La princesa que no se casaba con nadie (Relato)
Publicado en Apr 19, 2016
Vitalia observaba el jardín de los cinamomos desde su balcón. Esencia era, por fin, una ciudad alegre y bullanguera. En aquellos momentos se estaba celebrando la victoria de Los Recibidos en medio de millares de linternas encendidas y el sonar de las campanitas de bronce. Al pasar la comitiva por la puerta del palacio imperial, todos los que desfilaban se quitaban las pelucas y agachaban sus cabezas rapadas ante la amplia sonrisa de Vetalia, la princesa que no se casaba con nadie.
Los Recibidos eran transportados, en medio de toda aquella parafernalia de aullidos interminables, en unos balancines que portaban los esbirros de la difunta emperatriz Bahamondia, cuya muerte significaba que había acabado, por fin, la Era de la Tiranía, después de tres mil años sometidos todos a los autoritarismos de Las Francianas que, empecinadas en ser inmemoriales, nunca habían permitido que los nativos de Thefollón pudiesen manifestar sus ideas con plena libertad. Ahora no. Ahora la hermosa Vitalia, por la cual suspiraban todos los nobles del planeta, había proclamado, como la primera de sus órdenes, que todos podían expresar sus deseos porque acababa de comenzar la Era de la Libertad. Vetalia tenía solamente dieciocho años de edad y lo que más impresionaba de ella no sólo era su enorme belleza sino que siempre se la veía sonreír. Era como un ángel y ninguna hembra de Thefollón podía comparársela. Se acababa de cumplir la profecía del mago Conho y ahora lo estaba recordando Etano, oculto entre la muchedumbre que no dejaba de lanzar aclamaciones en medio del griterío ensordecedor de aquella ruidosa noche. - ¡Bahamondia nos ha dicho que todo está atado y bien atado pero yo, el gran Conho, os hago saber que la Era de la Tiranía está ya muy cerca de ser derribada por completo! ¡Muy pronto veremos venir del Más Allá a nuestros libertadores! Aquello le había costado la cabeza al mago Conho que, una vez cortada de cuajo con una afiladísima hoz, y aplastada con un enorme y pesado martillo, se había expuesto al aire libre, en el Paseo de La Kast Ellana de la ciudad Esencia, para que todos los habitantes de Thefollón la pudiesen contemplar, día tras día, mientras se iba pudriendo con el paso del tiempo. Vitalia hizo llamar a su portavoz principal... - ¿Me has hecho llamar, bella Vitalia? - Sí, Kastillón. Pero no para que me adules con piropos sino para que traigas al líder de Los Recibidos a mi presencia. Necesito hablar con él de manera urgente. Kastillón corrió urgentemente a cumplir con la orden que le había dado la princesa Vetalia y llegó hasta los palanquines donde iban sentados los doce amigos y compañeros de batallas. - La princesa quiere hablar con el líder de vuestro grupo. - Te llaman, Jesús. - Está bien. Iré a ver a la princesa mientras tú, Ángel, mantienes el orden entre nosotros. Si veis alguna clase de amenaza que ponga en peligro vuestras vidas no dudes en dar la orden de actuar. - No te preocupes, Jesús. Si eso sucediera vamos a defender nuestras vidas. Y Jesús fue recibido por la princesa Vitalia qudándose los dos a solas. - ¿Cómo te llamas, valiente entre los valientes? - Me llamo Jesús y tú debes ser la hermosa y bellísima princesa Vitalia. - Exacto. Esa soy yo. La princesa que no se casa con nadie. - Supongo que tendrás algún motivo para ello. - Tengo muchos motivos pero lo que quiero hablar contigo no se trata de descubrir si yo me caso con alguien o no me caso con nadie. Quiero saber quiénes sois en verdad. - En verdad que sólo somos cristianos. - ¿Cristianos? ¡Es la primera vez que oigo esa palabra! ¿Qué clase de ideología defendéis? - No tenemos, en absoluto, ninguna clase de ideología. Sólo actuamos en grupos de asociaciones en