a meter toda la potencia que puede alcanzar nuestra astronave! Un tremendo golpe de arranque sacudió a todo el aparato volador y, por un momento, parecía haber llegado el fin. - ¡Fue hermoso mientras duró, Joseph! - ¡No! ¡No te sueltes de mí para nada! ¡Creo que nos hemos salvado! Efectivamente, la nave volvió a tomar un rumbo directo hacia el Centro Espacial Canarias mientras en su pantalla había surgido un agujero gris. - ¿Ves ese agujero gris, Lilian? - Es el último recuerdo de Novazeta. - Y el primer recuerdo de una nueva forma de vivir. - Que Dios te oiga, Joseph. - Por lo menos en lo que concierne a nosotros dos así será. - ¿Lo celebramos? La nave, una vez con rumbo seguro, puede dirigirse sola. Los dos entraron en el camerino que servía de dormitorio y cerraron la puerta tras de si mientras el agujero gris que aparecía en la pantalla comenzó a desaparecer... a desaparecer... a desaparecer... hasta no dejar ningún rastro de su existencia.
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