La noche del vestido rojo (Novela) - Captulo 6 -
Publicado en Mar 28, 2016
Gabino Muriarte entró discretamente.
- Espero no ser indiscreto, Jimena. - No se preocupe, señor Muriarte. Estaba esperando su llegada. Tarde o temprano tenía que ser. - ¿Es que tiene usted miedo de algo? - Probablemente sí. - Pues todo lo probable se convierte, muchas veces, en posible. - ¿Qué quiere usted preguntarme? - ¡Precioso vestido rojo ese que veo sobre el sofá! - Solamente es un préstamo. Lo tengo que devolver. - Y yo que pensaba que era suyo... - ¡Pues no! Es de Carmen. - ¡Vaya por Dios! Ya tengo algo más en qué pensar. - ¿Hay alguna diferencia en que sea de Carmen o que sea mío? - Una diferencia bastante fundamental. - Pues usted dirá... - Si ese vestido rojo es propiedad de Carmen es que Carmen y usted son muy buenas amigas. - Desde ese punto de vista sí. - ¿Es que hay otro punto de vista? - ¿Puedo hablarle con sinceridad? - No puede hablarme con sinceridad sino que debe hablarme con sinceridad. - Seré sincera del todo. - ¿Cuándo comenzó su amistad con Carmen? - Nos conocemos de toda la vida. - Eso quiere decir que usted sabe todos sus secretos y ella sabe todos los suyos. - Eso quiere decir. - ¿De quién partió la idea del préstamos de ese precioso vestido rojo? - ¡Si se lo digo no se lo va a creer! - Yo ya me lo creo todo. - Fue idea de Carlos. - ¡Caramba! ¿Dice usted que fue idea del asesinado? - Eso he dicho y esa es la verdad. - ¿Es que Carlos y usted se entendían de espaldas a Carmen? - Nos entendiamos... pero no piense usted en nada malo... - Yo no tengo por qué pensar ni en nada malo ni en nada bueno. Solamente razono. ¿Cuál es la verdadera razón de todo esto? - Que tengo miedo. - ¿Miedo de un muerto? - No me haga reír, señor Muriarte. ¡Nunca he tenido miedo de los muertos! - Pues en este caso no entiendo por qué está usted tan asustada. - Hace ya bastante tiempo que Rufino se fijó en mí. - Viéndola de cerca eso le pasa a cualquier hombre que no sea de piedra. - Ya me habían advertido que usted tiene mucho arte para hacer chistes fáciles. - ¿Para qué complicarse la existencia contando chistes difíciles de entender? - A eso mismo me refiero. A que, como no le doy ninguna clase de esperanza, Rufino me quiere hacer la vida imposible. - ¡Vamos por partes! ¿Qué una fotografía suya, donde aparece casi desnuda, presidiendo el despacho privado de Rufino? - Fue un capricho suyo y no tuve más remedio que regalársela. - Ya. ¿Pero usted no cedió a sus intenciones? - Jamás se me ha ocurrido tener una aventura con alguien que puede ser mi padre. - ¿Es usted madrileña? - Por los cuatro costados. Nací y me crié muy cerca de la cárcel de Carabanchel, en la misma calle donde vivía la canaria Carmen. - ¿Y ahora tiene miedo de terminar su vida en la cárcel? - De algo mucho peor que eso. - ¿A qué se dedica usted exactamente? - Estoy empezando a tener ofertas para ser artista de cine. - Viéndola de cerca no es nada extraño. - Gracias, pero no estoy para piropos porque la cuestión es muy seria. - Espere a que deduzca. ¿Rufino puede acabar con su carrera de artista de cine antes de que comience a gran escala? - No exactamente Rufino, pero sí exactamente la señora García. ¡Tiene mucho más poder de convicción que él! Y si me cierra las puertas ya puedo ir pensando en emigrar a otro mundo. - ¿Pero no me está diciendo que no hay ninguna relacíon sentimental entre Rufino y usted? - ¿Y quién le puede convencer de eso a una mujer celosa? - Ya entiendo. ¿Alguien más la está amenazando? - Alguien más me estaba amenazando. - Si dice usted que estaba se está refiriendo a Carlos. ¿Me equivoco? - Es usted muy sagaz, señor Muriarte. Era Carlos el otro que me amenazaba. - ¿Y era necesario quitárselo de en medio? - Yo le juro que no he sido yo quien le ha matado de esa manera tan violenta. - Pues alguien el ha hecho un gran favor y, hoy en día, es muy difícil encontrar a personas que hagan esa clase de favores aririesgándose a una condena perpetua. - ¿Está insinuando que miento? - Estoy insinuando que, a veces, el miedo nos hacer cometer tonterías. - ¿Usted nunca ha tenido miedo? - Muchas más veces de lo que piensan los demás. - ¿Y ha hecho alguna tontería por culpa del miedo? - Alguna que otra, pero nunca me ha dado por aplastar el cráneo a nadie aunque por ganas podría haberlo hecho con más de una docena de judas iscariotes. - Pues siento envidia de su felicidad. - O sea que usted admite haber hecho una tontería inconfesable. - Pues sí. - ¿Como aplastar el cráneo de