defensa de la vida de todos los seres que no quieren morir. - ¿La esclavitud es una forma de morir? - Tú lo has dicho, Vitalia. Sólo la liberación hace libres a los hombres y a las mujeres por igual. - ¿A quiénes llamáis vosotros hombres y mujeres? - A quienes llamáis vosotros machos y hembras. - ¿Machos y hembras significa hombres y mujeres? - Cuando se usa la razón culta en lugar de la pasión embrutecida es cierto que los machos pasan a ser hombres y las hembras pasan a ser mujeres. - ¿Eso defendéis los cristianos? - Esa es la base fundamental que tenemos para poder dialogar y llegar a entendernos. - Gracias por tu explicación. Te he hecho llamar para proclamarte Héroe Planeta ante todo el pueblo de Thefollón. - No creo que esa sea una buena idea, princesa. - ¿No deseas ser nombrado Héroe Planeta? - Nosotros no libramos batallas para conseguir ninguna clase de premio ni de nombramiento superior. No luchamos por deseo sino por necesidad. - Es la primera vez que conozco alguien que piensa de esa manera. ¿De qué planeta sois? - De Timare. - ¿Y cómo habéis podido saber que Thefollón necesitaba liberarse de una tiranía que ya duraba tres mil años? - En Timare hemos evolucionado tanto como para enviar naves a recorrer los espacios siderales. Y tenemos suficientes aparatos tecnológicos para detectar dónde hay vida y qué clase de existencia se desarrolla en los planetas donde hay vida. - No sé cómo agradeceros tanta generosidad. - No nos lo agradezcas nada más que con el sentimiento de tu corazón. ¿Eres tú una de las Francianas? - No. Yo sólo soy una chica del pueblo de los thefollones que, una vez sabido que habíais derrotado definitivamente a los ejércitos de Bahamondia me han elegido, por aclamación absoluta y completamente unánime, como la princesa del futuro de este planeta. - ¿Puedo saber quiénes son los que desfilan ante el jolgorio y la barahúnda de tu pueblo y por qué usan pelucas para tapar sus cabezas rapadas? - Son los SS. - ¿Qué quiere decir SS? - Sociedad Salvaje. Todos lo que forman parte de la Sociedad Salvaje, conocida como SS, son los más sangrientos y brutales defensores de la tiranía que hasta ahora ha gobernado en Thefollón. - ¿Y esa tiranía ha durado tres mil años? - Exactamente tres mil años hasta que has llegado tú con los tuyos. - No me has contestado todavía a lo de raparse la cabeza. - ¿Te has fijado bien en sus pelucas? - Sí. Son todas ellas escatamente iguales. - Esa es la respuesta. Los SS consideran que todos lo que forman parte de su sociedad tienen que ser iguales y por eso se rapan al cero sus cabezas y se ponen pelucas que no se diferencian las unas de las otras en nada. - Pero eso no es la igualdad de los seres vivos... - De acuerdo. Pero los SS no tienen ninguna clase de inteligencia. - ¿Les lavan el cerebro? - Exacto. Sus líderes que siempre han sido, históricamente, un par de machos, les hacen un completo lavado de cerebro antes de admitirlos en la sociedad. - ¿Quiénes son sus actuales líderes? - Los últimos líderes de los SS se llaman Estilin y Hatler. - Quiero hablar con ellos. - Ya es imposible hacerlo. Una vez que se enteraron de vuestra victoria ante todas sus tropas han preferido morir envenenándose antes de enfrentarse a la realidad. Jamás dieron nunca la cara sino que siempre estuvieron ocultos mientras sus esbirros eran los que se jugaban la vida en los campos de batalla. Y sus cobardías les han hecho elegir el suicidio antes que reconocer su derrota. - ¿Cómo puedo saber que los SS eran tan salvajes como dices? - Acompáñame, por favor. La princesa Vitalia y Jesús bajaron por unas escaleras en forma de caracol hasta llegar a un sótano. Vitalia tomó la llave que colgaba junto a la puerta de dicho sótano y abrió la puerta que hizo un estrepitoso ruido metálico. - Le