La noche del vestido rojo (Novela) - Captulo 3 -
Publicado en Mar 27, 2016
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Gabino Muriarte impulsó su cuerpo y entró en el despacho privado.
 
- Sabía que le iba a encontrar aquí, Rufino.
 
- Procuro atender muy bien todos mis negocios.
 
- ¿Sí?
 
- En el asunto de los negocios no hay que dormirse demasiado.
 
- Me parece que es usted un hombre muy despierto. ¿Me equivoco?
 
- Procuro que no me den gato por liebre.
 
- Cuanto más misterioso se vuelve este asunto más me interesa solucionarlo.
 
- ¿A qué se está usted refiriendo, señor Muriarte?
 
- ¡Decididamente es usted excesivamente meticuloso!
 
- ¿Aparte de eso qué buen viento le trae por aquí?
 
- Quiero ver la carta.
 
- ¿A qué carta se refiere usted?
 
- Desde luego que no me estoy refiriendo a la carta a los Reyes Magos porque ya somos todos bastante mayorcitos.
 
- ¿Cree usted que tiene algo que ver con el crimen?
 
- Eso trato de saber.
 
- Es una carta muy privada.
 
- Tengo gran afición por los misterios, así que lo privado me interesa mucho más de lo que usted cree. Saque la carta.
 
- ¡Tenga! ¡Léala usted mismo!
 
- Querido Rufino: tienes que saber la verdad porque no puedo seguir viviendo a tu lado sabiendo que no te enteras de nada. Siempre te entregas demasiado a tus negocios y a mí me tienes bastante olvidada. Estoy muy enojada contigo. En primer lugar, debes saber que Antonio es imbécil y por eso le da por fumar porros sin descanso alguno. Pero Antonio, al fin y al cabo, me trata como a una reina mientras para ti sólo soy un objeto decorativo nada más. Baja de tu trono y sabrás más cosas de la vida que te rodea.
 
- ¿Qué le parece, señor Muriarte?
 
- Que Antonio es imbécil o idiota o las dos cosas a la vez... pero no es tonto del todo... y por eso no pierde el tiempo...
 
- ¿Quiere decir que se ve a escondidas con mi señora?
 
- Su señora García le defiende a capa y espada.
 
- ¿Ese chiflado es capaz de estar engañándome?
 
- ¿Es usted celoso?
 
- ¡No permito que nadie ronde a mi santa esposa!
 
- Yo no sé si su señora García es santa o no es santa, pero es preciosa. Y una mujer preciosa despierta los instintos hasta al más tonto de los tontos.
 
- ¿Eso sucede con el chiflado de Antonio?
 
- Si usted le considera chiflado es problema suyo. ¿Quién se beneficia con la muerte de Carlos?
 
- Usted es quien debe descubrirlo y no yo.
 
- ¿Carlos era un rojo?
 
- No le entiendo...
 
- Le pregunto que si Carlos era comunista.
 
- Lo sé desde que nos conocemos.
 
- Y usted es millonario. ¿No es cierto?
 
- Pues sí. Soy millonario y nado en la abundancia.
 
- Eso quiere decir que un comunista es un peligro para usted.
 
- ¿Soy sospechoso de haber asesinado a Carlos para proteger mis dineros?
 
- Yo no he dicho todavía eso; pero estoy ordenando mis ideas. ¿Le convenía a usted que Carlos fuese asesinado?
 
- Por supuesto que me convenía.
 
- Bien. Ya vamos conociendo más cosas interesantes.
 
- El hecho de que yo sea celoso supondría que hubiese asesinado al imbécil de Antonio pero no a Carlos o por lo menos antes de asesinar a Carlos.
 
- Ahora no estoy pensando en los ataques de celos sino en sus intereses económicos. ¿Prestó usted alguna vez dinero a Antonio para que se lo gaste en el vicio de fumar porros?
 
- ¡Jamás haría tal cosa!
 
- ¿Y qué me dice de Luis?
 
- Supongo que sí... pero era el íntimo amigo de Carlos... así que no tenía ningún motivo para eliminarlo...
 
- ¿Usted sabía que Luis estaba locamente enamorado de Carmen?
 
- No sé qué decir...
 
- Responda sí o no, Rufino.
 
- Sí.
 
- ¿Y eso hacía que Luis se emborrachara continuamente?
 
- Supongo que sí.
 
- ¿Por qué cree que la super atractiva y super sexy Jimena lucía un deslumbrante vestido rojo la noche en que se celebraba el cumpleaños de usted?
 
- No conocía de nada a Jimena.
 
- ¡Caramba! ¡Vaya sorpresa! ¿Entonces cuál es la razón de que tenga usted la fotografía del ella presidiendo su despacho privado?
 
- Porque todos los que vivimos sumergidos en el mundo de las finanzas tenemos una fotoografía de alguien porque con eso adquirimos una importancia enorme ante los ojos de los demás.
 
