El agua en botijo, por favor (Diario)
Publicado en Apr 22, 2016
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Un botijo (también boteja en Hispanoamérica y "búcaro" en gran parte de la España meridional o cántaro en la Región de Murcia) es un recipiente de barro cocido poroso, diseñado para beber y conservar fresca el agua. En alfarería se define como vasija de cuerpo esferoide, un asa en su parte superior, y con dos o más orificios. Por lo general se llama "boca" al más ancho -por el que se llena-, y "pitón" o "pitorro" al otro, que produce un fino chorrillo ideal para beber sin demasiado desperdicio. El botijo es un objeto típico de la cultura española, habitual en Castilla, Aragón y el tercio sur de la península (Extremadura, La Mancha, Levante y Andalucía), como en las zonas más húmedas del norte o el territorio insular. El ejemplar más antiguo aparecido en la península ibérica pertenece a la cultura argárica y fue hallado en la necrópolis de Puntarrón Chico (Beniaján), cercana a la capital de la región murciana, en cuyo museo arqueológico se conserva; pieza importante en la historiografía de la cerámica por tratarse de una 'obra cerrada', con un solo orificio de 2 centímetros y el asa colocada en la parte superior; la medida del botijo es de 11 x 9,5 centímetros.
 
En nuestra casa de Alcalde Sáinz de Baranda (Madrid) no faltó nunca el botijo para el agua y el porrón para el vino y yo era un excelente bebedor de ambas cosas puesto que cada día que pasaba manejaba mejor ambos objetos. Pero refiriéndome sólo al botijo he de recordar que, en mi adolescencia, viví junto con mi hermano Bonifacio una extraordinaria aventura de no parar de beber agua en botijo durante el bailongo de una fiesta que se celebraba en Cuenca capital, en la Plaza del Trabuco y, para ser más exacto, en la casa de la suegra de Rafa.
 
Así que llegamos al año 1969 y fui trasladado al Negociado de Créditos de la Oficina Principal del Banco Hispano Americano de Madrid (en la Plaza Canalejas, 1) y allí, siendo compañero de la guapa Almudena, llevé a cabo todos los trabajos que me mandaron hacer y, sobre todo, atendía tan bien al público que algunos clientes y clientas pedían que fuero yo, en persona, quien les atendiera y ningún otro empleado. Quizás fuese por eso (por trabajar bien y sin ninguna clase de queja en un Negociado de "enchufados" a los que les gustaban toda clase de comodidades), o porque levanté envidias por trabajar en equipo con la guapa Almudena, o porque, a pesar de estar en un Negociado "de lujo", yo no perdía ninguna ocasión de mostrarme solidario con las reivindicaciones de los derechos laborales de los trabajadores, o porque usaba el derecho legítimo de ir a tomar un café a las máquinas que para eso estaban instaladas en el Banco, o más bien por todas estas cosas juntas, fui trasladado en contra de mi voluntad (y una vez que se jubiló el señor Martín) a Cuentas Corrientes que, entonces, estaba considerado un Negociado de castigo porque era un Negociado de batalla.
 
No me importó absoluto en aquella injusticia y, siempre con la sonrisa, en Cuentas Corrientes de la misma Oficina Principal del Banco Hispano de Madrid seguí rindiendo a tope, trabajando sin ninguna clase de queja y llevando a cabo perfectamente bien mis trabajos. Ahora bien, lo del botijo sí que resultó ser gracioso. Resulta que en aquel Negociado de Cuentas Corrientes los empleados, a escondidas de los jefezuchos (que eran varios y todos ellos con mala leche), de vez en cuando empinaban unos buenos tragos del botijo. ¿Era solamente agua lo que bebían los empleados a escondidas de los jefezuchos todos ellos con mala leche? Pues no. Se las habían ingeniado para echarle al botijo con agua una buen cantidad de anís. Así que resultaba delicioso, de vez en cuando, empinar un poco el codo en medio de las batallas laborales y alegrar el ánimo hasta el punto de chisparse para superar aquellos castigos. Después me salvó la campana y me marché a cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, pero la aventura del botijo con agua y anís nunca la he podido olvidar; sobre todo porque no se enteraron nunca los jefezuchos todos ellos con mala leche. A rabiar se ha dicho, jefecillos de ínfima categoria. Fue lo que les dije una vez que me embarqué hacia la mili en Alcalá de Henares, en el CIR número 2.
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Foto del autor José Orero De Julián
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Páginas de Diario personal.

Palabras Clave: Diario Memoria Recuerdos.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Personales



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