Flores en el recuerdo (Relato)
Publicado en Apr 01, 2016
El sol calentaba de tal manera que subir la montaña venía a convertirse en una hazaña incluso superior a la de un semidios de la Antigua Grecia. Flores levantó la cabeza para mirar al cielo, se quitó el sombrero con su mano izquierda y, con la derecha, sacó un pañuelo del bolsillo de la zamarra y se limpió el sudor que perlaba toda su frente. El pañuelo era de color blanco y llevaba bordadas, en una de sus puntas, las iniciales MOU, no precisamente por el famoso entrenador portugués Mourinho sino por Mercedes Ordóñez Urquijo, aquella joven tan agraciada físicamente que había conocido, ese mismo verano, en la Playa de Cope. Había sido como haber conocido la gloria del paraíso mas ahora, en plena ascensión hacia el Pico de Talayón, con 879 metros de altura sobre el nivel del mar, parecía como si se estuviera abrasando en las calderas del infierno. Pensó.
- Qué ironías tiene la vida. Ayer mismo estaba en la gloria y hoy me encuentro ardiendo en el iinfierno como un alma en pena... Flores era natural de Mazarrón pero, por causa de esos destinos caprichosos que se dan entre los funcionarios públicos, se encontraba viviendo en Águilas. ¿Había ganado o había perdido con el cambio? Económicamente no había ni ganado ni perdido tan siquiera un céntimo de euro; pero la paz se le había escapado por culpa de haber conocido a aquella MOU, Mercedes Ordóñez Urquijo, que, por ser de la muy alta clase social madrileña, le había rechazado de plano en cuanto tuvo la ocasión propicia de decirla que era la mujer más divina que él había conocido jamás. Al parecer aquel jamás fue definitivo porque jamás le dio ella ni el número de su teléfono ni el domicilio madrileño en donde ya estaría riéndose de su ingenuidad. Una copla de amor se le escapó de los labios mientras se detuvo, por unos pocos minutos, sentado en una firme roca. - El cariño no se pesa, ni se mide en un reloj. El cariño es la riqueza que no agota su filón. El cariño no se inventa, el cariño cariño es la gracia de Dios. Y queriendo queriendo felices seremos. ¿Por qué no aprendemos y vivimos con amor? Yo le canto a lo sincero, yo le canto a lo sencillo, yo le canto a lo sincero. Al que siente como un niño, al cariño verdadero. Y por verdadero entiendo todo lo que yo te quiero. El amor es medicina pa la pena y el dolor. Del amor nace la vida, corazón a corazón. El amor no necesita ni palabras escritas, ni aval, ni papel. El cariño cariño se escribe con besos y sólo por eso vale la pena querer. Yo le canto a lo sincero, yo le canto a lo sencillo, yo le canto a lo sincero. Al que siente como un niño, al cariño verdadero. Y por verdadero entiendo todo lo que yo te quiero. Observó el valle que iba quedando debajo de sus pies y recordó la ternura de las caricias mientras se ruborizaba declarándola que se sentía pájaro del alma. ¿Pájaro del alma? Ahora estaba pensando, mucho más racional de lo que en él era costumbre, por qué se había llamado pájaro del alma a sí mismo y por qué Mercedes Ordóñez Urquijo se lo había tomado a burla. ¿No era romántico y de hombre verdadero sentirse pájaro del alma ante una chica que le había robado el corazón? Entonces se dio cuenta, aunque ya era tarde para corregir, de la tiriste realidad. En la leyenda de la noche oscura no estaba la voz de ella, ni tan siquiera estaba la flor de su recuerdo; ni, mucho menos, el volar de una paloma. En la leyenda de aquella noche oscura no estaba la estrella de su luz. Había estado dejando huellas que recogería el tiempo para envolverlas en la niebla del olvido. En aquella noche oscura la frontera era imposible de superar porque se había hecho infinita y, al querer soñarla, no estaba su rostro bajo la luz de las estrellas. Simple y sencillamente, en aquella noche oscura ya tan recordada, no estaba la leyenda de su piel. Volvió a mirar el paisaje y sintió las horas del cansancio. El silencio, aquel completo silencio, volvía a hacerle ver la realidad. En aquella noche oscura no estaba la leyenda de su nombre porque en aquella noche oscura, ahora ya tan recordada, no estaba el profundo horizonte de su destino. Y comenzó a recordar. - Entonces