falta aceite a esas bisagras, princesa. - Parece ser que sí... pero entremos... Lo que vieron Vitalia y Jesús fue todo un arsenal de enormes cantidades de máquinas y aparatos de tortura. - Supongo que es aquí donde torturaban a sus víctimas. - En efecto. Es así. Bajo la dirección conjunta de Stilin y Hatler los componentes de la SS han sido los más brutales de la trágica historia de Thefollón. - ¿Y dónde arrojaban los cadáveres? - ¿Prefieres verlo con tus propios ojos? - Eso es. Prefiero verlo personalmente no porque dude de tu palabra sino para dar testigo de ello. - Entonces tendrás que acompañarme al campo... diez kilómetros fuera de la ciudad de Esencia... - ¿Esencia es la capital de Thefollón? - Sí. Esencia es la capital de todo este planeta. - Vamos entonces a ese lugar. - Se llama Sirebia y hace un calor espantoso en verano y un frío inmenso en invierno. - ¿A tan sólo diez kilómetros de Esencia que parece gozar de una temperatura primaveral? - Así es. En Esencia tenemos la temperatura graduada gracias a nuestros depósitos de control de los climas. - Vamos entonces para Sirebia. - ¿Sabes montar alguna clase de animales? - Soy un experto jinete en cuanto a montar caballos. - ¿Caballos? ¿Qué son los caballos? - Tardaría un cierto tiempo en poder explicártelo así que es mejor que ya nos pongamos en marcha. Los dos salieron del Sótano de las Torturas y, saliendo del palacio, la princesa Vitalia dio la orden de que prepararan dos unicornios completamente blancos con los cascos de sus pezuñas pintados con todos los colores del arco iris. - ¡Caramba! ¡Pensé que los unicornios sólo existían en la Mitología! - No sé a qué te refieres... - Estos animales son conocidos, en Timare, como seres fabulosos pertenecientes a los cuentos y las leyendas pero no a la realidad. - Pues aquí son tan reales que todos aprendemos, desde que somos niños o niñas, a montarlos. Se llaman nirvales. - Está bien. Supongo que montar en ellos será fácil para mí. - Sí. Son muy dóciles si se les trata con cariño. Sin hablar más, la princesa Vitalia y Jesús cabalgaron hasta llegar a una inmensa llanura de un kilómetro de largo por un kilómetro de ancho. - Ya hemos llegado a Sirebia. - ¡Dios mío! ¡Qué calor más asfixiante! - Pues imagínate el frío que debe hacer cuando llega el invierno. - Vale. Me lo puedo imaginar. ¿Para qué me has traído aquí? - Para que veas, con tus propios ojos, el producto de la maligna maldad de los SS y sus dirigentes Stilin y Hatler. Vitalia detuvo a su unicornio, e hizo detener al unicornio que montaba Jesús, justo en el centro geográfico de aquel terreno de un kilómetro cuadrado. Los dos bajaron de sus monturas y Vitalia se acercó hasta una losa de diez metros de largo por diez metros de ancho que tenía un botón eléctrico en su centro. Apretó el botón y se abrió toda la abertura. Había una estrecha escalera para bajar a aquella especie de depósito que también tenía un fondo de un kilómetro exacto. - ¡Es un cubo perfecto! - Echa una mirada al interior, por favor. Jesús se asomó al interior de aquel inmenso depósito de cadáveres. Millones y millones de huesos de quienes fueron, en vida, thefollones y thefollonas, abarrotaban el inmenso espacio con otros trozos de carnes más o menos frescas que daban a entender que los SS descuartizaban a sus víctimas antes de arrojarlas a aquella enorme fosa común. - ¿Cómo es posible tanta maldad? - Mucha más maldad de la que te imaginas porque resulta que, una vez cruelmente torturados y torturadas, los SS descuartizaban a sus víctimas cuando estaban todavía vivas y, estando todavía vivas, las arrojaban al interior de este repugnante foso para que fuesen comidos, lentamente, por esos enormes gusanos grises que estás viendo cómo pululan por entre los