La noche del vestido rojo (Novela) - Captulo 4 -
Publicado en Mar 27, 2016
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Gabino Muriarte la estaba esperando mirando el jardín a través de la gran ventana.
 
- ¿Me ha llamado usted, señor Muriarte?
 
- Sí. Pero no para hablar precisamente del tiempo a pesar de la magnífica mañana que hace.
 
- ¿Aquí no nos puede escuchar nadie?
 
- No se preocupe por eso. Nadie nos va a escuchar.
 
- No conozco a nadie que tuviera algún motivo para asesinar a Carlos.
 
- Deje eso de mi cuenta, Carmen. Sólo quiero saber cómo fue que está usted formando parte del servicio personal de la señora García. Y cuénteme sólo la verdad.
 
- Se lo pedí directamente a Rufino.
 
- ¿A través de algún chantaje tal vez?
 
- Decir eso es impropio de un caballero como lo es usted.
 
- Dejemos la caballerosidad para más tarde. ¿Chantajeó usted a Rufino o no chantajeó usted a Rufino?
 
- Yo sabía lo que la señora García no sabía...
 
- ¿Algo relacionado con Jimena?
 
- ¿Cómo adivina usted tales cosas?
 
- Acabo de hablar en privado con Rufino.
 
- Yo estaba desesperada...
 
- Supongo que sería por eso y no por ninguna clase de venganza.
 
- ¿A qué clase de venganza se refiere usted, señor Muriarte?
 
- ¿Qué le parece, por ejemplo, haber conocido la pobreza?
 
- Exacto. Era eso lo que sucedía conmigo.
 
- ¿Dónde conoció a Rufino?
 
- En unas vacaciones pasadas en la Manga del Mar Menor.
 
- ¿Qué hacía usted allí?
 
- Buscar una oportunidad...
 
- ¿Una oportunidad para atrapar a un millonario?
 
- ¡Es usted demasiado odioso!
 
- Es la segunda vez que me llaman odioso en el día de hoy. Espero que no haya dos sin tres, 
 
- ¡Y demasiado irónico también!
 
- Sin embargo me da siempre buenos resultados. ¡Estaba pasando la Semana Santa solo Rufino o estaba también con su señora García!
 
- Estaba solo.
 
- Era lo que me estaba suponiendo...
 
- Pues si todo se lo supone... ¿por qué me pregunta a mí?...
 
- ¡Un momento! ¡Un momento que la están peinando! ¿En qué momento contactó usted con Rufino?
 
- Me lo presentó Carlos.
 
- ¿El ya difunto Carlos?
 
- Exacto. Carlos y yo teníamos cierta relación sentimental.
 
- ¿Y eso llegó alguna vez a ser un estorbo para usted?
 
- No mucho, señor Muriarte.
 
- Bien. ¿Lo dejamos solamente en una pequeña molestial tal vez?
 
- ¡Es imposible hablar con usted!
 
- Pues soy el hombre más comunicativo que usted pueda encontrarse en su agitada vida.
 
- No puedo precisar ahora el dia exacto en que conocí a Rufino.
 
- No necesito tanta exactitud. Digamos, por ejemplo, que fue en Viernes Santo. ¿Fue tal vez en el Viernes Santo del año pasado?
 
- ¡Exacto! ¡Ese mismo día fue!
 
- Esto zanja la cuestión...
 
- ¿Puedo retirarme ya?
 
- ¡Un momento! ¡Un momento! He dicho que zanja la cuestión de saber cuándo conoció usted a Rufino pero no la solución del misterio del crimen cometido con Carlos.
 
- Hubiera sido más sencillo si usted no hubiese metido la nariz.
 
- Pero resulta que es a eso a lo que me dedico como profesión y con eso es con lo que saco adelante a mi familia. ¿Cuánta familiaridad llegó usted a tener con Carlos?
 
- ¡Oiga, caballero!
 
- No. No le estoy preguntando si tiene hijos o no tiene hijos con él. Eso no me interesa para nada.
 
- Digamos entonces que de cierta altura.
 
- ¿Tanta como para llegar a odiarle?
 
- No he sugerido eso...
 
- Pero es evidente que pudiera haber sido posible.
 
- ¿Qué es esto? ¿Me acusa de haberle asesinado?
 
- ¡Quién sabe!
 
- ¿Qué gaanba yo con asesinar a Carlos?
 
- Supongo que quitarse de en medio a un peso demasiado pesado.
 
- La verdad es que era demasiado pesado... pero yo no...
 
- ¿Carlos era demasiado pesado para usted?
 
- ¡Siempre estaba con el mismo rollazo del comunismo y la política de los rojos!
 
- Ya.
 
- Pero insisto en que yo no...
 
- ¡Espere! ¡Espere! Todavía no le he acusado a usted.
 
- ¿Estoy segura de eso?
 
- Segurísimo del todo nadie lo está pero todavía no le estoy acusando de nada; así que volvamos a su relación con Rufino.
 
- Yo soy para él como una hija.
 
- Ya. Esa historia me la conozco muy bien. ¿Y Rufino es como un padre para usted?
 
- Es un buen hombre.
 
- ¿Un buen hombre que engaña a su mujer mientras su mujer le engaña a él?
 
- ¿Cómo sabe usted todo eso?
 
- Recuerde que acabo de hablar con él.
 
- Pero no encuentro ninguna relación demostrable...
 
- Una carta, una fotografía y un pesado mazo de Indonesia. Quizás esas tres cosas estén mucho más relacionadas de lo que, en un principio, parece.
 
- No me interesa saberlo. No he nacido para resolver acertijos.
 
- Pero da la fatalidad de que a mí me encanta resolverlos.
 