comencé a despertar de aquel mal sueño. Una vez conocida tu realidad, los dos combatimos a corazón abierto. Corazón abierto. Sangre de hombre. Sudor de hombre. Lágrimas de hombre. Sé que tuve que sangrar, sudar y llorar como un verdadero hombre pero al final conseguir salvarte la vida. Te devolví el corazón completamente sano y me dediqué a enterrarte en el olvido. Olvídame poco a poco, hasta que mi nombre y mi figura y mi corazón lleno de sangre, sudor y lágrimas se disipen en las brumas de las albas del duro invierno. No me recuerdes más. Deja las cosas tal como sucedieron y olvida ese amor imposible. Ya lo ves. No me recuerdes más porque yo hace ya tiempo que conseguí alcanzar el verdadero amor. ¿Era el verdadero amor lo conquistado o simplemente era una especie de razonable huída hacia adelante? Sólo podía afirmar que él era una presencia en medio del paisaje; con el candor de los niños todavía impreso en sus pupilas. Hacía ya muchos días que las lluvias no mojaban sus sentimientos. ¿Había aprendido a no llorar nunca más? Esta pregunta se quedó encerrada en el misterio de lo inexplicable. Pero lo intentó. Una vez más intentó contarse a sí mismo una respuesta acertada mientras las águilas volaban, incansables, sobre aquel espacio etéreo donde descansaba. - Voluntad. ¿De qué voluntad están hablando esa clase de gentes que ni tan siquiera derraman un sólo sentimiento de dolor por el infanticidio que cometen? Silencio. Sólo guardo silencio por ti. Allá arriba, llegando ya hacia la cumbre del Talayón, la vida se veía mucho más pequeña de lo que aparentaba en la realidad. ¿Y si solamente fuese un ser pequeño nada más? Infinito. Pensó en el infinito. - En la esfera del reloj sin límite están posadas las horas del silencio; esas horas del tiempo inaccesible donde todos los sueños desaparecen y queda en el ambiente la imposible hazaña de sentir todos los minutos. Tiempo detenido en el afán sinfín de los sentidos animales con anhelos en donde se ha detenido la vida y toda la esperanza del futuro, a cambio de un instante infinito, muestra la verdad de la vida enhebrada en la atmósfera del sueño. Es en ti, tiempo detenido en esas horas donde moran todas las palabras ausentes de verbos y adjetivos, donde quedan solos los latidos en el hálito de un vivir en lo consciente. Y, al final de todo tu trayecto, tiempo detenido en las ausencias, queda el sentimiento vacuo de haber nacido para la Nada. Pero se dio cuenta, al iniciar de nuevo el ascenso, que es del todo imposible haber nacido para la Nada. Huellas. ¿Estaba dejando huellas en su caminar? Se dio cuenta de que sí. Se dio cuenta de que había estado siempre dejando huellas en los tiempos caminados y que nunca se quedarían envueltas en la niebla del olvido. Huellas. Pasos lentos del reloj de la existencia sobre esta vida llamada tierra, llamada mar, llamada aire. Y pensó que desde las distancias siderales se puede comprender mejor. Parecía que estaba como queriendo ocultar parte sustancial de su presencia dejando huellas de lo imposible. Sabía que estaba dejando señales y cada huella de su caminar se quedaba en el tiempo. Lo sentía y ese sentimiento estaba presente en su manera de pensar. - Huellas. Pasos lentos del reloj de nuestra existencia en esta vida llamada tierra, llamada mar, llamada aire. Desde las distancias siderales se comprende mucho mejor. Cada señal que se deja en los caminos es huella que nos deja el tiempo marcando la vida de nuestro pensamiento. La huella es nuestra personalidad más sincera... la que se queda grabada... la que nos asigna un lugar... la que recuerdan de nosotros... Lo sé. Sé que somos preguntas continuas sobre lo sublime de lo humano. Flores miró su reloj; aquel viejo reloj heredado de sus antepasados y que tantas horas llevaba caminando junto a él. ¡Cuántos pasos dados para alcanzar la cumbre de los sentimientos! Y es que se sentía monte, se sentía retama, se sentía paisaje y se sentía, sobre todo, nube rozando el Pico de Talayón. Así que, sin pensarlo dos veces, se metió dentro de la bruma y se fundió con la atmósfera silente.
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José Orero De Julián
Marìa Vallejo D.-