cadáveres. Efectivamente, millones de gusanos más repugnantes que una mente humana pudiera imaginarse, salían de las vísceras de aquellos cuerpos ya moribundos y se dedicaban a darse un continuo e interminable festín. Medían dos metros de longitud. - ¿Cómo se llaman estos repugnantes gusanos? - Degues. Nosotros los llamamos degues. - Ya es suficiente, princesa. Vitalia cerró la losa de aquel asqueroso lugar apretando de nuevo el botón eléctrico. - ¿Sabes qué he pensado hacer sobre este lugar tan desagradable? - Deduzco que cubrirlo con tantas capas de cemento que no exista ya ninguna otra posibilidad para ser usado. - Supongo que lo que llamas cemento es lo que nosotros llamamos tomence. - Yo también supongo que nos referimos a la misma cosa. - Pues sí. Cubriré toda la extensión de este kilómetro cuadrado con diez capas superpuestas de tomence de un grosor de un metro cada una de ellas; así que en total serán diez metros de tomence. Y sobre esa base construiré un Palacio de Cristal. - ¿Un Palacio de Cristal? ¿Qué motivo tienes para hacerlo? - Será un Palacio de Cristal dedicado solamente a la Cultura y que recogerá toda clase de eventos, desde recitales de poesía hasta exposiciones de pintura, desde danzas folclóricas hasta conciertos de música juvenil, desde actividades deportivas hasta tertulias grupales. En fin, de toda clase de Cultura que haga olvidar para siempre la existencia de este siniestro depósito hasta hacerlo desaparecer de la mente de las futuras generaciones de thefollones y thefollonas. Así comenzará la Era de la Liberación para este planeta al cual yo voy a proponer que cambiemos de nombre. - ¿Y qué nombre se te ha ocurido ponerle? - Todavía no lo tengo pensado. ¿Puedes ayudarme tú, Jesús? - Puedo ayudarte. ¿Por qué no lo llamáis Planeta Creo? - ¿Planeta Creo? Me gusta ese nombre. Pero... ¿qué es lo que tenemos que creer?... - Que Dios es tan grande que consigue transformar planetas enteros. - ¿Te refieres a ese Dios en el cuál creemos las buenas personas de este planeta? - ¿Cuál es ese Dios en el que creéis? - El Único. Nosotros le llamamos El Único. - Eso es. Sed valientes y llamadle a vuestro mundo el Planeta Creo pensando en ese Único creador de todo el Universo. Y ahora ya es momento de volver porque mis hombres me están esperando. En el mismo momento en que Vitalia y Jesús regresaron al Palacio de Esencia se escucharon los angustiosos gritos de las gentes. - ¡¡¡Los Panzas!!! ¡¡¡Vienen Los Panzas!!! ¡¡¡Los Panzas nos atacan!!! - ¿Quiénes son Los Panzas, princesa? - Los Cien Mil de Sánlis, que luego pasaron a ser Los Cien Mil de Mahmá y ahora son Los Cien Mil de Jiminí. - ¿Y puedo saber quiénes son Sánlis, Mahmá y Jiminí. - Sánlis y Mahmá ya no tienen ninguna importancia, porque muerieron hace muchos años; pero Jiminí es terrible. ¡Creo que estamos perdidos! - ¿Por qué crees que estamos perdidos? - Porque Los Cien Mil de Jiminí son mucho más brutos que los SS. - Espera, Vitalia. Vamos a ver quiénes son los que, al final, pierden. - ¿Es que te vas a enfrentar tú solo contra cien mil? - Yo sólo no. Somos doce en total. - ¿Doce pueden derrotar a cien mil? - Si tenemos en cuenta que cada uno de nosotros vale por un millón de ellos llevamos una clara ventaja. - ¡Jamás he visto en mi vida un optimismo más grande! - Entonces se acabó la charla. Quédate esperando dentro de tu palacio porque muy pronto voy a volver. Jesús salió por la puerta principal del palacio y llegó hasta donde se encontraban sus once compañeros. - ¿Dónde está todo el gentío que antes nos acompañaban? - ¡Nos han dejado solos, hermano Jesús! ¡Han corrido a esconderse en sus casas! ¿Nos vamos nosotros también? - ¿Y dejar que este planeta vuelva a caer en manos de los tiranos? ¡Jamás haremos una cosa tan vil y cobarde! - ¡Pero son