Carlos con un pesado mazo indonesio? - Todo está en mi contra... - Pero usted se considera inocente. - No del todo. - Explíqueme ese razonamiento porque me estoy liando demasiado. - Es que el asunto es un verdadero lío. - ¿Hay otra persona más? - Sí. - ¿Y esa persona, además de Rufino y la señora García, es quizás Antonio? - ¡Pero si Antonio es solamente un imbécil! - Lo dije sólo para deducir que, si eliminamos a Antonio aunque yo no lo elimino todavía, el otro personaje que está metido en este lío es Luis. - ¡Acertó de pleno! Puede ser que el asesino haya sido Antonio pero porque cualquier idiota comete un crimen de esa naturaleza, pero Luis también estaba deseando ligar conmigo. - Genio y figura hasta la sepultura... - Por eso... por eso mismo nunca consiguió que yo le hiciera caso... - Y como él es tan violento cuando no liga, cosa que sucede prácticamente siempre que una mujer le gusta, la amenazó con decírselo todo a la señora García. - No exactamente él porque no es tan estúpido. - Me estoy haciendo un verdadero lío. Luis la amenazaba pero había otro hombre que también la amenazaba incluso más que Luis. ¿Correcto? - Correcto. - ¿Por el tema de las fotografías de niñas menores de edad en poses de pronografía? - Correcto. - Y ese hombre era Carlos. - Correcto. - Cuénteme cómo pasó. - Carlos tenía relaciones con Carmen, la canaria, pero también tenía deseos de tener relaciones conmigo, la madrileña. - ¿Usted conoció a Carlos a través de Carmen? - Correcto. - Continúe. - Carlos supo que también Rufino deseaba lo mismo que él. - ¡Vaya por Dios! ¡Ya tenemos el famoso triángulo! - No es para tomárselo a broma. - Yo no estoy bromeando. Está claro que Carlos la amenzaba con contárselo todo a la señora García. - Correcto. - Y si se enteraba la señora García de todo eso de las fotografías pornográficas de menores de edad se acababa para siempre su carrera de artista antes de que comenzara a gran escala mundial. - Correcto. - Luego es muy fácil deducir que usted fue la persona que aplastó el cráneo de Carlos con el pesado mazo indonesio. - ¿Usted cree que yo soy la asesina? - Yo sólo digo que es muy fácil deducirlo. Per también tengo que tener en cuenta a Carmen. - ¿Está usted insinuando que Carmen, en un arranque de celos, aplastó el cráneo de Carlos con el pesado mazo indonesio? - Veo que razona bastante bien a pesar de tener tanto miedo. - La conozco muy bien. No la creo capaz de hacer tal cosa. - Nunca piense sobre lo que una persona puede llegar a hacer, sobre todo si hay celos de por medio. - Yo sigo opinando que ella no ha sido. - ¿Qué me dice de la señora García? - ¿Sospecha también de la señora García? - Por supuesto que sí. No sería muy bueno para la reputación entre la alta clase social a la que pertenece que estallara este escándalo. - No había pensado yo en eso... - Ahora bien, puedo haber sido ella directamente o a través del idiota de Antonio. - ¡Usted lo complica todo! - ¡Serénese, bella mujer, y responda a una pregunta! - ¡Hágame esa pregutna y lárguese! - Poco a poco pico Paco. ¿Todos los invitados e invitadas a la cena conmemorativa del cumpleaños de Rufino durmieron en la planta superior de su lujosa y enorme mansión? - ¡Sí! ¡Todos y todas! - Cálmese, por favor. ¿Todos se fueron de inmediato a las habitaciones del piso superior después de pasar la velada juntos y tras haber cenado? - No. Carlos dijo que se quería quedar un cierto tiempo pensando antes de irse a dormir. - Lo cual hizo que se quedase amodorrado y eso lo aprovechó alguien, que muy bien pudo haber sido usted misma, para asestarle el mazazo mortal. - ¿De verdad me considera capaz de hacer eso? - Pues sí. Una belleza de mujer, por muy belleza que sea, puede ser capaz de hacer eso. - ¡Nunca he conocido a un hombre más terco que usted! - Eso también me lo decía mi abuelita materna que en gloria esté. - ¿Y le va bien en la vida siendo tan terco? - Pues sí. No me puede ir mejor. - ¡Pues debe ser usted la excepción que confirma la regla! - Por supuesto que sí. Resulta que yo soy esa excepción porque alguien tenía que serlo y me ha tocado a mí porque Dios así lo ha querido. - ¿Cómo puedo convencerle de que yo no soy la asesina? - No tiene usted nada que hacer para convencerme de lo que de verdad creo. - ¿Eso quiere decir que soy la culpable? - Todavía no. - ¿Y a qué espera para condenarme? - Barrabás se salvó en el último minuto de ser crucificado. - ¿Entonces? - Entonces ya nos veremos muy pronto, Jimena.
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