- No ha contestado usted todavía a mi pregunta. ¿Conocía o no conocía usted a Jimena antes de esa célebre noche?
 
- ¿Puede guardarme el secreto?
 
- ¿Quiere usted decir que ama en silencio a Jimena?
 
- ¿Es eso un pecado?
 
- Que yo sepa no... a no ser que sea motivo para haber asesinado a Carlos...
 
- No encuentro una relación entra ambas cosas.
 
- ¿No ha afirmado antes que usted es muy celoso?
 
- ¿A dónde quiere ir usted a parar, señor Muriarte?
 
- A que posiblemente Carlos también sentía por Jimena lo mismo que siente usted.
 
- Lo cual me convierte en sospechoso...
 
- ¡Quién sabe!
 
- ¡Es usted bastante odioso, señor Muriarte!
 
- Eso solamente es una opinión y ciertas opiniones no me interesan para nada.
 
- Entonces usted dirá...
 
- Una sola cosa.
 
- Su juego de palabras me confunde, señor Muriarte.
 
- ¿Puede hacerme un favor?
 
- Si es por dinero puedo darle todo lo que me pida.
 
- ¿Para ocultar sus devaneos sentimentales?
 
- No alcanzo a saber lo que usted está buscando.
 
- ¡He ahí la cuestión!
 
- Sé que la policía puede hacerme pasar un mal momento.
 
- No se preocupe ahora por la policía. ¿Sabe si Carlos tenía algún enemigo secreto aparte de usted?
 
- Ninguno. Estoy seguro de que ninguno. Era muy buena persona para tener enemigos.
 
- Pues alguien lo ha asesinado a pesar de ser tan buena persona.
 
- ¿Desea hacerme cualquier otra pregunta?
 
- De momento no necesito saber nada más de Carlos. Hablemos de su señora García.
 
- ¡Bien! Resulta que me estaba engañando con el imbécil de Antonio. ¿Queda satisfecha su curiosidad?
 
- Ya está sabiendo usted que no me contento con una sola respuesta. ¿Qué me dice de Carmen?
 
- Creo que huye de los hombres malos.
 
- ¿Más malos que usted?
 
- ¡Oiga, caballero!
 
- Tengo mis razones para decir eso.
 
- ¿Es usted de los que creen que todos los millonarios lo somos por estafar a los demás seres humanos?
 
- Yo no digo tanto, pero puede ser una pista muy lógica en este caso particular. ¿Estaba o no estaba arruinado Carlos? ¿Y si estaba arruinado que diantres pinta Carmen en todo esto?
 
- Ese no es mi problema. En todo caso será un problema para Luis y no para mí.
 
- ¿Puede contestarme sólo a lo que le pregunto?
 
- Era para ayudarle un poco...
 
- Pues no me ayude usted nada y hábleme de Carmen.
 
- Para mí es como una hija.
 
- ¡Caramba! ¡No sabía yo que usted fuese tan filantrópico!
 
- La conocí cuando estaba pasando hambre y la acogí en mi casa como ayudante de mi señora esposa.
 
- ¿Ayudante de su señora García?
 
- Eso he dicho.
 
- ¿Y ha habido desde entonces algún robo misterioso en alguna ocasión?
 
- ¡Oiga, caballero! ¿Qué quiere decir con eso?
 
- Conteste sólo a la pregutna y no piense más allá...
 
- Alguna que otra joya ha desaparecido...
 
- Pero nunca lo denunció a la policía.
 
- ¡No quiero que ningún policía meta sus narices en mis asuntos privados!
 
- ¿Le noto demasiado nervioso o es sólo una apariencia mía?
 
- ¡Usted pone nervioso hasta al mismísimo caballo de la estatua de Esparteros!
 
- No pensemos más de la cuenta. ¿Por qué no denunció usted ninguno de esos robos?
 
- Porque Carmen me parece bastante desdichada.
 
- ¿Por culpa de quién o por culpa de qué?
 
- ¡Maldita sea mi mala suerte! ¿Yo que tengo que ver en todo eso?
 
- Recuerde que hay una fotografía de por medio.
 
- ¿Quiere decir que Carmen me amenazaba con contárselo a mi señora García?
 
- Eso mismo estoy pensando.
 
- ¿Y entonces por qué no se lo pregunta personalmente a Carmen?
 
- No se preocupe. Eso es lo que voy a hacer a continuación. ¿Puede usted dar la orden de que avisen a Carmen y dejarme a solas con ella?
 
- Está bien. Tiene usted carta libre.
 
- Esperemos que esa carta me libere. Perdone pero es sólo un dicho de mi abuela materna que en paz descanse. Descanse usted en paz. Adiós.  
 

 
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Novela.

Palabras Clave: Literatura Prosa Novela Intriga Misterio Conocimiento Relatos Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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