cien mil, Jesús! - No te preocupes por eso, Ángel. - ¿Pero los has visto bien? ¡Son horrorosos, todos vestidos de negro desde la cabeza hasta los pies, con esos grandes alfanjes capaces de cortar cabezas de un solo tajazo y esos enormes y ramificados cuernos que les salen de sus frentes! - Ya los veo. Son horrorosos. - ¿Vas a dar la orden de disparar? - Alguien tiene que hacerlo y yo soy responsable de ello. Tenemos que disparar aunque sea en contra de nuestra voluntad porque tenemos que defender la liberación del planeta Creo. - Pero si este planeta se llama Thefollón... - La princesa Vitalia ha decidido cambiarle de nombre. Ahora se llama Planeta Creo. - ¿Cómo vamos a poder acabar con todos ellos si repito que son cien mil? - Sin dejar de disparar ni una sola décima de segundo. Dame mi lanzallamas. Ángel entregó el lanzallamas que le pedía Jesús. - ¿Tú crees que el Fuego de Dios puede acabar con cien mil sin que muchos de ellos se abalancen contra nosotros? - Por eso no hay que dejar de disparar ni un sólo segundo. No podemos permitirnos el lujo de que se acerquen más. Mientras vayan cayendo no podrán avanzar ni un sólo milímetro. - Está bien, Jesús. Tú mandas. - ¡Compañero! ¡Abrid fuego! ¡No dejéis de disparar ni una décima de segundo! Cuando ya los Cien Mil de Jiminí estaban peligrosamente cerca el Fuego de Dios, que salía de los doce seres humanos, hacía tantos estragos entre sus filas que no les permitía, como había vaticinado Jesús, ni avanzar un sólo milímetro. Ante las miradas de sorpresa de los habitantes del nuevo Planeta Creo los Cien Mil de Jiminí iban quedando carbonizados en el mismo momento que recibían las llamaradas. - ¡Seguid disparando, hermanos! ¡No podemos dejar que ninguno de ellos sobrevivan porque son como la peste bubónica! ¡O terminamos con todos o terminan con nosotros! ¡Es un acto de supervivencia y Dios está de nuestra parte! Tras media hora de intensa batalla, al final no quedaba ni uno solo de los Cien Mil de Jiminí con vida. Todos habían sido carbonizados y entonces, cuando ya estuvieron seguros de que se había acabado el peligro, los habitantes de la ciudad de Esencia salieron a festejar la enorme gesta de aquella increíble victoria final. Un grupo de ellos traían, cogido del cuello, a un ser extrañamente feo, con un enorme turbante sobre la cabeza, que pataleaba como un pelele pero que era incapaz de poder escapar de sus manos. - ¡¡¡No me matéis por favor!!! - ¿Quién es este mamarracho? - ¡Este mamarracho es el temible y odioso Jiminí! - ¡¡¡Por favor, Jesús, ten compasión de mí!!! - ¿Tuviste tú alguna vez compasión de alguien? ¿A cuántos hombres y mujeres has mandado matar? - ¡No sé qué es eso de hombres y mujeres! - Los hombres y las mujeres de este nuevo Planeta Creo son los machos y las hembras del ya acabado Planeta Thefollón. - Bueno... en ese caso... podemos empezar de nuevo... - No has respondido a mi pregunta. - Esto... supongo que a cientos de miles de ellos... - ¿Y crees que la princesa Vitalia te va a conceder el perdón habiendo tú mandado matar a tantos cientos de miles de hombres y mujeres que ahora ella va a gobernar? - ¿Es que no decides tú sobre mi vida o mi muerte? - No. Eso lo decidirá Vitalia según se lo haga saber Dios. - No entiendo nada, Jesús. - ¡Llevadlo ante la princesa y que ella decida! - ¡No, por favor! ¡¡Tú puedes salvarme!! ¡¡¡Apiádate de mí, Jesús!!! - Te equivocas. Yo soy aquí sólo un extranjero y ningún extranjero puede decidir nada que le corresponda decidir a Vitalia. ¿Dónde están los SS? - ¿Si te lo digo me salvarás la vida? - Si me lo dices será la única cosa honrosa que has hecho en toda tu vil existencia. - Está bien... supongo que si lo digo la princesa Vitalia me perdonará... - Sobre eso no puedo decir nada. - ¡Los SS se han