- ¿Alguna pregunta más?
 
- Sí. ¿Usted pidió alguna vez dinero a su querido padre?
 
- ¿Se refiere a Rufino?
 
- Sí. Me refiero a Rufino.
 
- Sólo en una ocasión.
 
- ¿A través del chantaje?
 
- ¡Ya está bien! ¡Sí! ¡Fue a través de un chantaje!
 
- ¿Y usted cree que eso es digno de una hija que quiere a su padre?
 
- Cuando la vida empuja no hay más remedio...
 
- ¿Algo que ver con el idiota de Antonio y su adicción a los porros?
 
- Sólo fue un intermediario.
 
- ¿Antonio fue un intermediario porque a usted le da pena lo idiota que es Antonio?
 
- Hay que ser humanitaria...
 
- ¿Hasta el punto de cometer un asesinato?
 
- No me interes ese asunto.
 
- Pero está metida usted de lleno en él y a mí me interesa resolverlo.
 
- Es que no encuentro ninguna relación...
 
- ¿Podemos decir que tal vez Carlos no estaba de acuerdo con el enamoramiento de Luis?
 
- ¿Quién le ha dicho que Luis me ama?
 
- ¿Usted cree que la señora García siempre dice la verdad?
 
- ¿La señora García se ha ido de la lengua?
 
- Si usted llama irse de la lengua a decir la verdad...
 
- ¡Yo no he matado a Carlos!
 
- Eso sólo lo sabe Dios y yo no soy Dios... por lo menos de momento...
 
- ¡Pues Dios sabe que yo soy inocente!
 
- ¿Habla usted con Dios?
 
- Si a usted no le molesta, señor Muriarte...
 
- A mí ya nada me molesta en esta vida. Conozco cosas mucho más insólitas. Hay quienes se dedican a hablar con la nada esperando que la nada les conteste.
 
- Pues yo tengo la conciencia tranquila.
 
- Eso mismo decía siempre Mata-Hari.
 
- ¿Me está llamando mujer fatal?
 
- Sería una fatalidad que usted lo fuese.
 
- Pues yo sólo lo soy en el teatro.
 
- ¡Caramba! ¡Vaya sorpresa! ¿Es usted artista?
 
- En mis tiempos libres hago teatro.
 
- ¿Fue así cómo convenció a Rufino para que la protegiera?
 
- ¡Sí! Un poco de chantaje y un mucho de teatro.
 
- ¡O viceversa!
 
- ¿Qué quiere decir?
 
- Un mucho de chantaje y un poco de teatro.
 
- ¿Me tacha usted de embustera?
 
- No. Sólo estoy planteando hipótesis nada más.
 
- ¿Como cuál?
 
- Que todavía no es culpable.
 
- ¿Eso quiere decir que duda de mí?
 
- No. Eso quiere decir que todos ustedes están metidos de lleno en este asunto. Todos menos Dios, por supuesto.
 
- ¿Está usted casado?
 
- Por supuesto que esto casado. ¿O es mejor decir por supuestísimo? Estoy casado por lo civil y por la iglesia y no tengo por qué ocultarlo porque me siento orgulloso de ello. ¿Tiene usted algo contra los que estamos casados por lo civil y por lo religioso?
 
- Es que ya no se lleva...
 
- Tampoco se lleva el pan con aceite y azúcar y sin embargo yo sigo saboreándolo de vez en cuando esté o no esté de moda. Ayer mismo me comí dos grandes rodajas de pan con aceite y azúcar y todavía me estoy relamiendo de gusto.
 
- Pero si eso es comida de pobres...
 
- Es que resulta que yo no soy el Tío Sam precisamente.
 
- Se ve que es usted demasiado culto para serlo.
 
- Pues sepa usted, Csrmen, que existe la cultura del pan, que existe la cultura del aceite y que existe la cultura del azúcar. ¿Cuál fue el plato fuerte que comieron durante la cena de cumpleaños de Rufino?
 
- Pato a la naranja.
 
- Y el que pagó el pato fue Carlos. ¿No es cierto?
 
- ¿Lo dice usted con segundas intenciones?
 
- Sólo lo digo porque es evidente.
 
- ¿Y qué es para usted lo evidente?
 
- Por ejemplo, que Antonio fuma mucho.
 
- ¿Pero es verdad que Antonio fuma?
 
- Pues sí. Usted misma lo ha confesado diciendo que era su intermediario.Y estoy enterado de que esa noche se fumó un porro con Jimena.
 
- ¡Ostras! ¿Eso es verdadero?
 
- ¿Por qué hizo alguien esa brutalidad?
 
- Eso quisiera que me lo pudiera contar usted...
 
- ¡No tengo ni la más remota idea!
 
- Tampoco tenía yo ni la más remota idea de que usted hace teatro.
 
- Porque lo amo mucho.
 
- ¿Se refiere al teatro o a algún hombre en particular?
 
- ¡Al teatro! ¡Al teatro!
 
- Y yo que estaba pensando en Luis...
 
- Bueno... sí... Luis me ama a mí pero yo no le amo a Luis...
 
- Eso me abre otra línea de investigación en mi trabajo. Gracias, Carmen, pero no salga para nada de la ciudad hasta que yo pueda resolver este potaje en cuyo reparto usted tiene un papel y no precisamente secundario. ¿Me entiende?
 
- Le entiendo perfectamente.
 
- Pues hasta luego si Dios quiere.
 
- Tan verdadero como que a Carlos le aplastaron el cráneo con un pesado mazo indonesio.
 
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Novela

Palabras Clave: Literatura Porsa Novela Intriga Misterio Conocimiento Relatos Narrativa.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Relatos



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