Bailaban una tonada lenta en medio de la brisa nocturna. El deseo, represado voluntariamente durante varios años, bullía bajo el vestido de gasa blanco que delineaba su cuerpo a la perfección..
La proximidad de aquel hombre, tantas veces soñado, tantas veces amado, tantas veces deseado, del que nunca  había logrado identificar un rostro que le permitiera hacerlo suyo,  le generaba tanto placer como ansiedad.
Los latidos de su corazón se confundieron con las campanadas del reloj de la Plaza Central. La firmeza con que la mantenía pegada a su cuerpo mientras se desplazaban cadenciosamente al ritmo de la música, le producía una excitación indescriptible.
I don't wanna talk about the things we've gone through though it's hurting me ...
No había necesidad de hablar, las sensaciones que experimentaba eran suficientes para despertar las pasiones que arrastraba desde muchos años atrás, más años de los que podía recordar.
The winners takes it all ... the winners takes it all...
La música fue desvaneciéndose en el aire mientras caminaban uno al lado del otro. Sin pedir permiso, como el sentimiento más impío, el amor llegó sin avisar e irrumpió en la calma de dos vidas que se tornaban indignas. Una mirada fue suficiente para convertirlos en esclavos de la pasión, no podían escapar al influjo del otro, quizás no querían hacerlo.
La noche, Celestina muda de aquel sueño imposible, cubrió con su manto impenetrable los fragmentos de amor furtivo que se hicieron realidad aquella noche en medio del Caribe.
La timidez de sus besos y la delicadeza de sus caricias se fueron transformando en torrentes de deseo y hambre de piel. Las barreras existentes entre aquellos amantes se derrumbaron de repente y de un momento a otro se fundieron sin reservas en un animal salvaje ávido placer.
Cuando despertó de aquel sueño, tantas veces soñado, tan largamente esperado, él no estaba allí. La tibieza de las olas jugueteando con su piel, hicieron que se percatase de su desnudez.