refugiado en su Cuartel de Beber! - ¿Dónde se encuentra el Cuartel de Beber? - ¡No te preocupes por eso, Jesús! ¡Todos nosotros sabemos dónde se encuentra! - Entonces que uno de vosotros nos conduzca a nosotros doce hasta ese cuartel y los demás llevad a Jiminí ante la presencia de la princesa Vitalia. Ella decidirá lo que sea más justo hacer con la ayuda de Dios. Pocos minutos después, Jesús y sus compañeros de aventuras, llegaron hasta el Cuartel de Beber, en cuyo interior los SS estaban todos reunidos bebiendo alcoholes hasta caer borrachos para poder olvidar. Fue Ángel quien derribó la puerta de una fuerte patada y fue Jesús quien dio de nuevo la orden. - ¡Disparad hasta que no quede ninguno de ellos vivos! De nuevo los lanzallamas del Fuego de Dios acabaron con aquella pesadilla de los SS mientras que, en el Palacio de aquella ciudad de Esencia, Jiminí se encontraba de rodillas pidiendo clemencia a la bellísima princesa Vitalia. - ¿Cuántas veces has tenido tu clemencia ante algunas de tus víctimas, cobarde? - Es que yo... cumplía órdenes... - Sí. Cumplías órdenes de Belcebú. - Y si me arrepiento de verdad... - ¿Tú crees que eres capaz de arrepentirte de verdad? - Esto... supongo que sí... - No me sirve que lo supongas. - Esto... quiero intentarlo... - Lo siento. ¡Tú jamás tuviste clemencia de la cantidad de familias que dejaste destruídas por culpa de tu odio contra quienes no formaban parte de Los Cien Mil ya que sólo querían vivir en paz¡ - Entonces... eso quiere decir... - ¡Mando y ordeno que seas ahorcado en el centro del Paseo de Kast Ellana! No duró ni diez minutos más con vida porque diez minutos después ya había sido colgado en el lugar ordenado por Vitalia; justo en el momento en que Jesús y sus once compañeros de aventuras llegaban ante ella. - Te dije que volvería muy pronto y aquí estoy de vuelta, princesa. - ¡No sabes cuánta gratitud te damos tanto todo el pueblo de este planeta como yo misma! - ¿Qué ha sucedido con Jiminí? - Era mejor acabar con él. - ¿Lo hiciste para salvar a tu pueblo? - Lo hice para salvar a todos los hombres y mujeres de este planeta. - Bien. Supongo que fue Dios quien te lo aconsejó. - Sí. Escuché una voz en mi interior pidiéndome que hiciera justicia para con los millones de seres que sufrieron por culpa de él. - De acuerdo. Eso se llama justicia equitativa. - ¿Quieres quedarte conmigo para gobernar juntos este nuevo Planeta Creo? - Me gustaría mucho quedarme a tu lado pero no puedo. - ¿Qué vas a hacer que sea más importante que gobernar conmigo a todo un planeta? - De la misma manera que te dije que yo no lucho para ser nombrado Héroe Planeta te digo ahora que tengo que regresar a mi hogar. - ¿Es que estás casado? - No. Es algo mucho más importante que eso. - Pues no te entiendo... - Es que estoy casado como Dios manda. - ¿Eso quiere decir que nunca jamás vas a traicionar a tu mujer? - Sí. Eso es lo que quiero decir. Espero que me comprendas. - Me duele tener que comprenderte. - Ese es sólo un dolor superficial que desaparecerá con el tiempo. - ¿Y alguno de tus once valientes seguidores quiere ocupar tu lugar? - Que respodan ellos mismos. Son libres porque están liberados. Todos contestaron al unísono. - ¡¡¡Regresamos contigo a casa, Jesús!!! - ¿Quieres que te dé un buen consejo, Vitalia? - Acepto tu consejo si es bueno. - No te quedes virgen y cásate con un hombre que te haga feliz y pueda gobernar a este planeta junto a tu lado. - Es que tengo dudas... - ¿Quieres recibir el regalo de un libro que te ayudará a dejar tus dudas para siempre? - ¿Existe un libro así? - Ángel, regala a Vitalia el Libro y regresemos todos a Timare. Lo que Ángel regaló a la bellísima Vitalia fue una Sagrada Biblia cristiana.
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