La mano facturada (Cuento de Ficcin)
Publicado en May 18, 2016
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Fue en la fase llamada "punto de melero" cuando la empleada de turrones "La Piponenca", Dulce Clara de Huevo y Almendrales, más conocida por todos los compañeros y compañeras de trabajo como "La Chuponera", se encontró con una mano humana en la larga serie de productos que desfilaban para ser facturados con la correspondiente etiqueta de "El Bobo". Dulce Clara de Huevo y Almendrales, que tenía exuberancia de todo excepto de inteligencia, que la tenía más bien cortita pues no era muy despierta de entendederas la todavía jovencita "Chuponera", permitió que siguiera su curso hasta llegar el "boixet" que la dejó completamente amazacotada y lista para el embalaje.  
 
- ¡Hola "Chuponera"! ¿No habrás visto una mano humana por aquí durante toda la mañana?
 
- ¡No sea usted tan gracioso, capataz Isaac Lopes Bermudo!  
 
- ¿Es que es gracioso encontrarse con una mano humana cortada de cuajo?
 
"La Chuponera" seguía intentando hacerse la desentendida para evitar ser expulsada de su puesto de trabajo mientras la mano ya estaba dentro de su correspondiente caja de cartón de la marca "El Bobo".
 
- ¡Tienes usted menos gracia contando chistes, don Isaac, que un torero intentando ligar con una feminista!
 
Aquello no le gustó nada al siempre sonriente Isaac...
 
- ¿Tú vienes a darme a mí lecciones de comunicación social cuando todos sabemos lo mucho que chupas?
 
Por esas cosas que sólo sabe Dios por qué se producen, "La Chuponera" soltó una bofetada con su diestra que estalló como un trueno en la mejilla siniestra del no menos siniestro Isaac Lopes Bermudo.
 
- ¡Supongo que ya sabe usted lo que es una mano que se pierde y que, de repente, sin saberse muy bien por qué, se encuentra uno en el lugar menos deseado!
 
Al capataz Isaac Lopes Bermudo se le saltaban las lágrimas...
 
- "Chuponera"... no te quise ofender... pero esa mano...
 
- ¿Qué sucede con esa mano?
 
- Que me pertenecía a mí.
 
Y el capataz Isaac Lopes Bermudo, mostrando su muñón izquierdo, rompió a lllorar como una magdalena...
 
- Supongo que alguien la encontrará...
 
Al capataz Isaac Lopes Bermudo se le pasó el agobio...
 
- ¿Y tú crees que la podré recuperar?
 
- Me apuesto con usted un billete de a veinte de que usted se la encuentra el día menos pensado.
 
- Sí. Eso espero. Pero ya no será como antes.
 
- Por supuesto que no será como antes; pero no deje usted de buscar. Estoy seguro de que el cliente que se la vaya a comer se lo piense mucho antes de hacerlo y nos haga una llamada a Reclamaciones Generales.
 
El capataz Isaac Lopes Bermudo se convulsionó producto del terror...
 
- ¿Generales? ¿Has dicho Generales? ¡Menudo futuro me espera si la mano facturada llega a caer en el pedido que todos los años nos hace el Círculo Recreativo Militar Juan Carlos I de Valencia!
 
- ¿Tan republicano es usted, don Isaac?
 
Al capataz Isaac Lopes Bermudo se le empalideció el rostro.
 
- ¡Baja la voz, por favor, "Chuponera"! ¡Me puede costar un ojo de la cara!
 
- ¡Si quiere usted que yo baje la voz sea usted más humilde y llámeme señora Dulce!
 
Al capataz Isaac Lopes Bermudo le dio un ataque de risa.
 
- ¡Jajajajaja!
 
- ¿No me considera usted dulce o no ha probado usted nunca un dulce como yo?
 
Al capataz Isaac Lopes Bermudo se le cortó la risa de cuajo.
 
- ¡De cuajo! ¡De cuajo he perdido la mano!
 
- ¿Dónde meteria usted la siniestra, don Isaac?
 
- Esto... recuerdo... si no me equivoco... aunque ya me falla la memoria... que estaba yo... esto... sí... estoy casi seguro... haciendo el recuento de las almendras... y metiendo mano...
 
- ¡Cuando llegó y le pilló su esposa!
 
- ¡Baje la voz, señora Dulce, por favor!
 
- Esto ya va mejor; así que no se preocupe usted tanto porque la mano facturada volverá a su lugar de origen.
 
- ¿Y cómo puede usted estar tan segura de ello?
 
- Segura del todo no estoy... pero me da usted tanta pena...
 
Efectivamente, la mano facturada no entró en el pedido anual del Casino Recreativo Militar Juan Carlos I de Valencia sino que la encontró un mendigo que se dio un verdadero festín con ella bajo el puente de hierro de Molina de Segura y devolvió todos los huesos, ya mondados por completo, en un paquete dirigido a la empresa de turrones "La Piponenca".
 
- ¿Ve usted cómo ha vuelto a aparecer la mano facturada, señor Lopes? Bastante más menguada pero ha vuelto. Me debe usted veinte euros.
 
Isaac Lopes Bermudo, capataz de "La Piponenca", recogió el paquete y marchó camino del camposanto para enterrar aquellos huesos como si fueran los de un santo después de pagar, religiosamente, con un billete de veinte euros la labor mediadora de Dulce Clara de Huevo y Almendrales.
 
 
 
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Foto del autor Jos Orero De Julin
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Descripción

Cuento de Ficcin.

Palabras Clave: Literatura Prosa Cuento Relatos Narrativa Ficcin.

Categoría: Cuentos & Historias

Subcategoría: Ficcin



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