Víctor es victoria (Diario)
Publicado en Jun 14, 2016
Tras el golpe de Estado que derrocó al gobierno de Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, Jara fue detenido por las fuerzas represivas de la dictadura militar recién establecida. Fue torturado y posteriormente asesinado en el antiguo Estadio Chile, que con el retorno de la democracia fue renombrado «Estadio Víctor Jara».
La cruel tortura y el posterior y cobarde asesinato del cantautor chileno Víctor Jara, nos pilló de sorpresa a todos los españoles y españolas que estábamos luchando en las calles por alcanzar la Democracia en nuestro país, mientras Franco parecía eternizarse aunque empezaban a fallarle las fuerzas y su mente desvariaba cada vez con mayor intensidad. Aquello de Augusto Pinochet ordenando la "desaparición física" de Víctor Jara fue, sin embargo, el comienzo de la victoria de quienes sentíamos la liberación a la vuelta de la esquina. En cada esquina madrileña muchos lloraban la ausencia de Víctor Jara. Pero nos quedaron sus canciones. "De nuevo quieren manchar mi tierra con sangre obrera los que hablan de libertad y tienen las manos negras. Los que quieren dividir a la madre de sus hijos y quieren reconstruir la cruz que arrastrara Cristo. Quieren ocultar la infamia que legaron desde siglos, pero el color de asesinos no borrarán de su cara. Ya fueron miles y miles los que entregaron su sangre y en caudales generosos multiplicaron los panes. Ahora quiero vivir junto a mi hijo y mi hermano la primavera que todos vamos construyendo a diario. No me asusta la amenaza, patrones de la miseria, la estrella de la esperanza continuará siendo nuestra. Vientos del pueblo me llaman, vientos del pueblo me llevan, me esparcen el corazón y me aventan la garganta. Así cantará el poeta mientras el alma me suene por los caminos del pueblo desde ahora y para siempre". Carlos, nervioso por completo y con el ánimo exaltado, gritaba lo de "¡Jodeos, fascistas, porque tenéis la sangre roja y el corazón a la izquierda!". Yo sólo guardaba silencio. En 1973 yo era un jovencito callado y silencioso mientras iba analizando tranquilamente los acontecimientos. Entre carrera y carrera por las calles de Madrid, perseguidos por aquellos furibundos "grises" que aporreaban en lugar de dialogar, iba yo construyendo mi propio pensamiento. Hora de definirse. Había llegado la hora de definirse. Independiente y Autónomo. Decidí ser, para siempre, Independiente y Autónomo. Los sucesos de Chile me fueron confirmando como cristiano concienciado de ideas sociales. La política era, para mí, algo que no entraba en el fondo de mi corazón; pero la conciencia sí, la conciencia había ya prendido su mecha en el fuego ígneo de mis ideas. Las recogí y empecé a expresarlas. Yo era silencio pero mis letras no callaban jamás. Por eso canté al genocidio diario. "!Que me salven la voz! ¡Que me salven la voz cuando me muera! Que no se pierda su esencia recia, firme y verdadera y que se oiga su acento en los prados, en riberas, en ciudades, pueblos, conventos, inviernos y primaveras... que una leve mano amiga cubra mi cuerpo de tierra pero que a ésta mi roja voz la deje salir hacia afuera para que grite a los vientos: ¡¡NO QUIERO ESTAR PRISIONERA!! ¡Que me salven la voz! ¡Que me salven la voz cuando me muera! Que la oigan los humildes que están cultivando la tierra; que la oigan los mendigos que están pidiendo en la acera; que la oigan los heridos por las balas de la guerra; que la oigan los obreros que viven en la miseria. ¡Salvadme la voz, compañeros! Hacedla paloma mensajera que lleve a los pobres rincones donde siempre alguien la espera. ¡Salvademe la voz, compañeros! Hacedla volar sin fronteras y que siegue con su acento a las lenguas traicioneras". Y entonces es cuando pienso en uno, pienso en ninguno y pienso en cien mil. "Sufre, sufre, sufre y suda bajo el sol abrasador del desierto penitente. ¿A cuánto llega la suma del número de esa gente? ¡Sólo hay uno! Sólo hay un hombre luchando con espinas en la frente. Busca, busca, busca presto socorro para las penas de su vida miserable. ¿A cuánto llega el recuento de la gente que le hable? ¡No hay ninguno! No hay ningún ser levantando la cuchilla de aquel sable. Muere, muere, muere en el desierto calcinado entra las llagas y en me del duro infierno. ¿A cuánto llega el concierto de la gente en el entierro? ¡Hay cien mil! Hay cien mil bocas rezando con los labios como el hierro". Sí. Soy cristiano de verdad. Por eso en la Cartonera, sin importarme las heridas ni el polvo del duro laborar, dibujo las tres cruces del Calvario vistas desde atrás. Y el lema que escribo me sale desde el interior de mi alma: "No es Dios quien nos da la espalda, sino el mundo que no da la cara". Esa es nuestra victoria.
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José Orero De Julián
DEMOCLES (Mago de Oz)